Archivo de la etiqueta: hipoteca

La hipoteca en yenes. Enésimo pufo hipotecario

En argot, la bandera de Japón significa también otra cosa...

En argot, la bandera de Japón significa también otra cosa...

Seguimos nuestro recorrido por la larga procesión, casi viacrucis, de pufos hipotecarios para dedicar nuestra atenión a las hipotecas en yenes ¿Os acordáis de ellas?

La cosa empezó hace seis años, allá por 2006, y la jugada consistía en comprar duros a cuatro pesetas. Como el tipo de cambio era muy favorable y los tipos de interés japoneses ayudaban también, comenzó el festival de los juegos japoneses. Luego  las cosas fueron cambiando poco a poco y el que se apuntó a una de aquellas hipotecas, por ejemplo de cien mil euros, debe en estos momentos alrededor de ciento setenta mil. O sea, que debe como un setenta o un ochenta por ciento más de lo que pidió prestado.

La explicación es sencilla: hoy, cada euro equivale a noventa y siete yenes aproximadamente frente a los ciento sesenta y cuatro de hace cinco años.

¿Y a que no sabéis lo que dicen los afectados? Pues que les engañaron los bancos, por ponérselo todo demasiado bonito y demasiado fácil. Que les explicaron que el riesgo era otro, y que les dieron todas las facilidades para jugar al mercado de divisas con la hipoteca de su casa. O sea, que la culpa es del ferretero, que vende los cuchillos, y no del tío que da la puñalada.

Por lo visto, lo que más nos cuesta entender en este país es que somos responsables de lo que hacemos. Somos responsables de nuestra ignorancia, y especialmente, muy especialmente de nuestra avaricia. Porque este caso concreto, que afecta a unas treinta mil personas, es difícild e negar que la avaricia y las ganas de o9btener una ventaja fue la causa principal del desastre posterior.

A los que se encogen de hombros y dicen que unas veces se gana y otras se pierde, todos mis respetos y mis aplausos, porque así es la vida y así es el riesgo. A los que el echan la culpa al banco, tres collejas, por ir de espabilados si sale bien (habría que oírles hablar con los amigos cuando ganaban) y por no saber perder con gallardía cuando toca perder.

A ambos, de todos modos, mis condolencias. Y al resto, ojo a las combinaciones en las que además de los plazos normales del pago de una hipoteca se introduce, a mayores, la variable del azar. Si quieres ir al casino, pues vale, pero si no, mejor dejar la ludopatía para un par de euros dedicados a la lotería primitiva…

Hipoteca e incertidumbre. La hipoteca unicornio.

Por ahí fuera nos retratan. Lo más triste es tener que leer a corresponsales extranjeros para enterarnos de algunas cosas o para que alguien se atreve a decir lo que pensamos muchos. No os perdáis este artículo de la alemana Stefanie Claudia Müller sobre la situación de España.

Una hipoteca esperando a su cliente

Una hipoteca esperando a su cliente

Mientras tanto, la decisión sobre si pedimos o no el rescate sigue sin tomarse, y algunos, como el presidente del BBVA empiezan a ponerse nerviosos por el daño que esta simple dilación produce a la economía española y su credibilidad.

¿Y cuales son los hechos? El hecho es que ya pedimos el rescate de la banca y aún no ha llegado un duro. El hecho es que aceptadas las condiciones, se procedió a iniciar la batería de reformas requeridas, pero por nuestra parte nos e ha avanzado gran cosa y por parte de la Unión Europea nos e ha desembolsado un céntimo, con lo que nuestro sistema financiero sigue sin un chavo de lo liquidez y las hipotecas continúan siendo animales mitológicos, como los unicornios y los pegasos.

La razón profunda de todo este inmenso despropósito hay que buscarla, creo yo, en la escasa voluntad reformadora del gobierno español, de este y de cualquier otro. De lo que se trata, parece, es de capear el temporal, apaciguar a los mercados y dejar que el tiempo vaya pasando, pero sin molestar a los votantes propios y mucho menos a los grupos de poder que en estos momentos disfrutan de una situación ventajosa. Se trata de que las reformas las pague otro, de que en Alemania haya elecciones y llegue alguien con ganas de soltar la pasta. Se trata de que el tipo de interés, o la prima de riesgo (que viene a ser lo mismo) se reduzca en los mercados de capitales para poder volver a la vieja costumbre de pedir un poco prestado todos los años para no tener, así, ni que recortar gastos ni que aumentar ingresos.

Somos adictos a la deuda y nos comportamos como yonkis. Decir que sí, agachar la cabeza, prometer buena conducta y esperar la ocasión para intentar meternos otros pequeño o gran chute de dinero ajeno.

Con el dinero propio no nos llega, y subir impuestos, ya sea a los ricos, a los pobres o al Sursum Corda no sirve para que suba la recaudación. Lo Impide la curva de Laffer y ya está: hay una cantidad máxima que se puede recaudar, se suban lo que se suban los impuestos.

Si dinero no tenemos y ganas de decidir lo importante tampoco, ¿qué tenemos?

A una pandilla de diletantes esperando que se le pase el cabreo al vigilante. Pero me temo que esta vez no tendremos suerte. Nos han tomado la medida: nosotros prometemos hacer reformas y ellos prometen darnos dinero.

Hacer que hacemos, que dicen en mi pueblo.

Euribor a 0,75 %. Plusmarca a la baja (y truco)

Lecciones de gravedad

Lecciones de gravedad

El Euribor sigue en su senda descendente, dicen que descontando los futuros descensos en el precio oficial del dinero. Y el dinero sigue bajando, como mercancía de relumbrón que se ofrece en en el escaparate en busca de quien se anime a entrar en la tienda a pedirlo.

La buena noticia es que el Euribor afecta a todas las hipotecas contratadas, esas que cada evz nos cuesta más pagar, y que este descenso, para los que vean ahora revisada su hipoteca supone un ahorro anual de uno novecientos euros. Todio un pellizco.

La mala, pro supuesto, es que se trata de un tipo de interés teórico, porque en la práctica estamos ante el escaparte de un país comunista, que vende mantequilla y se harta de anunciarla, pero cuando la gente entre a la tienda, no hay nada en las estanterías más que un peine casposo y un paquete de jabón amarillento. Y eso lo viví personalmente, así que no me vengáis con que es un tópico.

Todo esto lo dice cualquier otro blog, así que trataré de diferenciarme contando algo, aunque sea una simple hipótesis. ¿Y a qué se deben estas bajadas, si no hay dinero para prestar ni clientes solventes a los que prestarles? ¿Qué ataque de generosidad les ha dado a los bancos para permitir que baje el manipuladísimo Euribor, con la pasta que eso les hace perder al revisar las hipotecas antiguas?

Yo lo tengo claro: el miedo a que aumente la morosidad y la insolvencia. Cuanto más baje la hipoteca, más posibilidades tienen de que quede sin pagar. Yo, por supuesto, no tengo los datos, pero ellos sí los tienen: si una bajada meda de novecientos euros al año permite seguir cobrando al porcentaje suficiente de hipotecados, valdrá la pena.

Sobre todo con las provisiones a que obligan los insolventes.

Sobre todo con el miedo a que les revisen las cuentas.

Ahora que estamos acojonados todos y no sólo algunos, parece que la cosa mejora. El mal de muchos no siempre es consuelo de tontos, a lo que parece.

Hipoteca y rescate. La escopeta cargada

Insiste en que es un caballo purasangre...

Insiste en que es un caballo purasangre...

Los mercados descuentan desde ya hace tiempo que España acudirá a una especie de rescate light con el que podremos eludir el monstruo de los vencimientos de octubre, cercanios a los veintiocho mil millones de euros.

Lo que a todos nos pide el cuerpo es hacer caso a todas las voces que dice, machaconamente, que los recortes no hacen más que ahondar la recesión, porque la gente que no tiene dinero no puede consumir, y sin consumo no hay trabajo ni salida de la crisis.

Es verdad. Tienen razón. Y como además de ser cierto desde el punto de la ortodoxia económica significa que tienen que aflojarnos la soga del cuello, pues apoyamos esa idea.  Sin embargo, me temo que hay algo más, y ese algo más es lo que no nos apetece ver.

Para que aumente el consumo y podamos salir de la recesión hay que ser prudente con los recortes, pero lo cierto es que las cuentas no cuadran. Evitar los recortes significa gastar un poco más. Y para gastar ese poco más hay que pedirlo prestado, porque con lo nuestro no llega. Y pedirlo prestado está muy bien, pero el caso es que hay es donde nos espera la oveja (la madre del cordero) porque podemos pedir prestado todo lo que nos dé la gana, pero el caso es que no nos quieren prestar.

Por eso estamos en la tremenda tesitura de que necesitaríamos subir el gasto para salir de la crisis, pero el gasto supone endeudamiento y nadie nos quiere prestar. Así que la solución es la otra, la que nos joroba, porque la idea de que te vuelves más solvente cuanto más debes (que es la que defienden los guays estos días) no se sostiene por ninguna parte.

Llevado a lo diario, sería como decir que al banco le conviene ampliarnos la hipoteca para que sigamos pagando. Y puede sonar bonito, pero lo cierto es que el banco, puesto ante el dilema de ampliar la hipoteca y poder perder más, o perder ya lo que sea, acaba decidiendo cerrar las pérdidas a fecha actual sin correr más riesgos.

Porque esa es nuestra tragedia: nadie se cree ya que en el futuro podamos pagar mejor de lo que podemos pagar ahora, seguramente porque analizan nuestras costumbres y nuestras exigencias y no les gustan un pelo.

Pero de eso, de sociología, costumbres y poses de deudor en plan hidalgo ya hablaremos otro día, que ahora aún es demasiado pronto para que se reconozcan los errores cometidos en ese sentido.

Lo fácil que es crear trabajo (y lo idiota que resulta)

Ya sabe cómo acabar con el paro.

Ya sabe cómo acabar con el paro.

Llevo tanto tiempo leyendo que el problema de España es la falta de trabajo, que voy a acabar por creérmelo, así que he decidido reflexionar un poco a ver si me despego de esa costra de tópicos, tonterías y lugares comunes que amenazan con pegarse para siempre a los restos de mi pobre lógica.

El problema de España no es que no seamos capaces de crear trabajo, sino que no somos capaces de crear riqueza.

El trabajo lo crea un chimpancé o un comunista cualquiera: basta con darle una escoba a cada desempleado y pagarle un sueldo por barrer el arcén de la autopista transiberiana (cosa que ya se hizo, más o menos) o crear empleos públicos para gestionar la gestión de la gestión de la gestión de la administración del negociado de timbre, rúbrica y papeleo (que aún se hace cuando se puede).

Lo difícil, y a ver si nos enteramos, es cada trabajo genere la riqueza suficiente para pagarse a sí mismo, el uso de los recursos que emplea y la construcción y mantenimiento de las infraestructuras que utiliza. Lo difícil es darle un sueldo a la gente y conseguir que esa propia gente sea la que se lo gane, sin tener que sacarle ese dinero a otros.  Hacer cucharas de madera en el río Volga, o cavar zanjas en los Monegros puede ser una manera interesante de saber quién necesita de veras un empleo y quién no, pero desde luego es un sistema perfectamente inútil y perfectamente inmoral de salir de una crisis o de intentar conducir un país por el camino de la prosperidad.

Por eso, los que creen que saliendo del Euro crearíamos más empleo se olvidan de que con semejante medida podríamos tener trabajo todos, pero nuestro trabajo no valdría gran cosa, y nos resultaría complicado conseguir, por ejemplo, las divisas necesarias para comprar el petróleo que consumimos. Por decir algo.

Cualquier remedio económico que no pase por producir más o producir mejor, es en el fondo un retorno a las cucharas de madera, los limpiadores de autopistas o los empleos de farolero, uno para cada farol, con tal de no ver a nadie parado.

Un autoengaño.

Alemania y la caza del tiburón. Un aviso

Váyanse preparando

Váyanse preparando

Todo lo que afecta a los tipos de interés afecta tarde o temprano a las hipotecas, a la liquidez del sistema financiero y, a la postre, a nuestras posibilidades de comprarnos una casa, o simplemente una lata de sardinas para ir tirando. Cumplida la justificación, paso al desvío:

El reciente anuncio del Banco Central Europeo de que comprará deuda de manera ilimitada y sin exigir que su pago sea preferente sobre otros acreedores me suena a caza de tiburones. Y me suena, por razones históricas, a estrategia totalmente germánica, con ese ramalazo de sutileza y garrotazo perfectamente mezclados.

Aunque no tenga espacio aquí para explicarlo, más de uno recordará la salvaje caza de tiburones que organizó el gobierno alemán hace unos cuantos años contra los especuladores que apostaban por la absorción de Volkswagen por parte de Porsche. En aquella ocasión, el asunto se saldó con la absorción de Porsche por parte de Volkswagen (justo lo contrario), una ruina catastrófica para miles de especuladores y la vieja fabricante del “Escarabajo” valorada en bolsa, ella sola, por encima de toda la capitalización del IBEX.

En esta ocasión, y quizás se trate más de un deseo que de otra cosa, creo que simplemente se ha avisado de que podría suceder algo similar. Intento explicarme:

Desde hace varios meses existe un fuerte movimiento especulativo contra algunas economías de la zona Euro. La jugada es simple: se trata de atacar uno a uno a los países más débiles para obligarles a pagar intereses por encima de sus riesgos reales. La solución tradicional es gastar menos y de ahí los recortes, pero como la contracción del gasto no puede ser automática, los especuladores pretenden lograr beneficios multimillonarios en ese espacio de tiempo.

Llegados a ese punto, ¿qué sucede si el Banco Central Europeo compra deuda a mansalva? Que todas las apuestas bajistas se desmoronan de golpe, originando pérdidas tremebundas a los que las mantenían.

Con este anuncio, por tanto, el Banco Central Europeo da a entender que no va a tolerar los ataques especulativos, pero mantiene al exigencia de una larga serie de condiciones para los países que quieran venderle su deuda.

La amenaza, por tanto, es doble: los mercados deben andarse con tiento y los países endeudados deben seguir con las reformas, o se les dejará caer de nuevo al mar.

Para mí, lo que ha hecho Draghi, es sacar el sable y enseñarlo. A los mercados y a nosotros. Todo a un tiempo.

Y el que quiera, entenderá.

Hipoteca y buen humor

Escudo de la ciudad donde vi el anuncio. A ver quién adivina el lugar

Escudo de la ciudad donde vi el anuncio. A ver quién adivina el lugar

Volver de las vacaciones siempre es una cosa dura, pero volver a una situación como la que padecemos, con lo que se avecina, es aún más jorobado.

De todos modos, quiero empezar el nuevo curso con un anunció que leí hace poco y que me ha parecido una obra maestra de optimismo y buen humor. Y lo vi en un una inmobiliaria alemana, para que luego se diga que son tan secos y formales.

La casa a la venta era una verdadera birria, con desconchones, tejado abarquillado y ventanas desvencijadas. Costaba, eso sí, unos quince mil euros y tenía noventa metros de vivienda y setecientos de terreno. Aquí sería una ganga seguramente, pero allí, comparada con otras que ofrecían, no tenía muchas oportunidades de venderse.

Pues bien, el anuncio decía: AL FIN LO HA ENCONTRADO. EL PARAÍSO DE LOS AFICIONADOS AL BRICOLAJE.

Cuando conseguí traducir la frase, no pude menos que soltar una carcajada.

Tienes una casa que está hecha una mierda y acabas vendiéndola como un paraíso del aficionado al bricolaje, porque va a tener trabajo para años.

Quizás sea eso precisamente lo que nos falta en este país últimamente: ganas de buscarle el lado bueno a las cosas y de convertir en virtud cualquier problema o cualquier debilidad.

Quizás un cambio de mentalidad en ese sentido sea lo que necesitamos: mirara  nuestro alrededior con otros ojos en busca de oportunidades, o de nuevas ópticas que las hagan aflorar. En el caso de las hipotecas, los que la están pagando pueden alegrarse de que el Euribor sigue pro los suelos. Ylosd que no la tienen pueden alegrarse o precisamente de eso, de que los bancos están tan mal que a lo mejor es lo que les ha salvado de tomar una decisión poco oportuna.

O sea que bienvenidos de vuelta. Bienvenidos al paraíso de los aficionados a la supervivencia.

🙂

La hipoteca contada en singular y en plural

Quien no lo haya leído, que lo lea, y entenderá muchas cosas...

Quien no lo haya leído, que lo lea, y entenderá muchas cosas...

Con este artículo me despido hasta septiembre, y hoy me apetece dar un poco de satisfacción a todos los amigos de las etiquetas que me preguntan, después de leer una novela mía, o uno de estos comentarios, qué clase de ideología tengo para defender unas veces unas cosas y otras la que aparentemente resulta contraria.

La respuesta es simple: ninguna que representen los partidos actuales.

Quizás uno de los peores problemas que padece nuestra sociedad es la incapacidad para delimitar una identidad, física e ideológica, desde la que plantear la competencia con los agentes del mercado. Y por eso el mercado nos destroza en todos los enfrentamientos.

Somos como una ciudad donde se pretende seguir viviendo de las fábricas de hielo después de que se inventasen los congeladores domésticos. La hipoteca, por ejemplo, es un invento antiguo, pero la vivienda en propiedad es cada día más una rémora y menos una ventaja. ¿Y nos hemos adaptado a esta nueva realidad donde se necesita movilidad y liquidez? Para nada. Nos endeudamos masivamente por treinta años, como si todos naciésemos ya jubilados y sólo nos quedase por delante disfrutar de unos años dorados, limpios de mudanzas y sobresaltos.

No sabemos lo que somos. No sabemos dónde estamos. No sabemos qué queremos y el precio de la inopia nos lleva a la quiebra.

El dinero y las personas pueden moverse con cierta facilidad, pero nuestros votos siguen encerrados en el ámbito geográfico de un Estado en el que creemos cada vez menos y al que consideramos enemigo, o Papá Noel, sin ningún término medio. A cualquiera que se presenta en la frontera, con papeles o sin ellos, le concedemos todos los derechos, porque es un ser humano. Muy bien, pero, ¿no es también un ser humano al otro lado de la frontera? ¿Qué es lo que cambia entonces? Que allí paga él y aquí pagamos nosotros. Pero eso no cuenta, ni se menciona, porque en el fondo pensamos que lo pagan los demás, como la dación en pago, como el perdón de las deudas y tantas y tantas cosas.

La broma es que los que se consideran liberales no saben pensar en singular y los que se consideran socialistas no saben pensar en plural.

Lo singular, y liberal, es pensar que me interesa vivir en una sociedad saneada donde pueda hacer mis negocios y se me garantice el derecho a trabajar en lo que quiera, la propiedad de lo mío, y los frutos de mi trabajo. Pero los liberales acaban dando la espada a la sociedad y trabajando en su contra, como si no fuese cosa suya, y así destruyen sus propias posibilidades como individuos, crean un entorno donde no es posible emprender nada.

El socialismo, y la izquierda en general, consideran que la gente tiene una serie de derechos por el sólo hecho de nacer, pero no se preguntan quién tiene que pagar por ellos. De ese modo, con sus leyes solidarias y humanistas, arruinan a la sociedad, la descapitalizan y abren la puerta a toda clase de colectivos especializados en obtener más de lo que ponen y explotar al prójimo. Dicen que defienden a la sociedad, pero en realidad la arruinan y la aniquilan, repartiendo miseria.

El problema, amigos, es que a la mayoría de al gente que veo, no la querría de casero ni la querría de inquilino. ¿Y vosotros?

Hipoteca y liquidez

O esto, o los relatos del piloto Pirx...

O esto, o los relatos del piloto Pirx...

La teoría está muy bien, pero de vez en cuando es necesario darse una vuelta por el mundo real, ese sitio extraño donde la lógica funciona de otro modo. Y donde resuenan olímpicas carcajadas cuando repetimos, ingenuos, lo que creíamos que era indiscutible.

Me contaba un director de sucursal hace unas semanas que, en una reunión con sus jefes de zona, el responsable del cotarro se había hartado tanto de que le preguntasen a quién se le podía prestar y a quién no, y que garantías eran válidas que les espetó:

“Si viene un pringado cualquiera a pedir dinero, le decís que no, porque sus avales y sus garantías no nos bastan en un momento como este. Y si resucita Areces, el del Corte Inglés, y entra por la puerta de la sucursal, le decís que no, que no se le puede prestar un duro, porque nos hace más falta a nosotros que a él. ¿Entendido?”

Quizás sea este el resumen más sincero y razonado de la situación, y que el mejor exprese la conclusión de todas las discusiones que oímos en la calle y hasta las que mantenemos en esta página.

Lo cierto es que no hay dinero. Lo cierto es que hace diez años, se pidió prestado a veinte y se gastó en aceras, en bordillos, en expos y en bloques de pisos que tenían que pagarse a veinte años, y ahora estamos en el periodo de pago. Un préstamo hipotecario es una invocación, en plan brujo, del dinero del futuro para que venga y se manifieste hoy. Lanzamos el conjuro y el dinero vino, pero ahora hay que pagarlo.

Discutir sobre la conveniencia del alquiler o la vivienda en propiedad equivale a una discusión sobre sastres y camisas de seda en las trincheras de Verdún. Lo que suba o baje el Euríbor aliviará a los que ya se hipotecaron, porque desde hace años y por algún tiempo aún, los pisos bajarán, sí, pero menos en porcentaje que el número de hipotecas concedidas. Y todo por lo que contaba arriba: porque nosotros no tenemos dinero, y los bancos, tampoco.

Con la demanda por los suelos y los funcionarios recién llegados al redil de los que no tienen claro cuánto van a ingresar el año que viene (bienvenidos a mi mundo, chavales), la hipoteca se está convirtiendo en una novela de aventuras.

Y casi mejor, porque la alternativa a Julio Verne pueden ser los autores de ciencia ficción.  Y eso sí que iba a ser chungo…

Hipoteca y buenas costumbres

Pregúntate si les prestarías tu pasta...

Pregúntate si les prestarías tu pasta...

Tirando del hilo vamos cada vez más lejos. Y es normal, porque lo cierto es que al coyuntura que atravesamos empieza a tener cada vez más tintes sociales y menos económicos, al menos en sus raíces.

El hecho es que, descontando los intereses de la deuda y descontando también lo que nos estamos gastando en rescates y otros parches, España gasta unos sesenta mil millones de euros más de lo que ingresa. Y no este año, no: lleva gastando cifras parecidas por encima de sus ingresos como cosa de ocho o nueve años. Y sin que nadie se preguntara de dónde iba a salir la pasta para pagarlo, porque somos así de chulos.

En estas condiciones, el dinero hay que pedirlo fuera. Y el hecho es que fuera no nos lo quieren dar, en primer lugar, porque tienen mejores clientes para prestárselo (igual que nos pasaba a nosotros cuando íbamos a pedir una hipoteca) y en segundo lugar porque no se fían de que vayamos a devolver esa pasta (también lo mismo que cuando pedíamos una hipoteca, que casualidad…)

La situación está como está porque, siguiendo con las coincidencias, España se ha portado a nivel país como el tipo que es vecino del director de su sucursal y va a pedirle una hipoteca contándole que tiene que pagar la operación de la suegra, el aparato de los dientes de la hija, la reparación del coche, las goteras y el ascensor de la casa, y que además no está dispuesto a poner más baja la calefacción ni a ir andando al trabajo en invierno. ¿Qué creéis que le diría el director de la sucursal bancaria cuando fuera a pedir la hipoteca?

Pues ese es nuestro caso: los gastos que tenemos son razonables, nos duele quitar de los sueldos públicos, nos duele recortar el subsidio de desempleo y nos duele recortar las pensiones, pero el caso es que nuestros vecinos lo ven y cuando les vamos a pedir el dinero a ellos, que en muchas ocasiones tienen unos derechos inferiores a los nuestros, se preguntan en qué hormigonera industrial fabricarán caras como la nuestra.

En un mercado abierto, donde la fama y la imagen valen tanto como el propio respaldo económico, nuestra conducta majadera de enfrentarnos entre nosotros en los tribunales internacionales, dar derechos a todo el que llega a la frontera y pitar al rey en la copa, se pagan. A nosotros nos hacen gracia esas cosas, pero el que tenga un par, que vaya y se lo explique a un gestor de fondos de Hong Kong…

Hipoteca y letra pequeña

No sólo es cosa de oculistas...

No sólo es cosa de oculistas...

Los especialista en tipografía acaban de perder uno de sus últimos baluartes de conocimiento arcano : la letra pequeña de los contratos hipotecarios. El Banco de España se ha hartado y exige que todo lo escrito en sus folletos informativos sea absolutamente legible.

Parece mentira que a estas alturas sigan colando estas cosas, pero lo cierto es que los bancos seguían hasta el día de hoy las enseñanzas de la temible ley de Lem:

-1- Nadie lee nada.

-2- Los que leen, no entienden lo que leen.

-3-Los que leen y entienden lo que leen, lo olvidan inmediatamente.

Con estos tres puntos era suficiente para poder colarnos toda clase de cláusulas abusivas en el enunciado de la hipoteca y muchos, después, se quejaban de que no se habían enterado de lo que habían firmado. La pregunta, por supuesto, es que si no lees o no entiendes, para qué puñetas firmas.

No obstante, se agradece la circular del Banco de España según la cual a partir de octubre será obligatorio resaltar en mayúsculas o en letra negrita todos los conceptos claves del contrato hipotecario. Además, las entidades bancarias deberán avisar de que en en esa tipografía se explican los conceptos más relevantes, como una especie de aviso en el que se advierte algo así como que “esta hipoteca puede dañar seriamente su salud”

Desde aquí aplaudo esta medida, destinada a obtener una mayor transparencia e información en las operaciones hipotecarias, tanto para los hipotecados como para los avalistas, a quien también habrá que informar de sus derechos y obligaciones en un tipo de letra no inferior a los dos milímetros.

No obstante, y reiterando mi felicitación porque al fin se haya evitado este tipo de abusos, me pregunto qué clase de sociedad somos cuando tiene que venir una institución para, desde arriba, ayudarnos a leer lo que firmamos.

Manda leches…

¿Por qué pide Europa suprimir la deducción por hipoteca?

La cosa está que echa humo...

La cosa está que echa humo...

Yo creo que a estas alturas nos lo esperábamos todos, pero si un gobierno socialista suprimió la deducción en la hipoteca de la vivienda habitual era muy raro que un Gobierno conservador pudiese mantener mucho tiempo el órdago de recuperara esa deducción.

El supuesto teórico, porque ya sabéis que en economía y en política todo se basa en supuestos teóricos, era que los socialistas pretendían desincentivar la propiedad y favorecer el alquiler, mientras que la derecha recuperaba esa deducción porque iba en beneficio de los propietarios.

La realidad, sin embargo, pasa de rollos politiqueros y lo cierto es que esa deducción nos cuesta una pasta gansa en un momento en el que estamos más famélicos que el gato de Carpanta.  Para que os hagáis una idea, la cifra ronda los cuatro mil quinientos millones de euros.

Llegados a este punto, nuestros socios de la Unión Europea nos han preguntado cómo va eso de que les pidamos dinero para recapitalizar los bancos o para que nuestra deuda pública no pague unos intereses abusivos mientras subvencionamos a los españolitos que se compran una casa. Y sobre todo nos han preguntado por qué hacemos semejante cosa, si ser propietario del piso en el que se vive no es algo que el Estadio deba fomentar.

Y ahí es donde los hipotecados creo que tenemos un problema, porque esa deducción es muy difícil de justificar. Una deducción en el IRPF significa, ni más ni menos, que quienes no tienen una casa, subvencionan parte de su hipoteca al que sí que se la comprado. Y puede darse la coña, por poner un ejemplo, de que el inquilino, además de pagar el alquiler, subvencione la hipoteca a su casero. Que sí, que ya sé que es para primera vivienda y en teoría no debería poder suceder, pero también sé dónde vivo y sé lo que pasa…

¿Creéis que es justificable a día de hoy que se mantenga la deducción por compra de primera vivienda? ¿Podría significar la supresión de esta ventaja fiscal el enterramiento definitivo del sector inmobiliario?

Vuestro turno. Y enseguida, por favor, no vaya a ser que las noticias acaben por dejar obsoleto el artículo, aunque lo haya escrito sólo un par  de horas de que lo veáis publicado…