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Hipoteca, miedo y sensatez

Ratio entre hipoteca e ingresos

Ratio entre hipoteca e ingresos

Comenzamos el artículo con un gráfico de la Web Idealista.com en el que se nos muestra la evolución de la carga que supone la hipoteca para las personas que la pagan y la evolución de este esfuerzo económico.

Según la Universidad Pompeu Fabra, Tecnocasa y la asesoría de gestión www.gesdocument.com  la cuota media que pagan los hipotecados ha pasado desde los 976 Euros de media en 2007 a los 378 € que se pagan en la actualidad.

Pero ojo, que semejante dato es engañoso: no se trata de que se haya reducido el EURIBOR, que también, sino que se refieren fundamentalmente a las hipotecas nuevas concedidas.

Mientras que antes de la crisis se financiaba el 110% o el 120 % del inmueble, ahora la media gira entorno al 75% con algunos casos puntuales en que se puede llegar a un porcentaje superior, sobre todo cuando el inmueble adquirido forma parte del inmenso almacén de invendibles de la propia banca. Cosas de tener que sanear el balance como sea,  no os quepa duda.

Pero en esta gráfica podemos ver algo más que el simple desplome del crédito: vemos también cómo, por arte de magia, llegó la prudencia al mundo de la banca. Antes del estallido de la burbuja a nadie le parecía extraño comprometer el 60% de sus ingresos futuros, ¡y para treinta años!, mientras que ahora estamos hablando de alrededor del 25% de los ingresos medios, cuando en otros países la cifra es del 35%.

Sucede por tanto como siempre, que vamos dando bandazos, unas veces por exceso y otras por defecto, pero sin ser capaces de hacer que las cosas funcionen razonablemente.

Lo mismo sucede con el plazo de las hipotecas. Antes de la crisis, las hipotecas ultralargas, esas que llamaba yo “hipoteca biznieto”, y que se concedían a 40 años, eran casi la mitad. Hoy son solamente un 8%.

Y todo esto, no lo olvidéis, en un escenario e el que el BCE Europeo no sólo regala el dinero a la banca, sino que le cobra por depositarlo allí en vez de prestarlo al mundo real.

O sea que vosotros veréis si es creíble o no esa cantinela de que nos estamos recuperando…

Y veremos lo que pasa a nivel fiscal con las desgravaciones a la vivienda cuando el Estado tenga que dar una nueva vuelta de tuerca a los recortes porque el endeudamiento, cada día en nuevos records, no puede dar más de sí…

Hipoteca y tragedia

Una tragedia antigua

Una tragedia antigua

Yo creo que casi nadie sabe lo que significa exactamente el concepto de tragedia, así que me pongo pedante y lo explico, aprovechando que soy escritor de otra laya, aunque me veáis por estos pagos.

La tragedia no es la narración que cuenta un conjunto de desgracias sucesivas en las que la suerte y el destino se conjuran para dar por saco a un pobre hombre que no puede escapar de esa fatalidad. Ese es sólo uno de los componentes de la tragedia.

La verdadera esencia de la Tragedia, con mayúsculas, reside en que todo el mal que sufre el protagonista proviene de obrar con rectitud y de defender sus virtudes. Cuando al malo le va mal, no hay tragedia. Cuando el traidor muere, no hay tragedia. Cuando el vago se empobrece, hay fábula, como en el caso de la cigarra y la hormiga. Pero no hay tragedia.

La tragedia de nuestra sociedad es que están sobreviviendo los que se pasaron a la economía sumergida mientras las empresas que dieron de alta a sus trabajadores y declararon sus ingresos las están pasando putas.

La tragedia de nuestra sociedad está en que han sobrevivido los que no pagaron sus deudas, los que no pagaron sus alquileres y los que se escaquearon de sus obligaciones con mil triquiñuelas, mientras que el que compró un piso y tiene que pagar su hipoteca ve como se le encarecen las cuotas y pierde poder adquisitivo y derechos.

La tragedia de nuestras hipotecas está en que la mayoría de las veces las firmaron quienes confiaban en que el valor de las cosas tenía más que ver con su valor real que con movimientos especulativos de finanzas e instituciones. Porque el que compró ocho pisos para especular los pagó a menudo a tocateja, mientras que el que lo necesitaba para vivir es el que se ha hipotecado pro treinta años viendo, mientras tanto, que hay quien exige y consigue que le regalen una vivienda digna pagada por todos los demás.

La tragedia, en suma, que padecemos, es que nuestros hijos y nuestros jóvenes están aprendiendo, gota a gota, que esforzarse sirve de poco, estudiar no da un mejor empleo y ahorro no te permite envejecer tranquilo.

Y eso, ni Sófocles y Esquilo juntos.

Los fallos del colectivismo (III): desincentivación del esfuerzo y penalización de la excelencia.

Cuando trabajar bien no sirve de nada, pasan cosas como esta

Cuando trabajar bien no sirve de nada, pasan cosas como esta

Dentro de este recorrido por los fallos de los sistemas socialistas y comunistas llegamos hoy a una lacra de difícil solución: la desincentivación del esfuerzo.

Podíamos hablar otra vez del mono que no trabaja y que precisamente por no trabajar se vuelve más competitivo con las hembras, tiene mejor salud, y vive más años, pero de eso ya hablamos el otro día.

Hoy, en cambio, como pidieron algunos lectores, voy a tratar de abordar el asunto desde una óptica cercana: la igualdad o equivalencia entre el que hace algo, el que hace mucho, y el que no hace nada. La igualdad o equivalencia entre el perfeccionista, el que trata de mejorar las cosas, el indolente y el que simplemente es un chapucero y un marrano.

Todo eso nos suena cercano y conocido, ¿verdad? Pues bien: ese es el pilar fundamental de las relaciones laborales en el socialismo. Y lo mismo que ocurre en una empresa cuando se trata igual a los que cumplen o a los que no, sucede en un país, pero a lo grande.

En nuestras economías capitalistas hay una reminiscencia de ese sistema, fomentada a ultranza por los sindicatos de izquierda (que son casi todos): la negociación colectiva. Los sindicatos detestan todo aquello que pueda servir para distinguir al buen trabajador del malo, y se amparan en que estos mecanismos se utilizan para cometer abusos y arbitrariedades contra los trabajadores. Es totalmente cierto, pero no cabe olvidar que tratar igual a todos es un abuso y una arbitrariedad ya en sí misma, con lo que cometer un desmán para evitar otro no puede ser una mejora. Es simplemente un trasvase de poder y una presión a la baja sobre la productividad. ¿Cual es la idea? Que todos trabajen como el que menos, porque trabajar como el que más es de idiotas.

Los sistemas socialistas y comunistas se basan en esto: los recursos son del Estado y los trabajadores son todos iguales. En estas condiciones, mejorar un producto, hacerlo más eficiente, más duradero o de mejor calidad no tiene sentido, pues el Estado garantiza que no habrá otro producto en el mercado compitiendo con el tuyo. Los consumidores te comprarán a ti obligatoriamente, y al precio que se fije. La calidad y la eficiencia no cuentan.

La producción en los sistemas comunistas y socialistas es como la comida en la cárcel: como no hay otra cosa, todo está bien. Cualquier iniciativa para mejorar el producto aumentará el esfuerzo y nadie querrá asumir ese sacrificio a cambio de nada. Los sistemas comunistas sólo avanzan cuando deben competir, como en la carrera armamentística contra Occidente, la carrera espacial, o la guerra contra los nazis. Sin competencia exterior, se hunden en su propia inoperancia, su indiferencia y la falta de incentivos para trabajar más, trabajar mejor o mejorar lo que se produce.

En ese sentido podríamos decir que los funcionarios operan a menudo como un estado socialista propio dentro de un sistema capitalista, pero esos matices os los dejo para vosotros, en los comentarios, que yo ya me he vuelto a pasar de extensión.

A ver si entre todos tenemos un buen debate.