Empiezo por la respuesta: porque las empresas que no pueden menos, tienen que tratar de aguantar el tirón y el resto, las que tienen buenas agarraderas, suben los precios para mantener sus beneficios aprovechando que su demanda es claramente inelástica.
¿Y qué es eso de la elasticidad? Es un concepto un poco escurridizo, pero trato de explicarlo: la elasticidad es la respuesta que se produce en la demanda de un bien o servicio ante un cambio en el precio, y depende de la naturaleza del bien, de la competencia y de muchas cosas que no es momento ni lugar para detallar.
Por ejemplo, la gasolina es inelástica, porque aunque el precio suba al doble, el consumo no se reduce a la mitad. Y la electricidad lo mismo. Ambos productos energéticos, responsables de buena parte del palo inflacionista que nos estamos comiendo, tienen regímenes de monopolio encubierto, y por mucho que hablen de liberalización de precios y de peces de colores, lo cierto es que trabajan en precio concertado con lo que, al ser bien de primera necesidad, una subida del precio, sea esta cual sea, nunca se corresponde a una bajada del consumo del mismo tamaño.
¿Y qué ocurre cuando el precio sube más de lo que baja el consumo? Pues que los beneficios se mantienen e incluso aumentan.
Por eso, aunque no haya un duro, aunque la situación esté achuchada, aunque la renta disponible de los ciudadanos sea cada vez más corta, estos productos se permiten las subidas que estamos viendo, en la seguridad de que serán otros sectores los que vean reducirse su negocio.
Por eso tenemos la escalada inflacionaria que tenemos, arriesgándonos a que suban los tipos de interés y el descalabro sea completo: porque la energía se ha dejado en mano de desaprensivos y el Gobierno carece de coraje para obligar a que exista una verdadera competencia
Luego, cuando nos suban las hipotecas, le echarmeos la culpa al lucero del alba. Pero el problema viene de aquí.