El problema que todos hemos padecido es que la economía, en los últimos años, se ha orientado a la oferta. ¿Y de qué demonios hablo?
Pues del error, ya sea estratégico o ideológico, que los trabajadores cometieron cuando en política se consideró natural favorecer al empresario por ser el “creador de riqueza” con medidas como facilitar el despido, restringir el poder de los sindicatos, de modo que al final se redujeron los sueldos.
¿Y qué sucedió entonces? Que se sustituyeron los salarios pro la capacidad de endeudamiento. O sea: no pasa nada porque cobres menos, porque ahora puedes pedir una hipoteca por cuatro perras, cosa que antes no se te pasaba pro la cabeza, con lo que ganando menos vivirás mejor.
¿No os suena eso? ¿No fue eso lo que sucedió? La gente tenía más dinero en el bolsillo y se sentía mejor. Podía comprarse una casa y se sentía mejor. Podía irse de vacaciones y se sentía mejor. Y no importaba mucho si se trataba de hipotecas, préstamos al consumo, o cómodos plazos de una tarjeta de crédito.
Pero esto tenía un consecuencia política: con este sistema, las empresas bajaron sueldos y el consumo se mantuvo durante un tiempo, con lo cual a las empresas les salían “gratis” las medidas antiobreras (“les bajo los sueldos y me siguen comprando igual”). Debido a que esas medidas antiobreras no tenían repercusión negativa sobre la economía, los gobiernos siguieron aprobando medidas similares, más desregulación laboral, más facilidad de despido, menos salarios, etc.
Pero la cosa, a la larga, no funciona: por mucho que les bajes los impuestos a las empresas, o les facilites el despido o el papeleo administrativo, si no venden tienen que cerrar.
Y para que vendan la gente tiene que comprarles, y para que la gente les compre tiene que tener dinero, y para que la gente tenga dinero hay que pagar buenos salarios.
¿Y si no?
Pues vender fuera. pero eso ya lo están pensando todos.
Y la putada es que no existe un Planeta B.