
Amaestrarlo para hacer esto fue caro y difícil. Algún día sabremos para qué sirvió.
Sigo hoy analizando los fallos sistémicos del capitalismo y me permito recordar que un fallo sistémico es aquel que se deriva del propio sistema, y no de una mala interpretación, sesgada o interesada del mismo.
El otro día hablamos de la obsolescencia planificada y de por qué se malgastan recursos en fabricar cosas a las que se obliga a durar mucho menos que su vida real.
Hoy voy a fijarme en el empleo de recursos en actividades improductivas. Una actividad improductiva es aquella que no añade bienes ni servicios reales al mercado, ni aumenta la eficiencia en su producción.
Hace unas semanas os conté que para vivir como vivía un norteamericano medio en 1955 bastaría con trabajar veintidós horas semanales, y hay que recordar que el americano medio de aquel año también dejaba muy buenos beneficios a su empresa y también destinaba algunas horas a actividades improductivas.
¿Qué ha sucedido entonces para que trabajemos mucho más? Obviamente, que las actividades improductivas se han multiplicado.
Hay actividades improductivas de muchos tipos y las hay que lo son sólo parcialmente, pero voy a citar tres clases, para que nos hagamos todos juntos una idea:
—Defensa: el dinero y recursos empleados en armas y ejércitos es una actividad improductiva. Aunque se ha discutido mucho sobre esto, el método kantiano del imperativo categórico nos lleva a la conclusión de que esta actividad es improductiva. La explicación a lo bruto se entiende mejor: si nadie se dedicara a la agricultura, nos moriríamos de hambre. Si nadie se dedicase a limpiar las calles, nos comería la basura. Si nadie en el mundo se dedicase a las armas, no pasaría absolutamente nada; es más: saldríamos ganando. La conclusión kantiana es directa: la defensa es una actividad improductiva. Parte de la prosperidad de Europa se debe a que se abandonó el gasto militar en manos de los EEUU, que recibe unas prebendas por ello (el sueldo del gendarme) pero nos libera a los europeos de buena parte de ese gasto atroz.
—Administración excesiva: el capitalismo se basa en un Estado de Derecho, pero ese Estado de Derecho consume unos recursos excesivos para lo que aporta al sistema. Un ejemplo: ¿realmente creéis que el que haya en España 1.940.000 planes de riesgos laborales activos ahorra más recursos de los que consume?, ¿realmente creéis que a una droguería con dos empelados le sale rentable ese plan? ¿Pensáis en serio que exigir proyecto de arquitecto para una casa de dos plantas es una mejora productiva que optimiza los recursos? A eso me refiero.
—Publicidad: la publicidad es una actividad que trata de conseguir ventaja de unos productos sobre otros, pero no añade nada a esos productos. La publicidad es, en pocas palabras, un rearme bélico, pero a nivel comercial. Ningún anuncio hace que el producto sea más duradero, más barato ni más eficiente. Lo que intenta el anuncio es que creamos que el producto efectivamente lo es, generando toda clase de distorsiones en las bases del mercado puro capitalista.
Ahora, sumad vosotros estos tres factores, y otros muchos que se os pueden ocurrir, y decidme qué parte de los recursos humanos y materiales se tiran por el desagüe del capitalismo.