El precio de la energía es un factor tan determinante a la hora de elegir residencia que el mercado se ve distorsionado por sus fluctuaciones más de lo permisible.
Hoy, además de la hipoteca y otros modos de pagar la vivienda, vamos a acercarnos también a otro tipo de problemática que se empieza a hacer cada vez más aguda con las abusivas subidas de la electricidad y el modelo de planificación energética que disfrutamos.
Hoy vamos a hablar de pobreza energética.
El concepto de pobreza energética ha pasado en poco tiempo de ser un absoluto desconocido a figurar en la primera línea de todas las discusiones sobra acción social, redistribución de renta y problemática ambiental.
Como idea, la pobreza energética se acuñó en Gran Bretaña a finales de los años ochenta y se considera pobres energéticos a los consumidores que destinan más del 10% de sus ingresos a pagar las facturas de energía o que no logran mantener sus viviendas a 20ºC en invierno o 25ºC en verano. Estas temperaturas, por supuesto, son orientativas, y sirven para tomar medidas homogéneas así que no vamos a entrar a discutir ( y se podría) si no son un verdadero exceso o se trata de unos mínimos.
La pobreza energética implica >varios impactos sociales, sanitarios y medioambientales. En una casa mal climatizada, las personas están más expuestos a problemas de salud relacionados con el frío y la humedad. Los enfermos crónicos, niños y ancianos son los más afectados.
Una de las causas principales de la pobreza energética es la mala calidad de las viviendas, pero la principal es la creciente escasez de energía y su encarecimiento progresivo, por vía de precios o por vía de reducción de salarios, que son las dos maneras que nos están llevando a ser más pobres cada día.
Según la Asociación de Ciencias Ambientales, la pobreza energética puede estar causando en España entre 2500 y 9000 muertes prematuras al año, una cifra muy superior a la que causan los accidentes de tráfico y que no deja de incrementarse año tras año debido al raro vodevil de nuestras tarifas eléctricas.
La gran pregunta que ahora se plantea el ciudadano es si vale la pena ahorrar energía o no. Seguramente sigue valiendo la pena, pero la estrategia de las eléctricas consiste en transmitirnos la idea de que podemos ahorrar electricidad, pero no dinero, y precisamente para lograr ese objetivo cargan todas las subidas sobre las cuotas mínimas en vez de hacerlos sobre las tarifas de consumo o precio por kilowatio.
¿Y por qué hablo hoy de este tema? Porque la compra de vivienda, la hipoteca y todos los cálculos que apareja se están viendo cada días más condicionados por el precio de los suministros domésticos, dejando la renta disponible en cantidades ridículas.
Y así no hay recuperación posible