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Nuevos criterios de valoración del suelo

¿Dónde se habría escondido ester reglamento hasta ahora?

¿Dónde se habría escondido ester reglamento hasta ahora?

Hace un par de semanas, y ya con un pie en la calle, el actual gobierno aprobó el Reglamento de Valoraciones de la Ley del Suelo. Este reglamento, que aparecía contemplado desde la aprobación de la ley, ha tenido que esperar años para ver la luz, pero al fin lo tenemos en vigor para, en teoría, clarificar el funcionamiento del mercado del suelo, aumentar eficiencia y, sobre todo, hacerlo más transparente. O sea, algo que debería haberse aprobado hace mucho tiempo pero llega ahora.

Parece ser que con este reglamento se podrán combatir mejor las prácticas especulativas del suelo, y tiene gracia la cosa, porque mientras se especuló con los solares no había reglamento, y ahora que no se vende tierra ni para un geranio, sacan la norma. Seguramente la ausencia de norma beneficiaba a sus bolsillos y este recuerdo postrero beneficia a sus conciencias.

Pero no cantéis victoria: el famoso reglamento solo se aplicará en casos de expropiaciones, reparcelaciones, ventas y sustituciones forzosas, y en general en aquellos casos en que sea la administración la que deba pagar por un terreno. O sea, que ahora que están vacías las arcas públicas se trata de evitar que las indemnizaciones le salgan al Estado costosas. Pero para los particulares y los hipotecados, ni agua.

El contenido del nuevo reglamento ofrece fórmulas concretas de valoración para suelos rústicos y urbanos, de cara a su tasación y sustitución, eliminando la posible plusvalía, antes tan cara, de la posibilidad de que los terrenos fuesen recalificados. O sea, que se elimina el valor como expectativa.

En principio parece una buena idea, pues no era normal que el mayor coste de una autopista o una línea de ferrocarril fuese la expropiación de pedregales a precio de solares urbanizables, pero debo insistir en que esto, a los particulares, no nos va a ayudar gran cosa con nuestras futuras viviendas, pues en el tema de las recalificaciones municipales no se entra ni de lejos.

¿Vale más tarde que nunca? Pues no sé: preguntadle al ahogado que encontró un salvavidas en el fondo del mar…

Hipoteca y magia urbanística

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Dos mil euros el metro...

De todas las formas de robar, la más despreciable es la del que  además de darte el palo y endeudarte para treinta años te dice que es la autoridad y que te opones a su sablazo porque eres un chorizo, un insolidario o un delincuente. Ese es el caso de los ayuntamientos, que encarecen los terrenos hasta el infinito y más allá, como si no supieran que esas cantidades que tan jugosamente se embolsan en impuestos y comisiones las tiene que pagar el currito de a pie.

Los pelotazos de algunos los tiene que pagar alguien y ese alguien somos nosotros, que al comprar un piso estamos pagando la antigua huerta de un abuelo a cinco mil euros el metro cuadrado. O a más. La broma esa cosa de un momento: se pasa un maletín a quien hay que pasárselo, y así los terrenos rústicos se convierten en urbanos, se construye, y se vende y nosotros nos jorobamos durante los treinta o cuarenta años que dura la hipoteca. Hasta ahí, todo normal. Conocemos al perjudicado, y nada cambia.

Ahora que han llegado las vacas flacas, vereis cómo todos los que vendieron esas huertas desaparecen rápidamente del mapa. Veréis como en las listas electorales no están ya muchos de los que se preocupaban por el bienestar público e iban a todos los mítines de su partido. Y la razón está clara: el verdadero, el único poder real de los ayuntamientos reside en las recalificaciones de terrenos y en la posibilidad de contratar a familiares y amigos con unos sueldos estupendos y de por vida. Cuando la construcción se ha parado y cuando no se puede contratar a nadie más, ¿qué poder tienen los ayuntamientos? Casi ninguno, sobre todo los pequeños. ¿Y para qué sirve entonces meterse en política si ya se ganan unos cuartos en otra cosa? Para nada. La política, con la crisis de la construcción, es una profesión devaluada, con lo que eso supone de desprestigio de la democracia. Y con lo que eso supone de calidad en la gente a la que atrae.

La política municipal, encargada de temas tan serios y tan cotidianos como la vivienda, no está a la altura de las responsabilidades que se le atribuyen: no hay relación cabal entre el poder que obtiene un concejal y los medios de que disponemos para elegirlo, controlarlo y fiscalizar sus intereses. No hay relación cabal entre el posible enriquecimiento de un corrupto y los requisitos, mínimos, exigidos para llegar a ese puesto. En esas condiciones, es impoible que las cosas funcionen de otro modo, pues donde hay dinero fásil se acumulan las moscas como en el panal de miel.

Por eso os recomiendo escepticismo. Y sobre todo, tened memoria: cada vez que paguéis la hipoteca de vuestra casa, tratad de recordar en qué clase de terreno se ubicó, de quién era, quién lo recalificó y por cuánto. No vaya a ser que en unos años ellos tengan el dinero, nosotros el pufo, y tan amigos.

 

 

Hipoteca, recalificación y corrupción

sandsculptures_48Ya sabéis lo que opino sobre el tema de la autoridad municipal y sus recalificaciones de terrenos: que se puede ir por ahí con un trabuco, se puede ir con una navaja, o se puede robar desde el ayuntamiento, quedando bien, y siendo además un amigo del empleo y el desarrollo.

De todos modos, y para que tengáis una ocasión nueva de ponerme a parir, os quiero plantear un dilema sobre las recalificaciones y los enriquecimientos con el suelo, esas operaciones que, ya lo sabéis, fueron las que más encarecieron los pisos y las hipotecas que ahora tanto nos cuesta pagar.

A ver cómo lo planteo:

Los pelotazos de algunos los tiene que pagar alguien y ese alguien somos nosotros, que al comprar un piso estamos pagando la antigua huerta de un abuelo a cinco mil euros el metro cuadrado. O a más. La broma esa cosa de un momento: se pasa un maletín a quien hay que pasárselo, y así los terrenos rústicos se convierten en urbanos, se construye, y se vende y nosotros nos jorobamos durante los treinta o cuarenta años que dura la hipoteca. Hasta ahí, todo normal. Conocemos al perjudicado, y nada cambia.

La pregunta es quién es el beneficiario que más merece enriquecerse, porque para mí, aunque sea repugnante el trapicheo que se traen concejales y constructores, creo que eso es más legítimo que el enriquecimiento porque sí del bisnieto del abuelo que trabajaba la huerta y que no volvió a mirar nunca para ella hasta que vio que podía ser edificable.

Que se forren constructores y políticos municipales es asqueroso, pero no dejan de estar dentro del negocio. Y el dinero es para el que crea el negocio, aunque sea con argucias ilegales.

Que se forrara el heredero de esos pedregales porque se las recalificasen a él en vez de al promotor, eso sí que me parecería verdaderamente horrible.

Por lo demás, os propongo que echéis un ojo a las listas municipales de las próximas elecciones: veréis como al desaparecer la bicoca de la construcción hay muchos que ya ni se presentan. Total, ¿para qué?