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La hipoteca y los plazos

Kosh. Otro personaje futuro, que no todos conocerán

Kosh. Otro personaje futuro, que no todos conocerán

En estos momentos de Euribor negativo, la pregunta que pro curiosidad o por verdadero interés hemos tratado aquí, y la que se ha tratado en casi todos los medios es si los bancos tendrán que acabar pagando por las hipotecas si el dinero se pone a precios negativos. Es un tema que nos gusta, que nos divierte y hasta le encontramos morbo, ahora que una juez de Madrid ha anulado, de una vez y de un plumazo, todas las cláusulas suelo vigentes hasta la fecha, obligando a devolver las cantidades indebidamente cobradas desde 2013.

La cuestión, sien embargo, sigue siendo que la hipoteca es un negocio a muy largo plazo. De hecho, la hipoteca es un negocio a un plazo que nada tiene ya que ver con el ritmo al que se mueven actualmente las cosas, porque si hace un par de décadas no era una locura firmar hipotecas a treinta años, hoy eso viene a ser como hablar de una especie de futuro remoto donde nadie sabe si el planeta se habrá chamuscado o los robots habrán tomado el control, como los cylons de Galáctica.

En ese sentido van las advertencias del último informe de Bankia, que recuerda a la gente, una vez más, que los tipos de interés podrían volver a niveles del cuatro o el cinco por ciento en poco tiempo, y que con los diferenciales que actualmente se aceptan, eso podría suponer un interés total del siete o del ocho por ciento, regresando al llanto, el crujir de dientes, y muy probablemente a la cantinela plañidera del “me han engañado, porque yo no sabía lo que firmaba”.

Los bancos, por su parte, piensan algo parecido: que prestar dinero a treinta años es una locura, cuando con más rendimiento pueden prestarlo al Gobierno, para alimentar el monstruo de la deuda pública. a plazos mucho más manejables.

En resumen: a medidas que se acelera la historia y se aceleran los tiempos, cada vez es más temerario meterse en negocios a plazos que nada tienen que ver con el ritmo actual de los acontecimientos.

Los ordenadores se han impuesto y nos obligan a seguir su lógica de megaherzios: hemos dejado de entender el ritmo de la vida. Hemos dejado de entender los tiempos.

Y el precio, está por ver.

 

¿La hipoteca huele a muerto?

Y pedimos a los que ahorran que nos ayuden...

Y pedimos a los que ahorran que nos ayuden…

Atrás quedaron los tiempos en los que el negocio bancario era una cosa aburrida en la que se cogía el dinero de la gente y se le pagaba un interés, luego se añadían cuatro o cinco puntos a esa cifra y se cobraba por el dinero a quien venía a pedirlo. Eran habas contadas: entraba un dinero en la caja, y se prestaba a un precio mayor que el que se pagaba, creando un margen. Un poco como una frutería, vaya.

¿Y la hipoteca? Pues en aquellos tiempos era una cosa estupenda, porque permitía a los bancos durante un montón de años, cobrar ese margen sin tener que hacer prácticamente nada. Hacías una vez un estudio, luego una valoración, ibas a firmar las escrituras y tenías el negocio asegurado durante veinte años, como poco. Tranquilidad y calma a raudales.

Sin embargo, alguien se cargó las regulaciones y dejó entrar en el gremio de la banca a toda clase de tahúres y hechiceros y, desde entonces, nada es simple. Se dan hipotecas por encima del valor de tasación, se rechaza prestar el dinero a un número tan largo de años por la cantidad de riesgos que esto supone y no hay manera de encontrar demanda solvente, o sea, gente que pueda asegurar que seguirá pagando sus cuotas mensuales durante veinte o treinta años.

Así que la banca, o poco a poco, se fue convirtiendo en un lugar donde reglaban toallas o vendían sartenes hasta llegar al momento actual en que tiene que obligar a sus empleados a venderte cualquier cosa, o simplemente se afana en cobrarte por todo.

Los tiempos se han acelerado, los tipos han bajado y el ritmo al que gira el mundo no permite ya firmar contratos a veinte años con cierta seguridad. ¿Huele la hipoteca a muerto? Yo creo que sí. Posiblemente no desaparezca de inmediato, pero me aventuro a pronosticar que será una figura legal muy distinta en menos de un par de décadas.

O eso, o se va todo al carajo, que también es una opción a tener en cuenta cuando hay un tipo que imprime todos los meses ochenta mil millones de euros, los ofrece al cero por ciento, y aún así no consigue colocarlos…