Hipoteca urgente: la verdad es que la combinación de estas dos palabras ya da miedo de por sí y suena fatal, pero habrá que hablar de ella igual que en las enciclopedias médicas hablan de enfermedades.
La hipoteca urgente es una variedad de la hipoteca de toda la vida, pero en plan reunificación de deudas y otros chiringuitos financieros por el estilo. Si buscamos una hipoteca urgente tenemos que saber que las entidades que las conceden no suelen ser los bancos de siempre, sino que se trata de agencias, consultorías y otros intermediarios que actúan como prestamistas o gestores con el banco, llevándose una comisión a cambio, como es normal. Si alguno conoce una ONG de hipotecas, que me avise, por favor.
En general, los clientes típicos de la hipoteca urgente suelen ser trabajadores por cuenta propia, autónomos, pensionistas o empresas que por distintas razones no puedan conseguir una fuente de financiación tradicional.
Como era de esperar, estas hipotecas son mucho más caras, y suelen tener una letra pequeña aún más venenosa que las de siempre. Por tanto, conviene fijarse mucho ojo en lo que se firma (como de costumbre, pero más, y pensando mal en todo lo que deje el menor resquicio a la duda), pagar un abogado si hace falta para que revise el contrato y vigilar algunos aspectos concretos, como las tarifas de intermediación, el estudio previo, las comisiones y penalizaciones por impago de algún recibo, los intereses de demora y hasta, ¡alucinemos! el monto de la cantidad que hay que devolver, pues no faltan casos en los que una vez pagada toda la hipoteca aún se debía dinero porque sí, porque estaba firmado, y porque nadie lo miró.
O sea que en caso de peligro mortal, vale. Pero fuera de eso, alejaos de la hipoteca urgente.