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Los fallos del capitalismo (I) La obsolescencia planificada.

Modelo humano según el sistema capitalista.

Modelo humano según el sistema capitalista.

Si alguien esperaba encontrar aquí un alegato sobre la avaricia humana o sobre las desigualdades económicas, se ha equivocado de artículo.

Hoy, tal y como anuncié este lunes, voy a hablar de los fallos sistémicos del capitalismo, o sea, de aquellos que son propios de su mecánica y consustanciales a él.

Cada uno de los cinco apartados que voy a tratar en este y otros artículos se podría ampliar mucho más, así que queda a vuestro juicio pedir que se amplíe o se profundice el análisis de alguno de estos cinco fallos. Si puedo, trataré de complaceros, aunque no siempre pueda estar a la altura de lo que se me pida que explique.

A lo que estamos. En mi opinión, los fallos del capitalismo son fundamentalmente cinco:

Obsolescencia planificada.

Empleo de recursos en actividades improductivas.

El poder de la escasez.

Información privilegiada.

Generación de externalidades.

Desproporción de responsabilidades

Hoy vamos a hablar del primero.

La obsolescencia planificada es el fenómeno por el cual la vida real de un producto es inferior a su vida útil, con lo que eso conlleva de desperdicio de recursos naturales, horas de trabajo y otros elementos productivos. Si queréis una explicación más amplia, podéis verla aqui.

En el sistema capitalista, la eficiencia la marca el beneficio, pero no se tiene en cuenta el aprovechamiento óptimo de los recursos, sino solamente su coste frente al precio al que se pueden vender.

Esto, a la larga, conduce a que se malgasten recursos de todo tipo. Dos ejemplos que pueden ilustrar este fenómeno son la moda y los diseños propietarios.

La moda es un ardid de marketing por el que se convierte en obsoleta la ropa de años anteriores que todavía está en buen uso. Unos zapatos, unos pantalones o un vestido pueden durar cinco o seis años, pero la obsolescencia planificada obliga a tirarlos a la basura o sustituirlos por otros en un plazo mucho menor, con el consiguiente desperdicio de materias primas, horas de trabajo, almacenamiento, transporte, etc.

Si el plan E de Zapatero consiste en abrir zanjas para volver a taparlas luego, ¿en qué consiste la moda más que en lo mismo? Ambos son ejemplos de obsolescencia planificada.

El otro ejemplo es el diseño propietario con obsolescenmcia planificada, que es aquel que ya incorpora un fallo que será mejorado en la versión siguiente, o carece de funcionalidades que serán incorporadas poco después sin que este retraso obedezca a más razones que el deseo de vender dos veces el mismo producto, y fabricarlo dos veces, con el consiguiente desperdicio de recursos.

En el mundo de la informática y la electrónica hay tantos ejemplos de esto último que me parece inútil elegir uno concreto.

Quedo a la espera de vuestros comentarios y de que me digáis qué fallo del capitalismo analizamos a continuación.


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Los sistemas económicos y sus problemas: capitalismo

Altar de la religión capitalista

Altar de la religión capitalista

Ya que hablamos muchas veces de los sistemas económicos y no todo el mundo conoce las ideas alternativas, o los problemas que estos sistemas plantean, voy a tratar de hacer un recorrido por las distintas posibilidades de organización económica.

En primer lugar, y valga para todos los artículos que escriba a este respecto, quiero dejar muy claro que sobre este tema hay verdaderas montañas enciclopédicas, y que tratar de resumir en unas pocas líneas lo que requiere un libro entero conduce infaliblemente a graves inexactitudes, por lo que pido disculpas de antemano. Aún así, creo que puede valer la pena.

El capitalismo es un sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción. El Estado se limita a regular las condiciones mínimas en que se realizan las transacciones económicas que, por lo demás, pueden contratarse en libertad.

Los pilares en que se apoya son el imperio de la ley o Estado de Derecho y la libertad de los agentes económicos para buscar su propio beneficio y las mejores condiciones para obtenerlo. En el capitalismo, la retribución del capital es el beneficio y la retribución del trabajo es el salario. El Estado cobra un impuesto sobre ambos para sufragar los gastos comunes, aunque también es posible el capitalismo sin Estado, como se demostró en las civilizaciones de la antigüedad.

La principal ley que regula la producción y precios de los bienes y servicios es la oferta y la demanda. Cuanto más abundante es un bien, más fácil es de conseguir y por tanto, más barato. Esta idea afecta también al dinero, cuyo precio es el tipo de interés, y la mano de obra, cuyo precio es el salario. Según el sistema capitalista, cualquier norma externa que afecte al equilibrio de oferta y demanda tiene un coste en eficiencia, y alguien estará pagando o cobrando lo que no debe a cambio de lo que tiene.

El capitalismo se debilita cuando se debilita el imperio de la ley y cuando se reduce la libertad. Por eso suele confundirse a menudo capitalismo con liberalismo, porque la libertad es la esencia más profunda del capitalismo. Cada uno puede hacer con lo suyo lo que quiera y para ello es preciso que no existan fuerzas exteriores que puedan coartar esa libertad; especialmente no deben existir fuerzas militares que impongan el poder de las armas a la fuerza del mercado.

El capitalismo fue un gran avance puesto que suponía que las relaciones humanas se verían reguladas por el comercio en vez de por las armas.

Por supuesto, han existido corrupciones y variaciones de todo tipo sobre este modelo, pero la esencia es la que he contado.

En otra entrada detallaré los problemas principales del capitalismo, porque los tiene, y son graves.

Alargarse demasiado en un solo día no tiene sentido.

Hoy sólo me queda una pregunta: ¿hasta qué punto creéis que vivimos realmente en un sistema capitalisa?

Gracias de antemano por vuestras respuestas.

P.D: El Euribor ha cerrado el mes al 1,231 %.  Nueva bajada, así que felicitaciones a todos los hipotecados.

La Universidad como escarmiento y sumidero de talentos (agujero 7º)

Aquí alojan en la Universidad al que tiene una idea propia.

Aquí alojan en la Universidad al que tiene una idea propia.

La universidad debería ser una especie de templo del conocimiento al que se acercasen aquellos que quisieran aumentar sus conocimientos o simplemente abrir sus mentes.

En ningún sitio es más necesario que en la Universidad un espíritu abierto, dirigido a la formación de pensamientos vigorosos y libres. En la Universidad deberían formarse las clases dirigentes del futuro, tanto a nivel técnico, como humano.

De las universidades salen, es cierto, buena parte de los que dirigen luego la sociedad, pero salen tan maleados, doloridos, escarmentados y corrompidos, que el mundo de la empresa y la política es lo que es por las malas artes que los universitarios aprenden por necesidad de supervivencia en sus años de paso por las facultades.

La universidad española se apoya en una serie de pilares, a cada cual más corrupto, que la convierten en un foco infeccioso más que en un faro de ciencia. Voy a tratar de detallarlos:

-1- La Autonomía universitaria, que debería servir para evitar ingerencias en lo que se enseña y mangoneos externos, sirve en realidad para evitar controles  y fomentar la opacidad y el interés más filisteos. Los ciudadanos pagamos la universidad pública, pero no tenemos derecho a opinar sobre en qué se gasta nuestro dinero ni sobre los criterios con que se gasta, se invierte o se contrata con ese dinero. ¿Y qué sucede en un lugar donde cada año llegan millones de euros de los que nadie puede pedir cuentas? Responded vosotros.

-2- La contratación del profesorado se realiza por el propio profesorado, de modo que es la Universidad y los departamentos en sí mismos los que contratan y eligen su propio personal. Desde el punto de vista científico, eso significa que todos los profesores de un área piensan lo mismo que su superior directo (que de lo contrario no los habría contratado) con lo que en lugar de un debate de ideas tenemos una asquerosa endogamia del pensamiento, sin debate y sin alternativa.

-3- El sistema de contratación del que hablamos en el punto anterior genera puestos de trabajo de por vida, muy bien pagados y muy cómodos (máximo 12 horas de clase a la semana, por ley). Como nadie puede controlar esa contratación, se da la terrible paradoja de que más del 45 % de los profesores universitarios están emparentados entre sí. La endogamia no es sólo intelectual, por tanto.

Os invito a preguntar a cualquier profesor universitario que conozcáis cuántos se presentaron a su oposición el día que la sacaron. La respuesta, invariable, será uno o ninguno, porque para una plaza de cartero se presentan 700 candidatos, y para una plaza de guardería se presentan 900, pero para una plaza de profesor universitario no se presenta nadie, ya que el es sabido que están dadas de antemano y se convocan con el perfil de una persona determinada.

-4- No existe control alguno sobre la labor investigadora. El profesor que honradamente quiere investigar, investiga, pero al que se limita a dar sus 12 horas a la semana no se le piden cuentas ni de su actividad, ni de sus publicaciones, ni de la actualización de sus temarios. Por eso algunas universidades, casi todas, incluyen en sus temarios asuntos completamente obsoletos: porque el profesor titular, inamovible, se niega a estudiarse las novedades. En el año 2003, en Económicas, aún repartían material sobre las posibilidades de triunfar de Windows sobre el monopolio de IBM.

-5- La financiación y la contratación de nuevos profesores depende del número de alumnos. Y el número de alumnos se puede aumentar de dos maneras: haciendo más interesante la carrera o la asignatura para que se matricule más gente, o suspendiendo sistemáticamente a los que hay, con un falso nivel de exigencia, para que se vuelvan a matricular el año siguiente y se acumulen con los que llegan del curso anterior. Qué es más fácil y qué supone menos esfuerzo, lo dejo a vuestro juicio.

-6. El Estado otorga y valida los títulos pero no puede controlar en la práctica los contenidos, porque el mismo que los imparte es el que luego examina. Así las cosas, si caes en una Universidad donde se enseña cualquier aberración, (o cualquier antigualla) debes aprender esa aberración y esa antigualla, o marcharte (si puedes). Así las cosas, pueden existir, y existen, universidades privadas que venden el título a quien se lo puede pagar de modo que ese título sirva para aprovechar después ventajas y enchufes familiares que perpetúen la rueda.

Hay más, pero ya me alargo demasiado.

Dicho esto, ¿qué tiene de raro que la gente salga de las universidades como sale?

Resabiada, desengañada, y a menudo con deseos de revancha.

Si ese sistema es el que produce nuestros técnicos y dirigentes, ¿cómo queréis que lleguemos a tener algún día una sociedad mejor?

 

Las motivaciones y la hipoteca

Lo malo no es que nos engañen, sino que nos engañemos...

Lo malo no es que nos engañen, sino que nos engañemos...

Voy a referir las motivaciones a la hipoteca y a su cálculo y contratación, porque estamos en un blog de hipotecas y vivienda, pero desde ya os digo que estas motivaciones son generales, y son aplicables también a todos los ámbitos de la vida.

En principio había previsto escribir una artículo sobre los incentivos, pero visto que el respetable quería hablar de motivaciones, pues allá vam lo que se pide, y dejamos para otra ocasión el funcionamiento interno de la sociedad y los valores que inducen a la gente a moverse, a arriesgarse, o a preferir ahorrar o gastar su renta.

Las motivaciones fundamentales son seis, y para que os acordéis de ellas, se rigen por las siglas SABONE:

Seguridad: Nos hipotecamos, que es tanto como decir comprometemos una parte fundamental de nuestros ingresos y de por vida, por seguridad. Para no vernos al albur de las fluctuaciones y tener un techo que nos cobije.

Afecto: El componente del afecto intervine también en la hipoteca. Y si no, preguntad a muchos padres y abuelos por qué hacen de avalistas cuando ellos ya tienen el futuro resuelto y estarían más tranquilos disfrutando de la jubilación. Si preferís la hipoteca sin aval, echad un ojo al enlace.

Bienestar: La casa que es nuestra no es lo mismo que la casa que es de otro. A la larga, el evitar las reparaciones, gastos y mantenimientos en una casa que no es nuestra también nos pasa factura en forma de calidad de vida. Porque por no gastar, no la arreglamos, pero por no arreglarla no tenemos las cosas como es debido.

Orgullo: En el caso de las hipotecas esta motivación no aparece tan clara ni tan frecuentemente, pero todos conocemos algún caso de personas que se vieron arrastrado a comprar vivienda e hipotecarse porque lo hacían sus vecinos, sus cuñados o alguien de su entorno ante el que no querían aparecer como unos “pelados” que no se podían permitir una vivienda en propiedad.

Novedad: esta variable es aún más rara en el caso de las hipotecas. Hipotecarse porque es una novedad es el colmo, pero alguno habrá. De todos modos, os recuerdo que estoy haciendo un recorrido por las motivaciones generales, y que cada producto y persona tienen su propia fórmula que las combina.

Economía: nos hipotecamos porque pensamos que el dinero que pagamos nos va a conceder la propiedad de un bien, en vez de pagar a una persona, el casero, que nos concede simplemente su disfrute, pero no la propiedad. Con razón o sin ella, muchos de los que se hipotecan tienen muy en cuenta esta razón y creen que ganan dinero.

Como veis, son motivaciones lo suficientemente amplias para que cada persona determine su carácter y su vida por aquellas a las que prefiere.

Y si queréis, os propongo un ejercicio: que cada cual ponga por orden estas seis motivaciones en su escala de preferencias y compare esta escala con la de alguna persona querida o cercana. Entenderéis unas cuantas cosas y quizás os llevéis también alguna sorpresa.

 

 

 

 

Cuestión de precedentes

Si no te importan las goteras, está de cine.

Si no te importan las goteras, está de cine.

Iba a hablar hoy, porque es sábado, de que hay una manera de conseguir que te paguen la hipoteca y no tener que pringar treinta años, privándote de todo, o estrechando las posibilidades de tu familia: te haces a la mar, secuestras un barco y siempre habrá quien te pague dos o tres millones de euros por el rescate.

Lo del Estado de Derecho, no negociar con criminales y no ceder a ningún chantaje armado es sólo cosa de puertas adentro. Si el caso se produce fuera, la consigna es bajarse los pantalones y pagar la vaselina, con presencia armada de fragatas y helicópteros, eso sí, para que pongan la banda de música. Porque para una buena rendición siempre fue imprescindible una banda de música.

Ma imagino desde ya a los etarras pintándose la cara con un corcho para ver si así el Gobierno excarcela a los suyos, o pone parte o toda la pasta del próximo rescate. No os riáis, que en este país de derechos históricos y prebendas adquiridas todo es encontrar un buen precedente, y el precedente ya lo tenemos.

Iba a hablar de esto, os decía, pero ha salido el tema de los precedentes y prefiero volver a lo nuestro: la vivienda y la hipoteca.

Supongo que muchos de vosotros ya lo habréis visto, peor últimamente se habla bastante de unos cuantos esforzados que han decidido ocupar cavernas en Mallorca y que, al no manchar, ni contaminar, ni nada, han conseguido tener por la cara lo que al resto de mortales les cuesta media vida: un sitio donde vivir.

Os dejo un enlace a la historia de los cavernícolas por si os apetece leerlo.

Las pregunta, o preguntas que me quedan, es si eso del permiso de habitabilidad es sólo para pringados o se lo habrán pedido también a estos. Y otro tanto  sobre el informe del arquitecto. ¿Y pasarán estas cuevas la ITV de edificios? La pregunta que me hago y que os hago es, ¿quién decide las condiciones de habitabilidad de un inmueble? , ¿el ocupante?, ¿el dueño?, ¿la autoridad competente?

¿Y de qué color o nacionalidad hay que ser para pasarse toda la normativa por el forro?

Porque, volviendo al precedente, si el ejemplo cunde, ¿qué impide al próximo que pase por aquí irse a vivir a un contenedor o debajo de un puente?

En resumen, una pregunta final: ¿qué está pasando aquí?

Yo creo que me he perdido algo.

 

Presión fiscal y sudor hipotecario

 

Sólo puedo prometer sangre, sudor y lágrimas. ¿Pero eso lo dijo Churchill o el director de un banco antes de conceder una hipoteca?

Sólo puedo prometer sangre, sudor y lágrimas. ¿Pero eso lo dijo Churchill o el director de un banco antes de conceder una hipoteca?

En plena crisis, hay que decirlo, el esfuerzo hipotecario ha decrecido en términos generales, tras la bajada de los tipos generales de interés y el Euribor en particular hasta las ridículas cotas actuales. Cierto es que el no puede pagar la hipoteca por haberse quedado sin empleo está peor que nunca, pero, crucemos los dedos, estos siguen siendo una minoría.

Lo que no mejora ni a tiros es la presión fiscal. Todo el mundo habla de las malditas subidas de impuestos del Gobierno, pero lo que casi nadie se para a pensar es que ese aumento de impuestos supone un esfuerzo o sudor fiscal muy superior al que en principio parece.

Los impuestos, por definición, se llevan una parte de nuestro remanente económico. Por tanto, no es lo mismo pagar mil euros de impuestos cuando nos sobran cinco mil después de pagar los gastos corrientes, que pagar esos mil euros cuando a duras penas llegamos a fin de mes.

En teoría, cuando las cosas  van mal los impuestos deberían bajar, pero en la práctica sabemos todos que no es así, porque la progresividad tiene un efecto limitado con lo que la presión, como tal presión, se incrementa mucho más de lo que aparenta por subirse los impuestos en una época de recesión. Porque la subida de impuestos en recesión es un peso doble: el gasto, y el esfuerzo. Es como si en la Edad Media subiesen los impuestos en años de malas cosechas. Hambruna asegurada.

Los impuestos deberían subirse en las épocas de prosperidad para dar tiempo a las familias a ajustarse a este sobrecoste. Hacerlo a traición, y cuando peor están las cosas, es como pedirle a alguien que te devuelva el paraguas que le prestaste. Legítimo, vale, pero pedírselo cuando empieza a llover es una canallada.

Por lo demás, hablamos otro día de lo que nos dan a cambio de esos impuestos. Si queréis consolaros, imaginad que vivieseis en Estados Unidos, donde pagas lo mismo que aquí y además no te dan nada de nada, porque es todo privado. Siempre hay modos de consolarse .

O de cabrearse, porque también hay casos mucho más ventajosos que el nuestro. Por si queréis comparar para mudaros a otro país, o por si queréis saber qué impuestos se pagan por ahí afuera, os dejo un enlace a una tabla de presión fiscal e impuestos que se pagan en distintos países del mundo.

Echadle un ojo, porque ayuda a entender muchas cosas.

Recuperación sin empleo

¿Recuperarán la salud?

La vida no, pero, ¿recuperarán la salud?

Mes y pico después de que ya lo dijéramos en este blog, y permitidme que cite a los clásicos con un enlace, la Comisión Europea se descuelga con el feliz descubrimiento de que la salida de esta crisis podría producirse sin que se apreciase una mejora en el empleo, contra todo lo que habían dicho siempre los eternos pandereteros del “esto es cosa de cuatro días”.

Y sí, es posible: puede haber recuperación económica sin mejora del paro.

Suena a contradicción, peor en algunos casos es todo lo contrario: se trata de pura lógica y ya ha sucedido en ocasiones anteriores, aunque entonces, en un mondo menos globalizado, existía la posibilidad de buscar nuevos mercados. Lo verdaderamente peligroso de esta ocasión es que puede volverse a producir lo mismo que se producía antes, o sea, igualar el PIB, pero con mucha menos mano de obra, lo que aumenta la competitividad, pero deja en la calle, excluidos del sistema económico, a unos cuantos millones de ciudadanos.

Para evitarlo, los prebostes de Bruselas aconsejan que se aborden las reformas laborales necesarias, de modo que sea posible contratar a más gente, exista una mayor movilidad geográfica y funcional y la vida laboral del individuo no pase por un sólo tornillo en la cadena de montaje, además de implementar las condiciones coyunturales y estructurales que bla, bla, bla….

Seriedad:

Lo que dicen en realidad, y estoy seguro de que ya lo habíais adivinado, es que se bajen los sueldos y los costes laborales en general, porque de lo contrario será más rentable producir en cualquier otro lado y el desempleo se convertirá en una especie de enfermedad crónica, sobre todo en algunos países, como el nuestro, donde nunca nos ha entrado muy claramente en la cabeza el significado de la palabra competir.

¿Creéis que de veras nos llegarán a bajar los sueldos?, ¿nos los han bajado ya y no nos acabamos de dar cuenta?, ¿qué puede suponer eso en un país como España con un endeudamiento familiar estratosférico?

¿Se puede competir con China sin hacernos chinos a todos?

¿Es el suicidio una forma de combatir el asesinato?

Vosotros diréis.

El carácter de los pueblos

-¿Lo quiere con factura o sin ella?

-¿Lo quiere con factura o sin ella?

¿Conocéis a Thomas Carlyle?

Escribió una obra titulada LOS HÉROES en la que se habla de la importancia de los líderes para el destino de las naciones. Carlyle sostiene que el héroe, o el hombre destacado, POR SUU FUERZA, SU TALENTO, O SU CREATIVIDAD,  es como el 1 que da sentido a todos los ceros que van detrás, que seríamos el resto.

Es una manera un poco burda (mucho) de explicar una obra tan impresionante, pero espero que sea suficiente para entendernos. Si el uno se coloca delante de todos los ceros, la cifra resultante es millonaria, pero por cada cero que ponga delante de él, disminuye diez veces el valor del conjunto. Y los ceros, según Carlyle, cuando no saben estar en su sitio, son eso y sólo eso: ceros.

Esta teoría, abandonada hoy en día por poco democrática, se enfrentó desde siempre a la idea de que son los pueblos los que forman a los líderes, por lo que cada pueblo moldea o forja sus grandes hombres según la necesidad del momento; si os apetece leer algo más sobre esta tesis opuesta podéis echarle un vistazo al epílogo de Guerra y Paz, de Tolstoi, por ejemplo.

A los cantamañanas que dicen que todos somos iguales,  permitidme que les dedique una línea de silencio.

¿Y esto a qué viene?

Pues a la impresión de que cada pueblo parece abocado a regresar a su propia esencia,  como si de verdad existiera aquello del destino en lo Universal, que decía el abuelo Paco. Y lo peor de todo es que, si es verdad, la nuestra parece ser la de colocar a toda costa los ceros delante, porque al  que tiene talento, para lo que sea, no se le deja llegar a líder de ningún modo.

El odio español al que es mejor, el odio a la inteligencia, el desprecio al esfuerzo y el ansia cainita de machacar a cualquiera que destaque nos han llevado dando tumbos poo la Historia, una veces con más fortuna y otras con menos, pero siempre apegados a la boina, la pandereta y el moquero.

Alemania quiere mandar, y manda, independientemente del número de guerras que tenga que ganar o perder para conseguirlo. Y cuantas más pierde, más manda.

Los anglosajones quieren hacerse ricos y se hacen ricos. En los andurriales del oeste americano, en los desiertos del quinto carajo australiano o donde crezca cualquier cosa o haya cualquier piedra que pueda valer un duro.

¿Y nosotros?, ¿qué distancia real hay entre el Lazarillo de Tormes, o el Buscón, y el adolescente cuarentón que sigue en casa, el concejal que recalifica a sueldo o el chapuzas que compatibiliza el paro con los trabajillos en negro que vayan saliendo?

A veces, creedme, tengo la impresión de que sólo nos ponemos en marcha cuando viene el lobo detrás. Los tiempos de paz y prosperidad nos devuelven a nuestro ser: el del que se levanta después de un aplauso para silbar. Todos lo habéis visto alguna vez. ¿Y creéis que ese elemento silba al torero, al futbolista, o al cantante? En absoluto, porqué él también aplaudió antes.

Silba al plauso.

Mientras el que se ha hecho rico con su empresa tenga que ocultarlo para que no llamen de todo y salga, en cambio, en la tele el que se hizo rico robando, o encamándose con según qué momia, seguiremos como estamos.

 O peor, porque cada día que pasa influye más la capacidad de competir con lo de fuera.

 

 

 

La Justicia es ciega (y sorda, y tonta, y un poco puta…) Agujero Quinto.

Más vale tarde que nunca, dijo el náufrago al encontrar un salvavidas en el fondo del mar...  :-)

Más vale tarde que nunca, dijo el náufrago al encontrar un salvavidas en el fondo del mar...

Tres años y medio hace que se aprobó el Estatuto de Cataluña y otro tanto, más o menos, que se presentó recurso de inconstitucionalidad contra algunos, muchos de sus artículos.

No entro, porque no es mi competencia y no sé lo bastante del tema, en si el Estatuto es constitucional o no, ni en si tienen razón los que los atacan o los que lo defienden. Francamente, me es igual en este momento: sólo uso el caso como ejemplo.

Lo que sí quisiera haceros notar es que en estos tres años y medio mucha gente ha estado pendiente de si las leyes y normas aprobadas después como desarrollo de ese estatuto son válidas o no; en tres años y medio se han hecho y deshecho muchas cosas, mientras el Tribunal Constitucional, nadie sabe por qué, espera, dilata, alarga y eterniza su decisión. Si los magistrados que forman el Alto Tribunal se saben la Constitución, y lo doy por sentado, ¿hacen falta tres años para reunirse y votar lo que sea? , ¿A qué esperan?, ¿por qué esperan?, ¿se debe a causas jurídicas este retraso?

Os dejo a vosotros las respuestas, pero si nuestro máximo tribunal se comporta con semejante abandono, dejadez y desvergüenza, ¿qué no harán los demás?

La falta de seguridad jurídica y el uso de los tribunales como arenas movedizas donde atascarlo todo es, sin duda, uno de los peores agujeros que tenemos en la estructura de España.

Cuando se supone que vives en un Estado de Derecho y los tribunales se convierten en purgatorios donde el que tiene dinero, se lo queda y el que tiene razón espera eternamente a que le paguen, el país no puede funcionar de ningún modo.

Cuando cobrar una deuda es tan largo y arriesgado como embarcarse para Filipinas, no vale la pena emprender un negocio. Es mucho mejor ser un chorizo y vivir de lo ajeno, y dentro de ocho, o diez años, ya se verá. Si aún vive la víctima y le quedan ganas de seguir el pleito.

Cuando los derechos y libertades que deben garantizar los tribunales quedan en suspenso durante años, y van o vienen al aire que sople en las alturas, los ciudadanos acaban por buscarse sus propios modos de supervivencia al margen de la ley: el que tiene una casa, no la alquila; el que tiene dinero, lo esconde, y el que no tiene nada más que su inteligencia y su esfuerzo, revienta como un perro mientras se ríen de él los mismos que lo apalean.

El retraso en la justicia es un premio al culpable y una penalización al inocente. El culpable que puede seguir delinquiendo mientras lo juzgan y no, se frota las manos; y el inocente que no ve reconocida su inocencia sufre doblemente. El retraso favorece al que tira la piedra, al que empuña el cuchillo o la pistola, al que da una bofetada en vez de una razón, mientras el ciudadano honrado, si no quyiere tomarse la justicia por su mano, se queda con la perdrada, con el tiro o el navajazo, o con la bofetada, esperando años y años que se restablezca la legitimidad.

Desde el juicio por una indemnización de tráfico, al proceso por triple asesinato, todo es la misma broma: retrasos, dilaciones, mangoneos, recursos inacabables del que tiene con qué pagarse los abogados y llanto y crujir de dientes del que no tiene más remedio que esperar.

Y yo os pregunto: ¿no sería mejor un sistema un poco menos garantista peor más rápido?, ¿No es mejor una decisión regular a tiempo que una buena demasiado tarde?, ¿y por qué va a ser mejor la decisión que se toma tarde?

Si hemos dejado de confiar en los políticos y no podemos confiar tampoco en la Justicia, ¿qué nos queda?

Paso de dar ideas.

 

 

Por qué el PP no quiere ganar las elecciones (una de historia medieval)

La gaviota no pasa por su mejor momento...

La gaviota no pasa por su mejor momento...

Como hubo quién interpretó cierta parcialidad en el artículo de este sábado, me paso al ala contraria, pero con el mismo ánimo de rigor y alejamiento del partidismo. A veces (permitídme el desahogo) me pregunto con qué órgano concreto escribiré yo o con qué víscera en particular leerá alguna gente, pero eso es lo de menos y llevo el tiempo suficiente en estos lares de la palabra escrita como para saber que a Pitágoras lo asesinaron por considerar libelo sedicioso su teorema de los triángulos rectángulos.

Mi tesis, y es grave, es que el PP parece querer ganar las elecciones, pero en el fondo es mentira. Mi tesis, y trataré de demostrarla, es que hay demasiada gente en el partido a la que nada le conviene más que una derrota honrosa, a ser posible por la mínima, y cuatro años más en la oposición.

El sábado ya dije lo que opinaba de la gestión de Zapatero y las consecuencias para su partido. Pues bien: un tipo como Rajoy que pierde dos veces contra semejante lumbrera tendría que haberse colgado de un pino (un pino político, por favor) hace varios años y los buitres tendrían que haber dejado ya mondos y pulidos sus huesos (huesos políticos, no me malinterpretéis)

Sin embargo, con el país en barrena, las cifras del paro batiendo récords, el déficit en órbita (junto al Meteosat) y la inversión extranjera entonando el “sálvese quién pueda“, resulta que el principal partido de la oposición araña algunas centésimas en las encuestas y se empeña en hacerse el hara-kiri en peleas de portera, reyertas de feriantes y asaltos con escalo a los fondos públicos.

Afortunadamente, la corrupción del PP parece que se limita a robar, y no tiene nada que ver con aquel tirabuzón glorioso, doble salto mortal de la corrupción, que consistía en gastarse en putas el dinero destinado a gastarse en asesinos a sueldo, pero esa ya es otra historia y os la dejo a vosotros, en los comentarios.

El caso, y a eso iba, es que tengo la impresión de que hay mucha, pero mucha gente dentro del PP que no quiere ganar las elecciones. Se trata de dirigentes de segunda fila, muy cómodos en su cargos, muy estables en sus pequeños reinos, que saben que mientras el líder nacional no gane las elecciones será un líder débil y podrán hacer más o menos lo que les dé la gana. Se trata de presidentes de diputaciones provinciales, alcaldes, consejeros y presidentes autonómicos, que saben que están ahí porque nadie tiene poder ni autoridad para echarlos ni para someterlos a control, y que harán cuanto puedan por mantener en el liderato nacional a un dirigente débil, silencioso y mediocre que no pueda atacar ni discutir sus privilegios.

¿Sabéis algo de historia medieval? No hace falta; lo resumo: durante toda la Edad Media, la gran lucha en todos los reinos consistió en delimitar hasta dónde llegaba el poder real y hasta qué punto estaban sujetos los nobles al Monarca. Cuando el rey era débil, los nobles eran fuertes y hacían en sus condados lo que les venía en gana; cuando el rey era fuerte, los nobles tenían que plegarse a sus órdenes, o venía el rey y les cortaba la cabeza.

¿Qué querían los nobles? Un rey lo bastante fuerte para mantener a raya al enemigo exterior, pero no tanto como para mantenerlos a raya a ellos.

¿Y qué pasa en el PP? Pues eso mismo. Y lo pagamos nosotros, como pagamos la desintegración de la idea de socialismo que comenté este sábado.

De tan desvertebrada como está quedando la política española acabaremos compitiendo con los moluscos. Y si no, al tiempo.

 

El peligroso desprestigio de una idea

Ahí justamente está lo malo en estos últimos años

Ahí justamente está lo malo en estos últimos años

Por una vez voy a escribir un artículo político, aunque intentaré, os lo aseguro, que no sea partidista. Porque el hombre es un animal político, pero nadie dijo nunca que fuese un animal atado a una sigla, como aquel hombre de Quevedo, pegado a una nariz.

Me preocupa este Gobierno socialista que tenemos, como a muchos de vosotros, pero la preocupación de la que quiero hablaros es muy distinta a la que comentamos aquí cualquier día. Lo peor de este gobierno no es que nos esté llevando a la ruina, ni que ejerza férreamente el consejo que Franco daba a sus ministros en privado: “no meterse en grandes reformas y esperar a que los problemas por resolver pasen ellos solos a la bandeja de problemas resueltos.”

Aunque es grave, lo peor no es tampoco que el Gobierno ayude a que se expanda por la sociedad la idea de que el que trabaja legalmente es tonto, porque se pueden cobrar diversos subsidios y hacer chapuzas por ahí, sin factura, sin pagar un duro, y con el horario que te dé la gana.

Lo peor no es que España pierda peso en el concierto internacional, y que nos tomen por el pito del sereno hasta los piratas del Zaire, ni que nuestro ministerio de exteriores dé una de cal y otra de arena visitando hoy a Obama para hacerse la foto y mañana a Fidel para compensar el mal rato al ala transmontana del partido.

Lo peor de Zapatero es que está desacreditando completamente la idea de socialismo en España. Y se puede ser socialista o no, pero hay que reconocer que un partido socialdemócrata sano y serio es muy necesario en el sistema político de una nación moderna, atemperando los excesos de la ola neoliberal del beneficio abultado, rápido y a cualquier precio.

El verdadero socialismo tiene que ser como el verdadero ecologismo: un modo de defender los derechos de los trabajadores y las clases humildes de madera sostenible, fomentando la creación de riqueza y haciendo luego todo lo posible para mejorar su redistribución y limitar las desigualdades.

Pero aquí no: aquí parece que la estrategia consiste en drenar riqueza de los que son capaces de producirla para entregarla a los que no la producen y sin preguntarse la razón de ello. Aquí se trata de hacer transfusiones de sangre de los sanos a los enfermos, pero sin tomarse la más mínima molestia en tratar de averiguar las causas de la enfermedad ni de ponerle remedio.

Tras esta experiencia, corremos el riesgo de que España acabe cayendo en manos de lo más rancio de la derecha burguesa, porque el socialismo después de Zapatero habrá quedado tan maltrecho, tan desacreditado, tan privado de personas e ideas verdaderamente consistentes que será una caricatura de sí mismo, como el socialismo francés, que no levanta cabeza frente a un Napoleón de segunda como Sarkozy, o el socialismo alemán, que va de batacazo en batacazo frente al sentido común de una canciller que hace los presupuestos generales como quien prepara la lista de la compra.

Y el socialismo, para estar con él o contra él, como peso o contrapeso, es imprescindible para la salud política y social de un país. Lo contrario es pensamiento único, matizado solamente por las distintas tonalidades de intereses económicos, y nosotros ni podemos ni debemos permitirnos eso.

 

 

 

Lo público no es de nadie (agujero cuarto)

¿Morro yo?, ¿por qué décís eso?

¿Morro yo?, ¿por qué décís eso?

Se supone, amigos, que lo público es de todos, pero todos y nadie se confunde por estas tierras con una facilidad pasmosa.

Los Estados se fundaron para poder acometer proyectos y obras que no podrían realizarse de otro modo por la iniciativa privada, o para coordinar aquellas actuaciones que por su larga duración o su amplio calado no pudiesen dejarse a los particulares.

En principio, el Estado es una ventaja competitiva, y no hay más que ver lo que sucede en los sitios en los que no lo tienen, como Somalia.

Por todo esto, el Estado tiene el monopolio de la violencia y la capacidad de exigir contribuciones y tributos a los ciudadanos. Y casi mejor, proque en los sitios en los que la violencia la ejerce cualquiera o cualquiera exige impuestos, es para echarse a temblar.

Lo malo, lo peligroso, es cuando la máquina creada para el servicio de todos cobra vida propia, como un robot rebelde de una película de ciencia ficción, y se posiciona cada vez más al margen de la sociedad a la que se supone que sirve. En ese momento, el Estado se convierte en un parásito de la sociedad y se dedica casi exclusivamente a consumir ingentes cantidades de recursos para perpetuar sus privilegios y aumentar el control sobre los ciudadanos.

Esto es lo que sucede en España desde hace años: aumento desmedido del número de funcionarios y gasto público por las nubes, sin un aumento real de los servicios que se prestan a los ciudadanos, pero incrementando en todo momento las exigencias materiales y formales que se imponen a la sociedad. Hay varias leyes que rigen este proceso, pero basten dos:

-1-Los funcionarios, además de desempeñar una tarea, generan más trabajo que permita a su vez contratar más funcionarios.

-2-El instinto del funcionario le lleva a multiplicar las plazas de los que pueden ser subordinados suyos y a limitar las de los que pudiesen ser sus rivales.

Pero lo peor no es esto, que ya es malo de por sí, sino el modo en que el Estado emplea nuestros recursos, una vez afianzado en su conciencia de ser invulnerable y una vez eliminados los controles reales.

Para muestra, os pongo un enlace que os ruego no os perdáis. Os recomiendo sobre todo la página 2.

Para que veáis cómo se gasta nuestro dinero. Y no era sólo una intención, que ya están allí y allí seguirán hasta el día 7.

¡Toma ya!