Supongo que ya lo habréis leído por ahí: la justicia americana pide una multa de 14.000 millones de dólares para Deutsche Bank por el caso de las hipotecas basura. Posiblemente tenga algo de razón, y posiblemente también haya algo más detrás de esta sanción, extrañamente coincidente con la multa que las autoridades europeas piden para Apple por su evasión de impuestos.
Detrás de todo esto, se encuentran dos asuntos bien distintos, pero claramente complementarios:
Por una parte, la banca europea se lucró con el boom de las hipotecas basura americanas, obteniendo magníficos beneficios de una desregulación que las entidades americanas luego pagaron con la caídas de Lehman Brothers y otros. Ahora, las autoridades americanas quieren hacer pasar por caja a todos los que sacaron tajada para que el sufrimiento también se mancomune, igual que se mancomunó el beneficio. En principio, parece razonable, porque donde no hay escarmiento no hay propósito de la enmienda, pero parece que estos procesos se están utilizando para algo más que hacer justicia y ahí pasamos al punto segundo.
¿Qué sucede en realidad? Que cada vez parece más claro que el liberalismo económico y el libre comercio están heridos de muerte en su esencia ideológica, y que se recrudecen las guerras soterradas para defender cada cual su parte del pastel. A EEUU le parece muy mal que los europeos quieran hacer pagar a Apple, lo mismo que a los europeos les pareció muy mal que se persiguiera a Volkswagen pro un fraude emisiones que estaban cometiendo muchas más marcas. A Europa le parece igualmente mal que Facebook y su filial Whatsapp se lleven lso datos personales de los europeos a América, o que Google se haya convertido en un paraíso fiscal por sí mismo, y seguramente ahí llegarán los siguientes golpes.
¿Qué ocurre en realidad? Ocurre que está todo podrido hasta la médula y que el caso de las hipotecas no es un caso en sí mismo, pro lo que yo entiendo, sino una respuesta a otros.
Ocurre que los derechos de los ciudadanos, ya no son derechos en sí mismos, sino pretextos para una guerra más oscura. Un enfrentamiento, por cierto, en el que los ciudadanos importan un carajo.