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No se trata de cazar dinero, sino de atraerlo.

Inversores

Inversores, según la mitología de ciertos grupos...

O la izquierda cambia el discurso, y lo actualiza a una versión más moderna, o estamos apañados. Porque lo cierto es que la necesitamos.

Pero de veras: ¿de qué caverna salen con esa  canción de que hay que mantener el gasto y hacer pagar más a los que más tienen, subiendo los impuestos hasta donde sea preciso?

Estos no se han enterado aún de que el dinero se mueve con más facilidad que las personas, ¡y no veáis cómo corre para escaparse de los impuestos! ¿Y qué pretenden hacer contra eso? Pues lo de siempre: levantar muros. No espabilan.

Por eso cuando el gobierno sube, como ha subido, los impuestos a la renta del capital hay que pensar en los efectos que esta medida puede tener sobre el mercado de vivienda y el hipotecario en general.

Plusvalía es la diferencia entre el precio de compra de un bien y su valor actualizado de venta, como ya hemos dicho en alguna otra parte. En estos momentos, y tras la subida, el impuesto de plusvalías es del 21 %, independientemente del tiempo que haya transcurrido entre la compra y la venta.

Antes de que esto fuese así, el tipo de gravamen disminuía desde un máximo del 45 % a medida que pasaban los años, de modo que a partir de un momento, los diez años normalmente, ya no se pagaba nada. El impuesto decreciente en función del tiempo estaba pensado para fomentar la inversión y penalizar la especulación, pero nuestro Gobierno se pasó sus principios por el forro, y pensó que era mejor que todo el mundo pagase igual, no fuera que la gente decidiese esperar para escaquear los impuestos.

Lo que no parece querer ver nuestro Gobierno, ni la gente que apoya este tipo de medidas, es que la economía está parada porque faltan inversores, y nadie va a querer arriesgar su dinero si se le recorta el posible margen de beneficio, cuando el riesgo es cada vez mayor.

Por eso, aunque sea en las charlas de café, deberíamos empezar a pensar como gente moderna, que sabe que el dinero tiene mil agujeros donde meterse, y que no se trata ya de atraparlo, sino de atraerlo.

Pero eso no cabe en la cabeza de algunos me temo.

Presión fiscal y sudor hipotecario

 

Sólo puedo prometer sangre, sudor y lágrimas. ¿Pero eso lo dijo Churchill o el director de un banco antes de conceder una hipoteca?

Sólo puedo prometer sangre, sudor y lágrimas. ¿Pero eso lo dijo Churchill o el director de un banco antes de conceder una hipoteca?

En plena crisis, hay que decirlo, el esfuerzo hipotecario ha decrecido en términos generales, tras la bajada de los tipos generales de interés y el Euribor en particular hasta las ridículas cotas actuales. Cierto es que el no puede pagar la hipoteca por haberse quedado sin empleo está peor que nunca, pero, crucemos los dedos, estos siguen siendo una minoría.

Lo que no mejora ni a tiros es la presión fiscal. Todo el mundo habla de las malditas subidas de impuestos del Gobierno, pero lo que casi nadie se para a pensar es que ese aumento de impuestos supone un esfuerzo o sudor fiscal muy superior al que en principio parece.

Los impuestos, por definición, se llevan una parte de nuestro remanente económico. Por tanto, no es lo mismo pagar mil euros de impuestos cuando nos sobran cinco mil después de pagar los gastos corrientes, que pagar esos mil euros cuando a duras penas llegamos a fin de mes.

En teoría, cuando las cosas  van mal los impuestos deberían bajar, pero en la práctica sabemos todos que no es así, porque la progresividad tiene un efecto limitado con lo que la presión, como tal presión, se incrementa mucho más de lo que aparenta por subirse los impuestos en una época de recesión. Porque la subida de impuestos en recesión es un peso doble: el gasto, y el esfuerzo. Es como si en la Edad Media subiesen los impuestos en años de malas cosechas. Hambruna asegurada.

Los impuestos deberían subirse en las épocas de prosperidad para dar tiempo a las familias a ajustarse a este sobrecoste. Hacerlo a traición, y cuando peor están las cosas, es como pedirle a alguien que te devuelva el paraguas que le prestaste. Legítimo, vale, pero pedírselo cuando empieza a llover es una canallada.

Por lo demás, hablamos otro día de lo que nos dan a cambio de esos impuestos. Si queréis consolaros, imaginad que vivieseis en Estados Unidos, donde pagas lo mismo que aquí y además no te dan nada de nada, porque es todo privado. Siempre hay modos de consolarse .

O de cabrearse, porque también hay casos mucho más ventajosos que el nuestro. Por si queréis comparar para mudaros a otro país, o por si queréis saber qué impuestos se pagan por ahí afuera, os dejo un enlace a una tabla de presión fiscal e impuestos que se pagan en distintos países del mundo.

Echadle un ojo, porque ayuda a entender muchas cosas.