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Más beneficios y menos trabajo

 

Cuando todo estaba por las nubes, a nadie le pareció raro que volasen los peces.

Cuando todo estaba por las nubes, a nadie le pareció raro que volasen los peces.

Todos los sabíamos, pero nos lo acaban de confirmar: según la OCDE, en 2011 puede producirse una recuperación de los resultados de las empresas, pero sin que eso afecte positivamente a las cifras de desempleo. La salida de esta crisis, por tanto, podría producirse sin que se apreciase una mejora en el empleo.

Puede parecer raro, pero no lo es en absoluto: la mejora de los sistemas de producción hace que cada vez menos personas sean necesarias para producir lo que todas necesitan. Si a eso añadimos que antes, hace veinte años, unos pocos países producían y exportaban, y que ahora todo el mundo compite por la tarta del mercado, el problema está servido. 

 Para evitarlo, los jefazos de Bruselas aconsejan que se aborden las reformas laborales necesarias, de modo que sea posible contratar a más gente, exista una mayor movilidad geográfica y funcional y la vida laboral del individuo no pase por un sólo tornillo en la cadena de montaje, además de etc., etc.

Lo que dicen en realidad, y estoy seguro de que ya lo habíais adivinado, es que se bajen los sueldos, porque de lo contrario será más rentable producir en cualquier otro lado y el desempleo se convertirá en una especie de enfermedad crónica, sobre todo en algunos países, como el nuestro, donde nunca nos ha entrado muy claramente en la cabeza el significado de la palabra competir.

En otros tiempos, existía una manera de bajar los sueldos a todo el mundo sin que la gente protestase: la devaluación de la moneda. ¿Pero cómo hacemos ahora para decirles a los españoles que su trabajo no lo quiere nadie y que sólo podemos competir con los chinos trabajando más o más barato que los chinos? ¿Cómo salimos del pozo infernal que supone no tener mercado interior y no poder competir en el mercado exterior?

Parece muy grave y lo es, pero el problema no se detiene ahí: el problema es que necesitamos devaluar nuestro trabajo y nuestros salarios en un momento en que estamos endeudados hasta las cachas con hipotecas pensadas y diseñadas para unos salarios que nunca llegaremos a cobrar. Si todo se mueve hacia un nuevo escenario económico donde ganaremos menos y nuestro trabajo será cada vez menor y de menos valor, ¿cómo esperan los bancos recuperar el dinero de nuestras hipotecas?

Por eso los bancos y los gobiernos están también como están: porque la solución no está clara, sobre todo en los países, como el nuestro, que dependen demasiado de cosas como poner ladrillos y servir cervezas. Cosas que, reconozcámoslo, puede hacer cualquiera.