Y ahora van y dicen que las rehabilitaciones de viviendas en los centros urbanos es la salida más viable a la crisis de la construcción, motor y corazón de esta economía de yeso, cemento, lápiz tras la oreja y tagarnina entre los labios.
Razón no les falta en que los cascos históricos de casi todas nuestras ciudades están hechos una verdadera porquería, pero pensar que ahí puede estar el remedio al parón inmobiliario es como decir que lo mejor para luchar contra la enfermedad es una oleada de salud.
La pregunta real, por supuesto, es otra: ¿Por qué se iban a rehabilitar ahora esos barrios cuando no se hizo antes? A eso ya no responden. Y puedo preguntar otra pregunta aún peor: ¿Por qué se cayeron los barrios históricos en el abandono que ahora vemos? Para eso tengo algunas respuestas que me gustaría comentar con vosotros:
-Por los alquileres antiguos y una ley que protegía al inquilino ninguneando al propietario, de modo que en los cascos antiguos se enquistaron las rentas bajas, la población envejecida y los pequeños trapicheos de las subrogaciones, convirtiendo las zonas céntricas en marginales.
-Por la rapacidad de los ayuntamientos, que han concedido licencias de hostelería sin control, haciendo que estos barrios sean ruidosos, incómodos e inhabitables para el trabajador común.
-Por la sobreprotección de algunas zonas, que ha alejado a la economía viva de ellas a fuerza de peatonalizaciones, restricciones y demás, muy buenas para los paseantes jubilados, pero muy malas para la actividad económica.
Por todo esto y por más. Y mientras no desaparezcan las causas no habrá razones para esperar que estas zonas se rehabiliten. Quizás sea más fácil reciclar el sector que los centros de las ciudades.
He terminado el artículo y he conseguido no mencionar la palabra ghetto. Soy la leche 🙂