Hace algún tiempo me propuse hacer un recorrido por los distintos sistemas económicos y sus problemas. Entonces comencé por el capitalismo, ya que es el sistema en el que vivimos y, los que habéis seguido este blog habéis visto que dedicamos un artículo a su descripción y cinco más a sus fallos intrínsecos.
Hoy vamos a hablar del colectivismo, o sistema económico socialista o comunista. Por supuesto, entiendo que no son lo mismo, pero las diferencias de matiz no harían entrar en un tema sobre el que se han escrito cargamentos enteros de libros y aquí ocupamos como mucho un par de folios, así que permitidme que los equipare.
El colectivismo es un sistema ideológico opuesto al individualismo. Su objetivo principal es la defensa de los intereses comunes por encima de los individuales y cree que la economía y su funcionamiento no puede dejarse en manos de los intereses particulares libremente definidos, porque esto conduciría a grandes injusticias y al parasitismo de unos respecto a otros. El colectivismo trata de evitar que unos individuos se aprovechen del trabajo de otros y se apropien de su producción, de su fuerza o de su inteligencia.
Una de las ideas básicas del colectivismo es que la competencia debe sustituirse a toda costa por la cooperación, de modo que dejen de emplearse recursos naturales, horas y esfuerzo en algo tan improductivo y dañino como imponerse unos a otros.
En los sistemas económicos socialista y comunista, dos sistemas colectivistas, se entiende que los medios de producción deben ser comunes y nunca privados, y servir a los intereses de la sociedad. La diferencia principal (muy por encima) es que los sistemas comunistas creen no sólo los medios de producción, sino también el producto obtenido debe ser común, aboliendo la propiedad privada de todo tipo de bienes, así como los salarios. Para los sistemas comunistas, a cada ser humano se le debe pedir según su capacidad y dar según su necesidad. La capacidad y la necesidad son, por tanto, las varas de medir las obligaciones y los derechos de cada cual.
El problema principal de esta doctrina es que es absolutamente enemiga de la libertad, pues como la sociedad se impone al individuo, no importa lo que cada cual desee o quiera, sino lo que convenga a la comunidad, que impondrá por la fuerza el interés común a todo el que busque su interés particular.
No existe, por tanto, ni la libertad de elegir una profesión que te guste (has de desempeñar la que se necesite), ni la libertad de elegir lo que produces (producirás lo que la sociedad necesite), ni la de residencia (vivirás donde convenga) ni ninguna otra que pueda lesionar los intereses comunes.
Por eso dije anteriormente que este sistema parece pensado más bien para las hormigas que para seres humanos y así lo repito ahora, aunque volveré a ello a la hora de detallar los problemas del sistema.
Entre sus ventajas, podemos citar que logra realmente el desarrollo de sociedades muy atrasadas donde las diferencias de partida son muy grandes, y que en estas sociedades primitivas consigue realmente un incremento de la producción y de los bienes disponibles, mejorando la situación económica de grandes masas humanas.
Entre sus inconvenientes, citaré unos pocos, que serán objeto de otros artículos:
—Necesidad de aplastar la libertad y oposición a la naturaleza humana.
—Lentitud y rigidez en la respuesta a las necesidades económicas.
—Desincentivación de la creatividad y el esfuerzo.
—La necesidad como medida de lo que se recibe es un concepto corrupto en sí mismo.
Estos cuatro problemas y sus corolarios han conducido normalmente al colapso económico y humano de los sistemas colectivistas, incapaces absolutamente de cumplir el primer objetivo de un sistema económico: crear bienes para toda la población y hacer feliz a la gente. Anuncio también un artículo más:
— El comunismo como alucinación colectiva y su resistencia frente la realidad (un epílogo sociológico).
Trataré en este epílogo de hablar del fenómeno sociológico del colectivismo y de su carga psicológica, aspectos ambos nada desdeñables.
En resumen, y seguiremos conversando sobre ello, el socialismo y el comunismo son sistemas que no te hacen más rico pero te hacen más desgraciado y dependiente de los demás.
Concluyo con lo que oí decir en cierta ocasión a un científico ruso, al que le preguntaron qué tal se vivía en el comunismo:
“Muy bien, pero demasiados años”
Maravilloso, ¿verdad?
Espero vuestras sugerencias y comentarios para afinar el debate.