Si hay algo que no podemos negarle a Draghi es, sin duda, su enorme capacidad para sorprendernos con sus decisiones, unas decisiones que no dejan a nadie indiferente porque siempre van cargadas de un fuerte peso político y que no siempre coinciden con las previsiones de los analistas.
Antes de la última reunión del BCE la inmensa mayoría de los analistas, entro los que me incluyo, considerábamos que supervisor financiero de la zona Euro no se atrevería a hacer un mayor recorte en el precio oficial del dinero, ¡pobres ilusos!
En contra de lo que había sido tradición en las decisiones del organismo, el BCE decidió de manera sorprendente realizar un nuevo recorte en el tipo de interés, haciendo caso omiso de los malos augurios sobre el posible incremento de la inflación, algo que sí está subyacente a la incipiente recuperación económica.
La cuestión es que Draghi y su equipo han decidido apostar por el crecimiento y por el riesgo controlado que permita que la recuperación se empiece a sentir de alguna manera en la población, antes que por el miedo absoluto al abismo de la inflación y a la sempiterna obsesión por las cifras macroeconómicas.
Porque no podemos olvidar que lo que verdaderamente importa a la población es lo que nos llega, la microeconomía, nuestras transacciones del día a día más que las grandes cifras que, en el fondo acaban por no servir de nada cuando se trata de sobrevivir.
En cualquier caso, la consecuencia directa de la bajada del tipo de interés en la zona Euro es, evidentemente, la caída del Euríbor, ahora que todos pensábamos que ya no bajaría más, y con ello la reducción de las cuotas hipotecarias mensuales que pagan aquellos ciudadanos con hipotecas sin cláusula suelo.
Por ello, en los próximos meses empezaremos a ver nuevas bajadas del Euríbor, llegando incluso a caer por debajo del 0,5%, algo impensable hace apenas unos meses.
En definitiva, nos encontramos con un escenario propicio a pesar de que los bancos se siguen empeñando en destrozarlo a base de diferenciales abusivos que no hacen sino condenarnos a la pobreza permanente.
Es de vergüenza que nadie les meta mano a la banca