La hipoteca es un contrato muy antiguo en el que a nivel jurídico se suponía que estaba todo muy trillado y muy claro, pero por lo visto no era tan sencillo: además de irse acumulando sentencias contra ciertas prácticas hipotecarias de los últimos años, como la cláusula suelo o la titulización de los contratos, siguen surgiendo constantemente agujeros en el entramado legal.
La unión Europea ha tenido que dar un golpe en la mesa para intentar poner orden en todo este líos y ha dado a España y otros ocho países más, dos meses de plazo para que hagan cumplir de una vez por todas la normativa hipotecaria común.
En concreto, los países afectados son Croacia, Chipre, Finlandia, Grecia, Luxemburgo, Portugal, Eslovenia, España y Suecia.
El objetivo de la Directiva sobre créditos hipotecarios, adoptada el 4 de febrero de 2014, es mejorar las medidas de protección de los consumidores en toda la UE mediante la introducción de prácticas crediticias responsables a escala de la UE.
La medida se basa sobre todo en crear una serie de normas comunes sobre la denominación de los productos, las definiciones de los riesgos, la evaluación de la solvencia de los clientes, la reducción de la arbitrariedad en lo referente a las contraprestaciones y garantías exigibles y también, al tipo de sociedades que pueden conceder las hipotecas.
La legislación que debe armonizarse parece sencilla en principio, pero nos encontramos aquí, por una parte, con la resistencia de los Estados a meterse en interminables procesos judiciales debidos a las distintas jurisprudencias de cada país, y pro otro, al temor de los bancos, que presionan para que esta normativa no los ate de manos a la hora de elegir los clientes que más les interesan.
En resumen: que todo el mundo dice que esta normativa es buena y que todas las partes saldrían ganando, pero al mismo tiempo, todo el mundo opina también que es mejor que lo haga otro primero para ver qué efectos colaterales pueden surgir, porque el mundo de la hipoteca mezclado con el de los abogados y las leyes ya ha dado sobradas muestras de ser un cóctel difícilmente previsible.
Y ni los bancos nioi los estados tiene ya humor para más experimentos.
Al consumidor le da igual, siempre que no se le tome el pelo: quiere su casa, y listos.
A ver cómo se compatibilizan todos estos intereses. No debería ser difícil.