Lo que me parece raro es que no le echen la culpa al cambio climático, o a Franco, o a cualquiera de los culpables de guardia.
Según un estudio de la Universidad Jaume I y del Instituto Valenciano del Investigaciones económicas, buena parte de la crisis inmobiliaria proviene de haberse centrado en un modelo de negocio basado sobre todo en el crédito, y en una demanda futura que no podía cumplirse. Además, según este mismo estudio, la crisis inmobiliaria arrastró al resto de los sectores no sólo por su parón, sino porque los beneficios no se reinvirtieron en otras actividades, sino que simplemente se repartieron entre los promotores.
Fundamentalmente estoy de acuerdo con todo lo dicho, pero me gustaría añadir unas cuantas cosas más de mi cosecha.
Es cierto que los promotores repartieron beneficios en lugar de reinvertirlos, pero es cierto también que muchos de esos beneficios están ahora convertidos en hormigón de edificios a medio terminar, azulejos que se descascarillan bajo la lluvia y millonadas pagadas por solares que sólo crían cardos.
Los promotores, algunos de ellos, se forraron, pero más se forraron los dueños de los solares que a fuerza de maniobras políticas, sobornos y trapicheos consiguieron recalificar como suelo urbano las huertas del bisabuelo y se han jubilado para tres o cuatro generaciones. ¿Dónde han reinvertido esos la pasta?
Se forraron los ayuntamientos, o sus ediles, y se forraron las instituciones autonómicas cobrando el 7 % de Transmisiones Patrimoniales en una época en la que se firmaron hipotecas y se vendieron pisos a mansalva. ¿Y dónde está ese dinero? No se sabe, porque lo cierto es que cuanto más tenían, más se endeudaban, como el buen pozo sin fondo que todos sabemos que son.
Se forraron los bancos, concediendo hipotecas, haciendo magia contable, y presentando las mejores cuentas de resultados de toda su historia. Se forraron sus directivos, y hasta los pequeños comerciales y directores de sucursal, cobrando las mejores primas de productividad de su vida.
Por último, y aquí vino el problema, se quisieron forrar también el taxista, la peluquera, el camarero y el dueño de la zapatería. Y cuando la gente de a pie se entrampa en la especulación, el globo crece a toda velocidad y es el momento de largarse a toda prisa, como hicieron los grandes inversores en cuanto pudieron.
O sea que, visto así, ¿creéis que hay algún grupo inocente?