Ya hablé el otro día de que la ley de la oferta y la demanda tiene importantes fallas, puesto que la información de los productores y consumidores no es perfecta, y también, haya que reconocerlo, porque los agentes económicos no son racionales, tal y como postulan los puntos de partida de la economía clásica.
Sin embargo, creo que hay que ir más al grano, y si me dejáis, quiero explicar esa irracionalidad con ejemplos de andar por casa. Porque la burbuja inmobiliaria la formamos entre todos y nos la vamos a comer entre todos, por mucho que nos guste echar la culpa sólo a los bancos, los ricos, o yo qué sé.
Vamos por partes:
-1- La ley de la oferta y la demanda no puede funcionar cuando en algo tan importante como el suelo tenemos la mano, bien visible, de los ayuntamientos soltando suelo con cuentagotas para que los precios se mantuviesen altos. Eso es lo que se llama acaparar, y es una práctica que, la haga una institución o un mafioso de cara cortada, se llama maquinación para alterar el precio de las cosas.
-2- Los pisos, y los inmuebles en general, pero en especial los pisos, tienen la doble función de utilidad e inversión. Al ser bienes de alto valor y mucha liquidez, porque tiene uso, cumplen ambas funciones. El problema que tuvimos aquí fue que durante décadas, el que compraba un piso ganaba siempre dinero. Y hubo un tiempo en el que se ganaba mucho dinero en pocos años, o incluso en meses. Y así fue como la ley de la oferta y la demanda se dio el gran tortazo: la economía clásica supone que cuando un bien sube de precio, disminuye la demanda, porque son menos los interesados en comprarlo, pero en el caso de la vivienda, resultó ser al contrario: cuanto más subían los pisos, más gente había interesada en comprarlos, suponiendo que si los demás ganaban una pasta gansa, también ellos podrían ganarla.
Así fue como se metieron a especuladores los taxistas, los camareros y las peluqueras, y como decía con toda su mala leche y toda su razón George Soros, cuando ves a este tipo de gente meterse en un mercado, es el momento de venderlo todo y salir corriendo.
-3- Por último, tenemos el precio del dinero. Los tipos de interés estuvieron durante un tiempo escandalosamente baratos, y aún lo están aunque se nos pongan los pelos de punta reconiociéndolo, y mucha gente, demasiada, miró sólo las cuotas mensuales que les salían a pagar en vez de pensar las que le saldrían en cuanto esos tipos repuntasen un poco. Si unimos a todo esto la jugada de que en muchas familias se pagaba la hipoteca con un sueldo y se vivía con el otro, ya sabéis de qué tragedia hablamos cuando uno de los miembros de la pareja se queda en el paro…
Por eso pregunto: ¿Racionalidad? ¡Venga ya!