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Las tres cosas que se pueden hacer con las pensiones

Próximo destino

Próximo destino

La cosa ya no da más de sí. Hace tiempo que se viene hablando del asunto y lanzando avisos sobre el envejecimiento de la población, la escasez de las cotizaciones y la generosidad (cierta o no) de las prestaciones, pero el caso es que después de la última tajada que ha cortado el Gobierno del maltrecho fondo de reserva, parece claro que la decisión hay que tomarla enseguida, y no hay ninguna buena. De hecho, sólo hay tres opciones viables que puedan enfrentar el tema de las pensiones:

Reducir el monto de las pensiones. Eso es como mentar la bicha lo sé, pero resulta difícil de explicar que todo el esfuerzo de los últimos años haya recaído sobre los que trabajan para sostener los derechos de los que ya se han jubilado. Nadie duda de que se lo han ganado, pero los que están en activo también se lo ganan y ven como los salarios, por mil razones, se reducen paulatinamente, mientras los pensionistas cobran a menudo más que sus colegas en activo. Además, y por si fuese poco, se mantienen modelos del pasado que poco tienen que ver con la realidad actual, como el hecho de que las pensiones de orfandad y viudedad se sigan pagando sin importar el nivel económico del perceptor, y que se sigan pagando con cargo  la Seguridad Social y no a Asuntos Sociales.

En ese sentido, cabría proponer que se paguen las pensiones de orfandad y viudedad (23.000 millones al año) sólo a quien realmente las necesite, como pensiones asistenciales y no como derecho objetivo, y con cargo a otras partidas asistenciales, puesto que son pensiones asistenciales y no laborales. Del mismo modo, se podría plantear una reducción de las pensiones máximas, que no son nada acordes con el nivel salarial actual.

El problema de todo esto es que la izquierda no quiere, porque suena antisocial, y la derecha no quiere, porque va contra su base electoral, ya que son mayoritariamente los pensionistas los que mantienen al PP en el poder.

Aumentar las cotizaciones: Si el dinero no llega, se pueden aumentar las cotizaciones para reducir la brecha. La cuestión es que las cotizaciones a la Seguridad Social son un impuesto al trabajo, y todo impuesto al trabajo genera desempleo, puesto que, por citar un sólo ejemplo, cualquier máquina se amortiza antes y cualquier máquina aumenta su rentabilidad ante un trabajador. ¿Estamos en un momento en que haya que quitar dinero a los trabajadores, ya muy agobiados por su baja renta? Yo creo que no, puesto que hipoteca el futuro de la fuerza laboral y reduce la competitividad,pero es otra opción, y hay que contemplarla, por perniciosa que parezca desde cualquier punto de vista.

Crear un impuesto específico para las pensiones: con esto se permitiría desvincular el trabajo de las pensiones y hacer que todos, y no sólo los trabajadores, colaborasen en el pago de las pensiones. Pero estamos en lo mismo: crear un nuevo impuesto es reducir la disponibilidad económica de la gente, y ese es justo nuestro problema: que no habiendo dinero la gente no puede consumir. Un aumento de impuestos sería un enorme paso atrás, y más de la cuantía que se necesitaría para sufragar el gasto en pensiones actual.

Así las cosas, la solución posiblemente pase pro una combinación de las tres medidas, pero teniendo en cuenta el escenario político, veo más probable que la carga se haga caer sobre loa hombros de los trabajadores que de los pensionistas, con lo que los viejos seguirán encantados con el sistema político y los jóvenes continuarán emigrando. Deberíamos ser más amplios de miras y buscar una solución cabal para todos pero, a estas alturas, ya he perdido la esperanza de que suceda tal cosa.

Cuando la mejora no mejora

¿Quién lo iba a decir?

¿Quién lo iba a decir?

Las hipotecas pueden llevar poco a poco, muy lentamente, el mismo camino que llevan las pensiones: que con el paso del tiempo resulta que el verdadero problemas está en que no hay inflación, sino deflación, con lo que las cargas, en vez de reducirse paulatinamente por el paso del tiempo, se van incrementando con una realidad que nadie tenía prevista.

Digámoslo claro: buena parte de la gente que firmó una hipoteca a treinta años no calculó muy bien los riesgos que ese inmenso plazo implica. No calculó que uno de los dos miembros de la pareja podía quedarse en el paro. No calculó que podían separarse. No calculó que el valor de la vivienda podía reducirse (porque los pisos no bajaban nunca) y no calculó que los salarios, en vez de subir un poquito cada año (mientras la hipoteca permanecía fija), podían reducirse un poquito cada año, mientras la hipoteca, igualmente fija, apretaba cada vez un poco más.

El problema lo estamos viendo muy de cerca en lso datos de la Seguridad Social y su tesorería, que tenía previsto que con la mejora del empleo y la actividad  sus ingresos aumentasen casi un 7% mientras que sus gastos aumentaban alrededor de un 2,5% debido a las nuevas pensiones que debían pagarse, etc. ¿Y cual ha sido la realidad? Que aunque el empleo ha crecido alrededor de un 3%, los ingresos sólo han aumentado en un 0,7%, o sea, seis puntos y medio menos de lo previsto. La razón es clara: las pensiones y sus cuentas estaban calculadas para una base de cotización medio de 1080 € y resulta que los españoles cobran un salario muy inferior a eso.

El agujero final de la Seguridad social es de casi cinco mil trescientos millones de euros, y habrá que tirar una vez más de la depauperada hucha, esa hucha que, invertida en deuda pública, ya casi no ofrece ningún rendimiento, porque los tipos de interés son extremadamente bajos (y que sigan así, por dios, o nos estrellamos con todo el equipo…)

Estamos ante una reducción de salarios sin precedentes. Estamos ante el fenómeno, de todos conocido, de que tras cambiar de trabajo, o tras volver al mercado laboral después de pasar un tiempo en el paro, no hay manera de seguir cobrando lo que se cobraba en el anterior, sino siempre un poco o un mucho menos. Estamos ante la realidad de que al jubilarse un trabajador que cobraba mil seiscientos euros se le sustituye por otro de ochocientos veinticinco, o por un becario de cuatrocientos.

Y así no pueden salir las cuentas de la Seguridad Social. Ni las de la hipoteca, ni las de nada en absoluto… Así es como quiebran las cuentas públicas, como cierran las panaderías de barrio y como todo se complica lentamente mientras se supone que nos recuperamos.

Y eso es lo malo: que cuando la mejorar no mejora, el empeoramiento puede ser mortal.

 

 

La hipoteca, el alquiler y la jubilación

Proyecciones-Sistema-Pensiones-España

Hay un tema del que nadie quiere hablar, porque la solución es siempre mala. Se trata de la evolución demográfica y de empleo que determina la viabilidad del sistema de pensiones. Por eso hoy la gráfica ocupa toda la parte superior, con la pretensión de que se observe lo bastante bien para que nos demos cuenta de cómo pinta la cosa.

Como nuestro sistema no es de capitalización (cobras lo que pagaste) sino de reparto (cobras lo que otros pagan), el desfase temporal entre los derechos que se generan y el dinero que hay en la caja no se puede corregir fácilmente. Para ello se contaba siempre con la inflación, pero como la inflación ha desaparecido y los salarios son cada vez menores, el desajuste está servido.

La cuestión es que cada nuevo Expediente de Regulación de Empleo, cada nueva automatización de la producción, reducen el número de trabajadores que cotizan, pero no reducen el número de personas que se jubilan y esperan cobrar una pensión. De igual modo, cada vez que baja un salario para competir con los asiáticos o simplemente para mantener una actividad en marcha, se reduce también la cotización del trabajador, peor no la pensión del que trabajó hace unos años.

Así estamos ante la terrible paradoja de que a día de hoy las pensiones son a veces superiores a los salarios, y no es extraño ver que un jubilado cobra mil o mil cien euros mientras el trabajador en activo no encuentra empleo con un salario mayor de ochocientos o novecientos euros.

¿Es normal que las pensiones sean superiores a los salarios? En absoluto, y menos con una ratio como la actual, que no llega a dos trabajadores en activo por cada jubilado.

Además, el trabajador en activo, por razones de edad, tiene que mantener una familia y pagar una hipoteca, mientras que le jubilado no tiene ya hijos a su cargo (aunque a veces sea el sostén de la familia, nadie lo niega) y acabó de pagar la vivienda hace muchísimos años.

De este modo, nos encontramos con que el trabajador pagar por un lado la pensión al jubilado y por otro a menudo le paga también el alquiler de su vivienda, pues son los mayores los principales caseros de este país, trasladando toda la renta disponible desde los jóvenes, que no pueden consumir, a los viejos, que no desean en absoluto consumir. Esta es una de las claves de que no circule un duro: que no hay dinero, y el poco que hay lo tienen los viejos.

¿Qué se puede hacer ante una situación así? Pues no hay buena solución. A menudo escucho la tontería de que hay que pagar mejores salarios y mejores pensiones. Por supuesto que sí: y tener todos mejor salud, dormir con la que nos gusta, y vivir hasta los cien años. ¿Pero qué es lo que cabe dentro de lo posible?

A mi juicio, y arriesgándome a que me llaméis insensible, creo que hay que corregir poco a poco el desequilibrio por ambos lados: subir poco a poco los salarios y bajar poco a poco las pensiones, aunque sólo sea para que el edificio entero no se hunda a medida que avancemos en la gráfica de arriba hacia situaciones en que por cada pensionista haya sólo un trabajador.

Una gráfica, por cierto, que es tremendamente optimista, porque da por hecho que el número de afiliados crecerá en los próximos años, corrigiendo el desempleo, y eso es algo que nadie tiene del todo claro.

Miradla bien.

 

La cuerda que no da más de sí. Hipoteca y cuentas familiares.

Del otro lado tira un petrolero, me temo...

Del otro lado tira un petrolero, me temo...

Cuando hablamos en términos de peso y de lo que cada uno soporta encima lo entendemos todos enseguida.  A medida que la crisis se prolonga, su peso se hace mayor sobre nosotros y esto, de pro sí, supone un agravamiento, sin necesidad de que las cosas vayan peor. Por eso me maravillo de que algunos celebren que las cosas no van a empeorar, puesto que el solo hecho de que se queden como están es ya un empeoramiento considerable.

Un  análisis superficial de los números oficiales basta para darse cuenta de que no se trata solamente de que la banca esté en quiebra, de que el fraude fiscal nos haya dado en la cabeza o de que el robo manifiesto de los políticos haya acabado a la vez con nuestra cartera y nuestra confianza en las instituciones. La cuestión es aún peor y está relacionada con nuestra propia estructura económica de país que no produce nada, prefiere importar a generar y no es capaz de competir en los sectores donde verdaderamente se juegan las partidas importantes.

Vamos a ello:

-La Seguridad Social dice que en España tiene alrededor de dieciséis millones y medio de afiliados Por  lo tanto, en este momento hay dieciséis millones y medio de personas que cotizan, ya sean empleados públicos, autónomos o por cuenta ajena.

-Según los últimos datos de población activa, en España andamos cerca de los seis millones de parados.

-Sabemos  también por las mismas fuentes que en España hay alrededor de nueve millones de pensionistas.

¿Os dais cuenta de que cada persona trabajando, está  pagando, casi, a un jubilado o a un desempleado?

¿Os dais cuenta, además, de que tres millones de los que aún trabajan y cotizan son empleados públicos, por lo que su salario y su cotización proceden también del resto de la economía?

Si calculamos las cargas, como si fuésemos ingenieros construyendo un puente, esta sería la cuenta final:

13.400.000 trabajadores del sector privado pagan:

-Sueldos y cotizaciones de 3.100.000 empleados públicos.

-Desempleo, y subsidios de 6.000.000 de desempleados, aunque no todos cobren, eso es verdad.

-Pensiones de 9.000.000 de pensionistas.

Esa es la contabilidad de la nación, que si nos la llevamos a casa nos deja, además, son la necesidad de pagar la hipoteca y la de vivir.

¿Cómo demonios se puede esperar de ese modo que despegue el consumo?

Cuando no salen ni las cuentas de la nación ni las cuentas de las familias, poco más hay que mirar. La quiebra no es una posibilidad: es un hecho.

La pregunta es cuándo lo pondrá alguien en claro, a ver si nos atrevemos a enfrentarnos a lo que hay.

Hipotecas, recortes y lucha generacional

La verdadera raíz de todo

La verdadera raíz de todo

Hasta ahora, los recortes eran sólo amenazas y  promesas de grandes dolores. Ya sé que a muchos os parecerá que me he vuelto loco por decir esto, pero el caso es que la verdadera pedrada llega con la subida del IVA, el recorte del sueldo a los funcionarios y toda la panoplia de atornillamientos que vamos a padecer.

Sin embargo, lo que más me llama a mí la atención es el resultado de la lucha generacional que padecemos. Y  ver cómo lo cuento para que no os echéis las manos a la cabeza.

El caso es que no hay dinero y además no nos lo quieren prestar. La hipoteca España está por las nubes y no hay quien nos quiera hacer de avalista. Hasta ahí, llegamos todos, o casi todos.

Los recortes por el lado del gasto resultan imprescindibles, ¿pero por qué se recorta a los jóvenes y a la gente productiva evitando a toda costa tocar las pensiones?

No, no soy un desalmado. Sólo os ruego que penséis conmigo:

-Los viejos tienen en su mayoría la hipoteca pagada.

-Los viejos no tienen que criar hijos.

-Los viejos consumen mucho menos, con lo que se daña menos la demanda recortándoles a ellos que a la gente que trabaja.

Los viejos, lo sé, viven con poco y aún les sobra. Cualquiera que conozca a un director de sucursal bancaria lo puede certificar conmigo.

¿Por qué son ello los que se libran de los recortes cuando las pensiones son una de las principales partidas de gasto? Desde el punto de vista de la justicia, está claro que hay que defender sus derechos, pero tengo la lamentable convicción de que en cualquier sistema económico hay que repartir el esfuerzo entre todos o se corre el riesgo de que los que mayor carga soportan prefieran pasarse al lado oscuro de la economía. Y de momento, con la subida del IVA y los estacazos a los que trabajan, no estamos viendo más que incentivos a la economía sumergida.

El Gobierno ha preferido salvar una vez más a los que no producen aunque sea por buenos motivos. Y no es por humanidad, creedme. Es por cobardía.

La hipoteca inversa y el abuelo ganador

Yo también me troncharía.

Yo también me troncharía.

Una de las virtudes de este blog es que se ha mantenido mucho tiempo en lugar de ser uno más de los que se publican una temporada para desaparecer luego, o peor aún para quedar ahí como almas en pena sin actualizar.

Allá por 2009 hablábamos aquí de la hipoteca inversa, y comentaba Mburuvicha, mi compañero de entonces (un saludo si me lees), que la hipoteca inversa era una buena salida para garantizarse las pensiones en un momento en el que la demografía y las finanzas no parecían dejar muy claro lo que íbamos a cobrar cuando llegasemos a viejos.

La hipoteca inversa, en resumen, consiste en convertir la vivienda en dinero o en una renta vitalicia de modo que en el momento del fallecimiento sea el banco el que se la quede. Si los herederos quieren la casa, simplemente devuelven el dinero que se ha gastado y ponen el que falta, y todos contentos. Y si no, la persona mayor que la firma disfruta en sus últimos años del patrimonio acumulado a lo largo de su vida.

El asunto parecía interesante, sobre todo para los que preferían gastarse la casa en vez de dejar el dinero a los sobrinos, y alguna gente firmó esa hipoteca.

¿Y qué ha sucedido ahora? Que los abuelos tienen la pasta, en billetes contantes y sonantes, y el banco tiene un inmueble que se ha depreciado terriblemente desde el momento de la venta hasta ahora. O sea, que los viejos le han metido un gol a la banca justamente con uno de esos productos enrevesados que la banca inventó en los momentos en que áun creían en el mantra aquel de “la vivienda nunca baja”.

La cara negativa del asunto es que a día de hoy no hay modo de encontrar un banco que firme este tipo de hipoteca, con lo que los ancianos que tenían previsto recurrir a esta fórmula para complementar sus pensiones, o los que no cotizaron lo suficiente pensando en esta salida, se han encontrado con que la puerta ya está cerrada.

Malos tiempos para la alquimia financiera…

Ante la falta de pensiones, hipoteca inversa

A la vejez... hipoteca inversa

A la vejez... hipoteca inversa

Llevamos unos meses en el que el tema de las pensiones abre los telediarios un día sí y otro también, y no es tema baladí, porque se trata del bienestar de nuestros mayores de hoy, y de nosotros mismos dentro de unos años, y no deja de atormentar en cierta medida el hecho de que todas las propuestas vayan encaminados a reducir las percepciones en materia de pensión.

Retrasando la edad de jubilación y ampliando los años de cotización utilizados para el cómputo de la pensión, lo que se consigue es que las personas jubiladas reciban una cantidad de dinero menor y durante menos tiempo, lo cuál ahorra dinero al Estado (para que lo pueda malgastar en otra cosa), pero deja a los jubilados con menor poder adquisitivo.

Ante ello, la mejor opción es contratar un plan de pensiones privado de forma que la renta que genere pueda complementar la reducción de la pensión pública, y, con ello, mantener un poder adquisitivo adecuado para los últimos años de la vida.

Sin embargo, muchas personas al borde de la jubilación no han contratado este plan de pensiones, y ahora se encuentra a punto de jubilarse con el temor de que perderán calidad de vida. Ante ello el Grupo Retiro ha presentado un informe más que interesante.

Según sus datos, el 83% de las personas mayores son propietarios de las casas en las que residen, por lo que les recomienda utilizar la hipoteca inversa, que les genere unos ingresos mensuales suficientes como para disfrutar de su jubilación plácidamente.

La hipoteca inversa, que es relativamente nueva en nuestro sistema financiero (apareció en el 2007), supone hipotecar la vivienda en favor del banco, el cuál abonará al titular la cuota de las hipoteca. Es decir, en lugar de ser el titular el que paga al banco, es el banco al que paga al titular mensualmente, quedándose, en última instancia, con la propiedad de la vivienda en el momento del fallecimiento de éste, siempre y cuando los herederos no ejerzan su derecho de recompra.

La verdad es que se trata de una alternativa que puede ser muy apetecible y rentable para las personas mayores, que lograrán así una renta más elevada para su jubilación.

Base de cotización para pensiones. 25 años como propuesta

Sindicato intentando proteger a un grupo concreto de una caída de derechos.

Sindicato intentando proteger a un grupo concreto de una caída de derechos.

Aquella vieja premisa teórica de la economía, el coeteris paribus, que viene a ser el estudio de lo que pasa con una variable cuando las demás permanecen constantes, resulta que no existe en el mundo real o se extinguió a la vez que los dinosaurios.

Con esto de la base de cotización para la pensiones pasa un poco como con las hipotecas, en las que el plazo afecta a la cantidad y la cantidad afecta al plazo.

Como ya sabréis, hace muy poco se filtró la noticia de que el gobierno manejaba la posibilidad de aumentar la base de cotización a 25 años para el cálculo de las pensiones, frente a los 15 años actuales, y sabréis también que acto seguido se armó la Marimorena.

Por mi parte, y con el casco puesto por lo que podáis decirme, me parece que esa sería una medida muy positiva para el conjunto de los trabajadores, sobre todo para los más jóvenes, y que precisamente por eso, se pusieron tan radicalmente en contra los sindicatos, que parecen defender sobre todo a colectivos muy determinados.

Para este tema hay tantas opiniones como intereses, así que yo os voy a contar la mía a la espera de escuchar las vuestras:

Actualmente, el monto de la pensión de jubilación se calcula sobre lo cotizado en los últimos 15 años de vida laboral. Teóricamente, y según los sindicatos, esto es una conquista social, pues en los últimos años de trabajo es cuando el trabajador percibe un salario mayor por complementos como antigüedad, o porque ha ascendido en la empresa y tiene un puesto superior a los años anteriores con un salario mejor.

En principio, suena bien, peor a mí me parece un razonamiento falso, anclado en el pasado, y que defiende únicamente los intereses de un grupo.

En unos momentos en los que el mayor temor de un trabajador es que lo despidan a los 55 años, o a los 60, porque sabe que no encontrará otro empleo, utilizar para el cómputo de la pensión únicamente los últimos 15 años de vida laboral desestimando el resto, es casi un crimen. Eso está bien para los funcionarios, o para los trabajadores fijos de las grandes empresas, pero no para el curreante en general. ¿Pero qué pasa si te despiden a los 55? No sólo te quedas sin trabajo, sino que además te quedas sin pensión.

Por otro lado, es profundamente injusto que si cotizas durante toda tiu vida laboral, sólo se tengan en cuenta los últimos 15 años.

Lo que conseguiría la propuesta del Gobierno de aumentar ese plazo a los últimos 25 años es adecuar la pensión final a la cotización real. A mí me parece que se deberían tener en cuenta TODOS los años cotizados, pero creo que pedir que los sindicatos acepten tal cosa es un exceso.

Porque ya sabéis: trabajador es aquel que da derecho a la parte proporcional de un sindicalista liberado. Los demás no importan.

P.D: En este país escribes un artículo hace dos días y el Gobierno ya ha cambiado de opinión cuando se publica. Como sabéis, la medida fue retirada a las cuatro horas de ser propuesta, por la presión de los sindicatos.  El artículo ya habla bastante de si me parece buena o mal, pero lo que está claro es que con estos bandazos y con esta seriedad, irse a tomar por saco deja de ser una opción para convertirse en un triste imperativo.

 🙁

Jubilación a los 67

Cualquier día harán ir a trabajar hasta a los muertos (pero sólo a algunos, no penséis...)

Cualquier día harán ir a trabajar hasta a los muertos (pero sólo a algunos, no penséis...)

Hasta los miembros de su Gobierno lo dicen por los pasillos: Zapatero se levantó ocurrente y decidió, de pronto, sin encomendarse a Dios ni al diablo, subir la edad de jubilación a los 67 años.

Por lo visto, muchos de sus ministros se enteraron por la prensa de esta medida, que ha pillado por sorpresa a propios y a extraños. Como supongo que ya habéis leído algo al respecto, me permito explicar muy por encima, si la risa me deja, en qué consiste la idea:

A partir de 2013 la gente se empezará a jubilar con 65 años y dos meses, y la edad de jubilación se aumentará en dos meses al año hasta que en 2025 tengamos la cifra propuesta: 67.

Lo cierto es que el la Seguridad Social iba de cabeza a la quiebra y había que hacer algo, y enseguida, para evitar su colapso en los próximos años, cuando el número de activos fuese más o menos igual al de inactivos. Las cifras indican, más o menos, que en 2040 está previsto que haya un 32 % de jubilados, lo que sumado a los menores de edad hace que tengamos a un trabajador por cada español pasivo. Y eso contando con que no haya paro, por supuesto.

Con esto, como veis, no hago más que sumarme a la broma: había que hacer algo enseguida, y hasta 2013 (año posterior al de las elecciones, ojo al dato) no se empieza a subir el tope de la jubilación, y sólo dos meses. Había que hacer algo urgente y resulta que lo posponen quince años, lo que, sabiendo como sabemos el modo en que se rige este país, significa que aún veremos otras diez o doce ocurrencias, ocho reformas, treinta y tres enmiendas y setenta y ocho borradores. O sea, nada.

Pero no voy a decir que esta medida es un brindis al sol, porque contiene su significado, y muy importante: que la cobardía política del gobierno no conoce límites ni pudor.

Pero ya de la que estamos, analizamos las consecuencias muy brevemente, de este retraso en la edad de jubilación:

Los que cobran más y son más difícil de despedir (y por tanto hacen menos, porque echarán a otros) se incrustan aún más en la empresa o la función pública.

-El paro juvenil, que ya es bestial (40 %), aumentará aún más si se llega a aprobar una barbaridad así.

El aumento de la vida laboral no compensa, ni de lejos, el aumento de la esperanza de vida. Es un puñetero y mierdoso parche para no abordar medidas de verdadero calado (por ejemplo, decir no a la prejubilaciones que tanto gustan a las grandes multinacionales).

Hay muchos otros efectos, pero cuento con que los vayáis citando vosotros.

 

 


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