La verdad es que después de todas las clases de hipotecas de las que hemos hablado aquí, puede sorprender el título, pero es que hoy quiero habar de eso: de la hipoteca que no existe, que no se concede, que no te la van a dar ni aunque seas funcionario, presentes el aval de Bill Gates y pidas el 30 % de la tasación.
Por supuesto, se trata de una exageración, porque a alguien como el del ejemplo seguramente le concederían la hipoteca, pero hay que estar cerca de eso para conseguir en estos momentos financiación hipotecaria para la compra de una vivienda.
Los bancos están pelados, tienen que asumir cada vez mayores coeficientes de caja y sus depósitos disminuyen.
¿Y porqué sucede esto? Por una combinación maligna. Por un lado, los gobiernos se han dado cuenta, demasiado tarde, de que hay que pedir mayores garantías a los bancos para que eviten la tentación de intentar hacer magia negra con el dinero. Y por otra, la gente ahorra menos, porque gana menos, y tiene que tirar de los ahorros para salir adelante cuando uno o dos miembros de la familia se han quedado sin trabajo.
Así, los bancos, se encuentran con que el Estado les pide dinero en garantía (que no pueden prestar) y al gente les deja menos pasta en las cuentas (que tampoco pueden prestar). Si a esto se une la deuda pública, que es el dinero que los gobiernos piden prestado, y que los bancos tienen más posibilidades de recuperar que el que prestan a un pringado que compra un picos (al menos en teoría, porque visto lo visto no está tan claro), entonces no es de extrañar que la modalidad de hipoteca más frecuente en estos momentos sea precisamente la que digo: la hipoteca inexistente.
Y de esas sí, de esa hay para todos. Sin problemas.