Se suceden sin descanso las demandas y los casos de bancos que litigan incansablemente por causa de las hipotecas y las prácticas fraudulentas en este campo. Sin ir más lejos, JP Morgan acaba de ser multado con la sabrosa cifra de cuatro mil millones de dólares por prácticas irregulares con las hipotecas basura. ¿Y qué ha dicho el gran banco americano? Pues que este tipo de sanciones forman parte de los costes de su negocio. Ni más ni menos, por si a alguien le quedaba alguna duda sobre la mecánica de este tipo de negocios.
Pero entonces, nos queda una pregunta: ¿Qué es lo que pasa con las hipotecas para que ni con este tipo de multas deje de merecer la pena hacer cierto tipo de marranadas?
La respuesta, para mí, pasa por darse cuenta de que las hipotecas no son un negocio aislado, como solemos verlo a veces, consistente en prestar un dinero y quedarse a cambio con la garantía de que el inmueble responderá por ese dinero prestado. Las hipotecas son un paso intermedio, una cañería que permite trasvasar dinero de la economía real a la economía financiera, y esa capacidad de transformación de un mecanismos a otro tiene un valor en sí mismo que para la gran banca es muy superior al de las hipotecas en sí.
Para entender esto no hay que perder de vista un hecho fundamental: por cada euro que se mueve en la llamada economía real, y que se destina al pago de bienes o servicios, se mueven trescientos cincuenta euros en la economía financiera, intercambiando valores, swaps, deuda u otros instrumentos financieros.
Resulta que, así ,as cosas, la economía real no es más que una parte minúscula, casi insignificante, del dinero que se mueve en el mundo, y pro eso la hipoteca, si permite apalancar deuda o moverse en el mercado de capitales cumpliendo las normas de ese juego, tiene un valor muy superior a la hipoteca en sí, pase lo que pase con el piso y pase lo que pase con su pago.
Y si lo dudamos, quizás sea bueno recordar que el problema de las subprime no llegó cuando las hipotecas dejaron de pagarse, sino mucho antes, cuando esas hipotecas se convirtieron en paquetes, en fondos de inversión que nadie sabía lo que contenían, y se expandieron por todo el mercado mundial intoxicando de insolvencia el sistema entero.
La hipoteca, en suma, es para nosotros una vivienda en la que vivir y una factura que pagar a fin de mes. Pero para los bancos es más, mucho más, y esa diferencia de conceptos es lo que en realidad nos lleva por la Calle de la Amargura.