Los banqueros se empeñan en que los ciudadanos les devuelvan el dinero que les concedieron tan alegremente, y están en su derecho, no hay duda, pero parecen no comprender que la situación todavía no es lo suficientemente sostenible como para que todo el mundo pueda devolver sus créditos.
Porque entre que todos nos volvimos un poco locos con la vorágine consumista y que los bancos lejos de abrirnos los ojos, nos ilusionaron aún más, la inmensa mayoría de la población se endeudó hasta límites insostenibles, rozando sus ingresos en época de bonanza, un error de cálculo económico evidente.
Y, claro, ahora cuando han llegado las vacas flacas han aparecido los morosos, han aparecido los créditos de dudoso cobro, que ya supera el valor de 100.000 millones de euros, y las entidades financieras en general siguen llevándose las manos a la cabeza temerosas del futuro.
Porque el mes de abril había dado un respiro y todos parecían prever que lo peor ya había pasado y que se habían ido eliminando los créditos más dudosos, quedando sólo aquellos que eran solventes. Craso error, porque se ha vuelto a demostrar que esa no era la realidad que estábamos viviendo, y se ha demostrado que abril sólo fue un espejismo, un vergel en el desierto.
Todavía hay analistas que se aferran al clavo ardiendo y que aluden al descenso en el nivel de crecimiento de la morosidad, sólo dos centésimas, como una muestra de que la situación no es tan terrible como se podría pensar y de que todo irá a mejor en breve.
Sin embargo, esa visión no es rigurosa bajo ningún concepto. Porque la principal razón por la que el crecimiento de la morosidad se ha visto reducido es porque el ritmo de concesión de créditos también se ha reducido. Y es una ecuación lógica y evidente, a menor cantidad de créditos menor cantidad de impagados.
Además, como se conceden menos créditos se realizan mejores análisis de los beneficiarios de los mismos, con lo que las posibilidades de que se produzca un impagado son menores. Por tanto, no es que la situación se haya revertido, más bien al contrario, seguimos en un momento preocupante.
Porque, en general, todo el mundo quiere pagar sus deudas y el hecho de que no lo puedan hacer no es plato de buen gusto para ellos, en absoluto, que sufren las consecuencias morales ahora y las financieras en el futuro.