Y después de hablar de los casos de Gran Bretaña y China, vamos a dar un pequeño repaso a cómo nació el monstruo que nos cargó con una hipoteca.
Lo primero, la definición, en este caso la de Kindleberger: “una burbuja es una brusca subida de los precios de un activo financiero o una clase de activos financieros durante un periodo continuado, donde la subida inicial genera expectativas de nuevas subidas y atrae a nuevos compradores”
¿Pero por qué demonios se crea una burbuja financiera?
Pues como todo en economía, por problemas con la conducta humana, que nunca es lo que dicen los libros en que se basan los economistas. Se supone que los agentes económicos toman decisiones racionales, pero esto no es así.
El principal problema reside en que los inversores detestan el riesgo: lo que buscan es una inversión con la mayor rentabilidad posible y con un riesgo que sea mínimo o nulo. Y a esto hay que añadir una curiosa paradoja: que dada una cantidad de dinero, el dolor por la pérdida es mayor que el placer por esa misma cantidad ganada. A eso le llaman los psicólogos “aversión a la pérdida” y se estudia como un sesgo, es decir, una actitud ilógica que padecemos.
Este mecanismo es el que hace posible que una burbuja se cree y se desarrolle, ya que a los inversores las ganancias cada vez les saben a menos y, cegados por la codicia, se meten en cada vez mayores inversiones pensando que el riesgo no existe. A medida que la burbuja se va haciendo más grade, hay más dinero metido en ese mercado, con lo que la liquidez es más inmediata, se compra en menos tiempo, se vende antes, y la impresión de que todo va como la seda se acentúa. La idea, por tanto, es que el activo no bajará nunca, y que si ha estado subiendo todo este tiempo lo seguirá haciendo indefinidamente. ¿Os suena esta idea?
Si a esta actitud se le suma además la ayudita de las autoridades con desgravaciones por vivienda, bajada de los tipos de interés y barra libre en la concesión de créditos e hipotecas, es muy difícil sustraerse a la posibilidad de ganar dinero fácil con algo que todo el mundo hace y nunca ha bajado.
En las burbujas, colaboran, por tanto, todas las fuerzas posibles: la psicología humana, la codicia, los Gobiernos, el entorno sociológico y las entidades financieras.
Demasiados enemigos, me parece, para un pobre tipo con unos duros ahorrados…