
Acuarela. Adolf Hitler, 1911. ¿Por qué no le comprarían los cuadros para que comiese caliente y no se metiera en política?
Los sueldos que se autoasignan nuestros políticos es un tema de conversación perfecto para el café, o para una de esas reuniones donde lo más prudente es no sacar a colación asuntos más cercanos. La cosa tiene tela, y más aún, en realidad, de la que parece a primera vista.
Una vez abandonadas las blasfemias góticas y el cainismo ibérico, llega el momento de la reflexión, y entonces cabe preguntarse si esos sueldos deberían referenciarse y compararse con lo que gana un funcionario, con lo que cobra un gestor, o con qué.
Ya sé que es difícil, porque el hígado manda mucho, pero os pido un poco de reflexión.
Todos nos quejamos de que de la caja común salen cantidades difícilmente justificables, pero creo, y os ruego que contengáis las pedradas, que pensamos eso no por lo que pagamos, sino por lo que recibimos a cambio.
Personalmente, como pasé muchos años tratanado con la Universidad, considero más que demostrado que hay ciertos puestos, mal pagados, en los que sólo se acaban metiendo los que no valen para otra cosa.
Los buenos profesionales, los de verdadera valía, acaban trabajando para empresas que les pagan una fortuna mientras que en la Universidad se quedan para dar clase los que saben que no van a encontrar nada mejor o los que no tienen ganas de rendir cuentas ni horarios a nadie. Dicho de otro modo: vagos e ineptos.
En mi sector, que es la economía, os puedo jurar que un gran gestor, o un profesional de verdadera valía no se conforma con cobrar dos mil euros si no tiene claro, por supuesto, que su otra opción viable es ganar setecientos trabajando de contable en una pescadería.
Pues en política igual. O aún peor. Necesitamos gerentes. En este país necesitamos personas con capacidad de gerencia y de administración, con capacidad de lucha e iniciativa para sacar adelante los proyectos públicos. Necesitamos gente que sepa hacer las cuentas, obtener los recursos y optimizar su utilización. ¿Y sabéis qué pasa? Que la gente que sabe hacer eso cobra verdaderas fortunas en la empresa privada. ¿Qué puesto creéis que ocupa el Presidente del Gobierno en el ranking de ejecutivos mejor pagados? En 2005, estaba allá por el cuatro mil y pico, y creo que habría descendido. Zapatero gana alrededor de 90.000 € al año, mientras que cualquier consejero de una empresa cotizada en bolsaduplica tranquilamente esta cifra.
De esta manera, ¿cómo queremos que se presente a alcalde un señor que gana cincuenta mil euros en su empresa? ¿Cómo vamos a convencer a un buen gestor de que se presente a Presidente si va a ganar treinta o cien veces menos? No se presenta, por supuesto, y cada vez que pedimos a los políticos que trabajen por amor al arte permitimos y fomentamos tácitamente que los asuntos públicos queden en manos de aficionados, de arribistas y de desaprensivos que vienen a hacer experimentos con nuestra gaseosa.
Porque en esto pasa como en todo: si buscas un electricista de cuatrocientos euros al mes, al final se funden los plomos en cuanto pones la batidora. Y si buscas un alcalde o un ministro de miseria, pues eso obtienes: una miseria de alcalde o una ruina de ministro.
Lo que vale algo, algo cuesta. Y es de tontos tener muerto de hambre al perro que guarda las gallinas. O elegir de perro al que siempre estuvo muerto de hambre.
Los puestos políticos deberían estar mucho mejor pagados, para que compitieran por ellos personas que saben hacer el trabajo que se necesita. Y eso sí: las listas las elegimos nosotros, no los partidos, porque de otra manera acabaríamos teniendo a los mismos zopencos, pero mucho más caros.
Además del dinero está la vocación y la sed de poder ya lo sé. Pero yo quiero buenos profesionales: los de la vocación, que vayan a evangelizar a los papúes, y los de la sed de poder, que se lo hagan ver en el psiquiatra. O si no, por lo menos que compitan con los que valen.