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La cuenta que hicimos con la hipoteca del piso

No va bien...

No va bien...

La mayor parte de la gente que tiene problemas con su hipoteca puede encontrar la causa de sus apreturas en dos tipos de razones: o cuentas mal hechas, o vicisitudes personales.

Cualquiera de los dos grupos de motivos puede achacarse a una raíz más profunda: un margen ajustado, que aumenta el riesgo.

Los que hemos estudiado sabemos muy bien que prepararse la mitad de la materia para un examen no te garantiza un cinco, o un aprobado raspado, sino que la mayor parte de las veces te conduce al desastre. Y sin embargo, a la hora de calcular sus posibilidades para hacer frente a una hipoteca, ese fue el sistema de cálculo que emplearon demasiados españoles.

Una pareja cualquiera, con dos sueldos de mil doscientos euros cada uno, no puede hipotecarse por setecientos euros. En teoría, no hay problema, porque si los ingresos son de dos mil cuatrocientos, quedan mil setecientos euros libres al mes, pero luego, en la práctica, si uno de los dos pierde su empleo, resulta que tenemos quinientos euros disponible para vivir, y ahí hay que meter todos los demás gastos comprometidos, el mantenimiento de la vivienda, los recibos de los suministros, y ese pequeño detalle que se llama comer.

¿Y se podía decir, a primera vista, que era una imprudencia? No, pero lo era.

Y podía surgir un traslado, o un divorcio… Podían surgir muchas cosas, más o menos probables, que seguramente no se tuvieron en cuenta en su justa medida, máxime cuando una hipoteca es un compromiso para treinta años y en semejante espacio de tiempo pueden llegar a ocurrir muchas cosas, tanto las probables como las improbables.

La otra causa habitual de ahogo son las cuentas mal hechas. La frase que mejor expresa este agujero contable es “hoy en día es mucho dinero setecientos euros, pero como la vida sube, en pocos años será una miseria”. A esa idea se agarraron y nos agarramos muchos, pero cuando la crisis nos condujo a la bajada de tipos, enseguida nos dimos cuenta de que la realidad iba a ir por el camino contrario: la deflación.

La bajada general de precios y salarios ha hecho que, sobre todo los autónomos, hayan visto reducido su nivel de ingresos. Bajan los precios para poder competir, bajan los salarios, y los setecientos euros que pagábamos hace seis años son más duros de pagar hoy en día, porque en realidad son más dinero.

¿Tiene pinta la cosa de mejorar en ese aspecto? Pues no. La inflación que padecemos nos viene, sobre todo, de la energía, de esa electricidad y esa gasolina que pagamos a precios cada vez más caros pero que, mala suerte, no vendemos nosotros.  El dinero que sale de nuestros bolsillos no va al tendero, ni al profesional de la esquina: va a los saudíes, a los exministros del las eléctricas, ya los impuestos.

Y así, no, ni de broma. Así no vamos a ver descender el peso de nuestras cuotas.

Certificado de eficiencia energética: otro clavo a la vivienda.

Tipos de eficiencia. Lo pagas. Te lo dan. Lo ves. Y todos sigue como antes...

Tipos de eficiencia. Lo pagas. Te lo dan. Lo ves. Y todo sigue como antes...

Hace algún tiempo corrió el rumor de que se iba a obligar a realizar la ITV de las chimeneas, de modo y manera que cada vivienda o bloque de viviendas que tuviese uno de estos artefactos tecnológicos, tuviese que pasar cada dos o tres años la correspondiente revisión de su estado, limpieza y emisión de gases. En aquel entonces, según se dijo, la cosa se paralizó durante un tiempo (estas cosas nunca se aplazan para siempre) por estar el asunto entero sospechosamente relacionado con las actividades de uno de los hijos de Pujol.

El asunto era terriblemente jugoso, pues hay millones de chimeneas en España, y se trata, como en el caso de la ITV de los coches, de cobrarte por mirar, sin responsabilizarse de nada. Los arquitectos, aparejadores y demás gremlins del sector se frotaban ya las manos multiplicando la tarifa por el número de clientes obligados, cautivos y forzosos.

Así que cuando la cosa falló, montaron en cólera y se fueron al Gobierno a pedir un nuevo filón. Y así surgió el certificado de eficiencia energética, obligatorio para poder vender o alquilar la vivienda. Y obligatorio ya desde el 1 de junio, nada de futuribles o posibilidades para más adelante.

Desde esa fecha, y para los inmuebles construidos con anterioridad a 2007 (lo que equivale a decir casi todos, porque en 2008 terminó esta crisis que no va a acabar nunca, será obligatorio incluir en la publicidad de cualquier alquiler o venta la letra correspondiente del certificado de eficiencia energética, tal y como aparece en el gráfico que ilustra el artículo de hoy.

Los propietarios que no cumplan con la obtención y publicidad de este certificado incurren en una infracción contra la legislación de consumo y se exponen a sanciones de entre 300 y 30.000 € según sea la gravedad de la infracción.

Como siempre, los únicos que se salvan son los que alquilan su vivienda en negro, pues ni pagan impuestos por lo que ingresan ni tienen tampoco la obligación de cumplir con este certificado, bastante rechazado pro los propietarios al tratarse de un papel que no les aporta nada y que puede costar entre 300 y 500 €.

Así las cosas, estamos ante un nuevo ataque del monstruo burocrático que nos devora, lanzando una vez más sus dentelladas contra los bienes reales, es decir, contra aquellos que en teoría no se pueden escapar llevándose los fondos o las acciones a otro lado con un click.

A quien lo hayan trasladado y espere pagar la hipoteca de la antigua vivienda con el alquiler de la nueva, más le vale ir sumando también este nuevo coste…

Lo que dicen que ahorran y lo que no vemos

El sargento ya se cachondea de nosotros...

El sargento ya se cachondea de nosotros...

La secuencia lógica está clara: mientras el Estado gaste más de lo que ingresa, emitirá deuda pública, y mientras el Estado emita deuda pública, a los bancos les resultará más interesante prestarle el dinero al Estado que dárnoslo a nosotros o a las empresas en forma de créditos o de hipotecas. Así las cosas, resulta que hasta el Corte Inglés ha tenido que acudir por primera vez en su historia a una emisión de deuda.

Sí, habéis leído bien: la vieja broma bancaria de que “si un día entra por la puerta el director del Corte Inglés le dices que no es lo bastante solvente” se ha convertido en realidad. Aquí tenéis el enlace para que podáis haceros cruces tranquilamente y pensar en qué casos le prestarán dinero a cristalerías Benito o a  instalaciones Manolo.

Y entonces, ¿qué pasa con el gasto público?

Nada. Que diga lo que diga la vicepresidenta sobre que ha llegado el momento del sacrificio de los políticos, todo es una pantomima para que las cosas sigan igual, y hasta se han reunido Rajoy y Rubalcaba para acordar qué se toca y qué no se toca. Eso, y no otra cosa, es el cacareado acuerdo entre los grandes partidos sobre la reforma de las administraciones.

Como ejemplo de lo que tenemos, os cito un dato que he encontrado por ahí: “La Conselleria de Sanidad valenciana tiene empleadas a 1.500 personas, de las cuales 164 son telefonistas, 116 electricistas, 18 pintores, 2 fotógrafos, 80 calefactores y 34 costureras. ¿Cómo creen que un país puede funcionar así? Y con un 22% de absentismo.

Así, por supuesto, no se puede reducir el gasto público, y ni siquiera se plantea la opción de corregir ese tipo de barbaridades, porque hacerlo de veras repercutiría sobre el empleo.

¿Os dais cuenta del eufemismo? Repercusión sobre el empleo. Sí, claro, por supuesto, porque echar enchufados a la calle, repercute sobre el empleo. Porque echar asesores a la calle, de los que se nombran a dedo y cobran una media de 60.000 euros al año, repercute sobre el empleo, porque preguntarse por qué los profesores universitarios obtienen su plaza en oposiciones a las que no se presenta nadie más, repercute y mucho, sobre el empleo.

Lo único que no repercute sobre el empleo es dejarlo todo como está, absorber todo el dinero disponible del mercado y ver cómo los demás rabian y lloran en busca de una financiación o una hipoteca que ni llega ni se la espera.

43.853 desahucios en 2012

La desolación

La desolación

Aunque el Consejo General del Poder Judicial advierte que esta cifra es una estimación, hay que reconocer que se trata de una mejora respecto a la absoluta opacidad que se manejaba hasta ahora.

Mejora la información, pero no el problema.

Las causas son muchas y ya las hemos tratado aquí en bastantes ocasiones, pero el hecho es que hay casi cincuenta mil familias que se han quedado en la calle y con la deuda puesta. Como sabéis, soy absolutamente contrario a que se pueda uno deshacer de las deudas por el simple procedimiento de pasárselas a otro, ya sea este otro Perico de los Palotes o un banco de esos que ahora son satánicos y antes nos alegraban el año, pagando la casa, el coche y las vacaciones.

Pero al mismo tiempo que me opongo a que las deudas se traspasen como un billete falso, me opongo también a un sistema financiero en el que no hay segunda oportunidad, ni posibilidad de remisión, y en el que los más cómodo, lo más prudente y lo más seguro es no hacer nada, no emprender nada y no arriesgarse a nada.

Aunque parezca que me salgo del tema, no lo hago: la economía española va cuesta abajo porque todo el mundo quiere un empleo pero no hay nadie dispuesto a crearlo. Vamos de culo porque alrededor de las universidades americanas, por ejemplo, nacen y mueren centenares de empresas que los estudiantes van creando a medida que los conocimientos recién adquiridos les inducen ideas.

¿Y aquí? Aquí en torno a las universidades florecían como setas las academias de opositores, porque todos esos conocimientos supuestos que imbuían las universidades en los estudiantes se convertían en ganas de ser funcionario y olvidarse de problemas más que en ganas de montar una empresa.

Es posible, sí, que seamos vagos, acomodaticios y esquivos al riesgo, pero lo cierto es que leyes como la hipotecaria, donde te comes al deuda para siempre y el riesgo es eterno, no ayudan a generar en España ni emprendedores, ni gente dispuesta a sumir riesgos. A lo único que esto ayuda es a conseguir que exista cada vez más gente instalada en la gigantesca estupidez de querer un trabajo por cuenta ajena al mismo tiempo que llama hijo de puta al que se lo ofrece.

La conclusión es la obvia: que el que tiene dinero no lo arriesga. Ni le hace falta ni le apetece que lo pongan a parir. Y el que no lo tiene, ni consigue que se lo presten ni acaba de atreverse a dar el paso, por los riesgos que conlleva.

Y al final la psicología lo es todo.

La dación en pago y el divorcio

Encaje...

Encaje...

El parlamento europeo insiste en apoyar a los movimientos de afectados por la hipoteca: el otro día le concedieron a la PAH el premio Ciudadano Europeo por la defensa de los derechos de los ciudadanos y el domingo Estrasburgo aprobó una resolución en la que se pedía que se suspendieran las deudas de los desahuciados.

En principio eso puede estar muy bien, peor una de las razones por las que España se encuentra en la situación en la que se encuentra es que es un país lleno hasta arriba de españoles. Y digo semejante obviedad porque en varios foros y hasta en un bar he escuchado planes coincidentes para moverse en la dirección apropiada en el caso de que el Gobierno acabe pro aprobar la dación en pago.

En primer lugar, la dación sólo se aprobaría para la vivienda habitual y para aquellos que no tuviesen ingresos. Quedan excluidos de este modo los que simplemente se nieguen a pagar para que les desahucien y poder librarse de un piso que vale mucho menos que cuando lo compraron. Hasta ahí, correcto.

¿Y qué pasa?

Pues que ya hay gente que tiene firmados los papeles del divorcio y que los llevará al juzgado el mismo día que se apruebe esta ley de dación en pago. La idea es seguir pagando la hipoteca de la residencia habitual, divorciarse, y fijar en la segundo inmueble la residencia habitual de uno de los dos cónyuges, de modo que este puede acogerse a la dación en pago para la casa de la playa o de esa urbanización que ya no vale una cuarta parte de lo que valía cuando se compró hace unos años.

Lo repìto para que se entienda mejor. Matrimonio normal y corriente. Trabaja uno de los dos. Tienen un piso en Madrid y un chalé en Almería. El chalé de Almería no vale ni la quinta parte de lo que valía. Se divorcian. El que no trabaja, fija su domicilio y residencia habitual en el chalé de Almería. Como es su domicilio habitual y la persona que no vive en él no tiene ingresos, se acoge a la dación en pago, le mete el pufo al banco y regresa tan ricamente a Madrid a vivir con su exmarido o su exmujer, porque nadie en este país te pregunta con quién vives o si estás casado o no.

La gracia del asunto es que también está previsto lo que sucede si trabajan los dos. Si es por cuenta ajena, mala cosa, pero como sea por cuenta propia, además de meter el pufo del chalé, el que trabaje por cuenta propia se da de baja y se pasa a la economía sumergida para no declarar ingresos, con lo que tendremos un caso más, otro, de que todo son ventajas para el que trabaja en negro.

¿A que somos un país fantástico?

Baja el Euríbor y suben las hipotecas

Telas de araña petrificadas en caja fuerte de un banco.

Telas de araña petrificadas en caja fuerte de un banco.

A estas alturas ya no deberíamos extrañarnos de que pasen estas cosas, porque estamos en un país en el que las eléctricas producen la energía hidroeléctrica (es poca, pero sirve de síntoma) con un agua que es de todos, y no pagan por ella, pero luego nos cobran por la electricidad como si el agua fuese suya. Lo mismo pasa con la gasolina: cuando sube el petróleo, suben los combustibles, pero cuando el petróleo baja, los combustibles no lo hacen en la misma medida. Los ejemplos son innumerables y más que un reflejo de lo que es el capitalismo configuran un retrato de lo que somos los consumidores…

Al final, lo que  todo esto demuestra es que los precios no tienen nada que ver con los costes, y mucho menos con la calidad, pero eso es algo que ya me he desesperado de intentar demostrar, así que vayamos al caso de las hipotecas, que es lo que aquí nos ocupa.

Por lo visto, y según el INE, el tipo de interés medio al que se conceden las hipotecas en España llegó el pasado mes de marzo a su niveles más alto desde mayo de 2009. O sea, que ahora que la cosa está como está pagamos de media el 4,49%, frente al 4,37% del mismo mes del año pasado.  Con esto tenemos que, si el tipo de interés anda por el o,5 por ciento, el diferencial que aplican los bancos se está acercando ya a los cuatro puntos de media. Y la pedrada no la ha dado el Euríbor, por supuesto, que no.

¿Y sabéis que es lo peor? Que ni siquiera es verdad.

Lo cierto es que esa es la parte que el INE puede estudiar, pero todos sabemos que los bancos aplican otras tarifas o pellizcos a través de pequeñas comisiones, seguros forzados, pólizas de vida a precios irreales y otras pequeñas prebendas que se reservan para engrosar su cuenta de resultados (o reducir el agujero que tienen en ella) a costa del cliente que aún paga.

La jugada, por tanto, es la de siempre: hay dos clase de clientes: los que pagan y los que no. Los que pagan si son ya clientes hay que jorobarse, y si no lo son, hay que espantarlos de la oficina lo antes que se pueda.

En cuanto a los que pagan, si son ya clientes hay que atarlos como se pueda, pero sacándoles el dinero, y a los que no lo son hay que atraerlos de cualquier manera para convertirlos, si se puede, en cautivos.

Lo que algunos cantamañanas de los foros no ven es que lo que dejan de pagar los que no pagan se lo sacan, necesariamente a los que sí.

Las cláusulas suelo y el Tribunal Supremo

Híbridos raros...

Híbridos raros...

Las cláusulas suelo son uno de los más duros caballos de batalla de la pelea judicial que se ha montado en torno a las hipotecas después de que, de pronto, todo el mundo se volviera bobo y dejara de entender lo que firmaba para llegar a los tribunal asegurando que los bancos no le informaron de esto, de lo otro, o de lo de más allá.

Una vecina de noventa y tantos años dijo sobre el asunto de la banca y el “yo no me enteré y yo no quería” le recordaba a “lo que decían las mozas en su juventud cuando se quedaban preñadas”, textualmente.  Y aún no he parado de reírme. Los viejos rurales tiene estas cosas.

Entrando en el tema práctico, resulta que el Tribunal Supremo ha analizado muy de cerca las cláusulas suelo, y ha tomado una decisión tan salomónica como incomprensible: por una parte, reconoce que las cláusulas suelo pueden ser abusivas en algunos casos y obliga a que, a partir de la fecha actual, se destaquen de manera muy especial y se especifiquen de forma clara e inequívoca. Por otra parte, dictamina muy claramente que no se invalidan las que ya estén firmadas, y que la obligatoriedad de informar no tiene carácter retroactivo, por lo que las cláusulas suelo firmadas hasta la fecha son perfectamente válidas.

La sentencia, desde mi punto de vista, no hace más que consagrar y dar carta de naturaleza a un abuso. Los banco hicieron lo que les dio la gana, informaron mal y a regañadientes y aplicaron condiciones desiguales, según reconoce el Supremo. Pero esto, maravillémonos, no es razón suficiente para que estos actos, ni siquiera de forma limitada, se consideren nulos ni para que se considere siquiera la posibilidad de compensar de alguna manera a los perjudicados.

Estamos por tanto, ante el viejo mecanismo chulesco que me aplicaron y nos aplicaron a muchos en otros tiempos: se le da la razón, pero no el dinero. Los papales los perdimos nosotros, sí, y eso lo reconocemos, pero o vuelve a traer usted todos los papeles, uno pro uno, o la subvención no la cobra ni en mil años. Cuando el jefe del negociafdo me dijo que la razónm era una cosa y el dinero otra, pensé que me tomaba el pelo.

Pero no. Ahora veo que hablaba en serio.

Y es que cada día está más claro que la razón y el dinero no tienen nada que ver, y pretender que en un juzgado los unan de algún modo es como esperar que injerten patatas con melones.

Y el caso es que un genetista agrónomo podría hacerlo, pero un juez, lo otro, ni de coña…

La hipoteca y la justicia

Lluvia sobre el que vendió a tiempo...

Lluvia sobre el que vendió a tiempo...

Quizás un día aparezca alguien que ponga en fila, y por orden, los problemas de esta sociedad. Cuando ese día llegue, y si por casualidad no coincide con algún partido de Champions, veremos que antes de pobres y desesperanzados fuimos irresponsables, y que antes aún que irresponsables, egoístas, dando la espalda a cualquier idea de sociedad, de construcción de un espacio común o siquiera de un proyecto común.

Y antes que todo esto, creedme, fuimos majaderos irredentos, incapaces de seguir mínimamente un argumento o de darle una oportunidad a la lógica, si no nos llevaba del punto preferido al punto deseado.

¿Y por qué digo esto? Porque en España, los derechos individuales y su defensa, parecen haber quedado en manos del socialismo, ¡nada menos!, cuando el propio nombre de la doctrina implica la prevalencia de la sociedad sobre el individuo. Los conservadores, por su parte, nos suben impuestos, nos aprietan las tuercas y se esconden detrás de una pantalla para no responder preguntas. ¡Hay que jorobarse!

Luego está la broma esa de los bancos y las hipotecas, con recios marxistas de toda la vida copiando al dedillo el catecismo para contarnos que una cosa es la ley y otra la justicia, que una cosa es el valor y otra el precio, que hay que buscar los justo, lo  recto y lo honrado, y no sólo lo rentable. Ignoro si la Iglesia sabe lo que es lo ético o lo justo, pero sin duda sabe lo que es la rentable. Las banderas rojas que encabezan muchas manifestaciones contra la injusticia de la banca no saben, ni de lejos, ni lo que es lo justo, ni lo que es lo ético ni lo que pueda ser eso de la rentabilidad, siquiera social.  Descendientes ideológicos de asesinos, sólo podrían darnos lecciones sobre el convenio colectivo de mataderos.

¿Y qué nos queda por este camino? Tratar de pensar. Intentarlo al menos.

Recordar que las hipotecas pueden tener cláusulas injustas, pero había tres actores en esta obra. Y he dicho tres. El que pedía la hipoteca, y firmó. El que daba la hipoteca, y firmó. Y el que se llevó la pasta, porque acababa de vender el piso. ¿Y quién habla de ese, que se lo llevó crudo?, ¿Viene el que vendió a ofrecer a los demás lo que ganó en aquellos días para él gloriosos?

No, claro. Y a nadie nos importa. Porque el que salió ganado no le importa a nadie. Ni el que acabó perdiendo tampoco. Importa sólo buscar el camino para arañar unos votos, o acaso, si se pudiera, unos meses sin pagar.

El día que de veras vea un movimiento que busca justicia, me apunto el primero. Mientras tanto, arrastro y veinte en copas.


Hipoteca y renta disponible

Cuando pasa hambre la hucha...

Cuando pasa hambre la hucha...

El problema de la distribución de ingresos y gastos reside, en realidad, en cuánto es lo que nos queda para gastos discrecionales.

No importa tanto lo que se gana, lo que suben o bajan los sueldos como esta otra variable: la cantidad de dinero de la que realmente podemos disponer, porque no está administrada de antemano, y asignada antes de llegarnos a una u otra partida.

Hasta ahora, las clases medias de había caracterizado por disponer de una rentas disponibles interesantes, y en torno a estas se generaba la verdadera actividad económica. Una familia cualquiera que tuviese unos ingresos globales de dos mil euros al mes, descontaba la hipoteca, descontaba los recibos de la energía, el teléfono, el automóvil y algunas cosas más de las que no podía prescindir, y el resto lo gastaba en lo que quería, eligiendo entre vacaciones, consumo de distintos tipos, aparatos, ocio, cenas, o ahorro.

Lo que a veces la gente no ve tan claramente es que un pequeño incremento en los gastos fijos (los que no se pueden elegir) o una disminución en el volumen de ingresos se ve reflejado en la renta discrecional de una manera mucho más importante de lo que parece, haciendo verdadero daño al consumo y al empleo.

Lo vemos con un ejemplo:

Familia A.  Trabajan ambos cónyuges. Ingresos totales, 1800 € al mes. Como veis, no me paso ni por arriba ni por abajo.

Hipoteca,  600 €.

-Coche, 200 €

-Recibos fundamentales 175 €.

-Mínimo vital 400 € .

Esta familia tiene gastados 1375 € al inicio de mes, y le quedan 425 € de gasto discrecional. Una disminución del 10% ben sus ingresos llevaría a una reducción de casi el 40% en su gasto discrecional, y eso ya sin contar la sensación de apuro que tendrían, emnpujándolos a ahorrar más.

La burbuja hipotecaria, por tanto, no sólo embarcó a los españoles para treinta años. También se llevó buena parte del margen que había para crecer en otros sectores. Por eso es tan difícil un cambio de modelo productivo en España…

Consecuencias de la bajada de los pisos

Reunión con un experto. (espero que os suene)

Reunión con un experto. (espero que os suene)

Parece que el goteo no cesa: diversas instituciones europeas y mundiales hablan de que en España se producirán, en los próximos tres años, una caída del 20 % en el precio de la vivienda, y que aún así el mercado inmobiliario seguirá sufriendo grandes rigideces por la falta de liquidez en el mercado de hipotecas.

Y no, no es buena noticia.No es buena noticia, por más que todos sepamos que los pisos se pusieron por las nubes y que la vivienda es un bien básico. No es buena noticia, porque una gran parte del capital y del ahorro de los españoles, ese que hace que en Alemania digan que somos más ricos que ellos, está en ladrillos.

Cuando los pisos bajan, el español se empobrece. Por poner un ejemplo de andar por casa, para nosotros, una bajada de los inmuebles es como un verano de lluvias. Puede que haya alguien que se dedique el cultivo de la piña y se vea beneficiado por esas lluvias, pero un país que vende sobre todo buen tiempo, sol y playa, no puede celebrar que un verano cualquiera cambie el tiempo y se ponga a llover. Con los pisos pasa otro tanto: nuestra riqueza nacional, nuestra capacidad de endeudamiento, nuestras reservas para los malos tiempos (que han resultado ser estos, vaya por Dios), están invertidas en un porcentaje alto, demasiado alto, en bienes inmuebles, y un descenso de sus precio tiene muchos efectos negativos. Vamos a ellos, así por encima:

-Riqueza real. De eso es de lo que vengo hablando.

-Efecto contable: los banco dieron dinero, nuestro dinero, a los hipotecados. A cambio del dinero, se quedaron con las hipotecas. Como el dinero no va a volver, si los pisos bajan, los bancos pierden dinero. Concretamente el nuestro.

-Efecto psicológico: la sensación o percepción de riqueza por parte de las familias, y por ende, su predisposición a la inversión o al gasto, está profundamente relacionada con el precio de los pisos. Cuanto más baje el precio de la vivienda, más pobre se sentirá la gente, menos valdrá el piso de la bisabuela que se iba a heredar y se vendería para pagar el cambio del horno en la panadería, etc…

-Efecto fiscal: Siempre que se produce una bajada continuada del precio de un bien, los posibles compradores prefieren esperar, a ver si en un tiempo consiguen comprarlo más barato. En este caso, la espera es doble. Por un lado no te conceden la hipoteca, y por otro, los pocos que podrían pedirla, se dan su tiempo para encontrar una ganga o dejar que los precios bajen aún más, ya que se trata de un bien de un valor muy alto. De ese modo, los pisos no se venden, y las arcas públicas, que ingresaban importantes sumas de impuestos por este concepto, siguen y seguirán más secas que nunca.

O sea que aunque en principio nos suene bien eso de la bajada, no hay tanto que celebrar. Nada, diría yo.

La garantía en los pisos. Hipoteca y problemas posteriores

¿Estará en garantía?

¿Estará en garantía?

El mayor problema que tenemos en España es que hay mucha inspección y poca responsabilidad posterior por parte del que inspecciona, lo que se traduce, al final, en que te cobran por darte un papel, pero como no tienen incentivo alguno en que ese papel refleje la realidad del inmueble, en muchas ocasiones se trata de un simple trámite para mejor engorde de arquitectos, aparejadores, colegios profesionales y otros chupatintas varios, allegados a las administraciones públicas.

Con los coches sucedió y sucede un poco lo mismo: la ITV, además de una fuente constante de corrupción y mamoneos, se ha convertido en un trámite en el que te piden la homologación de los cristales tintados, pero si al salir de la rampa de revisión te matas por que han fallado los frenos no se hacen responsables de nada aunque hayan firmado hace dos minutos que todo está en orden.

En teoría, según las últimas sentencias se puede exigir responsabilidad a promotores y arquitectos en los casos de vicios ocultos.

Hasta hace unos años, nadie se responsabilizaba de los defectos que aparecían en los inmuebles una vez que estos habían sido entregados a sus compradores. La doctrina del “sosténte mientras cobramos” se imponía casi siempre y el comprador era el que tenía que lidiar con las grietas, las humedades, los repises, las ventanas mal encajadas y las puertas que no cerraban.

Ahora, en cambio, se exige a promotoras y arquitectos que contraten un seguro de responsabilidad civil para le evicción de daños ocultos, pro lo que las viviendas se entregan con garantía de al menos cinco años, aunque puede pactarse un plazo mayor.

En este sentido, cabe destacar una reciente sentencia en la que se condenó a los promotores y arquitectos no sólo a reparar todos los daños, sino también a hacerse cargo de todos los gastos de alojamiento y almacenamiento de muebles de los propietarios durante el tiempo que durasen las reparaciones.

Como dato curioso, y para que lo tengáis en cuenta, el Tribunal Supremo rechazó la pretensión de los compradores de que se cumpliese la memoria de calidades estipulada en el contrato, pues los compradores habían tenido ocasión de demandar esto antes de escriturar los pisos y no lo hicieron. O sea que si veis que las calidades no son las pactadas, denunciad ANTES de escriturar, porque después ya no vale, ya que las calidades de los materiales no son vicios ocultos, sino mermas evidentes, y el que las acepta es porque quiere.

En la práctica, lo que sucede demasiado a menudo es que la empresa que construyó los pisos se ha disuelto meses después de vender  el último, y en caso de problemas hay que ir a buscarla con una ouija al cementerio del registro mercantil.

Las garantías teóricas están muy bien, pero al final, en este país, sólo hay una garantía: tener suerte o conocer al hijo del cuñado de alguien. Lo demás es papel mojado.

Y si se tiene una hipoteca, aún peor, porque el banco exige, porque prestó el dinero, pero como no edificó nada, pero no responde.

La dación en pago como subvención encubierta

Esto es lo que nos preguntamos todos

Esto es lo que nos preguntamos todos

Ya sabéis que suelo ser amigo de meterme en los conceptos, y creo que toda esta movida de la dación en pago necesita que se aclaren las bases del asunto.

En un mundo normal, cuando quiebra un banco, sus accionistas pierden el dinero, y los que tenían sus ahorros depositados en ese banco lo palman todo, por haber elegido mal  sus inversiones o la entidad en la que depositar su dinero. Como lo de los ahorros pareció muy duro, se creó una póliza de seguros obligatoria, según la cual, pasara lo que pasase, los ahorradores tenían garantizados sus primeros cien mil euros, que saldrían de esa póliza, pagada a escote por los bancos. Ya tenemos, por tanto, a un grupo al que no le importa un carajo lo que pase: los ahorradores con menos de cien mil euros. Ocurra lo que ocurra, ellos no pierden su pasta. Un incentivo dudoso, vale, pero es lo que hay.

Luego, observemos que se habla de un mundo normal, pero el caso es que en España no ha quebrado prácticamente ningún banco, por lo que no hay accionistas que jorobar. En España, lo que ha quebrado han sido las cajas. ¿Y quienes son los accionistas de las cajas de ahorros? Todos los españoles, ya que estamos hablando de entidades de derecho público.

Llegados a este punto, tenemos que el Estado rescata con dinero público a unas entidades que al fin y al cabo son públicas.

La dación en pago, si se acepta con carácter retroactivo, es un mecanismo según el cual quien contrató una hipoteca y no la puede pagar, traslada las pérdidas al banco. Si haces eso con el BBVA o con el Santander, estás jorobando a sus accionistas, que son mayoritariamente gente corriente que tiene unas cuantas acciones de estas entidades (Emilio Botín, por ejemplo, no llega al 1 %).

Pero resulta, ¡oh cielos!, que estos bancos tiene pocas hipotecas problemáticas y precisamente por eso se han salvado de la quema, y que la mayor parte del marrón está en manos de las cajas rescatadas. Por tanto, la dación en pago supone trasladar las pérdidas de los hipotecados a todos los españoles, que somos los titulares de esos catafalcos conocidos como Cajas de ahorros.

¿Y a esto cómo se le llama? Subvención. La dación en pago es una subvención que piden los que no pueden pagar su hipoteca y que se supone que se la tenemos que pagar todos los españoles.

Por tanto, por mi parte, soy partidario de buscar una solución que no ponga una eterna soga al cuello a los hipotecados, pero de pagar su parte además de la mía, ¡ni hablar!

Ya va siendo hora de que sepamos de qué van las cosas.