Estamos en agosto y hoy me apetece hablar en otro tono. Permitid que me sustituya hoy mi otro yo, aunque sólo sea para deciros, entre líneas, que lo de la hipoteca no es para tanto.
Soy el autor de esta historia, pero su propietario legal, a quien debo y quiero mencionar, por justicia y agradecimiento, es el ayuntamiento de Lugo, que me animó con su premio Anxel Fole a no dar el teclado a los demonios y dedicarme a poner ladrillo cara vista.
Perdonadme si es demasiado largo, pero hay cosas que no se pueden decir en menos palabras. Con esto, me despido hasta septiembre, dejándoos en la inmejorable compañía de Mburuvicha y su inconfundible híbrido de pluma y espada.
Feliz verano.
Ya lo decía el viejo Quohelet, aquel agorero que se regodeaba en recordar que todos los ríos van al mar pero el mar nunca se llena. Ya lo decía Quohelet: donde hay mucho conocimiento hay mucho dolor. Donde hay mucha ciencia, hay mucho sufrimiento.
Y donde no, también. Eso olvidó añadir.
Dicen que la ignorancia nos iguala a los animales, y que volver la espalda a la realidad nos convierte en esclavos, porque esclavo es el que no es dueño de su vida sino que pertenece a un amo que piensa y decide por él. Dicen que no hay nada peor que ir a la cárcel sin conocer el plazo, o esperar la ejecución sin saber a ciencia cierta en qué fecha vendrá el verdugo a convertir un corredor en laberinto.
Puede ser.
Pero dicen también que sólo lo inesperado puede contener algún mensaje, porque lo sabido es mudo. Y dicen que de toda prisión se puede escapar mejor que de la cárcel de uno mismo. Y dicen que a los cíclopes se les dio a conocer la fecha de su muerte y por eso perdieron toda alegría. Y un ojo.
¿Es mejor saber o no saber?
Es mejor saber lo que hay que saber.
Esa es la respuesta. La única buena.
Saber, por ejemplo, que nuestro hijo tiene dos años, que está cada día más guapo y que ya dice algunas palabras. Saber que de pronto empieza a comer peor que de costumbre y que parece que se ha puesto enfermo. Eso es saber algo importante.
Saber que después de recorrer centros y hospitales, de hacer análisis y más análisis, de ponerle todas las vacunas contra los virus infantiles de guardería, y de probar todos los remedios modernos y caseros de que nos han hablado, sigue enfermo.
Saber que hay que alegrarse cuando el pediatra decide al fin examinarlo a fondo, porque parece que no es una de esas enfermedades sin importancia que contraen los niños. Deberías irritarte porque no lo hubiera hecho antes. Deberías agarrarlo por las solapas de la bata y decirle cuatro palabras, después de las semanas que has pasado, pero te alegras porque sabes cómo es el mundo y sabes que tienes que alegrarte. Lo sabes y te alegras de que lo hayan examinado ahora en lugar del mes que viene.
Saber llorar cuando te dice el médico que el niño tiene una cardiopatía congénita. Te lo explican con media docena de tecnicismos que no entiendes, y hasta te muestran unos cuantos dibujos que no te dicen nada, porque eres incapaz de imaginar a tu hijo como algo más que su carita sonriente. Pero es igual. Sabes que es grave. Sabes que puede ser incluso muy grave y palideces como si la piel fuese alérgica ala sangre.
Saber llorar y saber tener esperanza. Porque hay esperanza y hay que saber creer en ella, aunque sea escasa. Aprender a creer en algo: eso sí que es tarea difícil. Pero lo necesitas a toda costa y aprendes. Y al final sabes creer en esa esperanza. Y crees con la furia de los conversos, con el fervor de los alcanzados por el rayo.
Saber que no responde al tratamiento. Que la enfermedad es grave, que el médico tuerce el gesto cuando revisa la analítica y la radióloga mira a otro lado cuando buscas su mirada, que el niño se seguirá apagando hasta encontrarlo frío un día en la cuna. Hay que saber eso.
Saberlo de veras es asumirlo. Tener conocimiento de una cosa no es saberla. Hay que saberla por dentro, no por fuera. Saber es interiorizar, poner dentro lo que está fuera. Pero poner dentro algo así es como tragarse una granada de mano después de quitarle la anilla. Y sonriendo, además, porque no quieres que el niño te note nada. Te tragas la granada y dices “mira qué rica la golosina que se ha comido papá”.
Y finalmente lo sabes. Te ha costado, pero al fin lo sabes. Juegas con él sabiendo que cada día puede ser el último, y te desesperas imaginando un ataúd blanco. Y lo abrazas más de la cuenta, como si lo quisieras más porque se vaya a morir que si estuviera sano. Sabes que es una tontería, pero lo sigues abrazando. ¿Desde cuando los abrazos saben lógica?, ¿desde cuando tienen miedo a surgir de tonterías?
Y te dicen que existe aún una esperanza.
Y entonces cambias el saber por el esperar. Si saber ya era difícil, esperar es tarea de héroes.
Porque se trata de esperar. Esperar que muera algún niño de su edad. De otro mal cualquiera. En un accidente de tráfico. En un accidente doméstico. De uno de esos tumores infantiles que se disgregan y subdividen a dos veces la velocidad de la luz. Lo que sea. Da igual.
Y te conviertes en un buitre esperando que se muera el hijo de otro y te quiera ceder un corazón. Y sabes que lo deseas. Te lo niegas. Pero sabes que es así.
Lo deseas.
Entonces es cuando sabes demasiado y quisieras ser un ignorante.
Tratas de no pensar en ello y el deseo de apartarlo de tu mente te hace tenerlo presente a todas horas.
Pero pasa el tiempo y el corazón no llega. Maldices entre dientes y entre lágrimas. Maldices en voz baja porque no te atreves a quejarte de que no se muera otro niño. A falta de mejor remedio se te ocurrió rezar y te sentiste un blasfemo. Ya ni a rezar te atreves: Dios no es para ti, porque pides un mal; el diablo no es para ti, porque lo pides para un bien. Mejor dejarlo.
Y entonces un día te enteras de que quizá no sea preciso esperar. Alguien te informa de un par de cosas que no deberías saber y te pones al corriente. Quisieras no saberlo, pero preguntas, y haces unas cuantas llamadas. No quieres saberlo pero crece la avidez de conocimiento.
Y sabes al fin que en algún lugar de Centroamérica te venden un corazón. Te horroriza pensar que se puedan vender esas cosas. Te parece espantoso mientras preguntas el precio aunque no lo quieres saber. Te dicen cuanto costaría con absoluta frialdad. Y lo puedes pagar.
Y sabes que los corazones de niños de dos años no crecen en los árboles como las manzanas. Ni son bulbos como las cebollas. Ni tubérculos como las patatas. Los corazones de niños de dos años crecen en niños de dos años, por supuesto, pero esa es una evidencia a la que no eres capaz de llegar. Lo intentas pero no puedes. No consigues saberlo.
Prefieres ser ignorante. Y creer que lo sacarán de la tierra con una azada. Llegas a creerlo. Lo crees de veras, con toda el alma. A veces incluso lo imaginas: un corazón palpitante saliendo de la tierra y un campesino moreno que te lo ofrece con una sonrisa reluciente.
Y compras el billete de avión convencido de que así es: saldrá de la tierra y lo sacarán con una azada. No puede ser de otro modo. Es impensable que sea de otro modo. No sería lógico.
Y pagas.
Y le hacen el trasplante a tu hijo en una clínica privada, aparentemente imposible en un sitio así. Una clínica moderna y reluciente con médicos de peinado impecable y enfermeras sonrientes. No puede existir tal cosa en semejante sitio, pero sí que es posible. Y sabes por qué es posible. Y prefieres no saberlo, pero pagas, y lo sabes.
Y estás un mes allí, casi dos. Y no miras a la gente. Y te dices que el menor de doce hermanos ha salvado del hambre a los otros once, pocos segundos antes de que se lo llevase el tifus. Un minuto antes de que lo atropellara un autobús. Justo cuando iba a destrozarlo un meteorito. Cualquier cosa te vale. Te vale lo que sea.
Y te dices que has hecho un bien. Y sabes que te lo has hecho. No cabe duda de que es un bien.
Y tu hijo te sonríe cuando vuelves a casa. Y con el ronroneo de los motores del avión se queda dormido. No puedes apartar los ojos de él mientras duerme.
Y sabes que has hecho lo que tenías que hacer.
Tu hijo está contigo y te sonríe: sabes lo que tienes que saber. Y te gustaría no saber más.
Sólo falta encontrar a quien te venda la ignorancia.
Sólo eso.
joder ladrillez, que dificil….
estoy de acuerdo en que por salvar a un hijo un padre hace lo que sea pero eso no quiere decir que esté bien hecho. El fin no puede justificar los medios. Seguro que el niño murió de tifus? porque todos sabemos, y HAY QUE SABER, que le tráfico de organos existe y que siempre benficiará a los ricos en perjuicio de los pobres. Y aunque muriera por causas naturales, tiene mas derecho el hijo de un rico que el de un pobre a recibir ese corazon? Seguro que había niños en lista de espera con padres que también sufrían.
Insisto, una situación límite y muy muy dificil con una carga emocional que nos puede limitar la capacidad de ver lo que está bien y lo que no. Por eso es necesario que haya personas ajenas a nuestra desgracia para regular y controlar los trasplantes y evitar este mercado negro.
Por otro lado, es cierto que son estos problemas los que nos ayudan a relativizar y dar la importancia que tiene cada cosa. La hipoteca es una putada,si, pero no deja de ser eso, una putada. Perdonarme por el vocabulario pero no encuentro palabra mejor para definirla.
Es cierto, es el drama del tercer mundo, donde los que no tienen casi nada (salvo su propio cuerpo) tienen que recurrir a este para poder seguir adelante (por una miseria, además).
¿Habéis visto “Slumdog Millionaire”? Pues eso.
Muy buena la película, desde mi punto de vista anti-hollywoodiense. No estuve jamás en la India, pero me da la sensación que se ajusta muy mucho a la realidad del país -dicho sea de paso, ex colonia británica-.
La historia del ser humano así se podría resumir: para que unos dispongan de abundancia, tiene que haber muchos otros que se peleen a diario con la miseria.
Yo sí he estado en la India y creo que refleja bastante bien algunos aspectos, aunque la India es en sí misma un continente lleno de contrastes.
Hollywood la premió tanto porque quiere meter mano en Bollywood.
Espero que nunca pueda introducirse, aunque ambas factorías tienen mucho en común de sueños que no se cumplen en la vida real.
La India es un país de contrastes. Se está erigiendo como una de las nuevas potencias económicas debido a su abundante mano de obra y su apuesta tecnológica. La riqueza está muy polarizada y la imagen que da en el cine no se adecua con la realidad. Totalmente de acuerdo. ¿Alguien ve la diferencia con Occidente en este aspecto?
Nos creemos inmunes a la pobreza porque vivimos en uno de los países “ricos” y no en uno del Tercer Mundo. Sin embargo, pese a que el Estado del Bienestar nos haya suministrado unos servicios y unas infraestructuras envidiables, somos unos peones en manos del Capital como los indios o los brasileños. Si ellos deciden llevarse el trabajo a otra parte, hasta luego bienestar.
En la vida real hay muchos más ejemplos que en el cine. Ya se sabe, la realidad suele superar a la ficción.
Mi madre estuvo en Tailandia hace años y todavía recuerda cómo las madres ofrecían a sus hijitas adolescentes al mejor postor.
Les preguntó por qué lo hacían y ellas se llevaban la mano a la boca con el típico gesto que hacemos cuando queremos indicar comer. ¡Terrible!
No creo que sea eso de lo que el sr. Ladríllez nos esté hablando. Simplemente nos quiere decir (o eso creo yo) que tendemos a juzgar a los demás pensando que somos los más buenos, pero cuando tenemos que hacer algo que sabemos que está mal para que nosotros y los nuestros estemos bien, no dudamos en hacerlo. Encima, siempre encontramos una justificación, incluso para el asesinato (porque no es otra cosa).
Y cuando vayamos al cine y veamos a los “malos de la película”, seguiremos creyendo que somos más buenos que ellos.
Somos seres humanos, imperfectos y débiles. ¿O no?
Somos humanos, imperfectos y débiles. Sí. Somos egoístas, vulnerables y maleables. Somos contradictorios. Incluso somos instintivos, a pesar de nuestra inmensa capacidad de raciocinio. Pero esas son las reglas del juego, y cada cual juega como mejor sabe.
Gracias, Bond, por interpretarme y por ser tan certero.
La idea era: ¿qué somos en realidad?
Somos seres humanos, capaces de lo mejor y también de lo peor. El ser humano puede llegar a construir la máquina más perfecta y también puede ser capaz del más horrible y cruel de los actos, bajo la justificación que sea. A veces prefiero a los animales, sinceramente.
Tiene derecho a vivir el que puede vivir. Eso me temo. Gracias por leer el ladrillo, Arantza. Ya sabe de dónde me salió el “nick”
Lo que nos dice, Ladríllez, significa que no existe tal derecho.
Perdone la exégesis…
Vaya por delante mi enhorabuena al autor por el maravilloso texto que nos ha regalado. Me ha revuelto por dentro y me ha puesto los pelos de punta.
¿Qué puedo decir? Pues que en la teoría, yo sería incapaz de pedir que le arrancaran el corazón a un niño para ponérselo a mi hija. Pero espero con todo mi ser que nunca llegue el momento de tener que tomar esa decisión.
… Más que nada, porque nunca sabré al cien por cien si sería capaz de hacer lo que yo sé que está bien.
El ser humano es capaz de las mayores gestas y de las más innombrables vergüenzas de este mundo. Las circunstancias y la subjetividad del individuo dictaminan, en cada caso, si es o no correcto. Al final, la única diferencia reside en el punto de vista que se quiera adoptar coyunturalmente.
Yo también le doy la enhorabuena al señor Ladríllez por ese texto sacado de las entrañas. O lo parece. Y sí, te hace pensar en la verdadera importancia de las cosas. Te hace entender que ya sabías que saber demasiado no es muy bueno, pero que quizá nunca lo habías comprendido en profundidad. Que para lograr la felicidad, si así se puede llamar, es mejor saber lo justo. Nada más. Mis respetos.
Cuanto más sabes, más dudas te surgen y más incierto se plantea el mundo a tu alrededor. Al mismo tiempo te conviertes en escéptico y descreído de cualquier dogma.
Si Platón tuviera que explicar el mito de la caverna en la actualidad lo haría con un televisor en lugar de con sombras.
Me apropio si idea, Leman.
Un aplauso
Gracias, Jerónima.
Esa duda que plantea es la clave del relato.
Saludos
Me ha puesto los pelos de punta con su relato. Es espeluznante! Enhorabuena!
A mí también me ha puesto los pelos de punta. Sé que soy una persona sensible porque siempre me lo dicen pero hoy me he quedado a flor de piel como hacía mucho tiempo que no me pasaba.
¡Felices vacaciones Ladríllez! Son vacaciones merecidas 🙂
Gracias Migo y Otro.
Que se nos den bien las vacaciones a todos.
Al final, el narrador -omnisciente- de la historia siempre resulta ser el dinero. Un concepto inventado por el hombre, que decide sobre las cuestiones humanas; un concepto convertido en papel moneda, que cataloga la moral. Porque al final, en esta vida, nadie quiere morir.
Ése es el motivo de que las religiones tengan tantos adeptos y tanto seguimiento, incluso en este siglo XXI en el cual todos los límites parecen estar desapareciendo para la mente humana. El vacío de desaparecer después de la muerte es algo tan inabarcable, que las personas estamos dispuestas a creer en cualquier cosa antes que aceptarlo. Pero es muy curioso comprobar cómo, aunque todas las religiones ofrecen un paraíso en la “otra vida”, nadie quiere abandonar este mundo tan terrible en el que vivimos…
Porque la mayoría de religiosos que prometen un mundo mejor en la otra vida, se “sacrifican” por nosotros y se cierran las puertas de él viviendo en la opulencia. No hablo sólo de los cristianos. ¿Cuántos suicidas son del alto clero?
No conozco ninguna religión que permita el suicidio. ¿La hay?
Los sintoístas lo permiten, si no me equivoco…
¿Será que no existe tal paraíso? Los que predican son los que menos creen. Hoy en día la religión predominante es la del dinero. Simplemente hay que fijarse en dónde se concentra el capital. La religión sirve como pretexto para amasar fortuna y convencer a los que te la proporcionan de que están haciendo lo correcto.
Es malo plantearse siquiera que un niño tenga que morir para salvar a otro. Es malo que un padre esté dispuesto a aceptarlo. Es malo que la sociedad esté dispuesta a aceptarlo.
Pero lo que me horroriza es que alrededor de eso hayan crecido los medios e instrumentos para poder llevarlo a cabo: las clínicas, las redes que secuestran a a los niños, los intermediarios… Si ocurre es que hay negocio, y si hay negocio es porque un padre está dispuesto a pagar la muerte de otro para salvar a su hijo.
Yo lo veo así.
Si no estuviese dispuesto a eso, no sería un padre. Sería un personaje de novela mala. Me temo.
Una historia conmovedora, sin duda. Es una situación límite en la que uno debe enfrentarse a lo más crudo y visceral de su ser. El raciocinio se volatiliza, y en su lugar aparecen todos esos fantasmas que tratamos de mantener cerrados bajo llave, utilizando para ello nuestras vidas repletas de comodidad.
Sin embargo, es en esos momentos cuando lo verdaderamente importante rompe la capa de la superficialidad y nos convertimos en lo que realmente somos: animales.
O en lo que realmente somos: humanos.
No sólo la ética nos trajo hasta aquí., De eso quería hablar. ¿Conoce el problema central del romanticismo? No le aburro con tecnicismos literarios o me mandarán fusilar, pero es eso mismamente:; el enfrentamiento entre racionaliodad e irracionalidad en el alma humana.
En situaciones límite no se siente la piedad. Aunque sea políticamente incorrecto, ¿a quién le importa la vida de un niño pobre (porque si fuera rico no entraría en el trato), cuando la de tu propio hijo/a está en juego? Seamos sinceros, a nadie.
No es algo reprochable el haber actuado como el protagonista de su historia lo hizo, Sr. Ladríllez, puesto que, en mi opinión, nuestra empatía tiene un límite. De otro modo, acabaríamos suicidándonos al ver las desgracias que se producen a diario.
Esa es una de las dos respuestas posibles. Y quizás la mía. Gracias.
Amigo Ladríllez, es usted un poco malo si de verdad me ha dedicado este post, porque lo que ha hecho es poner al lector en una situación límite. La emoción me embarga, y me impide asimilar con la debida sangre fría lo que ha contado.
Es lo malo de las metáforas. O lo bueno.
Por otro lado, no se crea que no aprecio la dedicatoria. Si antes era usted el poeta de la melancolía, hoy veo que se me ha convertido en la voz de nuestras conciencias.
Mis felicitaciones, y mis respetos.
Se lo dediqué por llamarme poeta 🙂
A tal injuria, tal venganza 😀
Gracias por las buenas ideas.
El humano ante una situación limite es capaz de muchas cosas. Es cuestión de prioridades. Y si la prioridad es la vida de un hijo, se puede incluso matar si ésta corre peligro. No olvidemos que somos animales, y como tales tenemos el instinto de la supervivencia grabado en nuestros genes.
Enhorabuena por el relato
Eso mismo me dijeron a mí en una terapia psicológica en la que estuve cuando no encontraba trabajo.
Si estás en un parque y están pegando a tu hijo, no te paras a hablar con quien lo está haciendo, tu primer instinto es atacar y luego ya veremos si hablas o denuncias…
Y si no lo haces, habla con tu domador…
😉
El fin siempre justifica los medios. Se nos puede llenar la boca hablando de valores, pero en situaciones extremas casi nadie es solidario. Somos egoístas por naturaleza y los instintos de supervivencia siempre prevalecerán sobre el añadido cultural adquirido en nuestra educación.
Sí, hoy hablábamos de algo similar en mi casa, Rubio y Anónimo. Hablábamos de los instintos, de las necesidades primarias como comer, dormir o asegurar nuestra especie. Para sobrevivir, para tener esas necesidades cubiertas, somos capaces de matar en situaciones límite y no vale ética que valga. Algo así hacen los grandes empresarios, las grandes multinacionales, para “sobrevivir” en el mercado. Y les da igual quién caiga, aunque mil familias se queden sin comer. Tergiversan el concepto de supervivencia y lo aplican a los negocios.
Así es, las grandes empresas hacen lo posible –y si no lo inventan- para sobrevivir en el mercado. Es interesante, sin embargo, que la mayoría de estas obtienen sus beneficios gracias a lo que nosotros (los ciudadanos de a pie) pagamos por sus productos o servicios.
Pero, Sonia, así como es inaceptable, desde un punto de vista ético, lo que Ladríllez cuenta, también es inaceptable que las empresas hagan lo que les dé la gana con tal de conseguir esos beneficios. Yo no veo justificable ni una cosa ni la otra, y me niego a aceptar que una situación límite nos dé carta blanca para matar o para esclavizar.
No es necesario llegar a una situación límite, si no echa un vistazo a los porcentajes de beneficios de cualquier multinacional. Para ellos una “situación límite” es bajar del 20% de beneficio anual.
El egoísmo y la codicia unidos en matrimonio hasta que la muerte los separe.
Lo inaceptable forma parte de lo real. Eso quise expresar. Gracias.
Ladríllez, has conseguido que me emocione como padre. Qué forma de describir una angustia que (supongo) no has sufrido en carne propia. Los padres (y las madres) somos capaces de mover el mundo por nuestros hijos. Nos dan una energía sobrenatural. Como mi amigo Josele, que corre maratones por toda España arrastrando el carro de su hija enferma de Síndrome de Rett para dar a conocer la enfermedad.
Los padres hacemos por los hijos cosas insospechadas. Hasta que fui padre no me di cuenta. Mi consuegra dice siempre una frase que especialmente hoy me parece muy acertada.
Ella recuerda a Félix Rodríguez de la Fuente, que decía que quería a sus hijas con cariño animal “y quien quiera que me entienda”. Pues eso.
Pues sí, Lute. Félix Rodríguez de la Fuente lo expresaba muy bien: Pocas palabras y muy certero. Y además nadie mejor que un naturalista como él para saber de lo que hablaba. Tomaré también la frase para mí, si no te importa. Saludos.
Nunca debemos olvidar de donde venimos. Somos animales, pese a que nos hayamos inventado un mundo paralelo totalmente artificial y sólo nos acordemos de ello en momentos tan dramáticos como éste, y como tales, no tenemos ningún problema en olvidar lo que está bien o está mal.
La ética y la moral son válidas cuando no está en juego nuestra existencia, ni la de nuestros seres más queridos. Es, entonces, cuando el instinto pasa a primer plano y se convierte en motor de nuestros actos.
Sin duda, gran frase la de Félix R. de la Fuente.
Por supuesto que somos animales. Por eso tenemos hambre, sed y otras necesidades fisiológicas y básicas, además de impulsos de los que llamamos irracionales.
Creo que estos impulsos son con frecuencia los más racionales de todos. Gran frase de Rodríguez de la Fuente, la incorporo a mis frases preferidas.
Somos un híbrido entre geranio y fantasma, me temo…
🙂
El poderoso caballero don Dinero mueve y quiere mover todos nuestros designios. Puede destruir a la humanidad como colectivo, pero individualmente es condición sine qua non para que sobreviva. Es el verdadero demonio. Le gusta sacar nuestras más bajas pasiones y se jacta de ello.
Mi enhorabuena por ese texto, Ladríllez. Pero se me permitirá que comente cosas del día a día. Hoy se levanta El País con la noticia de que los alquileres caen más que la vivienda. La pregunta es si eso es algo que tenía que ocurrir o si es un síntoma más de que las cosas van mal.
En mi opinión, es una buena noticia, al menos en el sentido de que es un indicativo de que la posición del ciudadano frente a la dicotomía alquiler-compra ha cambiado.
Me parece estupendo, Don Torcuato. Que sigan cayendo. Así, si me tengo trasladar de mi ciudad a la búsqueda de trabajo podré tener un alquiler asequible. Es de verdad una burrada lo que piden en algunas ciudades y yo, la verdad, ya me siento mayor para tener que compartir con nadie una vivienda.
Eso quiere decir, a mi juicio, que las viviendas en alquiler tienen más parte amortizada y pueden permitirse colocar más abajo su umbral de rentabilidad.
Creo yo, ¿eh?
¡Ah, qué duro es volver a trabajar! Claro que si la jornada comienza con la noticia de que Japón sale de la crisis, es un buen comienzo. Quizá esos tan malditos brotes verdes no lo sean ya tanto. En todo caso, un crecimiento del 3,7 tras quince meses de recesión, no sé hasta qué punto es bueno. Pasar de lo negativo a un crecimiento tan fuerte quizá sea un coletazo…
Volver al trabajo puede resultar duro pero no volver porque no se tiene trabajo es aún más duro.
Todavía recuerdo cómo el año pasado tuve que pasar todo el verano con mis padres sin hacer nada porque me faltaba el dinero y me sobraba la tristeza.
Yo acabo de regresar también de mi única semana de vacaciones pero estoy contenta porque tengo con qué ganarme la vida.
Cierto, Desde el Paro, no tener trabajo es más duro, por supuesto. Claro que no debemos hacer comparaciones entre una dureza y otra, porque son situaciones diferentes. En mi caso, vuelvo a trabajar después de quince días de desconectar, y quieras o no se hace difícil. No puedo ponerme en el lugar, claro, ni en la dificultad que estarán notando aquellos que no tienen trabajo.
Tengo un amigo que una vez me dijo que se sentía muy desafortunado porque en esta vida iba a tener que trabajar para vivir. Me quedé muy sorprendida con la frase porque no sé de dónde le vienen esos aires de vago aristocrático. Siempre se comporta como un caballero del siglo XIX, es todo un personaje 😉
Es que trabajar porque te apetece, Desde el Paro, es muy diferente que verse obligado a trabajar para vivir. Yo creo que entiendo a tu amigo. He trabajado en cosas que me apasionaban, pero hay una gran diferencia cuando haces esas mismas cosas sin esperar retribución alguna, sólo porque te apetece.
Alemania, Francia, Japón, China… Todos estos países, técnicamente dicen, han salido ya de la recesión. Eso significa que han entrado en crecimiento positivo. Esperemos que a España le toque pronto, porque si no… Si hacemos caso de las previsiones, tardaremos aún en salir, pero si tenemos en cuenta que esta salida no era esperada… a lo mejor nos toca antes de lo que suponemos.
Me da que los repuntes en dichas economías no son sinónimo del fin de la recesión, al menos para España. Creo que aún está por llegar lo peor: cuando a los miles de parados se les acabe el subsidio. ¡Ah, no! Que el gobierno dará 420 euros al mes a todos aquellos que se queden sin paro.
En fin, yo no sería tan optimista.
No a todos, solamente a quienes hayan agotado la prestación a día 1 de agosto y que cobraran menos del 75% del salario mínimo interprofesional. Vamos, una auténtica miseria.
Los parados que quieren trabajar no esperan migajas ni limosnas, esperan una oportunidad mediante la creación de empleo, a ser posible estable.
No sé por qué se dice que son migajas y miserias. El Gobierno está dando respuesta a una necesidad social, que es la de ayudar a la gente que se está quedando sin ingresos: es actuar en una línea de todas las posibles. Otra es estimular la creación de empleo, pues recordemos que el Gobierno sólo puede crear empleo público.
El resto del empleo depende de los empresarios, y ésos, en mi opinión, no están contribuyendo todo lo que debieran. ¿O acaso queremos que siempre sea Papá Estado quien nos saque las castañas del fuego?
Es cuestión de juntar tres parados en una familia y vivir de la pandereta. Esa cuenta oía yo echar en el bar. Si se lo dan al hijo, a la mujer y…
Con subsidios, nunca saldremos de la crisis.
Desde luego no son migajas, como dices tú, Fiucimino, es una verdadera necesidad social, pero lo que no está haciendo el Gobierno es responder a esa necesidad. No sé en qué quedará todo esto de la ayuda de los 420 euros, pero me parece una desvergüenza decir a a última hora la fecha del 1 de agosto. Es como si anuncias que vas a dar de comer a los hambrientos y cuando llegan al lugar les dices: “Eh, comerán sólo los que ya comieron ayer, los que lleven varios días sin comer pueden irse”.
Qué razón, Fiumicino. Nuestra actitud es siempre de queja y pasividad a la espera de que resuelvan desde fuera nuestra situación. Echamos en cara al Estado su falta de iniciativa y yo me pregunto dónde está la nuestra. Creo que en tiempos de crisis es importante pasar a la acción y tener imaginación y ganas de hacer cosas.
Japón lo dice porque han crecido sus exportaciones a China pero el Banco Central Alemán ha rebajado hoy mismo sus previsiones, así que no te preocupes, no hay tantos brotes verdes como parece.
Estoy convencido de que España tardará en remontar. Vivir para ver…
Debería cambiar mi nick por “más optimista”. Cierto es que habrá que esperar para ver, pero no deja de ser un alivio que esa cantidad de datos, cifras y estadísticas con los que nos están abrumando últimamente sean de vez en cuando positivos. No dudo de que vendrán todavía noticias malas, pero es que… ¡hasta ahora todas eran malas!
Tienes toda la razón, “Hoy estoy (más) pesimista”. Precisamente hoy lo hablaba con un amigo. Por lo menos empezamos a leer alguna buena noticia, aunque apenas de nuestro país, que es lo que yo le rebatía a mi amigo. Espero que las buenas nuevas económicas se refieran más a menudo a España.
Dicen que no hay mayor atrevimiento que el que provoca la ignorancia, pero a veces la ignorancia es el mejor regalo que la vida puede hacernos.
En este caso es una medio ignorancia bastante consciente. Realmente nadie sabie lo que estaría dispuesto a hacer por un hijo hasta que no llega el momento.
Cierto que hay otros mercados, Ladríllez. Uno de ellos la economía sumergida. Dicen los periódicos que mucha gente sin ingresos, inmigrantes principalmente, están sobreviviendo en la economía sumergida, que es aquella que no declara impuestos ni gasta en seguros sociales. Supongo que los gobernantes lo saben de sobra, pero lo consienten porque realmente sería insoportable para el Estado que esa economía no existiera.
O sea, supongo que quieres decir que los que viven en la economía sumergida no aportan nada al bien común, pero que tampoco le cuestan dinero (en subsidios, por ejemplo), y encima consumen, lo cual permite que la rueda siga girando.
Es una manera de simplificarlo, pero no deja de ser gente insolidaria que se beneficia de un sistema que les es favorable.
Escribí hace algún tiempo un artículo sobre eso. Se titulaba “lo que España debe a los chorizos”, creo recordar..
Otro tema, con permiso. Hoy dicen en Cinco Días que los bancos van a cerrar los sábados. Aparte de que yo no tenía ni idea de que los bancos abrieran los sábados, me pregunto cuál es el motivo. No es de ahorro de costes, porque el horario del personal se va a repercutir en el resto de la semana. Sí que se va a notar en atención al cliente, porque el resto de la semana no aumenta el horario al público.
¿Será que no quieren darnos sustos también el fin de semana?
Eso me hace pensar en otros horarios: los de la Administración. ¿Por qué demonios todas las administraciones cierran por la tarde? Acaso no hay suficientes trámites que hacer como para tenerlas abiertas en un horario más amplio.
El otro día leía que el nuevo gobierno gallego va a suprimir las operaciones quirúrgicas de tarde para ahorrar costes. Entiendo la justificación contable de la decisión, pero que se la expliquen a los que están en lista de espera.
Será que quitando los sábados quieren acostumbrar a la gente a usar la banca electrónica, lo que permitirá, a medio plazo, cerrar sucursales.
Perdonen que piense mal…
¿Dónde está el dinero? Si hasta hace un mes lo de la venta de coches iba de capa caída, ahora los vendedores dicen que en julio y agosto las ventas han aumentado. La primer pregunta es dónde estaba el dinero y la segunda por qué sale ahora. Me resisto a creer que la única razón de ese aumento de las ventas sean las ayudas del gobieron. ¿O es que realmente la gente sólo se lo gasta cuando puede ahorrarse una pasta?
Si realmente eso fuera así, los gobiernos deberían diseñar pero ya un plan de ayuda a la compra de vivienda, porque será la única manera de que la gente que dispone de dinero se lo gaste.
Claro que tampoco es lo mismo gastarse 25.000 en un coche que 400.000 en una casa.
Me ha emocionado, Ladríllez, y me hace pensar en que las situaciones límite que hicieran comprensible ese hecho no son tantas. Lo malo es que podemos llegar a ello sin necesidad de plantearnos algo así.
¿Acaso no matamos a los pobres niños que trabajan para las grandes multinacionales de ropa deportiva? ¿Acaso no matamos a las pobres mujeres que trabajan a destajo por un sueldo irrisorio para una multinacional que se establece en Indica para ahorrar costes?
Lo peor, en este caso, es que lo hacemos por unas simples zapatillas o un bolso de última moda.
Yo no mato a nadie.
cada palo que aguante su cvela.
Gracias, Abandonadita.
Retomando el tema de Abandonadita sobre niños trabajadores en aras del consumismo capitalista le diré a Ladríllez que “matar” es un eufemismo, que imagino que Abandonadita quiere decir que consentimos las miserias ajenas porque nos benefician; eso sí: estamos listos a la hora de quejarnos del vecino más cercano, el lejano “que aguate su vela” que total, a nosotros no nos afecta mientras sus niños sigan haciendo nuestras deportivasa a buen precio.
Te estás poniendo muy moñón ultimamente. Yo pensaba que los economistas eran todos unos cínicos.
¿Qué es eso de Moñón?
Por aquí hay un pueblo que se llama así, pero me deha usted con la curiosidad, Fan.
¿Será posible que me hayan censurado el comentario sobre la comparativa entre alquiler y compra devivienda?
jajajajaaja
Webmaster, oye, que si tienes que ir al baño y se te ha acabado el papel de fumar me llamas y te envío dos cajas, que heredé un estanco antiguo.
😀
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