A raíz de este artículo, que publiqué en otro blog, me llegó un largo correo electrónico que me apetece compartir con todos vosotros en su contenido. Aprovechad, porque no es frecuente leer estas cosas en un mundo de biempensantes y amantes del país de la piruleta.
Me decía el lector que él tenía varios pisos alquilados, y que rechazaba sistemáticamente como inquilino a todo el que le pareciese procedente de algún país exótico. La cuestión, para él, era que pagasen, y si pagaban y le respetaban el inmueble, le daba igual que fueran negros, amarillos, pieles rojas o verde pistacho. A lo único que le miraba el color era a los billetes.
Reconocía también que había un porcentaje bastante similar de jetas, cabrones y desaprensivos entre los españoles que entre los inmigrantes, y que había un porcentaje casi idéntico de buenas personas, respetuosas y cumplidoras.
¿Y por qué rechazaba a los inmigrantes después de decir todo esto?
Pues porque siendo la probabilidad de pufo equivalente entre los nacionales y los extranjeros, ¿qué pasa cuando uno te sale malo? Si es español, vas al juzgado, lo denuncias, y con grandes trabajos esperas a que tenga una nómina que embargar, o herede unas tierras o una casa de su abuela, o incluso de su padre, y entonces consigues cobrarle. Es complicado y largo, pero tanto a un español como a un ciudadano comunitario consigues cobrarle.
¿Y si es un ciudadano extracomunitario? ¿Vas a Senegal a poner una demanda?, ¿conseguirás embargarle el sueldo en Ecuador?, ¿conseguirás que embarguen a tu favor una herencia en Rusia? Lo normal es que no. Ni sabes con qué países existe convenio y con cuales no, ni cómo proceder en esos países, ni cómo conseguir cobrar la deuda: basta con que un día se marchen para tenerlo todo perdido y sin remedio.
Por tanto, como veis, a veces la gente tiene sus razones. Y no es por discriminar, ni por saña al diferente. A lo que la mayor parte de la gente le tiene manía es a los líos y a la indefensión legal de las legislaciones diversas. Pero esto, claro está, ni vende periódicos, ni atrae votos. Y por eso se calla.