Ya lo sabéis todos aquí: siempre he sido partidario de que las deudas se paguen, y si no se quiere pagar la deuda lo mejor es no pedir prestado.
Esos conceptos como la deuda odiosa o la deuda ilegítima me suenan músicas celestiales, o a pretextos de mal pagador, para después de haberse gastado alegremente el dinero venir a los demás con el cuento de que esa deuda no se puede tener en cuenta porque fue contraída por intereses bastardos distintos a los éticamente previsto.
¿Pides? paga. ¿No te gusta perder soberanía, autonomía, libertad o como te apetezca llamarle? Pues no pidas prestado. Hasta tipos tan cerriles como Franco o Ceaucescu lo entendían, pero hoy parece que no se comprende, quizás porque hay por ahí unos cuantos que creen que la sociedad ya está madura para fomentar el escaqueo como mejora social.
Dicho esto, creo que hay que señalar una importante falla en nuestro sistema judicial. Una de esas grietas que te obligan a pensar si no es hora de cambiar un poco las tornas de un sistema en el que el dinero es defendido con más vigor que la vida y la integridad de las personas.
Porque el caso es que , con seguridad jurídica y todo, los delitos prescriben. El caso es que estos días venimos leyendo que los asesinatos de las niñas de Alcasser están prescritos y que el presunto asesino puede volver tranquilamente a su casa sin que se le pueda juzgar por aquellos tremendos crímenes. ¿No os suena? Aquí va un enlace.
¿Y cómo es posible, entonces, que prescriban los asesinatos pero no prescriban las deudas? ¿Cómo es posible que treinta años después de haber perdido el piso te puedan aún embargar cualquier ingreso para acabar de cubrir una hipoteca o una quiebra?
Este trato desigual puede suponer la puntilla para una economía como la española, dejando fuera de juego a cientos de miles de personas. Yo entiendo que haya que obligar a pagar al que contrajo una deuda, pero esa obligación tiene que ser limitada, con la misma idea, la misma intención y la misma doctrina por que que se incluyó en el código penal la prescripción de los demás delitos. Lo contrario es reconocer que el dinero vale más que la sangre, o aún peor, que la defensa del dinero es más importante para la ley que la defensa de la vida de los ciudadanos.
Lo contrario, aún peor, es reconocer que ser emprendedor en España es un riesgo más grande que ser ladrón o asesino. Y así no hay forma de salir de esta.