Son tiempos inciertos y confusos, de eso no hay duda, y basta con echar un vistazo a lo que está sucediendo con las hipotecas que se están concediendo para darnos cuenta de que la situación se nos está yendo claramente de las manos, convirtiéndose en nuestra propia fosa común.
El Euríbor se encuentra en mínimos históricos, y lo que podía ser una buena noticia se está convirtiendo en pésima como consecuencia de la actitud de las entidades financieras que están intentando proteger sus beneficios con diferenciales muy elevados.
El problema es que estos diferenciales a día de hoy no son un problema, pero lo serán en el futuro. Hoy, con unos diferenciales altos las familias están pagando intereses que rondan el 2,5-3%, perfectamente asumible y entendible como un buen tipo de interés.
Pero, ¿qué sucederá cuando el Euríbor recupere unos valores normales?
Imaginemos que nos encontramos en un escenario con un Euríbor sobre el 2,5%. Entonces estaríamos hablando de tipos de interés en las hipotecas, una vez añadido el diferencial, que oscilaría entre el 4-5%, sino más. En esa situación las familias que podían permitirse un interés del 3% es probable que no puedan con el 5%.
Por tanto, sin saberlo, y ante la connivencia de los poderes políticos que están permitiendo que las entidades financieras, otra vez, vuelvan a hacer lo mismo que ya hicieron con la ciudadanía antes de la crisis, y están sentando las bases de una nueva crisis financiera.
La solución sería relativamente sencilla ya que bastaría que el Gobierno limitara por ley los diferenciales a aplicar sobre el Euríbor en las hipotecas, al menos en aquellas entidades que han recibido dinero público para poder sanear sus cuentas, porque si no los ciudadanos nos quedamos con la sensación de que nos están tomando el pelo.
Básicamente, hemos desembolsado nuestro dinero en forma de impuestos para que las entidades financieras fueran salvadas y saneadas, y ahora nos encontramos con que éstas, lejos de intentar devolver parte de la ayuda que recibieron se están enrocando en una posición difícilmente asumible por una economía que se encuentra en el camino de la salida de su letargo.