La deuda privada, principal causante de la crisis, parecía comportarse bien cuando se trataba de familias y particulares que debían sus hipotecas y préstamos personales, pero últimamente parece que esta tendencia se está empezando a romper con un crecimiento inequívoco de la tasa de morosidad de los préstamos de estos particulares.
Concretamente, la tasa de morosidad hipotecaria se encuentra ya en un 5,1% y todo apunta a que no hará otra cosa sino incrementarse como consecuencia de que la situación límite se sigue extendiendo en el tiempo, con cada vez más familias en situación cercana a la pobreza y a tener que elegir entre comer o pagar la cuota hipotecaria.
Así, la Asociación de Afectados por Embargos y Subastas calcula que para el año 2014 esta cifra de morosidad podría situarse en el 6%, como consecuencia de que cada vez hay menos hipotecas, y por tanto el porcentaje de deudores aumenta, a la vez que los ingresos de las familias siguen cayendo sin solución de continuidad.
El problema es que a medida que aumenta la mora el diferencial aplicado por las entidades financieras se incrementa de manera proporcional, ya que las entidades financieras buscan su seguridad, sus garantías, para asegurarse el cobro o, al menos, ganar el suficiente dinero antes como para que le compense la pérdida final.
Pero el verdadero trauma de toda esta situación es una vez más el estado de las familias que están abocadas a seguir debiendo dinero a las entidades financieras hasta el fin de los tiempos, sin que parezca que pueda haber alguna solución en el corto-medio plazo. Todo ello provoca el estancamiento general del mercado inmobiliario y del consumo de las familias que sin renta disponible no tienen otra alternativa más que no gastar.
Y en este círculo vicioso nos encontramos anclados sin que parezca que ninguna autoridad o gobierno pueda hacer algo por remediarlo. Ya que al no haber consumo, no se genera crecimiento, y al no haber crecimiento no hay liquidez en la sociedad y al no haber liquidez no hay consumo.
Y a todo esto hay que sumarle que la luz no para de subir, que la mayoría de los ayuntamientos suben el IBI, que la gasolina está por las nubes, y que en general todo sube menos los salarios que en el mejor de los casos sólo bajan..
Con este panorama, ¿quién consume?… y el drama final vendrá cuando suba el Euribor..