Según los datos que ha publicado esta semana la Asociación Hipotecaria Española, el mes de marzo registró la mayor caída interanual en el saldo hipotecario de toda las serie estadística, lo que certifica las dificultades con las que se sigue encontrando el sector.
Concretamente, el saldo hipotecario durante el tercer mes del año quedó fijado en 975.293 millones de euros, lo que supone un descenso del 6,68%, una caída que se confirma también con el descenso que se ha producido, de manera oficiosa, en abril, con una caída del 6,26%.
Aunque no hay duda de que la reducción del saldo hipotecario es esencial para que podamos empezar a recuperar la economía española, lo cierto es que la velocidad a la que se está produciendo es preocupante, tanto como la velocidad a la que crecía durante los años de burbuja inmobiliaria, cuando nos encontrábamos con crecimientos por encima del 20%.
Una reducción de este calibre viene a significar que la velocidad a la que se constituyen nuevas hipotecas es menor que la velocidad a la que se amortizan las ya constituidas. Unas amortizaciones que, en la mayoría de las ocasiones, tienen su fundamento en el embargo y posterior desahucio producido por la falta de pago de las cuotas hipotecarias mensuales.
El problema es que nada hace pensar que en un futuro próximo podamos empezar a plantearnos una recuperación del sector inmobiliario que pueda ralentizar la caída, más bien al contrario, por lo que deberíamos de abandonar la idea de reconstruir nuestra economía sobre la base del “ladrillo” e intentar apostar por nuevas alternativas.
Unas nuevas alternativas que sólo tendrán razón de ser desde el fundamento de la financiación como fórmula necesaria para conseguir proyectos de inversión viables y sostenibles, proyectos que puedan permitir que las empresas busquen productos y servicios de alto valor añadido con los que generar empleo de una manera directa.
Sin embargo, las políticas de los gobernantes parecen ir encaminadas en la dirección de la austeridad absoluta, sin alternativas de crecimiento reales, con lo que la crisis que ya dura demasiado, puede acabar durando aún más, castigando a las familias en peor situación económica y social.