La semana pasada lo vimos claro: de repente, y sin previ0 aviso, el Gobernador del Banco Central de Suiza liberó al franco suizo de sus ataduras, y la moneda helvética llegó a revalorizarse hasta un 30 % a lo largo de una sola sesión.
¿Pero por qué pasó esto? En primer lugar, y permitidme la obviedad, porque antes se le habìa ocurrido a alguien la fabulosa idea de determinar, por decreto y a golpe de Boletín, el valor de una divisa. Los suizos no quería que su moneda cobrase valor, porque esto perjudicaba a sus exportaciones, y fijaron su cotización a un máximo de 1,20 €.
Al liberarse la moneda, el franco suizo, que estaba siendo fuertemente demandado como moneda refugio, sufrió un ascenso brusco que se llevó por delante a varios fondos de cobertura y a algunas casas de especulación con divisas, que no pudieron cubrir un incremento tan repentino de la cotización.
¿Y qué pasa con las hipotecas? Pues que aquellos que tuviesen su hipoteca denominada en francos suizos, lo que en su momento seguramente les pareció buena idea para cubrirse del euro fuerte, tendrán, de golpe y porrazo, que pagar a mayores una cuota mensual de unos 250 € de media. Un buen palo, sin duda.
Por contra, los que hicieran en su momento su hipoteca en yenes japoneses estarán de enhorabuena, hasta que no pase algo raro, por supuesto, que siempre puede suceder.
En general, y sin tratar de ser exahustivo, siempre he desconfiado de las hipotecas en divisas, más que nada porque si ya es bastante difícil cubrirse de los riesgos propios de un país y una moneda que conoces, imaginad lo que pueden ser los riesgos y los vaivenes de la moneda de un país sobre el que no estás informado a diario.
En este caso, de todas maneras, muy pocos de los perjudicados podrán llamarse a engaño: la gente no va por ahí haciendo hipotecas en francos suizos por buena fe o ingenuidad. Cuando se hace eso, se hace por obtener un beneficio.
Y si sale bien, genial. Y si no, a jorobarse tocan…