Este pasado fin de semana ha sido una cosa de locos, y el día de ayer, lunes, fue la confirmación de la locura colectiva que se ha apoderado de toda la zona euro, de todos los países europeos, y de todos los especuladores del mundo, que no hacen sino confirmar que el mundo financiero actual se maneja con castillos en el aire, sin nada físico sobre lo que apoyarse.
Si la semana pasada te decía que el Euríbor comenzaba su fase alcista y lo hacía a una velocidad de vértigo con motivo de la crisis griega, hoy me tengo que comer mis palabras con patatas, porque la acción conjunta de los Gobiernos europeos para proteger la moneda única han calmado a los mercados financieros, han eliminado de un hachazo cualquier tentativa de los especuladores y han conseguido que el Euríbor se relaje.
El mayor problema del Euro estaba siendo la capacidad de los especuladores financieros de generar una cantidad suficiente de decisiones microeconómicas a lo largo del mundo que perjudicaran la moneda europea a través de la rumorología, más o menos fundada. Sin embargo, esos rumores que sonaban a cantos de sirena para los pequeños inversores, ignorantes de lo que se mueve en las altas esferas, se han esfumado con el plan de acción de los Gobiernos europeos de este fin de semana.
750.000 millones de euros dan para mucho, y de momento han dado para que el Euro se pueda sentir tranquilo, y para que las tensiones financieras que habíamos estado viviendo estos días desaparezcan, generando un pequeño descenso del Euríbor, y, en general, su estabilización.
Sin embargo, una vez pasada la tormenta es el momento para realizar las reflexiones necesarias que nos lleven a plantearnos una reforma estructural del mercado financiero, el cuál maneja el mundo a su antojo ante la mirada cómplice de los gobiernos, que sólo actúan en situaciones de emergencia como la actual.
Mientras sigamos en un mundo asimétrico, con actividades comerciales y financieras supranacionales, pero con gobiernos nacionales, los pobres ciudadanos de a pie no tendremos otra cosa que hacer más que pagar religiosamente nuestras cuotas hipotecarias, al son que nos marquen las decisiones de los gurús financieros, que siguen tan libres como antes de empezar la crisis.
Entonces, ¿para qué ha servido la crisis? Sólo para que algunos sean más ricos todavía, y para que la mayoría seamos más pobres.