Hoy comienzo con una serie de artículos de verano, época de insustancialidad en la que es siempre leímos esa novela que no nos entraba el resto del año. Ahora ya no se espera tanto, porque leer es de pobres, pero os ruego que no me tengáis muy en cuenta las digresiones.
Hoy toca hablar de ciertas extrañezas que me obligan a preguntarme desde hace tiempo qué demonios está pasando aquí.
Me parece normal (que no deseable) que hayan subido los precios de la vivienda en los lugares donde la demanda puede ser constante y sostenida, como las cuatro o cinco principales ciudades de España, o incluso en la costa, donde cabe esperar que los pisos lleguen a venderse hoy o mañana.
La gente va donde está el trabajo, y donde la población se acumula sube la demanda de vivienda, pero a veces no se construye a ese mismo ritmo o simplemente se fija el precio calculando el máximo que se le puede extraer al que lo necesita, independientemente del coste. El incremento de precios fue desmedido y antinatural, pero al menos lo hemos comprendido.
Cuando los países de nuestro entorno salgan del bache, seguirá siendo deseable venir a jubilarse a España, tener cerca la playa y veinte grados todo el año, con lo que tarde o temprano el excedente de vivienda de esa zona se acabará vendiendo. Otra cosa es que se les pueda proveer de agua y de electricidad, con la organización territorial que tenemos, pero ese ya es otro tema.
¿Pero qué destino se le va a dar a todas las viviendas que se han construido en las pequeñas ciudades del interior, una vez que se consuma la cuerda del renuevo generacional y el éxodo rural?
Durante años, la gente del campo compró una vivienda en la cabecera de su provincia para pasar el invierno, aunque los hijos se hubiesen ido a trabajar lejos, con la idea de que la vendieran ellos cuando faltasen los padres, pero los movimientos demográficos parecen indicar que muchas zonas de España se han despoblado sin remedio y que no hay ya a quién vender ese piso en Albarracín, en Astorga, o en Vitigudino. Lo que era un capital de reserva que se convertiría en efectivo con el renuevo generacional, se ha convertido en un capital muerto, que no sólo es imposible de liquidar sino que además produce gastos, por la voracidad de las administraciones públicas contra las propiedades reales.
Por tanto, hay un importante volumen de vivienda que estaba alimentando el efecto riqueza, pues la gente contaba con ellas, y que de pronto deja de ser un seguro y un apoyo para convertirse en una carga. La gente que pidió una hipoteca a treinta años contando con que posiblemente antes de ese tiempo morirían los abuelos y podrían realizar una amortización anticipada, se encuentra con que sus cálculos se han desmoronado. Casi nadie tiene en cuenta este factor como problema añadido para salir de la crisis, pero es muy real y muy frecuente, pues una gran parte de la población española emigró a las grandes ciudades hace solamente una o dos generaciones.
¿Creéis que en España habrá pronto barrios en ruinas en algunas ciudades?, ¿hacia qué modelo demográfico vamos? O, por contra, creéis que se producirá una deslocalización interior que acabe trasladando la producción de ciertos bienes a zonas más baratas de España, por el recorte de costes que supone?
Me parece un gran error firmar una hipoteca pensando en que tus ancestros morirán y la amortizarás anticipadamente con su herencia.
Yo quería firmar a 25 o 30 años pero he tenido que firmar a 40 porque no podía permitirme otra cosa, si quería que me la dieran.
Mis padres son mayores pero en ningún momento cuento con su dinero para pagar mis deudas. Es para lo que ellos necesiten y les deseo larga vida.
Estoy totalmente de acuerdo contigo, Santa Paciencia. Me parece impresionante que alguien piense en el capital que tendrá cuando sus padres o abuelos la palmen. Yo estoy encantada de ver cómo los míos se gastan hasta el último céntimo de su jubilación en viajes.
Nadie, o mejor dicho, casi nadie desea la muerte de sus familiares. Pero estoy seguro que a pesar de ello las herencias están muy en la mente de los españoles.
Si no fuera así cómo se explica la cantidad de pleitos y familias rotas por causa del reparto de la casa del abuelo o los “dineros” y las joyas de la abuela. Lo queramos o no, esos bienes han condicionado y siguen condicionando las actuaciones de muchas personas.
A nadie le deseo la experiencia de una herencia, y menos si tiene buena sustancia, es decir, buen patrimonio. Para empezar, el Estado te fríe no sólo a impuestos: te mata a papeleos.
Lo más horroroso es cuando la herencia se interpone entre las buenas relaciones familiares. Es decir, lo que hasta que fallecieron los padres era “que ellos disfruten hasta el último céntimo” de repente se convierte en un “continuum” de peleas y peleas por decidir qué hacer con ese patrimonio y cómo.
dentro de un tiempo va a haber peleas familiares por ver quien se hace cargo de la herencia en caso de ser deudas.solo hay que firmar una hipoteca a 50 años y esperar a que crezcan los hijos.
Yo tampoco le deseo a nadie esa experiencia, San Eurón. Pero hasta que no se vive es difícil hablar. Yo he visto en verdad rapiñas en mi familia por la herencia de mi abuela. Hasta vinieron al velatorio parientes de Barcelona que no conocíamos y allí discutieron sobre su derecho a percibir parte de la herencia. Horrible. Penoso.
El enriquecimiento gratuito siempre está en la mente delso españoles…
🙂
Además, y saltándonos las cuestiones éticas sobre si está bien o no hacer conjeturas con las herencias, tal y como está ahora mismo la esperanza de vida de las personas de nuestro país es de tontos pretender que podremos hacernos con una herencia en un plazo corto de tiempo; probablemente seamos viejos cuando eso ocurra, y es posible que entonces las propiedades hayan perdido parte de su valor (o lo hayan incrementado, según el caso).
Nadie habla de un plazo corto: las hipoecas son a muyy largo plazo y no es descabellado pensar que en algún momento de su recorrido heredemos algo (o entreguemos nosotros la cuchara)
Estamos llegando a unos supuestos que están fuera de lo razonable. Es posible que algún pariente se muere y tengas que amortizar su hipoteca, pero normalmente con vender la vivienda será suficiente para amortizar el importe que queda por pagar. Últimamente a la gente le luce ponerse siempre en lo peor.
Es un eror y está feo, pero la reealidad es la realidad: la gente se muere, y contra con ellos (aunque no depender de ello) es fundamental.
Creo yo, ¿eh?
Heredar una casa en un lugar deshabitado, con pocas perspectivas de crecimiento demográfico o donde es difícil de vender, no tiene por qué ser un drama.
Se me ocurren soluciones como construir una casa rural, lo que sirve de negocio y sustento y para lo que hay muchas subvenciones, o construir una pensión, alquilarlo para una pequeña oficina o un sinfín de cosas más.
La imaginación es muy importante para salir de situaciones en las que aparentemente no hay salida.
Montar una casa rural no es tan fácil, Julita. Hace falta un fuerte desembolso económico para rehabilitar la vivienda que no todo el mundo a asumir. Además, la casa debe cumplir una serie de condiciones marcadas por cada Comunidad Autónoma, por no hablar de tener que dejar tu trabajo para embarcarte en el nuevo proyecto. No es tan sencillo.
Efectivamente no es tan sencillo pero sí factible, sobre todo si se trata de un inmueble sin cargas ni hipotecas. Las Comunidades autónomas otorgan suvbenciones a la constitución de este tipo de negocios, y los baremos que manejan para autorizar su apertura no son tan complejos. Es una buena manera de rentabilizar una herencia sin tener que venderla, aunque por supuesto, requiere esfuerzo, dedicación y atención constante al negocio.
Eso depende de la Comunidad Autónoma de la que se esté hablando, Mariano. El otro día hablaba un experto en turismo de Asturias que decía que esta comunidad estaba sobresaturada de casas rurales, y que abrir más negocios de este tipo allí era un error. Él más bien abogaba por la diferenciación y las especialización de los negocios, buscando soluciones ingeniosas que atrajeran a los viajeros.
Insisto en que las subvenciones, en la mayoría de comunidades, son una pura ratonera.
Y por no hablar de que las subvenciones están pensadas para que cuesten más de lo que te dan. Un día hablamos de eso, si queréis…
Tres de mis abuelos emigraron del medio rural a Madrid hace 80 años. Solamente una abuela había nacido en la ciudad, pero ahora mis primos y yo somos todos urbanitas.
Las ciudades están superpobladas y, gracias a las nuevas comunicaciones e Internet, creo que algún día el éxodo se dará en sentido contrario.
Habrá gente que, en busca de tranquilidad y Naturaleza, emigre voluntariamente a los pueblos. Estoy segura.
Incluso el Gobierno podría incentivar económicamente dichos traslados para dar salida al excedente inmobiliario de esas zonas tan complicadas.
Es lógico que haya tantas casas sin vender. El sector inmobiliario lleva décadas soportando un 30% de impuestos, lo que sería difícil de soportar por otros sectores, y por ello nos han encarecido tanto las viviendas.
El “éxodo urbano” desde hace ya varias décadas es una realidad. Cuántos jubilados han regresado a sus pueblos de ambas Castillas, Extremadura o Andalucía para pasar allí sus últimos años. Algunos regresan a la casa del pueblo de la familia, pero muchos otros adquieren otra con acondicionamientos ahora sí del siglo XXI. Si hay viviendas en estos pueblos es por estas personas que huyen de la jungla urbana.
El éxodo urbano de los que están en edad de trabajar ya es otro cantar. En los pueblos aún hay menos puestos de trabajo que los precarios que suelen aparecer de vez en cuando en las capitales.
Y sin olvidarnos, Carlos, de los hijos y nietos que compran propiedades en el pueblo de sus padres porque les gusta, les trae recuerdos o les interesa reunirse con los amigos y los familiares de allí los fines de semana o en verano. Al final la tierra tira mucho, y cuando los hermanos a ocupar la casa de los padres son muchos o tienen mucha familia, suelen optar por comprar y habilitar otras viviendas, con lo que muchos pueblos se ven revitalizados.
De eso ya hablé en un artículo hace tiempo.
https://www.calculodehipoteca.net/varios/el-precio-del-rebano/
Desde entonces no he cambiado aún de opinión
🙂
jeje como el gobierno siga incentivando economicamente mas cosas a los pobres que sigan trabajando no les va a llegar ni para comprar arroz jiji 😉
Acojo con entusiasmo tus artículos veraniegos, Ladríllez. Además, el aumento de la lectura es una de las pocas cosas buenas que nos traído la crisis, y algo irrenunciable y necesario, tanto en verano como en invierno. Así que tú escribe, que aquí estamos para leerte y comentar.
Pues precisamente han dicho ayer los editores que la crisis se empieza a notar en un sector que había salvado bien las caídas de ventas. Se han embarcado en una caída bastante importante en el primer semestre del año.
¿Algo que decir, Ladrílllez, de que un sector que tradicionalmente es refugio del consumidor empiece también a verlas venir?
Que la tentación de los editores por hacer dinero rçápido con traducciones y reediciones de libros antiguos también hace mella.
Y que el empeño en explotar el filón sin fomentar la afición a la buena lectura acabará con ellos.
Creo.
Lo que tiene de bueno la lectura (entre muchoas otras cosas) es que puede ser gratuita o muy barata: no solamente me refiero a todo lo que encontramos en Internet (entre lo cual nos vemos agraciados con los posts de nuestro ínclito dr. Ladríllez), sino a las bibliotecas públicas que nos ofrecen toda la literatura que queramos al módico precio de cero euros, para consumir a lo largo de un mes. Menos mal que no tendremos que renunciar a eso (espero…!)
Casi todo lo que vale la pena en la vida es gratis
🙂
Gracias.
A ver si sale algo positivo de lo que hablar.
En España la gente no va donde está el trabajo, sino que se queda en el sitio donde nació, y si puede ser en el mismo barrio donde pasó su infancia mejor. Ése es uno de los grandes problemas y algo que supongo que comenzará a cambiar debido a la crisis.
En eso tienes bastante razón, Espera. En España hay una cultura localista y casi de barrio. Pero no todo es así. Conozco muchos amigos pertenecientes de ámbitos rurales y ciudades pequeñas y medianas que no tienen ningún reparo en desfilar allí donde su empleo les marque. Por cierto, algo muy habitual en la mayoría de los países ricos y, especialmente, en los Estados Unidos.
Por lo general, los jóvenes que buscan su primera oportunidad laboral son los que más movilidad laboral presentan: es una oportunidad para viajar, aprender idiomas, obtener experiencia (laboral y vital), y en muchos casos “escapar” de la familia. Cuando las personas encuentran pareja y deciden establecer una familia, entonces vienen las ansias por comprar una casa, hipotecarse y conseguir un trabajo fijo cerca de su familia, empresa y entorno.
Sí, totalmente cierto. La movilidad en ese país es asombrosa, más aún si tenemos en cuenta las dimensiones en comparación a España. Es de lo más habitual desplazarse para estudiar o trabajar.
Hay que tener en cuenta que las distancias entre pueblos o centros de negocio son increíblemente exageradas, si las comparamos con las de nuestro país. Tan sólo, existe concentración económica y de población en las grandes metrópolis, como NYC, Chicago, Boston, LA o Miami.
Vivo en Madrid y hace unos años me invitaron a una boda en un pueblo de Ciudad Real. Los novios, amablemente, me enseñaron su casa. Aquello no era una casa, era un palacio de tres plantas, con habitaciones espaciosas y doble jardín, con una pequeña casita-vestuario al lado de la piscina y cochera. No hizo falta preguntar el precio de lo que les había costado porque me lo dijeron ellos mismos. Era aproximadamente un tercio de lo que me costó mi piso, de 80 metros cuadrados y dos habitaciones, eso sí, en pleno centro de la capital.
Pero la pregunta, Nube, es clara: ¿no te cambiarías ahora mismo por esos amigos tuyos? Sin hipotecas remoras para toda tu vida; sin estrés laboral e incluso vital; podiendo escuchar el cantar de los pajarillos y oliendo durante las primaveras la exaltación de la naturaleza.
¿No te parece eso apetecible? ¿O tus costumbres urbanitas están forjadas con el mejor de los aceros?
Los que vivimos en las ciudades sabemos apreciar perfectamente lo que tienen de bueno los pueblos: tranquilidad, cercanía con los demás, naturaleza… Pero el problema es que no estamos dispuestos a renunciar a lo que también tienen de bueno las ciudades, y más si se trata del lugar donde tenemos a nuestros amigos y nuestro empleo. Exposiciones, vida nocturna, ocio, teatro… Y aunque sólo sea por pasear por mi barrio el domingo por la mañana viendo la mezcla de razas y culturas, yo me quedo en Madrid.
Josito, seriedad:
¿Y cuánta gente de las ciudades va al teatro, la ópera y las exposiciones?
¿Y con qué frecuencia?
Porque para ir dos veces al año también se puede vivir en las Urdes (o en los montes de León, que se las traen)
Entonces hay que decir que sarna con gusto no pica.
Hay muchísimas casas en venta en los pueblos, que se caen de puro viejas y nadie las compra, a pesar de que las venden por muy bajo precio. La gente ya no quiere ir a pasar unos días al pueblo de sus padres. Si tienen para ir a la costa salen y, si no tienen, se quedan en casa y van todos los días a comerse una hamburguesa al centro comercial de turno.
Yo a menudo observo. Y lo que concluyo de lo que observo es que el que tiene algo que conservar de su pasado familiar, lo hace, pero el que no tiene nada que conservar, se desprende y se monta su futuro.
Es decir, si tu pasado es un barrio de extrarradio de una gran capital donde no hay nada, es lógico que no vayas al pueblo de tus padres, porque quizá tus padres no tengan ya pueblo.
No sé si veremos barrios en ruinas en las ciudades, pero lo que ya tenemos ante nuestros ojos son barrios enteros a medio construir, en medio de un paisaje casi lunar lleno de grúas y carreteras sin asfaltar. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que veamos estas urbanizaciones habitadas?
Posiblemente, así se queden; formarán parte del paisaje. Permanecerán, como monumentos de una época falsamente esplendorosa. Nos recordarán que la burbuja existía, y que nuestra ceguera fue imperdonable. Es triste semejante escenario, pero nos ha devuelto a un punto que habíamos perdido por completo.
Bienvenidos a la realidad.
La avaricia de muchos y el afán por el negocio supuestamente fácil hará que muchos barrios surgidos últimamente en nuestras ciudades estén semidesiertos. La lástima será para aquellos que compraron y viven en esos mismos barrios, muchos a las afueras. Los servicios con los que contarán serán una excepción. Eso sí, seguro que tendrán cerca una gran superficie al estilo Ikea o un enorme centro comercial con salas de cine vacías. Qué lástima que para desayunar unos churros tengan que hacer 15 kilómetros.
El otro día un taxista me contaba que hace un par de años se a vivir a Seseña, a la “ciudad” que había construido el famoso Pocero. Decía que aguantó un año, que aquello era un desierto y que no se veía un alma.
Y decía que ahora se había convertido en el “paraíso de gitanos y moros” porque los que habían comprado se habían puesto a alquilar a bajo precio para amortizar, pero que pocos vivían ya allí. ¿Será cierto?
Puede ser. Yo vivo en Benicalap, una pedanía de Valencia que hasta hace diez años era el último reducto de la famosa “Huerta valenciana”. El afán por construir hizo que expropiarán los campos y construyeran un barrio nuevo. Los pisos rondaban los cien millones de pesetas y, para el disfrute de los nuevos vecinos lujosos, construyeron un sinfín de jardines. Ahora sólo quedan carteles de “se vende” y los “jardines” se han convertido en un nido de ratas y mosquitos.
Ese es el tema: las expropiaciones. Los ayuntamientos, en beneficio de sus amigos los constructores, ROBAN tierras a propietarios indefensos, con algún argumento legislativo imposible de comprender. Se sacan proyectos de juego de mesa, que sólo responden a intereses económicos despreciables.
¿Y ahora, qué? ¿Hacemos como si nada hubiese pasado?
Te olvidas de una cosa, Leman. Si este sistema se ha perpetuado es porque todos los involucrados sacaban tajada de ello. Los expropiados pueden ser tranquilamente empresarios que se pasaron de listos. En muchos casos, los que tienen tierras están deseando ser expropiados porque obtienen muchas más ganancias que vendiendo la tierra.
Yo a veces pienso en que el futuro de todos esos núcleos despoblados es la repoblación. Pensemos que muchos de los que en su día emigraron mantienen la propiedad a la espera de mejores oportunidades o simplemente por tener un techo asegurado.
Hay otros muchos que poco a poco están decidiendo marcharse de las grandes ciudades a las pequeñas ciudades, y otros tantos a los pueblos. Es así. Y lo mismo pasó en la antigua Roma antes de la decadencia del Imperio, ¿no, Ladríllez?
Me temo que eso pasó en Roma DESPUÉS de la decadencia del Imperio…
🙁
Caray, amigo Ladríllez, entre que siempre que pone mi nombre me pone tilde en la primera “o” cuando no la lleva, y que últimamente no pasas una sin apostillarme o rebozarme un dato, se me están quitando las ganas…
Fuera coñas, agradezco las precisiones, pero aproveche alguna vez que no se me escape un dato erróneo para decir: “Esta vez lo dijo bien, Dioscoro”.
No la lleva, cierto, no la lleva. 🙂
Y gracias por el comentario.
En realidad, en este caso, era una broma. Me refería a quela gente se fue a los pueblos cuando el imperio se fue a tomar viento.
Y no me falle, ¿eh?
Pero es que la mayoría de esas zonas tienen excedente de viviendas no sólo por el boom de la construcción, también porque la gente de allí tiene la costumbre de construir casas para los hijos y, estos, una vez crecen, al ver las pocas oportunidades que tienen se marchan a la ciudad.
Pues no os creáis que está la cosa tan mal en los pueblos pequeños. Últimamente es más fácil encontrar un trabajo allí porque los ayuntamientos no paran de financiar proyectos de talleres de empleo y dan acomodo a los jóvenes en la Administración.
Pues sí, con las carreteras que tenemos y que hoy en día casi todo el mundo tiene coche, no es tan descabellado trabajar en la ciudad y vivir en un pueblo. La vivienda es mucho más barata y la calidad de vida es mejor.
Opino lo mismo que tú, Desentendido. Me parece estupenda la posibilidad de vivir en un pueblo y trabajar en la ciudad. De hecho, si ahora mismo tuviera un trabajo estable, en vez de mil trabajillos, sería mi opción ideal. A mí me encanta la naturaleza, partimos de esa base. La cuestión es que no todo el mundo es feliz viendo los pajarillos, por más barata que le resulte la vivienda.
A mí tambiuén me gustan más los Ferrari, pero tengo un Ford FDiesta.
¿A que no sabes por qué?
🙂
Cada día, descubro construcciones de nueva vivienda a medio terminar. Obras empezadas en su estructura básica, con esqueletos de hormigón, que rellenan el paisaje de los barrios de una forma tenebrosa.
El efecto producido es similar al que uno tiene cuando visita determinadas ciudades de costa, que en los años 60 recibieron un “boom” parecido. Da la sensación que algo se marchó. Posiblemente fue la desesperanza de los constructores, tal vez el desdén de aquellos que tenían el sueño de una vivienda de propiedad.
Ayer pensé algo parecido a lo que dices, Escribano. Fui a cenar a un pueblecito cercano, en la costa, y allí había un Náutico recién construido y con el cartel de “se vende” por todos los sitios. Es una construcción preciosa, moderna, pero la iniciaron en pleno “ataque” urbanístico y se ha estrenado con la crisis. Daba pena con los locales tan vacíos y esos carteles. En el pueblecito una camarera también nos dijo que había bajado muchísimo el turismo. Menudas perspectivas.
Pues será que la cosa va por barrios. En el mío tengo enfrente un edificio a medio hacer que se ha tirado un año parado sin que lo pisara un triste obrero. Desde hace unas semanas se vuelve a observar movimiento, aunque poquito a poquito.
Yo vivo en un pueblo de los alrededores de Madrid, de esos que han tenido temas de corrupción. El proyecto de campo de golf se ha quedado en nada. Los bloques nuevos de una parte del pueblo son sólo esqueleto. El traslado de un polígono a las afueras va a esperar a mejor momento.
Lo único que no paró fue un edificio de viviendas en el centro de la zona nueva y tampoco un edificio del ayuntamiento (creemos) que no sabemos a qué se va a dedicar.
O sea, para dar y tomar.
Siento desencantaros, pero yo vivo en Madrid y en los alrededores de mi casa cuento ya varias obras que evolucionan a buen ritmo. ¿De verdad creéis que el boom de la construcción va a desaparecer sin más? Para eso tendrían que borrar del mapa a todos los empresarios que lo propiciaron.
Yo le tengo que dar la razón a Tony. En Vigo y Pontevedra están volviendo a florecer las inmobiliarias. Lo sé porque he trabajado alguna vez en ese sector y ya he visto varios anuncios en diarios pidiendo empleados. Lo que no sé es si es por el verano, al aumentar la demanda en la costa, o es una consecuencia de los “brotes verdes”.
Yo creo que viviremos dentro de algunos años en ciudades fantasma. Sólo habrá uno o dos vecinos por bloque. El agua y la electricidad serán un problema, pero también tendremos que andar kilómetros para comprar el periódico, una barra de pan o sacar dinero.
Creo que la opción de vida más barata y ecológica está en el centro de la ciudad: se va andando a casi todos los sitios o en transporte público, con el ahorro energético que esto supone. Pienso que los habitantes de los barrios periféricos van a tener serios problemas para costear su opción de vida.
Lo dices, Irene, como si vivir en el centro de las ciudades estuviese al alcance de todo el mundo…
“La gente que pidió una hipoteca a treinta años contando con que posiblemente antes de ese tiempo morirían los abuelos y podrían realizar una amortización anticipada”!!!!
Realmente la gente es tan rastrera como asi describes en tu articulo?