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Las cosas que no me quedan claras del sistema financiero

Cosas siniestras...

Cosas siniestras…

Con eso de que soy el que escribe los artículos puedo dar la impresión de que lo tengo todo clarísimo sobre hipotecas, sistema bancario y demás magias potagias del sistema en que vivimos. Pero lo cierto es que no es así, ni mucho menos, y a menudo ando por ahí, entre pantallas y papeles, dando vueltas para resolver mis dudas. La mayoría de las veces acabo encontrando una respuesta aceptable y escribo sobre el asunto, con distinta fortuna, pero hay algunos temas sobre los que no he encontrado respuesta válida, con lo que tengo que llegar a la conclusión de que o bien no me entero de nada (lo que es probable) o que no hay nada que entender, porque se trata de un artificio, de un simple truco, sin nada real que lo respalde.

Uno de esos casos es el fundamento de la deuda, en especial la deuda contraída con los bancos centrales, o emisores.

Vamos a ver: si yo le pido prestado dinero a Juan, Juan me transmite una cierta cantidad de dinero, y cuando se lo devuelvo, Juan la recupera. Si no le devuelvo ese dinero, yo he tenido un beneficio ilícito y Juan ha sufrido una pérdida. Todo muy clarito.

Pero resulta que los bancos centrales hacen el dinero de la nada. Por eso se llama dinero fiat. Desde el tratado de Bretton Woods, el dinero ya no está respaldado por cantidad alguna de oro bajo las bóvedas de los bancos centrales. En ese caso, cuando el Banco emisor presta a un acreedor, ¿qué pasa si el préstamo no se devuelve? ¿Quién resulta dañado? ¿La nada? El dinero salió de un artificio contable, o simple apunte informático. Si se devuelve, regresa al banco central, ¿y si no se devuelve? ¿Se empobrece la nada?

La única consecuencia que se me ocurre es que hay más dinero en circulación para una misma cantidad de riqueza, que viene a ser el mismo efecto que se genera también si el dinero se devuelve. La única consecuencia, pro tanto, es una determinada cantidad de inflación, que es lo que los bancos centrales están buscando, o eso dicen, en esta época deflacionaria.

¿Pero dónde está el perjuicio?

Que alguien me lo explique…

Cuando el Euribor sea negativo (que lo será)

Tampoco hace falta ponerse siempre pesimista...

Tampoco hace falta ponerse siempre pesimista…

Yo ya he hablado algunas veces de lo raro que me parece el sistema monetario actual y del parecido que hay entre el actual sistema bancario a la magia de la bruja Lola, sobre todo después del Tratado de Breton Woods. Pero como no quiero ser agorero, y para los hipotecados la noticia es buena, os cuento lo que hay.

Por lo que parece, en un par de sesiones más del banco Central Europeo, el tipo de interés interbancario, que es el que fija a la postre el precio de nuestras hipotecas, puede ser negativo.

De esta manera, la facilidad interbancaria de depósito pasaría a tipos entere el -0,2% y el  -0,5 % haciendo que los bancos limen de su propio diferencial las ganancias de las hipotecas. Para el hipotecado es una noticia fabulosa, por supuesto, y ahora es cuándo se ve la importancia de conseguir eliminar las cláusulas suelo, pero para la economía en su conjunto es un síntoma muy preocupante, porque ya no es que el abuelo esté entubado en la UVI, es que nos dicen que va a salir mañana y por lo pronto le están metiendo transfusión en vena para que no se quede seco.

En países muy pendientes de la deuda de las familias y con necesidad de demanda agregada, a lo mejor nos viene bien, así que celebrémoslo, y luego ya se verá. Los demás, que se lo vayan pensando, de todos modos, porque en el entorno no pinta bien.

En otros países, como Japón, la cosa no ha funcionado para relanzar la economía. Y en Europa no parece que tenga muchos visos de de ser la panacea. Pero poco le va a importar que el exceso de liquidez en la eurozona alcance ya los 500.000 millones de euros para el que no hay demanda  solvente, ni el hecho de que, de momento, el aumento de la circulación de dinero no haya llegado a quienes quieren gastarlo: la cuestión está en que esto es lo que saben hacer y es lo que van a hacer.

Dios nos coja confesados, se decía antes. Pero de momento, guay…

Dinero, dinero y dinero

A pasar por ventanilla

A pasar por ventanilla

Con el verano, además de los apretones de la hipoteca llegan a veces pequeños compromisos o impulsos, de esos que antes se llamaban caprichos, y no siempre hemos reunido la fuerza de voluntad suficiente para evitarlos.

¿Mala cabeza? Es posible. ¿Malla planificación? Seguramente. O quizás uno de esos deslices de los que en estas fechas hablan los periódicos, incluso los más serios, cuando dice que hasta un 83 % de la población aceptaría un romance de verano.

El caso es que al final todo se convierte en dinero. El dinero es el que marca la diferencia entre quedarse en casa, repasando la lista del teléfono en busca de alguien a quien llamar o poder irse de vacaciones a alguna parte. El dinero marca sobre todo la diferencia entre poder coger el teléfono a los que llaman o tener que hacer cuentas a ver si es posible salir o habrá que inventar algún pretexto para evitar ese plan que nos apetece pero nos conduciría directamente a la bancarrota.

Para este tipo de casos, sobre todo, se inventaron las empresas de créditos rápido, y aunque algunos las critiquen por los tipos de interés que aplican o las condiciones de sus préstamos, el caso es que en cierto modo son como los fontaneros o los cerrajero que atienden 24 horas: rápidos, sencillos y muy caros, con todo lo que eso implica.

Y es normal: planificar, pensar las cosas, actuar en consecuencia, dominar los propios impulsos y saber decir que sí cuando conviene y que no cuando es debido son cosas que, nos jorobe o no, escapan del alcance de todo el mundo.

Así que por simple higiene social, es normal que quienes no son capaces de pagar esas virtudes, terminen pagando el pato. Y quienes  consiguen mantener una vida ordenada disfruten de las ventajas, que las hay, de ese orden. Lo malo sería lo contrario. Lo malo es lo que tan a menudo vemos: que da lo mismo ahorrar que no. Que da lo mismo estudiar que no. Que da lo mismo esforzarse que no, porque le trabajo bueno es para el hijo del de siempre y a ti te queda sólo la purrela, lo que de todos modos habrías obtenido saliendo de copas y sacando un cinco y medio.

La hipoteca, de momento, como siempre. Cuando  suban los tipos, ya veremos…

La hipoteca retrocede ante el dinero del colchón

El mullido colchón que tienen algunos

El mullido colchón que tienen algunos

A principios de este año, concretamente en enero, se firmaron en España 17.464 créditos hipotecarios, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). La cifra en sí un poco ridícula y no se atreve siquiera a comparar con la de un mal mes de los años buenos, pero lo que realmente llama la atención es otra cifra: la del total de compraventas de viviendas: 30.659 casas, según la misma fuente.

¿Y esto qué significa? Pues que los pisos se siguen vendiendo,  pero al contado, sin pasar por el banco ni solicitar una hipoteca, y eso aunque parece que algunos bancos vuelven a ofrecer productos comerciales destinados a la compra de vivienda. De hecho, el 57% de las operaciones inmobiliarias sobre viviendas, no llevaban hipoteca.

Seguro que a todos se os pasado ya por la cabeza más de una idea de por qué pasa esto, y seguramente tenéis razón: el dinero estaba y sigue estando en alguna parte, y quienes dieron el pelotazo en los años buenos lo tienen a buen recaudo esperando las ocasiones que genera la crisis. Así es como funciona el mundo en realidad: el que da un gran estacazo económico y tiene un mínimo de cerebro, poco a poco se hace respetable, o se muda de ciudad, y se convierte, con sus hijos y sus nietos en una persona irreprochable de posibles.

Luego están también los que simplemente trabajan y ahorran, pero cuando se habla de comprar vivienda estos son bastante menos frecuentes, aunque hay mucho que pueden hacerlo con a ayuda de los padres o los abuelos, o incluso de los propios vendedores, que pueden aceptar que el piso se pague a plazos. Hay muchas posibilidades y no todo son dineros escondidos, por supuesto, pero vivimos en un país donde el refrán que dice “piensa mal y acertarás” podría formar parte, sin problemas, de una hipotética letra del himno nacional.

Al final, entre esto y otras cosas, el número de hipotecas constituidas sobre viviendas lleva descendido este año un 32,5%  respecto al mismo periodo de 2013, lo que ya es decir, porque 2013 fue un año espectacularmente malo.

Mientras tanto, los bancos siguen como locos tratando de vender sus carteras inmobiliarias, antes de que a alguien se le ocurra decir que la valoración a la están inscritas a sus balances no se la cree ni Harry Potter.

Veremos en qué para esto.

 

La hipoteca y la sospecha

Población mundial, en miles de millones de personas

Población mundial, en miles de millones de personas

Hoy voy a hablar del tema hipotecario en un tono completamente distinto al habitual, y lo aviso para que los lectores habituales no crean que alguien me ha suplantado o me ha abducido algún sustituto.

Amigos, aquí está pasando algo raro. Los tipos de interés han bajado a extremos inimaginables en el mundo entero, y la inflación, por su parte, no se dispara. De hecho, ni se despeina. ¿Y eso por qué? Porque esta crisis se basa en dos problemas que no han recibido ni atisbo de solución y, por tanto, su origen permanece intacto.

—Por un lado tenemos la fabulosa deuda pública de nuestro país, de todas las naciones desarrolladas de nuestro entorno y de los países que hemos considerado referencia en los últimos años. ¿Cómo es posible que yodos estemos, a al vez, endeudados hasta las trancas?  La respuesta es bastante fácil: porque tenemos un nivel de gasto que no tiene nada que ver con el nivel de ingresos de los Gobiernos. La explicación para esto puede ser técnica o política, meterse en semejante berenjenal puede llevarnos a una discusión absurda, pero lo resumiré diciendo que puede ser que el dinero se haya refugiado donde no paga impuestos (paraísos fiscales), o que los Gobiernos son incapaces de recaudar más impuestos sin perjudicar a su vez al empleo, sobre todo en un mundo de precios únicos. ¿Y que´es eso de losa precios únicos? Un día de estos lo cuento…

—En segundo lugar, tenemos el problema energético y poblacional. Mientras el sistema económico capitalista se base en el crecimiento, tendremos que asumir que su base teórica es falaz, ya que el crecimiento no puede ser ilimitado en un entorno limitado. Crece la población, crece el consumo de recursos y crece el consumo energético. Con esto comienza la escasez y de ahí el encarecimiento, pero un encarecimiento que no es temporal, sino estructural.

¿Y dónde está mi sospecha? Mi sospecha reside en que todo el dinero que se está inyectando en los mercados a través de los bajísimos tipos de interés está sirviendo para cubrir agujeros pasados, pero no para reactivar la economía real. Los agujeros pasados son aún mucho, muchísimo más gordos de lo que nos dijeron.

La prima de riesgo española, por ejemplo, mejora por esta abundancia de liquidez, no por una mejoría de nuestras finanzas. Lo que va a costar mucho tiempo será ver fluir el crédito de nuevo a empresas y particulares. Y sin ese crédito no hay ni consumo, ni hipotecas, ni recuperación que dure más allá de un par de trimestres.

Lo que dura la euforia del que ya está hato de crisis y quiere creer que ha terminado, vaya…

Toda insistencia es poca...

Toda insistencia es poca...

Y bajaron los tipo de interés (tralará)

Gráfico de Idealista.com sobre los tipos oficiales de interés.

Gráfico de Idealista.com sobre los tipos oficiales de interés.

No dudo que hablo de una noticia que ya conocemos todos: el Banco Central Europeo ha situado el precio oficial del dinero en el 0,25%, bajando por sorpresa los tipos.

Al principio, se desató la fiesta y todas las bolsas europeas subieron con fuerza celebrando la nueva llegada de dinero que se esperaba con esta medida. Recuerdo que en ese momento estaba yo haciendo algunas cosas por casa y me pregunté pro qué puñetas se alegraban tanto los mercados por una cosa así, que a mí me parecía bastante negativa. Lo comenté en voz alta y me dijeron que para eso estaban los expertos. O sea, que me tocó encogerme de hombros.

Dos horas después, la noticia era que los mercados se habían dado la vuelta y caían por fuerza, una vez que los analistas habían tenido tiempo de contemplar el alcance de la medida. y sí, me cubrí de gloria con la frase “eso ya os lo dije yo hace dos horas”. Es raro, pero a veces tiene uno estas pequeñas satisfacciones.

¿Tenía yo una bola de cristal? Ni de broma.

Lo que tenía, y tengo, es el convencimiento de que una baja de tipos de interés  cuando ya están por los suelos anuncia que el BCE teme más a la deflación que a la inflación. Lo que significa este abaratamiento del precio del dinero hasta la barrera casi definitiva es que hay que pisar el acelerador monetario hasta donde se pueda, porque el enfermo está en una fase tan terminal que ya da igual si es prudente o no lo que se hace: lo único que importa es que sobreviva.

La baja de los tipos de interés responde a la caída general de precios, con IPC negativos en diversos países.

La bajada de los tipos de interés responde a la caída general de los ingresos, con menos actividad y peores sueldos para los que han tenido la suerte de encontrar un trabajo,

La baja de los tipos de interés es un esfuerzo desesperado pro responder al problema que mencionaba en mi anterior artículo: el aumento desaforado de la morosidad.

Y sí, es cierto que el que tenga una hipoteca se va a ahorrar unos euros, pero el que no la tenga que se olvide de pedirla, porque ahora es aún más rentable la deuda pública y menos el préstamo a particulares y Pymes.

No digo que estemos en deflación, pero esta clase de medidas proclaman que si no la tenemos, la tememos.

No es una buena noticia, de veras, pro mucho que nuestra vieja mentalidad, nos invite a pensar lo contrario.

¿Aguantaremos otra ronda de rescates?

Sangría...

Sangría...

Hay un hecho médico comprobado: un enfermo que no empeora, pero tampoco mejora, se acaba muriendo. Las razones son múltiples, pero se basan sobre todo en los efectos nocivos de la vida en el hospital: inactividad, llagas de tanto estar en la cama, problemas circulatorios, riesgo de infecciones hospitalarias, generación de resistencias a los medicamentos y un largo etcétera.

Pues con la economía pasa lo mismo. La mejoría de la que habla el Gobierno es imaginaria, o tan baja, que no puede esperarse de ella que produzca cambios significativos. De hecho, la mejoría anunciada es tan escuálida, que puede deberse al margen de error en las mediciones. Si es que queremos pensar bien y llamarle error, por supuesto.

Al final, el problema del que partíamos se convierte en otro muy distinto, aunque parezca el mismo: los pisos dieron un gran batacazo, y la economía detrás de ellos al pararse un sector tan sensible como el de la construcción. Con la economía en la UVI, mucha gente se quedó sin trabajo y comenzaron a crecer las tasas de morosidad, y no sólo las hipotecarias. Así se aceleró la destrucción de valor acumulada en los inmuebles, lo que llevó al efecto pobreza del que hemos hablado aquí muchas veces y a la consiguiente reducción del consumo que, obviamente, generó más paro, iniciando así una nueva ronda en la danza macabra.

El Gobierno, entonces decidió rescatar a los bancos con dinero de todos, creó el banco malo y le llamó Sareb como le podía haber llamado Sauron. ¿Pero se acabó ahí el problema? Yo creo que no.

Como no se ha creado empleo, y hasta consideramos buena noticia que se destruya más despacio, las insolvencias seguirán creciendo, más que nada porque muchos que han pagado hasta ahora su hipoteca con los ahorros se irán quedando sin ahorros hasta llegar a la insolvencia. De ese modo, los bancos que parecían saneados, dejarán pronto de estarlo, porque sus balances deberán reflejar este nuevo goteo de insolvencias.

La prueba de que esto es así, y no me ha dado un ataque de pesimismo, es el comportamiento de la deuda pública. Si la deuda no deja de crecer y lo hace a marchas aceleradas no sólo es porque el Gobierno se aun manirroto, que puede que también, sino porque la situación de la economía no permite recuperar los niveles de recaudación.

Pues lo que le pasa al Estado le pasa al resto, sólo que el resto no puede volver a endeudarse este año para pagar las letras del año pasado como hace el Gobierno.

Y no, ya no se pueden seguir bajando los tipos de interés. Por ese lado, mejor no esperar noticias. Ninguna. Las únicas que pueden llegar son malas, peores o devastadoras.

Lo que cuesta el tiempo.

Poltergeist de la lógica

Poltergeist de la lógica

Todos los que tenemos una hipoteca lo sabemos: el tiempo cuesta dinero, y cuanto más tiempo pedimos, más dinero nos cuesta, y mayores son los avales que nos piden, y más estricitas las condiciones impuestas por el que da el préstamo.

Y si lo sabemos todos, ¡oh cielos!, ¿cómo es posible que nuestro Gobierno no se haya enterado y siga jugando aún al escondite con el rescate?

En Junio se aprobó el rescate de la banca española, luego la cosa se pospuso un poco por aquello de que había que hacer una auditoría externa, ya que los datos presentados por el Tribunal de Cuentas, el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores no se lo creía ni la esposa de Jonás. ¿Y luego?

Luego vino Rajoy a decir que había sido un gran triunfo de España, que no había condiciones que cumplir y que era mejor esperar. Esperar a las elecciones gallegas. Esperar a las elecciones vascas. Esperar ahora posiblemente a las catalanas mientras el que presta el dinero, Alemania sobre todo, empieza a convencerse de que a gente así es mejor no prestarle ni el patinete, así que mucho menos la archimillonada de euros que vamos a necesitar.

La prudencia es siempre buena consejera, pero el diletantismo no es prudencia, sino desidia, pro más que todos conozcamos a gente que lo deja todo para mañana con la excusa de que lo va a pensar mejor.

Quizás sea bueno dejar las cosas claras: tenemos que pedir prestado, porque no tenemos dinero. El que presta, pone sus condiciones, que se toman o se dejan. Tratar de imponer los plazos nos va acostar un pico, como nación, igual que nos costaría como particulares si hiciésemos esta chorrada al pedir una hipoteca.

Lo entiendo todo el mundo, pero el Gobierno, no.  ¡Hay que jorobarse!

La hipoteca y el amor.

Cuestión de echarle paciencia...

Cuestión de echarle paciencia...

No sólo nuestros sueldos y las prestaciones sociales están bajando. Por lo que parece, la actual crisis económica conduce a que los españoles nos queremos mucho más y desciende también y de una manera realmente acusada, el número de divorcios, volviendo de regreso, en lo que antes era una cifra imparablemente creciente, a los niveles del año dos mil o dos mil dos.

Ahí van los datos: según el estudio  de 2011 del Consejo General del Poder Judicial, los divorcios descendieron un 1,9%, de 119.554 a 117.179, mientras que las separaciones se redujeron un 7,7%, de 7.962 a 7.347, y los matrimonios declarados nulos aumentaron de 166 a 176, un 6%. Eso, en 2011. En 2012 parece ser que esta tendencia aún se hace mayor.

O sea que, tanto hablar del daño psicológico que supone una ruptura y tanto hablar del sufrimiento emocional que se causa a los hijos, cuando los hay, en el caso de una ruptura y parece ser que lo único que verdaderamente hace recapacitar a los españoles a la hora de tomar una resolución tan drástica es la hipoteca.

Está claro, por tanto, que es lo que entendemos y qué es lo que nos importa. El dato, que parece una anécdota, nos retrata más como individuos y como sociedad que tres baterías consecutivas e encuestas. Hablamos de solidaridad, de empatía, de preocuparnos por los demás y de cien mandangas edulcoradas por el estilo, pero lo cierto, lo real, es que lo que no pueden los hijos, ni la amenaza de la depresión,   ni el supuesto derecho a una segunda oportunidad que tantos exigen para los delincuentes, lo puede, de un plumazo y sin esfuerzo, la consciencia de que tras el divorcio hay que seguir pagando la hipoteca a solas.

Es una afirmación cínica, por supuesto, pero da gusto ver cómo con la crisis tenemos todos un poco más de paciencia, soportamos mejor los defectos de la pareja y, en suma, nos queremos un poco más.

¿Y sabéis una cosa? Que hay una parte de todo esto que digo que no es sólo cinismo, sino también pura y cruda realidad: que muchos de los que ahora han tenido que aguantarse porque no pueden permitirse dos viviendas morirán juntos, felizmente, a los noventa años. Porque a veces darse un respiro, aunque sea por obligación y no por ganas, lleva a estas cosas.

Para los demás, para los que no tendrán más remedio que segur aguantando a quien ya no quieren por culpa de una hipoteca, mis condolencias y si acaso, un consejo: con un poco de buena voluntad, todo el mundo tiene un lado amable.

Al fin y al cabo, hasta Hitler tenía novia.

La hipoteca contada en singular y en plural

Quien no lo haya leído, que lo lea, y entenderá muchas cosas...

Quien no lo haya leído, que lo lea, y entenderá muchas cosas...

Con este artículo me despido hasta septiembre, y hoy me apetece dar un poco de satisfacción a todos los amigos de las etiquetas que me preguntan, después de leer una novela mía, o uno de estos comentarios, qué clase de ideología tengo para defender unas veces unas cosas y otras la que aparentemente resulta contraria.

La respuesta es simple: ninguna que representen los partidos actuales.

Quizás uno de los peores problemas que padece nuestra sociedad es la incapacidad para delimitar una identidad, física e ideológica, desde la que plantear la competencia con los agentes del mercado. Y por eso el mercado nos destroza en todos los enfrentamientos.

Somos como una ciudad donde se pretende seguir viviendo de las fábricas de hielo después de que se inventasen los congeladores domésticos. La hipoteca, por ejemplo, es un invento antiguo, pero la vivienda en propiedad es cada día más una rémora y menos una ventaja. ¿Y nos hemos adaptado a esta nueva realidad donde se necesita movilidad y liquidez? Para nada. Nos endeudamos masivamente por treinta años, como si todos naciésemos ya jubilados y sólo nos quedase por delante disfrutar de unos años dorados, limpios de mudanzas y sobresaltos.

No sabemos lo que somos. No sabemos dónde estamos. No sabemos qué queremos y el precio de la inopia nos lleva a la quiebra.

El dinero y las personas pueden moverse con cierta facilidad, pero nuestros votos siguen encerrados en el ámbito geográfico de un Estado en el que creemos cada vez menos y al que consideramos enemigo, o Papá Noel, sin ningún término medio. A cualquiera que se presenta en la frontera, con papeles o sin ellos, le concedemos todos los derechos, porque es un ser humano. Muy bien, pero, ¿no es también un ser humano al otro lado de la frontera? ¿Qué es lo que cambia entonces? Que allí paga él y aquí pagamos nosotros. Pero eso no cuenta, ni se menciona, porque en el fondo pensamos que lo pagan los demás, como la dación en pago, como el perdón de las deudas y tantas y tantas cosas.

La broma es que los que se consideran liberales no saben pensar en singular y los que se consideran socialistas no saben pensar en plural.

Lo singular, y liberal, es pensar que me interesa vivir en una sociedad saneada donde pueda hacer mis negocios y se me garantice el derecho a trabajar en lo que quiera, la propiedad de lo mío, y los frutos de mi trabajo. Pero los liberales acaban dando la espada a la sociedad y trabajando en su contra, como si no fuese cosa suya, y así destruyen sus propias posibilidades como individuos, crean un entorno donde no es posible emprender nada.

El socialismo, y la izquierda en general, consideran que la gente tiene una serie de derechos por el sólo hecho de nacer, pero no se preguntan quién tiene que pagar por ellos. De ese modo, con sus leyes solidarias y humanistas, arruinan a la sociedad, la descapitalizan y abren la puerta a toda clase de colectivos especializados en obtener más de lo que ponen y explotar al prójimo. Dicen que defienden a la sociedad, pero en realidad la arruinan y la aniquilan, repartiendo miseria.

El problema, amigos, es que a la mayoría de al gente que veo, no la querría de casero ni la querría de inquilino. ¿Y vosotros?

Hipoteca y liquidez

O esto, o los relatos del piloto Pirx...

O esto, o los relatos del piloto Pirx...

La teoría está muy bien, pero de vez en cuando es necesario darse una vuelta por el mundo real, ese sitio extraño donde la lógica funciona de otro modo. Y donde resuenan olímpicas carcajadas cuando repetimos, ingenuos, lo que creíamos que era indiscutible.

Me contaba un director de sucursal hace unas semanas que, en una reunión con sus jefes de zona, el responsable del cotarro se había hartado tanto de que le preguntasen a quién se le podía prestar y a quién no, y que garantías eran válidas que les espetó:

“Si viene un pringado cualquiera a pedir dinero, le decís que no, porque sus avales y sus garantías no nos bastan en un momento como este. Y si resucita Areces, el del Corte Inglés, y entra por la puerta de la sucursal, le decís que no, que no se le puede prestar un duro, porque nos hace más falta a nosotros que a él. ¿Entendido?”

Quizás sea este el resumen más sincero y razonado de la situación, y que el mejor exprese la conclusión de todas las discusiones que oímos en la calle y hasta las que mantenemos en esta página.

Lo cierto es que no hay dinero. Lo cierto es que hace diez años, se pidió prestado a veinte y se gastó en aceras, en bordillos, en expos y en bloques de pisos que tenían que pagarse a veinte años, y ahora estamos en el periodo de pago. Un préstamo hipotecario es una invocación, en plan brujo, del dinero del futuro para que venga y se manifieste hoy. Lanzamos el conjuro y el dinero vino, pero ahora hay que pagarlo.

Discutir sobre la conveniencia del alquiler o la vivienda en propiedad equivale a una discusión sobre sastres y camisas de seda en las trincheras de Verdún. Lo que suba o baje el Euríbor aliviará a los que ya se hipotecaron, porque desde hace años y por algún tiempo aún, los pisos bajarán, sí, pero menos en porcentaje que el número de hipotecas concedidas. Y todo por lo que contaba arriba: porque nosotros no tenemos dinero, y los bancos, tampoco.

Con la demanda por los suelos y los funcionarios recién llegados al redil de los que no tienen claro cuánto van a ingresar el año que viene (bienvenidos a mi mundo, chavales), la hipoteca se está convirtiendo en una novela de aventuras.

Y casi mejor, porque la alternativa a Julio Verne pueden ser los autores de ciencia ficción.  Y eso sí que iba a ser chungo…

¿Alquiler social o una tía soltera?

Según cómo lo mires...

Según cómo lo mires...

La mayor parte de las reivindicaciones sociales que escuchamos en los últimos tiempos son totalmente justas, pero me parece que nacen viciadas de una absoluta falta de capacidad para explicarlas, lo que las descalifica desde el punto de salida, con el consiguiente perjuicio para quienes realmente necesitan la ayuda de todos.

En los ilusionantes comienzos del movimiento 15M participé en alguna asamblea y aún recuerdo que algunas de las principales reivindicaciones que se planteaban eran la creación de una banca pública y la implantación de alquileres sociales que sustituyesen a las draconianas hipotecas. Se trataba, en suma, de crear una especie de mutualidad en la que todos nos hiciésemos un poco responsables de la suerte del vecino y no hubiese sonado mal del todo de no ser por un detalle contradictorio: por una parte se pedía que se restase poder a los políticos y por otra se querían poner aún más entidades dinero y poder en manos de los políticos, que son los que gestionan lo público.

Al final, como el tiempo tiene estas cosas, la banca pública, amigos, resultó ser Bankia, que es lo obtenido por la fusión de varias cajas de ahorros, públicas todas, con la fabulosa idea desde que varias cajas en quiebra sumarían un banco sano. La banca pública resultó un agujero de miles de millones impulsado por Zapatero, no fiscalizado por Fernández Ordóñez y dirigido por Rodrigo Rato. O dicho de otro modo: que el problema no estaba en el color de quién moviese el invento, sino en la propia naturaleza del invento en sí.

Luego hemos tenido que seguir escuchando que eso no es una banca pública, porque la banca pública, como los alquileres sociales, deben ser un mecanismo de solidaridad que da dinero al que lo necesita, ayuda a las familias a llegar a fin de mes y no promueve desahucios. ¿Un banco que presta dinero pero no lo exige? ¿Un casero que se espera tranquilamente a que tengas dinero, o ganas, para pagar el alquiler?

Esos tíos, por supuesto, ni quieren alquileres sociales ni banca pública. Lo que quieren es una tía soltera y multimillonaria a al que baste llorarle un poco para que afloje la cartera.

Pero resulta que la cartera es la mía, y me opongo.