No sólo nuestros sueldos y las prestaciones sociales están bajando. Por lo que parece, la actual crisis económica conduce a que los españoles nos queremos mucho más y desciende también y de una manera realmente acusada, el número de divorcios, volviendo de regreso, en lo que antes era una cifra imparablemente creciente, a los niveles del año dos mil o dos mil dos.
Ahí van los datos: según el estudio de 2011 del Consejo General del Poder Judicial, los divorcios descendieron un 1,9%, de 119.554 a 117.179, mientras que las separaciones se redujeron un 7,7%, de 7.962 a 7.347, y los matrimonios declarados nulos aumentaron de 166 a 176, un 6%. Eso, en 2011. En 2012 parece ser que esta tendencia aún se hace mayor.
O sea que, tanto hablar del daño psicológico que supone una ruptura y tanto hablar del sufrimiento emocional que se causa a los hijos, cuando los hay, en el caso de una ruptura y parece ser que lo único que verdaderamente hace recapacitar a los españoles a la hora de tomar una resolución tan drástica es la hipoteca.
Está claro, por tanto, que es lo que entendemos y qué es lo que nos importa. El dato, que parece una anécdota, nos retrata más como individuos y como sociedad que tres baterías consecutivas e encuestas. Hablamos de solidaridad, de empatía, de preocuparnos por los demás y de cien mandangas edulcoradas por el estilo, pero lo cierto, lo real, es que lo que no pueden los hijos, ni la amenaza de la depresión, ni el supuesto derecho a una segunda oportunidad que tantos exigen para los delincuentes, lo puede, de un plumazo y sin esfuerzo, la consciencia de que tras el divorcio hay que seguir pagando la hipoteca a solas.
Es una afirmación cínica, por supuesto, pero da gusto ver cómo con la crisis tenemos todos un poco más de paciencia, soportamos mejor los defectos de la pareja y, en suma, nos queremos un poco más.
¿Y sabéis una cosa? Que hay una parte de todo esto que digo que no es sólo cinismo, sino también pura y cruda realidad: que muchos de los que ahora han tenido que aguantarse porque no pueden permitirse dos viviendas morirán juntos, felizmente, a los noventa años. Porque a veces darse un respiro, aunque sea por obligación y no por ganas, lleva a estas cosas.
Para los demás, para los que no tendrán más remedio que segur aguantando a quien ya no quieren por culpa de una hipoteca, mis condolencias y si acaso, un consejo: con un poco de buena voluntad, todo el mundo tiene un lado amable.
Al fin y al cabo, hasta Hitler tenía novia.