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Hipoteca y sucesiones

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El capital envejece

Hoy voy a comentar un tema que leí en un ensayo de Piketty y que me parece que puede ser del interés de todos.

Resulta que a pesar de que el dinero está más barato cada día, la actividad sigue sin querer despuntar y prueba de ello es precisamente que el precio del dinero esté tan bajo. No nos pueden contar que todo va maravillosamente y al mismo tiempo mantener tasas de interés negativas, que son, como sabemos, la mayor medida de emergencia en el ámbito monetario. O prosperidad o emergencia, pero que se aclaren.

Partiendo de esa premisa, y en busca de las claves para analizar lo que está sucediendo,  me encontré con una queja sobre el envejecimiento de la población que no había visto todavía y que someto a vuestro juicio.

El hecho de que haya crecido la esperanza de vida, y que la gente viva cada vez más años, no lleva solamente a que el sistema de pensiones esté al borde de la quiebra, con cada vez menos cotizantes y más años de prestaciones para cada jubilado. Incluso el encarecimiento de la sanidad  es un problema que podría tener remedio, con soluciones imaginativas.

Lo que no parece tener tanto remedio es la escasa rotación de los patrimonios. Y me explico: cuando las personas vivían menos años, los hijos tardaban menos en heredar los bienes familiares, con lo que las herencias les llegaban a tiempo para ayudarles a comprar una vivienda, para vivir mejor aumentando el consumo, o para tener una casa en propiedad sin necesidad de meterse en una hipoteca.

Sin embargo, a medida que crece la esperanza de vida, se extiende el fenómeno de que los patrimonios están en manos de personas de edad, que ni invierten ni consumen, porque ya no están para esos trotes, y sus herederos no disponen de ese capital hasta que ellos mismos tienen ya una edad demasiado avanzada para lanzarse a la inversión productiva, a ciertos tipos de consumo, o incluso a la compra de bienes de alto valor.

De ese modo, el capital acumulado durante generaciones, en lugar de ser motor de la economía, pasa de unas manos muertas a otras sin llegar a cumplir su función de convertirse en inversión, porque  llegado el momento del fallecimiento del titular, a menudo los hijos del fallecido tienen ya la hipoteca pagada, ninguna gana ni energía para montar una empresa y muchos deseos ya cubiertos, o simplemente olvidados con el tiempo.

Nadie lo duda: con los años, todos invertimos y consumimos menos que cuando éramos más jóvenes. Y aquí estamos de nuevo ante esa tragedia generacional de nuestros días: los mayores no consumen, y los jóvenes no tienen un duro. Y cuando heredan, ya no son jóvenes…

La vivienda en propiedad es un lastre

Aquella vieja España de caballeros andantes...

Aquella vieja España de caballeros andantes...

A toro pasado somos todos Manolete, vale, pero en momento0s como el presente vale la pena analizar pro qué algunos países más desarrollados económicamente que el nuestro tienen la vivienda más barata y han conseguido evitar la burbuja inmobiliaria.

El caso más típico posiblemente sea Alemania, con unas circunstancias históricas un tanto peculiares, pero que podían haber sido las nuestras.

Después de la Segunda Guerra Mundial el país queda un poco más que machacado. Y además, dividido en dos sectores durante más de cuarenta años. Como la gente está en la ruina, es el Estado el que se dedidca a construir millones de viviendas, pero en lugar de venderlas en propiedad las alquila en la mayor parte de los casos.

Eso tiene dos efectos: por una parte, al ser el Estado el principal casero del país, las leyes sobre morosidad con los inquilinos se endurecen hasta el punto de que si dejas de pagar el alquiler prácticamente te fusilan al amanecer. Como consecuencia inmediata de la protección del propietario, salen al mercado de alquiler cientos de miles de viviendas, a bajo precio, sí, porque es imposible competir con el Estado, pero salen.

En segundo lugar, si tu casero es el Estado y tienes cinco millones de viviendas en alquiler, el día que tengas que trasladarte de ciudad sólo tienes que hablar con tu casero y preguntarle si te permite cambiar el piso que tienes en una ciudad por otro en la localidad a la que debes desplazarte. La respuesta normalmente es afirmativa, ya que el parque de vivienda disponible por parte del Estado es enorme.

Esto, a al larga, genera tres efectos:

-Que la vivienda es siempre barata, ya sea en alquiler o en propiedad, porque el que intente vender vivienda cara no va a poder competir con los precios del mercado.

-Que la movilidad dentro del país es realmente enorme, sin más coste que la mudanza y tener que limpiar y pintar el piso que dejas (obligatorio por ley o te lo descuentan del IRPF, con multa adjunta).

-Que el número de pequeñas empresas, autónomos y emprendedores se dispara, porque la renta que la gente se iba a gastar en una vivienda que tarda en pagarse treinta años, va a parar a otras actividades.

Y es es tercer punto el que quería señalar: en un país donde la renta de la gente, sus ingresos durante la parte más productiva de su vida, están destinados previamente a una hipoteca, ¿de dónde va a salir el capital necesario para montar empresas?

No somos más tontos ni menos emprendedores que en otros países. La razón de que en España haya menos empresas hay que buscarla también en la falta de dinero, ocasionada en gran medida porque la hipoteca del piso aprisiona la renta disponible durante décadas, dejando sin un duro al que tenga una idea para montar un negocio.

Y todo eso se arreglaba, por ejemplo, dando los pisos de Protección Oficial en alquiler y nunca en propiedad. Una cosa muy difícil, por cierto, en un país con mentalidad agraria.

Al final la culpa es de la boina que aún llevamos dentro…

Por qué tanta gente pidió una hipoteca

A un panal de rica miel...

A un panal de rica miel...

Hoy, como es lunes, ataco con uno de esos artículos teóricos en los que trato de buscar el por qué de las cosas, aunque a veces sólo me encuentre con razones circulares, de las que se muerden la cola, no sé aún a ciencia cierta si por extravío o por rabia.

El caso es que la burbuja inmobiliaria se produjo por una demanda desaforada de pisos, y esta demanda sólo fue posible por una especie de fiebre hipotecaria, en ella que aquel que no tenía una hipoteca era poco menos que un leproso o un apestado.

Pero veamos: ¿Por qué tanta gente pido una hipoteca?

La respuesta obvia, aunque parezca una tontería, es porque las daban y porque había demanda. Las daban porque con la entrada en el Euro se produjo un enorme diferencial entre la economía real y la economía financiera. En España empezó a entrar dinero a chorro, y como a los españoles no nos gusta nada, pero nada,  cualquier cosa que tenga que ver con la industria, se canalizó este exceso de oferta monetaria a lo que verdaderamente nos gusta a los españoles: el ladrillo, y el inmovilizado para toda una vida.

Por tanto, tenemos aquí una doble vertiente, económica y sociológica: afluencia masiva de liquidez, bajos tipos de interés y un producto, el ladrillo, muy del gusto de una sociedad donde la frase “los pisos nunca bajan” había sustituido al Evangelio en las bocas de los gurús y los sacerdotes de nuevo cuño.

La otra razón mencionada es que había demanda. Y la había, porque los españoles hemos deseado, desde tiempos inmemoriales, anclarnos a una tierra y una comarca mediante el capital, y no mediante el gasto. Y esta es la diferencia que algunos no consiguen entender: que el piso en alquiler es gasto, mientras que la hipoteca y el piso en propiedad son expresiones de capital, con lo que los ciudadanos de a pie se quisieron insertar en el círculo del capital saliendo del circuito del gasto.

Con el dinero escapando a raudales del consumo para entrar en las arcas del capital, aunque sea familiar y fragmentado, el desastre estaba servido.

Por eso, cuando los que no pueden pagar su hipoteca piden leyes que les defiendan del capital no puedo menos que preguntarme si han entendido que el capital quisieron ser ellos mismos. O quizás sea aún más duro preguntarse si los que todavía pagan sus recibos mensuales sin problemas se arrepienten o no de haber entrado en esa rueda.

Dejamos esas cuestiones para otro día. O para los comentarios, si os parece.

Hacia una nueva hipoteca.

Conferencia bancaria en medio del naufragio

Conferencia bancaria en medio del naufragio

Quizás resulte un poco brusco este modo de empezar el artículo, peor el problema, el peor problema del mercado hipotecario fue que se consideró clientes a quienes no lo eran y que se incluyó en el mercado de capitales a quienes por su propia naturaleza no pertenecían a él.

Dijo en su momento Jacques Delors que la crisis se originaba en la apetencia de capital por parte de las clases medias y entonces me pareció una barbaridad, pero con el tiempo lo he ido comprendiendo. La idea consiste en que por debajo de un grado de riqueza hay que  aspirar a disfrutar bienes y servicios, y sólo disfrutarlos. La posesión de esos bienes y servicios debe quedar para un nivel superior de capital, o en caso contrario nos encontramos con que no podrán pagarse. Y así es como se arruinan los países.

¿Un ejemplo? Las clases ociosas. En muchos países, y durante siglos, las clases ociosas vivían de sus rentas y no trabajaban. La condición de rentista venía determinada por poseer un gran capital. Pero en España no era así: en España ser clase ociosa venía determinado por el origen familiar, lo que supuso el nacimiento de aquella figura que no podía trabajar, por ser de familia noble, pero tampoco vivir, por no disponer de recursos: o sea, el hidalgo del Lazarillo de Tormes. Quien no se haya leído el libro no sé qué hace aquí leyéndome a mí….

Para salir de la actual situación quizás haya que convertir muchas hipotecas en alquileres, y muchos desahucios en viviendas de protección oficial. O dicho de otro modo: hay que hacer que muchos propietarios dejen de serlo para que el banco o el Estado ejerzan de capitalista y permitan a la gente disfrutar de esas viviendas sin llegar nunca a ser lo sueños.

El mercado hipotecario, para el futuro, necesita exigir que la propiedad de un piso pueda sustentarse en una posesión efectiva de riqueza que lo justifique, haciendo que la hipoteca no alcance más allá de un cincuenta o un sesenta por ciento del valor de tasación. Y al mismo tiempo, el capital debe ejercer como tal, asumiendo el riesgo, ya sea aceptando la dación en pago (a ver quién es el guapo que entrega el piso habiendo pagado el 50%), o eliminando gran parte de las trabas judiciales y administrativas que ahora entorpecen la ejecución de las hipotecas haciendo crecer los intereses.

El nuevo mercado hipotecario, en suma, tiene que hacer entender al que compra que hacerse propietario no es una cosa tan fácil, y al que da la hipoteca, o sea , al banco, que ejercer  de capital es quedarse con la casa pero también con el riego, sin poder luego exigir la deuda durante cien años si la cosa sale mal.

En esto sucede como en todo: poniendo a cada uno en su sitio las cosas empiezan a funcionar…

La hipoteca, una especie en extinción

Negocio alternativo a la hipoteca

Negocio alternativo a la hipoteca

No hacía falta que nos lo dijera el Instituto Nacional de Estadística,  porque ya lo sabíamos todos, pero el número de hipotecas concedidas durante este año 2011, y el importe medio de las que se concenden, sigue en picado. Posiblemente, a la gráfica que representa estas magnitudes haya que colgarle pronto el cartel de “sigue en el sótano”.

La diferencia entre las hipotecas concedidas este año y las que se concedieron en 2010, que ya fue un ejercicio penoso y lamentable, es nada menos que el 42,2 % La cantidad media por la que se hipotecan las viviendas no llega a los ciento diez mil euros, lo que también supone un descenso de algo menos del diez por ciento. En total, y para que os dé la risa con el dato, s eyhan concedido en todo loq ue llevamos de 2011, la ridícula cifra de 32600 hipotecas nuevas, con un descenso acumulado del capital total prestado por los bancos para la compra de vienda de alrededor del cuarenta y dos por ciento. La cifra total de lo prestado es de tres mil quinientos millones de euros. Una risa para lo que acostumbraba a manejar este sector en otros tiempos.

La conclusión, es obvia: no hay un duro. Los bancos tienen poco dinero, y el poco que tienen prefieron cobijarlo bajo tres capas de hoirmigíon antes que prestárselo a nadie.

Ahora ya no se trata de ser solvente, de asegurar que devolverás el dinero ni de garantizar que el inmueble que quieres comprar no se va a depreciar por debajo del valor del préstamo solicitado: se trata de competir, pidiendo dinero, con dos docenas de gobiernos, centenares de empresas ymanadas de otros bancos, que lloran desesperados a la puerta de cualquiera que tenga un duro en busca de la capitalización que les falta.

Y competir con semejantes adversarios es difícil, sobre todo con el Estado, que sigue emitiendo deuda pública asegurando, ya con un artículo de la Constitución, que lo va a devolver puniualmente. ¿Puede alguien competir con eso? Yo creo que no.

Por eso la hipoteca es un negocio obsoleto, como la venta de hielo puerta  a puerta…

Quién lo dijera.

Rentas del trabajo y rentas del capital

Grupo contestario comprando pancartas.

Grupo contestario comprando pancartas.

Las rentas del trabajo son la suma de todo lo percibido por los trabajadores de un país en concepto de salarios. Las rentas del capital son el conjunto de lo obtenido por el capital en concepto de beneficios, intereses y dividendos.

¿Y a qué viene esto? Os preguntaréis.

Pues a que este reparto de las rentas ha sido muy desigual en España en los últimos treinta años, de modo que las empresas han ganado más cada vez, permitiéndose crecer en el exterior y comprar empresas de otros países, mientras que el salario real de los españoles se ha visto congelado.

De esta ecuación, en última instancia, procede la desccordinación entre los precios de la vivienda, por ejemplo, y los salarios de los trabajadores, y de aquí procede también nuestra sensación de ser más pobres cada día.

Como las altas instancias se dieron cuenta de ello, se promovieron dos soluciones que no le costasen dinero realmente al capital. De ese modo nos tendrían callados y podrían mantener o incrementar su parte del pastel:

Sustituir los ingresos pro capacidad de endeudamiento. Antes usted podía comprar poco, y ahora puede comprar mucho más porque los préstamos y las hipotecas han bajado una burrada. Es cierto, pero sólo una manada de grandes imbéciles puede picar en eso sin darse cuenta de que el dinero hay que devolverlo.

Abaratar lo que yo llamo la juguetería. Los bienes realmente necesarios disparan su precio, pero la electrónica, cierto tipo de entretenimiento y algunos artículos de ocio se han abaratado considerablemente.

¿Cual es el objetivo coincidente de ambas medidas? Que la gente tenga impresión de prosperidad. Impresión, pero no dinero.

Para cruzar el río nos han convencido de que no hay nada mejor que la foto del puente. Pero el puente no, que eso es suyo.

Bueh.

Acumulación de capital (un cuento de robots)

Karel Capek es el inventor de la palabra ROBOT. Significa obrero, en checo.

Karel Capek es el inventor de la palabra ROBOT. Significa obrero, en checo.

No lo duda nadie: para invertir y crear empleo, ya sea a nivel particular o nacional, primero hay que acumular capital, y luego ponerlo a producir bienes, servicios, o lo que sea. El capital lo es todo en la economía, y hasta Marx utilizó este concepto como título de su principal obra. Sin capital no hay economía; sólo subsistencia.
Como sabéis, me gusta buscar el origen de los problemas, aunque a veces eso me obligue a ir un poco lejos, y en el caso de esta crisis que padecemos tengo la impresión de que el origen, la verdadera raíz, está en la falta de fines. El capital no es un fin en sí mismo, sino un medio, en primera instancia, para la producción , y en última para el bienestar.

Y eso, los fines, es lo que parecen haber perdido de vista los distintos sistemas financieros: se supone que la gente trabaja para vivir, y no para conseguir capital, aunque lo segundo es posible y hasta deseable en cierta medida.
Pero si la acumulación de capitales conduce al desempleo, la inseguridad en la calle y la destrucción del tejido productivo, o somos tontos o nos están tomando el pelo, o alguna pieza del reloj se ha perdido por el camino, porque resulta que las agujas marchan hacia atrás.
Y sin embargo, así sucede: Occidente se mecaniza, se automatiza, tiene un porcentaje importante de todas las patentes y una capacidad agrícola e industrial muy por encima de la suma del resto del mundo, y a pesar de ello, el capital prefiere irse a otros lugares donde abaratar costes. ¿Y para qué? Para crear más capital. ¿Y para qué crear más capital? Eso ya no lo saben.
Parece un cuento de robots, pero es la puñetera realidad. El capital tiene que vender sus productos al ciudadano, que es su fin y su cliente último, pero se desentiende del ciudadano y se mira sólo a sí mismo en un acto de onanismo olímpico. Y como siempre sucede en estos casos, el capital se vuelve estéril.
Como es sábado, permitidme que acabe con un cuento, o una parábola, y perdonad la irrupción de mi otro yo, mi Mister Hyde.

Con el mundo puede pasar como en aquella goleta en que viajaban nueve marineros, jóvenes y fuertes, y un anciano gastado y achacoso al que todos debían cuidar, lavar y dar de comer.
El viejo era una continua molestia y todos se quejaban de tener que ayudarle a cada paso, de sus achaques, de sus quejas y de su mal humor constante.
Un día el viejo murió y lo tiraron por la borda casi con alegría: iban cortos de agua, escasos de provisiones y faltos de fuerza para remar cunado faltaba el viento. Todo lo que fuera quitarse peso era una buena noticia.
-Ahora por fin iremos más rápido -dijo un marinero, después de la breve ceremonia.
-Diablos, sí, ¿pero a dónde? -respondió el capitán, cayendo en la cuenta de que sólo el abuelo lo sabía.


Pues eso.
Gracias por vuestra paciencia.