Muchos ya los sospechábamos, aunque fuera sólo a base de echar cuentas con los dedos y comprobar que quien más y quien menos conoce a alguien que se ha ido al extranjero en los últimos tiempos, pero ahora ha venido el Gobierno, con sus fastuosos Presupuestos Generales del Estado a confirmarlo: la emigración se acentúa, y se espera que la tendencia continúe durante los próximos años.
La cosa sería de risa si no fuese por su gravedad: el Gobierno nos cuenta que va a disminuir el paro en el año 2014, y lo anuncia a bombo y platillo en la presentación de los presupuestos, pero cuando uno se pone a bucear en los miles de folios de las cuentas públicas, descubre que el tan cacareado descenso del paro no se corresponde por ninguna parte con una previsión de incremento del número de personas que trabajan, ni tampoco con una reducción de las prestaciones por desempleo.
¿Qué está pasando aquí, entonces, para que el paro se reduzca pero no trabaje más gente?
Pues obviamente que la gente se muere, se jubila, se muere, o se marcha. Los muertos y los jubilados están perfectamente calculados y ya contábamos con ellos (a nivel general y por inferencia estadística), pero el descenso del número de desempleados procede de la emigración. No en vano, en este año 2013 es el primero desde la guerra civil en que España pierde población, nada menos que 200.000 habitantes, y se espera que la tendencia continúe.
¿Y la vivienda? Pues lo obvio: si las casas siguen ahí, sin venderse, y cada vez hay menos gente, no cabe esperar que el mercado inmobiliario se recupere, ni se recupere la construcción, ni se recupere la concesión de hipotecas ni tampoco los maltrechos balances de los bancos.
En algunas ciudades de gran demanda se podrán ir vendiendo los pisos, pero otras, donde la población ya escaseaba, verán que cada vez hay más viviendas vacías, a la venta, en alquiler, o simplemente abandonadas.
Un panorama estilo Detroit, si no lo remediamos antes.