La mayor parte de la gente que tiene problemas con su hipoteca puede encontrar la causa de sus apreturas en dos tipos de razones: o cuentas mal hechas, o vicisitudes personales.
Cualquiera de los dos grupos de motivos puede achacarse a una raíz más profunda: un margen ajustado, que aumenta el riesgo.
Los que hemos estudiado sabemos muy bien que prepararse la mitad de la materia para un examen no te garantiza un cinco, o un aprobado raspado, sino que la mayor parte de las veces te conduce al desastre. Y sin embargo, a la hora de calcular sus posibilidades para hacer frente a una hipoteca, ese fue el sistema de cálculo que emplearon demasiados españoles.
Una pareja cualquiera, con dos sueldos de mil doscientos euros cada uno, no puede hipotecarse por setecientos euros. En teoría, no hay problema, porque si los ingresos son de dos mil cuatrocientos, quedan mil setecientos euros libres al mes, pero luego, en la práctica, si uno de los dos pierde su empleo, resulta que tenemos quinientos euros disponible para vivir, y ahí hay que meter todos los demás gastos comprometidos, el mantenimiento de la vivienda, los recibos de los suministros, y ese pequeño detalle que se llama comer.
¿Y se podía decir, a primera vista, que era una imprudencia? No, pero lo era.
Y podía surgir un traslado, o un divorcio… Podían surgir muchas cosas, más o menos probables, que seguramente no se tuvieron en cuenta en su justa medida, máxime cuando una hipoteca es un compromiso para treinta años y en semejante espacio de tiempo pueden llegar a ocurrir muchas cosas, tanto las probables como las improbables.
La otra causa habitual de ahogo son las cuentas mal hechas. La frase que mejor expresa este agujero contable es “hoy en día es mucho dinero setecientos euros, pero como la vida sube, en pocos años será una miseria”. A esa idea se agarraron y nos agarramos muchos, pero cuando la crisis nos condujo a la bajada de tipos, enseguida nos dimos cuenta de que la realidad iba a ir por el camino contrario: la deflación.
La bajada general de precios y salarios ha hecho que, sobre todo los autónomos, hayan visto reducido su nivel de ingresos. Bajan los precios para poder competir, bajan los salarios, y los setecientos euros que pagábamos hace seis años son más duros de pagar hoy en día, porque en realidad son más dinero.
¿Tiene pinta la cosa de mejorar en ese aspecto? Pues no. La inflación que padecemos nos viene, sobre todo, de la energía, de esa electricidad y esa gasolina que pagamos a precios cada vez más caros pero que, mala suerte, no vendemos nosotros. El dinero que sale de nuestros bolsillos no va al tendero, ni al profesional de la esquina: va a los saudíes, a los exministros del las eléctricas, ya los impuestos.
Y así, no, ni de broma. Así no vamos a ver descender el peso de nuestras cuotas.