Sé de sobra que cada ideología y cada religión tienen sus rituales y que la huelga es una especie de misa sindical que conserva la fe de sus adeptos, pero a veces me pregunto si seguimos siendo racionales, o habremos regresado vuelto a los tiempos de la magia, cuando se creía que bastaba con pronunciar un conjuro para que todo se arreglase. Nuestros Harry Potters particulares parecen pensar que diciendo “Huelga General” desaparecerán los problemas de competitividad, surgirá el empleo desde las entrañas de la Tierra y se matarán en el extranjero por importar nuestros productos, misteriosamente tocados por un halo de calidad, buen precio o cualquier otra circunstancia atractiva, tan irresistible como repentina.
Sin embargo, yo prefiero ser el aguafiestas que se pregunta: ¿qué es lo que se va a conseguir con una huelga general?, ¿qué se espera ganar con esa huelga? ¿Alguien piensa realmente que con una huelga general se va a conseguir que las deudas queden pagadas y que los desempleados tengan trabajo? ¿Se puede permitir el Gobierno, presionado por todas partes, ceder ante una huelga general? Y peor aún: si cede, ¿en beneficio y en perjuicio de quién cederá?
Una huelga general puede servir, en realidad, para que los patronos, públicos y privados se ahorren un verdadero dineral a cambio de nada. Si por cada día de huelga se le descuenta al trabajador de su nómina ese día, la parte proporcional de vacaciones, de pagas extras, y de cotizaciones sociales, serán los propios trabajadores los que paguen de su bolsillo las migajas simbólicas que se puedan conseguir, si es que llega a haberlas.
Y eso contando con que funcione y no sea un fiasco, lo que resultaría desastroso para los sindicatos, pues confirmaría lo que muchos ya pensamos: que representan a los trabajadores porque ellos lo dicen y los demás lo creemos. No porque sea así realmente.
O sea que allá cada cual con los riesgos que se toma. Yo la dejaría para mejor ocasión, francamente: ni podemos permitirnos su coste económico ni los sindicatos van a poder permitirse su coste político.