En este blog seguimos aumentando nuestra popularidad, seguramente gracias a la inmensa genialidad de los que lo escribimos (disimulen las risas, por favor) pero lo cierto es que la hipoteca va perdiendo enteros día a día en el termómetro de la popularidad social, que es lo que marcan las charlas de café.
Las razones para ello, a pesar de la gran porción que la hipoteca se lleva de los ingresos familiares, creo yo que se centra en tres razones principales, que trataré de explicar evitando la terminología académica, aunque ello me obligue a inclinarme hacia el sanchopancismo.
-1- No hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista.
Las hipotecas son un mal y nos duelen como una muela picada a una buena parte de la población, pero son contratos firmados a veinticinco, treinta o incluso treinta y cinco años. En esas circunstancias, seguir hablando de ellas después de un tiempo es como seguir quejándose a los cincuenta años de la novia que te dejó a los veinte, o del penalty que falló el Betis en 1989 y que te dejó la quiniela con trece en vez de con catorce, lo que habría cambiado tu vida para siempre.
Los males de larga duración se diluyen en el sentimiento colectivo, como el frío en Islandia. Nadie se queja en Islandia de que haya cinco o seis grados bajo cero.
-2- Las hipotecas son animales mitológicos, como los unicornios y los décimos premiados con el Gordo.
Para los que no están hipotecados, las hipotecas son cosas que tienen los demás, como las condecoraciones de la Guerra de Cuba. A medida que pasa el tiempo y el grifo crediticio sigue cerrado, más y más gente se va convenciendo de que la hipoteca era una cosa del franquismo, abolida por algún artículo de la Constitución, y que ir a pedir semejante cosa a un banco es tan carca y desfasado como ir a pedir una camisa azul a la oficina del Movimiento.
Hubo gente a la que se la concedieron, es verdad, pero al ritmo que se mueve la información hoy en día y a la velocidad que caducan las noticias, la gente que recibió el visto bueno del banco pertenece a una época que nada tiene que ver con la actual. La mayoría de ellos incluso tienen muela del juicio y apéndice, o sea vestigios obsoletos de un homínido anterior en la cadena evolutiva.
-3- Los tipos de interés están escandalosamente bajos.
La sabiduría popular, o la superstición general, que a veces son lo mismo, indican que hay que evitar hablar de las cosas que no queremos que cambien. Mientras la hipoteca se pueda pagar sin prostituir a la abuela o o vender chapas nada relacionadas con el gremio del metal, es mejor no hablar mucho de ella, no vaya a ser que se despierte.
El verso “Virgencita, virgencita, que me quede como estoy“, además de formar parte de la nueva letra del himno nacional (estrofa tercera) refleja muy en particular el sentimiento más íntimo de todos los hipotecados cuando el Euribor está al 1,2 %.
Por todo lo antedicho, aprovechad ahora para dialogar y hacer comentarios, que en cuanto el Euribor suba dos puntos, aquí no vamos a dar abasto de consultas y lamentos.
Para entonces, ya os aviso, cambiaré mi apodo de Ladríllez por el de Jeremías. Todo sea por la empatía.
P.D: No vuelvo a escribir bebido. Os lo prometo.
Y feliz día de Difuntos
🙂