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El peligroso desprestigio de una idea

Ahí justamente está lo malo en estos últimos años

Ahí justamente está lo malo en estos últimos años

Por una vez voy a escribir un artículo político, aunque intentaré, os lo aseguro, que no sea partidista. Porque el hombre es un animal político, pero nadie dijo nunca que fuese un animal atado a una sigla, como aquel hombre de Quevedo, pegado a una nariz.

Me preocupa este Gobierno socialista que tenemos, como a muchos de vosotros, pero la preocupación de la que quiero hablaros es muy distinta a la que comentamos aquí cualquier día. Lo peor de este gobierno no es que nos esté llevando a la ruina, ni que ejerza férreamente el consejo que Franco daba a sus ministros en privado: “no meterse en grandes reformas y esperar a que los problemas por resolver pasen ellos solos a la bandeja de problemas resueltos.”

Aunque es grave, lo peor no es tampoco que el Gobierno ayude a que se expanda por la sociedad la idea de que el que trabaja legalmente es tonto, porque se pueden cobrar diversos subsidios y hacer chapuzas por ahí, sin factura, sin pagar un duro, y con el horario que te dé la gana.

Lo peor no es que España pierda peso en el concierto internacional, y que nos tomen por el pito del sereno hasta los piratas del Zaire, ni que nuestro ministerio de exteriores dé una de cal y otra de arena visitando hoy a Obama para hacerse la foto y mañana a Fidel para compensar el mal rato al ala transmontana del partido.

Lo peor de Zapatero es que está desacreditando completamente la idea de socialismo en España. Y se puede ser socialista o no, pero hay que reconocer que un partido socialdemócrata sano y serio es muy necesario en el sistema político de una nación moderna, atemperando los excesos de la ola neoliberal del beneficio abultado, rápido y a cualquier precio.

El verdadero socialismo tiene que ser como el verdadero ecologismo: un modo de defender los derechos de los trabajadores y las clases humildes de madera sostenible, fomentando la creación de riqueza y haciendo luego todo lo posible para mejorar su redistribución y limitar las desigualdades.

Pero aquí no: aquí parece que la estrategia consiste en drenar riqueza de los que son capaces de producirla para entregarla a los que no la producen y sin preguntarse la razón de ello. Aquí se trata de hacer transfusiones de sangre de los sanos a los enfermos, pero sin tomarse la más mínima molestia en tratar de averiguar las causas de la enfermedad ni de ponerle remedio.

Tras esta experiencia, corremos el riesgo de que España acabe cayendo en manos de lo más rancio de la derecha burguesa, porque el socialismo después de Zapatero habrá quedado tan maltrecho, tan desacreditado, tan privado de personas e ideas verdaderamente consistentes que será una caricatura de sí mismo, como el socialismo francés, que no levanta cabeza frente a un Napoleón de segunda como Sarkozy, o el socialismo alemán, que va de batacazo en batacazo frente al sentido común de una canciller que hace los presupuestos generales como quien prepara la lista de la compra.

Y el socialismo, para estar con él o contra él, como peso o contrapeso, es imprescindible para la salud política y social de un país. Lo contrario es pensamiento único, matizado solamente por las distintas tonalidades de intereses económicos, y nosotros ni podemos ni debemos permitirnos eso.

 

 

 

Lo público no es de nadie (agujero cuarto)

¿Morro yo?, ¿por qué décís eso?

¿Morro yo?, ¿por qué décís eso?

Se supone, amigos, que lo público es de todos, pero todos y nadie se confunde por estas tierras con una facilidad pasmosa.

Los Estados se fundaron para poder acometer proyectos y obras que no podrían realizarse de otro modo por la iniciativa privada, o para coordinar aquellas actuaciones que por su larga duración o su amplio calado no pudiesen dejarse a los particulares.

En principio, el Estado es una ventaja competitiva, y no hay más que ver lo que sucede en los sitios en los que no lo tienen, como Somalia.

Por todo esto, el Estado tiene el monopolio de la violencia y la capacidad de exigir contribuciones y tributos a los ciudadanos. Y casi mejor, proque en los sitios en los que la violencia la ejerce cualquiera o cualquiera exige impuestos, es para echarse a temblar.

Lo malo, lo peligroso, es cuando la máquina creada para el servicio de todos cobra vida propia, como un robot rebelde de una película de ciencia ficción, y se posiciona cada vez más al margen de la sociedad a la que se supone que sirve. En ese momento, el Estado se convierte en un parásito de la sociedad y se dedica casi exclusivamente a consumir ingentes cantidades de recursos para perpetuar sus privilegios y aumentar el control sobre los ciudadanos.

Esto es lo que sucede en España desde hace años: aumento desmedido del número de funcionarios y gasto público por las nubes, sin un aumento real de los servicios que se prestan a los ciudadanos, pero incrementando en todo momento las exigencias materiales y formales que se imponen a la sociedad. Hay varias leyes que rigen este proceso, pero basten dos:

-1-Los funcionarios, además de desempeñar una tarea, generan más trabajo que permita a su vez contratar más funcionarios.

-2-El instinto del funcionario le lleva a multiplicar las plazas de los que pueden ser subordinados suyos y a limitar las de los que pudiesen ser sus rivales.

Pero lo peor no es esto, que ya es malo de por sí, sino el modo en que el Estado emplea nuestros recursos, una vez afianzado en su conciencia de ser invulnerable y una vez eliminados los controles reales.

Para muestra, os pongo un enlace que os ruego no os perdáis. Os recomiendo sobre todo la página 2.

Para que veáis cómo se gasta nuestro dinero. Y no era sólo una intención, que ya están allí y allí seguirán hasta el día 7.

¡Toma ya!

La hipoteca ya no está de moda (una de risa)

Hipotecas en procesión, camino de San Andrés de Teixido...

Hipotecas en procesión, camino de San Andrés de Teixido...

En este blog seguimos aumentando nuestra popularidad, seguramente gracias a la inmensa genialidad de los que lo escribimos (disimulen las risas, por favor) pero lo cierto es que la hipoteca va perdiendo enteros día a día en el termómetro de la popularidad social, que es lo que marcan las charlas de café.

Las razones para ello, a pesar de la gran porción que la hipoteca se lleva de los ingresos familiares, creo yo que se centra en tres razones principales, que trataré de explicar evitando la terminología académica, aunque ello me obligue a inclinarme hacia el sanchopancismo.

-1- No hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista.

Las hipotecas son un mal y nos duelen como una muela picada a una buena parte de la población, pero son contratos firmados a veinticinco, treinta o incluso treinta y cinco años. En esas circunstancias, seguir hablando de ellas después de un tiempo es como seguir quejándose a los cincuenta años de la novia que te dejó a los veinte, o del penalty que falló el Betis en 1989 y que te dejó la quiniela con trece en vez de con catorce, lo que habría cambiado tu vida para siempre.

Los males de larga duración se diluyen en el sentimiento colectivo, como el frío en Islandia. Nadie se queja en Islandia de que haya cinco o seis grados bajo cero.

 

-2- Las hipotecas son animales mitológicos, como los unicornios y los décimos premiados con el Gordo.

Para los que no están hipotecados, las hipotecas son cosas que tienen los demás, como las condecoraciones de la Guerra de Cuba. A medida que pasa el tiempo y el grifo crediticio sigue cerrado, más y más gente se va convenciendo de que la hipoteca era una cosa del franquismo, abolida por algún artículo de la Constitución, y que ir a pedir semejante cosa a un banco es tan carca y desfasado como ir a pedir una camisa azul a la oficina del Movimiento.

Hubo gente a la que se la concedieron, es verdad, pero al ritmo que se mueve la información hoy en día y a la velocidad que caducan las noticias, la gente que recibió el visto bueno del banco pertenece a una época que nada tiene que ver con la actual. La mayoría de ellos incluso tienen muela del juicio y apéndice, o sea vestigios obsoletos de un homínido anterior en la cadena evolutiva.

-3- Los tipos de interés están escandalosamente bajos.

La sabiduría popular, o la superstición general, que a veces son lo mismo, indican que hay que evitar hablar de las cosas que no queremos que cambien. Mientras la hipoteca se pueda pagar sin prostituir a la abuela o o vender chapas nada relacionadas con el gremio del metal, es mejor no hablar mucho de ella, no vaya a ser que se despierte.

El verso “Virgencita, virgencita, que me quede como estoy“, además de formar parte de la nueva letra del himno nacional (estrofa tercera) refleja muy en particular el sentimiento más íntimo de todos los hipotecados cuando el Euribor está al 1,2 %.

Por todo lo antedicho, aprovechad ahora para dialogar y hacer comentarios, que en cuanto el Euribor suba dos puntos, aquí no vamos a dar abasto de consultas y lamentos.

Para entonces, ya os aviso, cambiaré mi apodo de Ladríllez por el de Jeremías. Todo sea por la empatía.

 

P.D: No vuelvo a escribir bebido. Os lo prometo.

Y feliz día de Difuntos

🙂

 

 

 

El paladar de los bancos (gastronomía hipotecaria)

Lo malo no es el paladar...

Lo malo no es el paladar...

Os decía el otro día que a la hora de buscar un piso no sólo hay que buscar lo que nos agrade a nosotros, sino también lo que le guste al banco, porque es el que tiene que dar el dinero y habrá inmuebles que valore más que otros.

Por supuesto, las razones que os alegarán oficialmente serán otras, como coeficientes de riesgo, valoraciones independientes y sambas de ese estilo, pero después de comparitr barra de bar y algún mueble más con empleados y directivos de banca, creo que puedo, y debo, contaros algunas cosas sobre el paladar de los bancos, en el entendido de que las razones primarias para conceder o denegar una hipoteca son, por supuesto, la solvencia del cliente y el valor aproximado del bien respecto a la cantidad solcitada.

Pero como muchos de nosotros estamos en el filo, ya sea como compradores o como vendedores, pues teambién para vender necesitamos que se le conceda la hipoteca a nuestro cliente, os cuento cuales son las otras valoraciones, alternativas,  que circulan porlas mesas de sus despachos y por las líneas de sus teléfonos. Si son políicamente correctas o no, es lo de menos. Lo importante es que son reales:

—Si el piso tiene más de sesenta años, y está fuera de normativa urbanística, porque en su momento habrá que ampliar aceras o construir aparcamientos, por ejemplo, un punto negativo.

—Si está en una zona ruidosa, de mucho tráfico o jaranas constantes, tipo fiestas, saraos o botellones, punto negativo.

—Si abundan en el barrio las minorías étnicas, punto negativo. Si abundan los suecos,  los noruegos, o los jeques kuwaitíes, no se aplica. No me hagáis ser más explícito, ¿vale?

—Si no tiene ascensor, punto negativo.

—Si no tiene garaje en el propio edificio, punto negativo.

—Si los vecinos del inmueble son muy mayores, o hay mucho vecino de alquiler y poco en propiedad, punto negativo.

—Si tiene portero, o una comunidad elevada, punto negativo.

Que a vosotros no os importen esos inconvenientes, por la razón que sea, y estéis dispuestos a seguir adelante, porque precisamente por eso tiene tan buen precio el piso, al banco le trae al fresco. Los bancos, y más en esta época, lo que miran es sus posibilidades de revender el inmueble en caso de que algo vaya mal, y antes de pensar que sus criterios son erróneos pensarán que vosotros sois unos bichos raros y que “vete a saber si encontraríamos otro igual”.

A nosotros nos gustan las gangas, porque tenemos necesidad de pagar poco. A ellos no. A ellos lo que les gusta es pensar que es fácil de revender. Tenedlo en cuenta a la hora de exponer vuestra idea y seguro que os irá mejor.

Porque pedir es también venderse a uno mismo como producto de confianza. No lo olvidéis.

P.D: El Euribior cierra octubre con  el 1,243 %. Todo un récord a la baja. Enhorabuena a los hipotecados.

Los parados y los quietos (agujero tercero)

A veces le entra a uno la tentación de echar mano de la legislación de la República...

A veces le entra a uno la tentación de echar mano de la legislación de la República...

El paro es un gran problema en España, de eso no hay duda. Si se trata de una cuestión coyuntural o estructural lo hablamos otro día, si queréis, pero hay algo más que llama la atención en los datos sobre el empleo en nuestro país, algo distinto a la distribución por sectores o los chanchullos del trabajo en B, o en J de los que ya hemos hablado:

Según la última encuesta de población activa, un total de 562.100 jóvenes de entre 20 y 29 años ni estudian, ni trabajan, ni buscan empleo. Habéis leído bien: más de medio millón. Imaginaos lo que serían en realidad las cifras del paro si se le sumara este grupo a los que es imposible llamar parados por incumplir el requisito de estar buscando un empleo.

Según estos mismos datos, casi 250.000 jóvenes han abandonado completamente los estudios o cualquier actividad formativa a pesar de no tener trabajo. Para rematar la ensalada de datos, hay que decir que dos de cada tres “quietos“, que es como llamaré a este grupo, son mujeres y que el 85% del total están solteros y no conviven con pareja alguna.

¿Y a qué se dedica esta gente? Pues no se sabe muy bien, pero un país en el que una buena parte de una generación en la mejor edad de trabajar, producir, pensar y emprender se limita a no hacer nada en absoluto no puede salir adelante. El daño no es sólo para ellos y sus familias, sino que se convierte en un daño general para todos.

Cuando busquemos causas para la bajada del consumo, la contracción de la actividad y para el frenazo general de la economía, bueno será acordarse también de este grupo. Un grupo que debería ser motor y se comporta como lastre.

Y es que a lo mejor hay que reconocer que el país no funciona por lo mismo por lo que aquel barco no se movía: porque había muchos que no remaban.

¿Qué os parece que está pasando aquí? Teniendo en cuenta las cifras de parados, los estudiantes, los jubilados, los incapacitados, los menores de diecisesis años, y los “quietos” de más edad, que no aparecen en este estudio, ¿cuántos son los que trabajan para sostener todo el sistema?

 

 

La hipoteca con peineta

La dan con el maletín de director al tomar posesión de una sucursal.

La dan con el maletín de director al tomar posesión de una sucursal.

Después de encomendarse al horóscopo o la divinidad correspondiente, el futuro comprador de un piso se pone a buscar la vivienda de sus sueños exigiéndole una serie de características que encajen con su presupuesto y también, más o menos, con sus necesidades: metros cuadrados, habitaciones, que tenga luz aquí o allá, que los gastos de comunidad no sean como pagar una segunda hipoteca, ascensor, etc.

Lo que casi ningún futuro hipotecado se plantea es que la vivienda, además de él, le tiene que gustar al banco, porque en caso contrario no recibirá financiación para comprarla.

Quizás por esta razón los pisos usados han bajado un 34 % mientras que los nuevos no alcanzan ni de lejos esa bajada: porque el piso nuevo tiene un precio más o menos conocido para el banco, mientras que la tasación del piso antiguo es mucho más subjetiva y dificultosa.

Otro día, si queréis, hablamos de qué es lo que valoran los bancos, pero tened en cuenta que el banco tiene tanta voz y tanto voto como vosotros a la hora de decir que este o aquel piso me gustan un poquito más.

Su peineta es la de la chulería y el casticismo.

La nuestra, sólo la de Martirio. O la del otro significado, más familiar, de la palabra.

O sea que ojo.

 

 

 

El exceso de capacidad productiva (la madre y la abuela de todo)

 

Jefe de almacén de una fábrica con exceso de producción

Jefe de almacén de una fábrica con exceso de producción

Hoy voy a hablar del exceso de capacidad productiva, un tema tan importante que me atrevo a calificarlo de fundamental. Como sabéis, los sábados dedico este espacio a tratar de profundizar en las ideas que gobiernan los mecanismos económicos, así que disculpadme si me pongo un poco obtuso, porque el tema es, a mi juicio, absolutamente crucial. El más importante del que he hablado hasta ahora, creo. 

Hay un dato sobre la producción global que quizás os interese: para vivir como vivía un americano medio de 1955, bastaría con que trabajásemos cuatro horas y media al día. El resto, sobraría, o no se sabe muy bien dónde va, porque el americano medio de 1955 también dejaba un buen beneficio a su empresa.

Las sociedades occidentales, y muy especialmente la española, padecen de un descomunal y gravísimo exceso de capacidad productiva. Hay excedentes sin vender de todo. Pisos de sobra, cereales de sobra, leche que se debe producir por cuotas, vino que sobra, etc. La antigua orientación a la producción, en la que había que producir más cada vez porque todo se vendía, ha dejado lugar a la actual orientación al mercado: hay que tratar de vender lo que se produce, y venderlo a costa de bajar los precios, los salarios, o lo que sea.

 El problema, el gran problema, surge cuando descubrimos que no se trata de una situación local, como sucedía antaño, sino que en todas partes hay exceso de capacidad productiva. Los antiguos mercados, que eran compradores netos, se han convertido a su vez en productores después de equiparse con tecnología avanzada, y no sólo dejan de comprar lo que antes les vendíamos, sino que se convierten en competidores por los mercados.

 Dos ejemplos típicos son China e India, que nos compran más de lo que nos compraban pero nos venden cien veces más de los que nos vendían.

La cuestión que surge inmediatamente al realizar esta reflexión, es: y cuando todos seamos productores de bienes en grandes cantidades, ¿quién los comprará? Porque antes se buscaban nuevos mercados en tierras lejanas, pero ahora ya no existen esas tierras lejanas y desconocidas.

De momento, los países en vías de desarrollo siguen demandando bienes de equipo, pero a medida que avanzan en su camino de industrialización y de educación, necesitan cada vez menos aportes exteriores. La economía basada en el crecimiento es, pues, un callejón sin salida. Y el capitalismo, qué putada, no entiende ningún otro idioma que no sea el crecimiento.

Si todos crecemos, pronto tendremos todos un exceso de capacidad productiva y eso conduce indefectiblemente a grandes, enormes tasas de paro, descomunales stocks de almacenaje y pérdidas masivas. ¿Qué valen cuatro yogures? Un euro. ¿Qué valen cuatro yogures a un día de su caducidad? Lo que quiera pagar el comprador, o nada. ¿Y un día después? Menos que nada: cuesta dinero deshacerse de ellos. ¿Qué vale un coche? quince mil euros. ¿Y un coche que lleva dos años a la intemperie, delante de la fábrica donde se priodujo? Quinientos euros de chatarra, menos lo que cuesta reciclarlo. NADA.

¿Lo digo más fácil? Si unos pocos son capaces de producir lo que consumen todos, hay una mayoría que no tiene ocupación , pues nadie necesita lo que ellos podrían producir. A eso se le llama irrelevancia económica, y el caso más claro que podéis ver es África. A nadie le interesa comprar lo que producen, porque ni es mejor ni es más barato, y a nadie le interesa venderles, porque no disponen de dinero.

Así las cosas, hay que encontrar un modelo en el que todos puedan vivir, se distribuya el trabajo, y exista una mínima sensación de justicia.

Una de las posibilidades es, como dije al principio, reducir drásticamente la jornada, pero no parece posible mientras la medida no sea global y haya unos que se puedan aprovechar de la renuncia a producir de otros. Otra solución es que trabajen algunos y los otros les aplaudan, de modo que los primeros repartan su salario con los segundos, pero no parece posible que el ser humano admita que unos trabajen y otros no para que luego se reparta lo conseguido.

La tercera, pero no última, es que resurja la demanda porque gran parte de lo que había resultó destruido. Cuando hay una devastación global, en la que hay que restaurar el país entero sin que nadie pueda alegar que es injusto el reparto, los países prosperan. Prueba de ello es que a Alemania y Japón les fue mucho mejor después de la guerra que a los que la ganaron.

Mucho me temo que si el capitalismo corre un día el riesgo de hundirse, los grandes cerebros que habitan las cumbres optarán por la tercera solución.

¿Qué os parece a vosotros?

La estafa solidaria de los salarios reales (agujero segundo)

Solidaridad es esto.

Solidaridad es esto.

Sigo con mi recorrido por las gateras y los agujeros negros de nuestra economía. Hoy, como me he levantado con el pie izquierdo, voy a hablar de un tema un poco espinoso: los salarios reales.

Hace unos días os di la lata con el temible coin fiscal, que es la diferencia entre lo que el empresario paga por una trabajador y lo que el trabajador recibe por su trabajo. Decía entonces que esa es una de las grandes tensiones que estorban el buen desarrollo del mercado laboral, pero como no quiero repetir todo el razonamiento pongo en enlace para el que quiera revisarlo.

En el mismo hilo argumental existe otro diferencial que merece la pena señalar y que determina por cuánto estamos trabajando en realidad, o dicho de otro modo, cual es la diferencia entre trabajar y no hacerlo. El salario real es la diferencia económica entre tener un trabajo y no tenerlo.

Parece que estoy diciendo perogrulladas, pero resulta que en España esa diferencia, o salario real, es cada vez más pequeña, y eso es lo que está llevando, en el fondo, al país entero al desastre.

¿Lo calculamos juntos? Será sólo un ejemplo, uno cualquiera, pero estoy seguro de que vosotros sabréis aplicar la idea a otros casos que conozcáis y que espero nos contéis a todos en los comentarios. Porque de lo que se trata es de quedarse con la idea, o eso me gustaría. Vamos allá:

Tenemos a Paco y a Manolo. Paco y Manolo entraron a trabajar juntos en una ferretería. Por razones diversas, Paco fue despedido hace tres años, recibió diez mil euros de indemnización, y desde entonces está en el paro.

Manolo sigue en la ferretería, trabaja cuarenta horas semanales y cobra 1200 netos € al mes.

Paco cobró 740 € de paro durante dos años y ahora cobra 420 €, y si no, estaría cobrando la ayuda familiar. Por tanto pongamos que,de media, en este tiempo Paco cobra de ayudas y subsidios unos 575 € al mes.

Manolo, por tanto, se levanta todos los días a las siete y media de la mañana y trabaja ocho horas, por 425 € de diferencia respecto a su ex-compañero, que no hace nada. Su salario real es de 2,75 € la hora. ¿Qué os parece?

Con cualquier chapucilla en negro que encuentre Paco, y que cobre a más de 2,75 € la hora, ya estará ganando más que el que sigue trabajando y cotizando.

Pero es que además, si seguimos con el supuesto de vidas paralelas, ambos viven con sus parejas, con las que no se han casado (eso es de carcas), y sus chicas trabajan de cajeras en el mismo supermercado, ganando 800 € netos al mes.

Por tanto, la cosa no se detiene en los 475 € que Manolo ganaba de más trabajando.

Paco tiene derecho a una VPO, y Manolo no.

El hijo pequeño de Paco tiene preferencia en la guardería municipal, y para el de Manolo no hay plaza y lo tiene que llevar a una privada.

El hijo mayor de Paco tiene derecho a beca y el de Manolo no.

Paco no tiene que hacer declaración de IRPF y Manolo tiene que hacerla.

Podría seguir, pero me detengo aquí.

Al final, ¿por cuánto está trabajando Manolo en la ferretería? Lo cierto es que por NADA o por una cantidad cercana a cero. Manolo trabaja porque es idiota ya que, sin trabajar, ganaría mucho más y en su casa se viviría mucho mejor.

El salario real de Manolo, respecto a su antiguo compañero, que no trabaja, es cercano a cero.

¿Qué tiene de raro que Manolo llegue todos los días tarde a trabajar, o trate mal a los clientes de la ferretería, intentando que también lo despidan a él?

Pues así, ya me diréis, si es normal o no que el país vaya como va. Y si creéis que me paso, enviad este artículo a algún amigo y cada cual tendrá más de un caso que contaros.

Quedo a la espera de los vuestros.

VPO en subasta (agujero número uno)

Bache que apereció un día de estso en nuestro sistema económico.

Bache que apereció un día de estso en nuestro sistema económico.

Hoy empiezo una pequeña serie, que no será continua, sino salteada, sobre los maravillosos agujeros que arratonan el tejido de nuestra sociedad. Como estamos en un blog de hipotecas, quiero comenzar por los modos de obtener las VPO, dejando a un lado los compincheos, compadreos, cohechos y otros delitos que ya aparecen directamente en el Código Penal.

El sorteo de las VPO es algo que nos parece a todos injusto, pero seguro que empezaréis a pensar que es una maravilla en cuanto sepáis algo más de este otro sistema.

Como sabéis, y es de risa, una VPO tiene que conservar su régimen de vivienda protegida durante una serie de años y después pasa a ser libre. Este periodo puede ser de 30 años (las de la Ley de 1978) o de quince o veinte años, con la nueva legislación.

Bien, pues con esas mimbres, existe esta posibilidad:

Un ciudadano, al que llamaremos Pepe, se ve agraciado con una VPO. Lo celebra por todo lo alto, va a hacer su escritura, su hipoteca, y cumple con todos los demás sacramentos hipotecarios. Por tanto, la vivienda es suya, y la administración que se la concedió se olvida de él, considerándolo un agraciado del sistema y un sujeto pasivo de la solidaridad común.

Pues ahora Pepe, se puede ir a vivir a esa vivienda, o dejársela para un hijo mientras estudia la carrera, porque Pepe vive en un pueblo, pero le venía muy bien el piso en la capital para que el saliesen más baratos los estudios del hijo.

El hijo de Pepe acababa la carrera a los cinco años, y Pepe decide deshacerse de la vivienda. Pero como no puede venderla a cualquiera ni por encima del precio máximo, recurre a otro sistema: deja de pagar las cuotas de la hipoteca, el banco se la embarga, y la subasta.

¿Y qué pasa en la subasta? Pues que a esas subastas van como locos montones de inversores, sociedades y gente de todo tipo, porque es el modo de hacerse con una Vivienda de Protección Oficial sin cumplir ningún requisito.

Pepe contento, porque la vivienda va a alcanzar un precio con el que pagará toda la deuda del banco, y le quedará mucho dinero para el bolsillo, tanto o más del que ha puesto. La vivienda le ha salido gratis y hasta puede haberle dejado un buen beneficio en algunos casos, pues el Estado controla las transmisiones, pero no las subastas judiciales.

Y el comprador contentísimo, porque sin cumplir ningún requisito se ha hecho con una vivienda social que en unos años será libre y podrá venderla a precio de oro.

Los únicos que nos quedamos con cara de tontos somos los demás, pero como ya estamos acostumbrados, pues no pasa nada.

¿A que sí?

 

 

El mercado laboral en España

Fijos y temporales conviviendo en el mercado.

Fijos y temporales conviviendo en el mercado.

Amigos, hay que reconocerlo: el problema ya no es tanto si sube o baja la hipoteca, que también, sino de dónde va a salir el dinero para pagarla, porque el curro se pone difícil y no parece, a primera vista, que la recuperación económica, cuando llegue, vaya a redundar en nuestro país en una mejora sustancial de las cifras de desempleo.

Como unos somos jóvenes y otros desmemoriados, y como ambas categorías no se excluyen entre sí, me gustaría hacer hoy un repaso por los distintos intentos regulatorios del mercado laboral en España. No pretendo tener la verdad, por supuesto, pero os aseguro que seré sincero.

La primera, pues, en la frente: dejando a un lado las limitaciones políticas, el Fuero de los Trabajadores del franquismo era la bendita panacea. Consagró el empleo fijo, dificultó el despido, consagró las ordenazas laborales por gremios y ramas productivas y, a menos que apuñalases a la madre del patrón, podías contar con jubilarte en la misma empresa donde entraste a los dieciséis años como chaval de los cafés. Las subidas salariales fueron constantes y sostenidas (por eso se pasó de ir en burro al Seat 600), el déficit público era de risa (menos del 0,5 % del PIB ) y el precio de la vivienda equivalía al salario de 11 años de UN trabajador.

Partiendo de este panorama, en 1984 (con Felipe González) se aprobó la primera reforma laboral, con la idea de que el mercado era demasiado poco flexible, lo que entorpecía la creación de puestos de trabajo en los momentos de bonanza, auqneu se impidiese su destrucción en las crisis. Si era tan difícil despedir a un trabajador, las empresas procuraban estirar su plantilla al máximo, pero no la incrementaban y eso trataba de evitar esta reforma, ideada para que España pudiese dar el gran salto. Su punto estrella fue la creación de contratos de trabajo sin duración determinada, los indefinidos, y se intentó promoverlos dándoles ventajas fiscales y de cotización.

Esta reforma funcionó bastante bien, porque hasta finales de los ochenta se crearon muchos cientos de miles de puestos de trabajo. La cosa no fue perfecta del todo, porque se creó una fisura grave entre los trabajadores: la diferencia entre los fijos, contratados en el franquismo, que tenían todos los derechos, y los recién contratados, que no tenían casi ninguno, de modo que los sindicatos peleban casi en excluiva por los primeros, que eran los que realmente iban a estar allí de modo permanente.

Poco a poco la tempopralidad creció y a principios de los noventa, uno de cada tres trabajadores tenía ya contrato temporal. Esto perjudicó no sólo a los trabajadores, sino a toda nuestra economía en su conjunto, pues las empresas dejaron de invertir en formación de los trabajadores, lo que redundó en menos productividad y menos competitividad. Cuando el contrato es temporal lo que se invierte en enseñar a jacer algo a un trabajador es dinero perdido en cuanto el trabajador se marcha.

Por otra parte, y esto fue culpa de los sindicatos, esta división en dos grupos de trabajadores con muy distintos derechos, supuso que los que estaban fijos tenían mucho mayor poder de negociación, porque siempre serían los últimos en ser despedidos, ya que ante cualquier eventualidad los que caerían primero serían los otros. Por eso, presionaron duramente al alza de salarios que se compensaban de inmediato con recortes entre los que tenían contrato temporal.

En 1994 se aprobó una nueva reforma laboral que creó nuevos tipos de contratos para los más jóvenes, que tenían grandes dificultades para acceder al mercado laboral, y se autorizaron las empresas de trabajo temporal, las famosas ETT cuyo negocio consiste en lo que todos sabemos. Como no se consiguió gran cosa y se seguía destruyendo empleo, en 1997 (con Aznar) se aprobó otra reforma que trató de flexibilizar más aún el mercado de trabajo, manteniendo las dos castas, ya que en España siguen sin existir leyes que sean aplicables a todos los trabajadores.

Lo que tenemos actualmente es que la tasa de temporalidad no sólo no decrece, sino que sigue aumentando, lo que perjudica tanto a empresas como a trabajadores.

¿Y hasta cuando? Hasta cuando se cumpla el artículo ese de la Constitución, ese tan tonto de que todos somos iguales antes le ley.

 

¿Es rentable alquilar? (Un laberinto con veneno al fondo)

Molino socialista: el agua sube sola, mueve la rueda y todos salimos ganando.

Molino socialista: el agua sube sola, mueve la rueda y todos salimos ganando.

Amigos, la cuentas no me salen. El eterno enfrentamiento entre partidarios de la compra en propiedad y de la vivienda en alquiler se resuelve, desde mi punto de vista, en un punto muerto donde tengo la impresión que desfallece la lógica.

Vamos a ver.

Una hipoteca de un piso me costaría 900 € al mes, y un piso en alquiler me cuesta sólo 500 €. Muy bien. El piso nunca será mío pero me ahorro 400 € todos los meses, que son justo los que gasto en comer y en tomar un café los sábados que acaban en cuatro, que es todo lo más que me permite mi sueldo Kunta Kinte. Hasta ahí, sin problemas.

Pero el caso es que los pisos no se alquilan ellos solos, así que si miramos el asunto desde el lado del propietario, tenemos algo raro. ¿Alguien se cree que el dueño del piso está pagando 900 € de hipoteca por él y cobrando 500 al inquilino?, ¿alguien cree que asume todos los riesgos que un alquiler conlleva cobrando menos de lo que le cuesta el piso?

Aquí hay algo raro. ¿No os parece? Si alquilar es rentable para el inquilino, entonces no lo es para el casero, y si es rentable para el casero, entonces no lo es para el inquilino.

Si en lugar de hablar de casas hablamos de coches, quizás lo entendamos mejor. Una empresa de alquiler de vehículos, ¿a qué precio tiene que alquilar los coches? Al precio que le permita cambiarlos por otros nuevos al fin de su vida útil y que le deje al mismo tiempo un margen de beneficio. Si no fuese así, no sería una empresa de alquiler, sino Cáritas Sobre Ruedas.

¿Y entonces qué pasa con los pisos?

Pues creo que una de estas dos cosas:

-O que vivir de alquiler es una necesidad, pero nunca un buen negocio.

-O que los propietarios están alquilando los pisos que compraron en tiempos del abuelísimo, cuando costaban alrededor de 70 mensualidades de un sueldo medio (que es lo que costaba un piso hasta 1977)

En el primer caso, bueno será saberlo, para no contarse mentiras a uno mismo. En el segundo, bueno será saberlo también para hacerse idea de lo que sucederá con los alquileres cuando entren al mercado los que la gente ha comprado ahora.

¿O creéis que el que compró un piso por trescientos cincuenta mil euros lo va a poner en alquiler por quinientos?

Seamos serios y vayamos preparándonos.

Hipotecas y sartenes

Cuando salió el carné por puntos, sacaron el coche por puntos...

Cuando salió el carné por puntos, sacaron el coche por puntos...

En una ferretería antigua vi una vez un cartel que decía: “como el banco no vende sartenes, yo no presto dinero“. El letrero llevaba allí al menos cien años, o lo que es lo mismo, tanto como la propia ferretería.

Se trata, obviamente, de una de esas bromas castizas que se ponían por escrito en algunos establecimientos, pero en este caso recuerdo también que el dueño, un anciano socarrón, acabó cambiando el letrero antes de jubilarse pro otro que decía: “aunque el banco venda sartenes, toallas y cucharas, yo sigo sin prestar dinero

La costumbre de la banca de entrometerse en otras áreas de negocio para las que no tiene ni licencia ni conocimiento, no es nueva. Desde aquellas promociones en que regalaban ordenadores, toallas, juegos de cama, baterías de cocina, vajillas, cuberterías, sartenes, y todo lo que uno se pueda imaginar a cambio de renunciar a los intereses del dinero no ha pasado tanto tiempo, pero aún nos sorprendemos de que ahora la banca se haya convertido casi de repente en agencia inmobiliaria.

La banca, en España, ha creído desde siempre que tiene patente de corso para el más burdo intrusismo, y aunque a todos les hiciese gracia que regalase un juego de sartenes por un depósito de mil euros, al que había comprado las sartenes y sabía que le iban a enmohecer en el almacén no le hacía ninguna. Ni pizca.

Ahora resulta que muchos de nosotros pensábamos que siempre se podría vender el piso en caso de necesidad, si la hipoteca apretaba demasiado, y nos encontramos con que la banca vende y subasta miles de pisos de su propia cartera y que no da un duro en préstamo a nadie si no es para quitarse un poco de ese lastre. O sea, que o se lo compras a ellos, o lo pagas a tocateja.

Ahora resulta que nos chafa el negocio a nosotros, nos quita la liquidez a nosotros, y nos pone la soga al cuello a nosotros, aprovechando su tamaño y su fuerza para imponer sus condiciones. Y ya no nos hace tanta gracia.

La cosa empezó en las sartenes. Si no les hubiésemos tolerado aquello no habríamos llegado a esto. Pero aquello no era asunto nuestro, ¿verdad? Pues ahora, ajo y agua.