El otro día hablaba de que vivimos en un mundo de precios únicos, y creo que hay que explicar qué es eso.
Los precios son únicos cuando las trabas del comercio exterior y las dificultades de transporte se reducen hasta el punto de que un competidor a dos mil kilómetros, o a siete mil, puede ser quien decida el precio máximo al que puedes vender. A esto, algunos le llaman efectos d ela globalización, pero la globalización es un fenómeno mucho más complejo y , por eso, al hablar de comercio y competitividad, prefiero siempre hablar del problema de los precios únicos.
El ejemplo más claro lo viví yo mismo hace dos semanas, al querer buscar un proveedor de latas de metal para un pequeño artefacto que podía ser comercializado como regalo: busqué en primer lugar en España y acabé recomendando hacer el pedido en Corea, con un prtecio qure no alcanzaba la quinta parte del español.
Así las cosas, ¿cual es el lugar de nuestra economía?
Cada vez parece más evidente que el hundimiento del sector de la construcción supuso un daño doble: por una parte, se perdió un sector que generaba un volumen gigantesco de empleo directo e indirecto, y por otro lado, se hundió uno de los sectores más difíciles de deslocalizar. Con los problemas de la construcción, por tanto, nuestra economía no sólo era más pobre, sino también más vulnerable.
Pero de nada sirve llorar. Nadie va a pagar dos euros por una lata que puede comprar a cuarenta céntimos. Ni siquiera nosotros lo hacemos. ¿Cual es la salida que nos queda? ¿Bajarnos los salarios para competir en precios, como China, o Bangladesh?, ¿o subir la calidad para competir en marca, como hace Alemania, con su Made in Germany, a la que no parece afectarle el precio?
Nuestro nicho natural debería ser la innovación, pero nuestro sistema educativo, basado en que todos somos guays y nadie es tonto, parece conducirnos a un escenario bastante sombrío, en el término medio, donde los hay que trabajan más barato que nosotros y los hay que trabajan mejor.
¿Cual es nuestra esperanza? Que la globalización termine. Que el mundo se haga cada día más grande y el transporte suponga, cada día, una parte mayor del precio final de un producto.
Ya veis qué curioso: quizás la subida del precio del petróleo sea nuestra única salvación. No hay problema que no se pueda convertir en oportunidad.
Cosas del mundo actual…