Como diría Jack el destripador, vamos por partes, por un lado hoy hemos conocido un dato positivo, altamente positivo, como es que el número de viviendas hipotecadas en el mes de marzo ha crecido un 2,4% en tasa interanual, lo cuál es un buen dato, un muy buen dato.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, porque si lo comparamos con el mes de febrero de este mismo año se produce un retroceso de ese mismo porcentaje, es decir, un 2,4%, por lo que los expertos del sector ya no saben que pensar, que vaticinar.
Siempre sucede con este tipo de estadísticas que dependiendo la base con las que las compares te pueden ofrecer un resultado positivo, o no tanto, y ahora tenemos el mejor ejemplo. Si comparamos el volumen de constitución de hipotecas del mes de marzo con el mismo dato del año 2009 tenemos que se ha producido un crecimiento, pero claro, en marzo de 2009 todavía estábamos inmersos de lleno en la crisis mundial.
Ahora bien, si comparamos ese mismo dato con el de un mes antes, con el de febrero de 2010, vemos que estamos retrocediendo, entonces, ¿con qué nos quedamos?
Pues ni con uno ni con otro, sino con los dos. Ambos datos vienen a reflejar un hecho irrefutable y es que el sector se está estabilizando, ya ni crece ni decrece, lo cuál nos viene a indicar que la caída en picado que había venido sufriendo en los últimos años ha llegado a su fin, y se aproxima una época de estabilidad.
Una estabilidad que vendrá determinada por un ritmo continuado y persistente de compraventa de viviendas, sin grandes alegrías y sin llegar, ni mucho menos, a la misma situación que teníamos previa a la crisis en la que la burbuja inmobiliaria llegó a cotas insostenibles.
Esta crisis ha servido para enseñarnos una lección muy importante, que no es otra que no se puede vivir por encima de nuestras posibilidades, y que hay que vigilar el ritmo de endeudamiento familiar porque no se puede contar con los ingresos de hoy para el futuro, porque puede que en el futuro no tengamos ese endeudamiento.
¿Hemos aprendido la lección? Eso lo veremos cuando nos llegue la próxima crisis, dentro de unos diez años, aproximadamente.