Según los datos que ha publicado la Asociación Hipotecaria Española (AHE), el saldo hipotecario en el mes de abril cayó en un 3,42% con respecto al mismo dato de abril de 2010, lo que supone quedarse en 1.056.000 millones de euros, 558.634 en manos de los bancos, 412.319 en manos de las cajas de ahorros, y el resto en manos de cooperativas de crédito y entidades de crédito y emisión de tarjetas.
Esta caída pone de manifiesto que el sector hipotecario español está muy lejos de recuperarse y que todavía sigue inmerso en un proceso de reestructuración que no parece tener fin, a juzgar por los datos que cada poco nos van ofreciendo los diferentes emisores de los mismos.
La reducción del saldo hipotecario puede tener muchas causas, pero rápidamente las encontramos en el hecho de que cada vez se concedan menos hipotecas, porque las entidades financieras, sin liquidez para ello, prefieren guardar el dinero a buen recaudo y no estropear, aún más, sus balances.
También es importante la caída de precios de la vivienda. Lógicamente, al haber bajado el precio de los inmuebles, las hipotecas se conforman por menos dinero, con lo que el saldo hipotecario es menor de lo que era antes, incluso teniendo el mismo número de hipotecas.
Y, por último, la caída del saldo hipotecario también está relacionado con los embargos hipotecarios, ya que cada vez que se produce un embargo se cancela la hipoteca, quedando una deuda pendiente por la diferencia entre el precio de venta del inmueble, en subasta pública (generalmente, el 50%) y la hipoteca no amortizada.
La única buena noticia con la que se ha encontrado el sector, por otro lado, es el buen comportamiento de la tasa de morosidad de los préstamos hipotecarios, que con un fantástico 2,42% se encuentra muy por debajo de la tasa de morosidad del resto de préstamos, rozando el 6,5%.
En definitiva, el sector hipotecario en su conjunto, englobando al sector de la construcción y al sector financiero, está muy lejos de iniciar una recuperación real, y sigue condenado a galeras a remar, hasta que el crédito se consiga normalizar gracias a la liquidez de las entidades financieras.