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Hipoteca y tragedia

Una tragedia antigua

Una tragedia antigua

Yo creo que casi nadie sabe lo que significa exactamente el concepto de tragedia, así que me pongo pedante y lo explico, aprovechando que soy escritor de otra laya, aunque me veáis por estos pagos.

La tragedia no es la narración que cuenta un conjunto de desgracias sucesivas en las que la suerte y el destino se conjuran para dar por saco a un pobre hombre que no puede escapar de esa fatalidad. Ese es sólo uno de los componentes de la tragedia.

La verdadera esencia de la Tragedia, con mayúsculas, reside en que todo el mal que sufre el protagonista proviene de obrar con rectitud y de defender sus virtudes. Cuando al malo le va mal, no hay tragedia. Cuando el traidor muere, no hay tragedia. Cuando el vago se empobrece, hay fábula, como en el caso de la cigarra y la hormiga. Pero no hay tragedia.

La tragedia de nuestra sociedad es que están sobreviviendo los que se pasaron a la economía sumergida mientras las empresas que dieron de alta a sus trabajadores y declararon sus ingresos las están pasando putas.

La tragedia de nuestra sociedad está en que han sobrevivido los que no pagaron sus deudas, los que no pagaron sus alquileres y los que se escaquearon de sus obligaciones con mil triquiñuelas, mientras que el que compró un piso y tiene que pagar su hipoteca ve como se le encarecen las cuotas y pierde poder adquisitivo y derechos.

La tragedia de nuestras hipotecas está en que la mayoría de las veces las firmaron quienes confiaban en que el valor de las cosas tenía más que ver con su valor real que con movimientos especulativos de finanzas e instituciones. Porque el que compró ocho pisos para especular los pagó a menudo a tocateja, mientras que el que lo necesitaba para vivir es el que se ha hipotecado pro treinta años viendo, mientras tanto, que hay quien exige y consigue que le regalen una vivienda digna pagada por todos los demás.

La tragedia, en suma, que padecemos, es que nuestros hijos y nuestros jóvenes están aprendiendo, gota a gota, que esforzarse sirve de poco, estudiar no da un mejor empleo y ahorro no te permite envejecer tranquilo.

Y eso, ni Sófocles y Esquilo juntos.

Gran descubrimiento: lo que unos reciben, otros lo pagan

El último currela

El último currela

Ahora que andamos a vueltas con la posibilidad de aceptar la dación en pago como forma de resolver la hipoteca, me viene a la cabeza otra de las reivindicaciones históricas de ciertos grupos: la renta mínima social.

Dar por saldada una deuda entregando el bien que la garantizaba puede parecer muy bien, igual que puede parecer muy bien que te paguen un sueldo sólo por levantarte de la cama cada día. En ese mismo orden de cosas, estaría también muy bien que se pagase un sueldo a las amas de casa, y que se pagara un sueldo a los que  cuidan de los ancianos, y que se pagase un sueldo a las personas que crían los niños y los educan, pues aportan más al futuro de la sociedad que los que ni crían ni educan niños.

Lo que pasa, y es que alguien tiene que decirlo de una santa vez, es que todo lo que unos reciben lo pagan otros, y que para pagar todos esos sueldos y peroles de sopa boba habría que sangrar a los demás.

Sin duda habrá quien piense que sería ideal golpear a ese enemigo social invisible al que llaman “los ricos”, y de ahí sacar la pasta para que todos pudiésemos elegir si trabajar o no, si ahorrar o no , incluso si pensar o no. Pero lo cierto es que ricos hay muy pocos, se acabarían enseguida, y a los cuatro días, o antes, habría que sangrar al segundo escalón, porque los apesebrados del sueldo público no renunciarían a su forraje, y luego al tercer escalón, y luego al cuarto, de modo que tarde o temprano, según en qué escalón estuviésemos, nos tocaría a todos alimentar a la sanguijuela, porque la sanguijuela del que exige sin aportar nada es insaciable.

Para evitar llegar a eso, creo que es mejor cortar por lo sano y empezar, cuanto antes, a hablar claro:

La hipoteca la paga el que la firmó, en las condiciones que la firmó y hasta el último céntimo. Y si no, no haberla firmado. Y el que sea imbécil para dejarse engañar, que vaya al juzgado y se inhabilite, porque si él no quiere depender de su firma, yo no quiero depender de su voto.

El que prestó la pasta a quien no debía, que presente quiebra y se vaya a cascarla al cementerio de los bancos muertos. Si arriesgó más de lo que debía, que no me venga ahora a pedir rescates de dinero público. Jugar está muy bien. Jugar y ganar, mejor aún. Pues jugar y perder, se llama joderse. ¿Lo digo más claro?

Fuera de esto, queda un mundo entero de mandangas, componendas y filosofías muertas de hambre que, en realidad, pretenden desplumar al que produce para dárselo al que se rasca el ombligo. Fuera de esto están buena parte de los subsidios, los rescates, las daciones, las condonaciones de deuda y otros trucos para evitar pagar lo que se debe.

O para hacer que, de un modo u otro, lo paguemos los demás.

Y para eso, conmigo que no cuente.

No se trata de cazar dinero, sino de atraerlo.

Inversores

Inversores, según la mitología de ciertos grupos...

O la izquierda cambia el discurso, y lo actualiza a una versión más moderna, o estamos apañados. Porque lo cierto es que la necesitamos.

Pero de veras: ¿de qué caverna salen con esa  canción de que hay que mantener el gasto y hacer pagar más a los que más tienen, subiendo los impuestos hasta donde sea preciso?

Estos no se han enterado aún de que el dinero se mueve con más facilidad que las personas, ¡y no veáis cómo corre para escaparse de los impuestos! ¿Y qué pretenden hacer contra eso? Pues lo de siempre: levantar muros. No espabilan.

Por eso cuando el gobierno sube, como ha subido, los impuestos a la renta del capital hay que pensar en los efectos que esta medida puede tener sobre el mercado de vivienda y el hipotecario en general.

Plusvalía es la diferencia entre el precio de compra de un bien y su valor actualizado de venta, como ya hemos dicho en alguna otra parte. En estos momentos, y tras la subida, el impuesto de plusvalías es del 21 %, independientemente del tiempo que haya transcurrido entre la compra y la venta.

Antes de que esto fuese así, el tipo de gravamen disminuía desde un máximo del 45 % a medida que pasaban los años, de modo que a partir de un momento, los diez años normalmente, ya no se pagaba nada. El impuesto decreciente en función del tiempo estaba pensado para fomentar la inversión y penalizar la especulación, pero nuestro Gobierno se pasó sus principios por el forro, y pensó que era mejor que todo el mundo pagase igual, no fuera que la gente decidiese esperar para escaquear los impuestos.

Lo que no parece querer ver nuestro Gobierno, ni la gente que apoya este tipo de medidas, es que la economía está parada porque faltan inversores, y nadie va a querer arriesgar su dinero si se le recorta el posible margen de beneficio, cuando el riesgo es cada vez mayor.

Por eso, aunque sea en las charlas de café, deberíamos empezar a pensar como gente moderna, que sabe que el dinero tiene mil agujeros donde meterse, y que no se trata ya de atraparlo, sino de atraerlo.

Pero eso no cabe en la cabeza de algunos me temo.

Hipoteca, pánico y precio

Mercado inmobiliario

Mercado inmobiliario

Permitidme que me ponga espeso, pero ya hacía tiempo que no escribía sobre una idea, como me gusta, en vez de escribir sobre hechos, que es lo que se supone que hacen los periodistas (y yo no lo soy).

Todas las agencias pronostican que el precio de la vivienda seguirá bajando y algunos se atreven a anticipar que aún falta un 40 % de descenso, con las consecuencias que eso acarrearía para los balances de nuestros bancos.

Pues bueno: ni tanto como subieron, ni tanto como las quieren hacer bajar los especuladores monetarios para comerse nuestros bancos por cuatro duros, aprovechando que los inmuebles son una parte muy importante de sus activos y que un descenso en esa valoración los pondría a precio de saldo.

Ni deberíamos haber caído en los precios exorbitados que nos comimos hace unos años ni debemos creernos ahora las valoraciones ridículas, impulsadas por los bajistas, deseosos de provocar el hundimiento de nuestro sistema financiero para imponernos las condiciones que les apetezcan.

Desde siempre, se sabe en economía que la famosa ley de la oferta y la demanda no es una ley, sino sólo una teoría, porque para la ley se cumpla es necesario que exista información y disponibilidad perfecta de productos, y eso no sucede jamás. Ahora, con la globalización y la agilidad de las comunicaciones, la ley de la oferta y la demanda es aún menos ley, porque las interferencias en su funcionamiento, o al teoría de los ñúes salvajes, que no actúan de modo racional, está más presente que nunca.

Cuando los precios suben, suben en tropel, y cuando bajan, bajan en tropel también, generando terribles ineficiencias en los mercados con nefastas consecuencias.

La peor, hace unos años, fueron nuestras hipotecas. Y ahora, un hundimiento artificial de nuestros activos, porque la vivienda es precisamente el mayor capital de la mayoría de las familias.

O sea que tengamos esto bien presente: la ley de la oferta y la demanda, más que ley, es un consejo. Otro día lo explico más en detalle, si os apetece.

La burbuja de precios sigue en el aire. Los pisos subieron un 157 % y no acaban de bajar.

La siguiente parte se titula pardillos de abril...

La siguiente parte se titula pardillos de abril...

Los periódicos ingleses no dejan de tocar la gaita: según  The Economist, el precio de los pisos sigue estando en España un 43,7% por encima de su valor real, incluso después de los ajustes sufridos en estos años, desde 2007, que fue cuando la vivienda y las hipotecas abandonaron su escalada para empezar a moderarse.

Pero la gran pregunta es: ¿cómo hacen este cálculo? ¿Dicen ellos lo que vale un piso, porque sí, y lo comparan con su precio? No. Por fin, de una vez, nos hemos enterado de su sistema de valoración.

A grandes rasgos, este sistema consiste en comprara el coste de las viviendas y el precio medio del alquiler. No es perfecto, pero es una manera de hacerlo. Con ese procedimiento, el periódico afirma que el precio de la vivienda en España no sólo no se ha reducido desde 1997, sino que e se ha disparado un 157% en estos 14 años.

Con el dato recién publicado de que en 2010 se vendieron 491.000 viviendas (un 5,9 % más que el año anterior), tenemos que los pisos siguen saliendo poco a poco de las carteras de las inmobiliarias, aunque en este caso también haya influido en ello la supresión de la desgravación por compra. Y mientras los pisos salgan, los precios no acabarán de bajar.

Como curiosidad, y para ir cerrando, os cuento algo más de lo que dice The Economist: ya no somos líderes en burbuja inmobiliaria. Ahora, con sus cálculos, estamos por detrás de Australia, que tiene inflados su precios en un 56,4% y Hong Kong, en un 53,7%.

Por el lado positivo, están Italia, con un precio ‘inflado’ un 8,7%, los mismo que Suiza (5,5%) y China (12,9%).

Y también hay países donde la vivienda está en estos momentos por debajo de su precio normal: se trata de, que Japón tiene infravaloradas sus viviendas en 35,2%,  Alemania  (12,2 %) y Estados Unidos( un 7,7%).

Como veis, algo tiene que ver el precio de la vivienda con la capacidad de los ciudadanos para consumir en otras cosas y relanzar la economía, pero de eso ya hemos hablado y seguiremos hablando…

Inflación, salario e hipoteca

Os parecerá una novela, pero no: es un acta del Consejo de Ministros...

Os parecerá una novela, pero no: es un acta del Consejo de Ministros...

El último proyecto de la Unión Europea, o de la Merkel, si es que hay alguna diferencia, es desvincular las subidas de salarios de la inflación y unirlas a la productividad, de modo que no entremos en el círculo perverso de que los salarios suben porque sube la vida, y la vida sube porque suben los salarios.

En principio, cuando la señora cancillera lo contó por aquí (al tiempo que nos ofrecía trabajo si queríamos ser emigrantes, en lo que era el colmo de la humillación para ZP) la cosa sonaba razonable y hasta sana, por aquello de meter en vereda una economía que no levanta cabeza debido a la baja productividad.

Pero luego , dándole vueltas, he caído en la cuenta de que una idea tan buena puede suponer nuestro pase definitivo al club de los países chungos, dándonos el tiro de gracia que parece que esperamos de rodillas. Y trato de explicarlo:

Lo cierto es que la canciller alemana tiene razón, pero lo cierto también es que en un país como el nuestro, donde las autoridades no controlan nada de lo que tendrían que controlar, ( como el monopolio encubierto de la electricidad, la gasolina o la banca) y se limita a controlar lo que no debería (como si fumamos en los bares o vamos a 120 por la autovía, como en cualquier sitio normal) desvincular los salarios del IPC sería como dar a entender a los que disfrutan de posición de dominio que pueden hacer lo que quieran para acabar de jorobarnos.

La única razón por la que la electricidad no ha subido un 300 % es porque el gobierno tiene miedo del efecto de esa subida sobre el IPC.

La única razón pro la que la gasolina no está a 1,80 es porque el gobierno tiene miedo del efecto de ese precio sobre el IPC.

La única razón por la que hay muchos precios que se mantienen estables es porque el Gobierno y la gran empresa saben que tendrán que subir pensiones y salarios de acuerdo con la inflación, por lo que perderán de un bolsillo lo que les entre en en el otro.

¿Pero qué pasaría si pudiese subir el IPC sin que eso repercutiera en sueldos y pensiones? Pues que entonces ya no habría aliciente alguno para no crujirnos hasta el exterminio. 

Entonces subiría el IPC, y con el IPC los tipos de interés de las hipotecas, asociadas al EURIBOR, pero NO subirían ni los salarios ni las pensiones. Para ellos sería Jauja, y para nosotros, el fin. ¿Lo cogemos?

Pues más no vale…

¿Por qué sube la inflación si no hay dinero?

Sí, ya sé: es una pregunta vieja...

Sí, ya sé: es una pregunta vieja...

Empiezo por la respuesta: porque las empresas que no pueden menos, tienen que tratar de aguantar el tirón y el resto, las que tienen buenas agarraderas, suben los precios para mantener sus beneficios aprovechando que su demanda es claramente inelástica.

¿Y qué es eso de la elasticidad? Es un concepto un poco escurridizo, pero trato de explicarlo: la elasticidad es la respuesta que se produce en la demanda de un bien o servicio ante un cambio en el precio, y depende de la naturaleza del bien, de la competencia y de muchas cosas que no es momento ni lugar para detallar.

Por ejemplo, la gasolina es inelástica, porque aunque el precio suba al doble, el consumo no se reduce a la mitad. Y la electricidad lo mismo. Ambos productos energéticos, responsables de buena parte del palo inflacionista que nos estamos comiendo, tienen regímenes de monopolio encubierto, y por mucho que hablen de liberalización de precios y de peces de colores, lo cierto es que trabajan en precio concertado con lo que, al ser bien de primera necesidad, una subida del precio, sea esta cual sea, nunca se corresponde a una bajada del consumo del mismo tamaño.

¿Y qué ocurre cuando el precio sube más de lo que baja el consumo? Pues que los beneficios se mantienen e incluso aumentan.

Por eso, aunque no haya un duro, aunque la situación esté achuchada, aunque la renta disponible de los ciudadanos sea cada vez más corta, estos productos se permiten las subidas que estamos viendo, en la seguridad de que serán otros sectores los que vean reducirse su negocio.

Por eso tenemos la escalada inflacionaria que tenemos, arriesgándonos a que suban los tipos de interés y el descalabro sea completo: porque la energía se ha dejado en mano de desaprensivos y el Gobierno carece de coraje para obligar a que exista una verdadera competencia

Luego, cuando nos suban las hipotecas, le echarmeos la culpa al lucero del alba. Pero el problema viene de aquí.

Antes de comprar e hipotecarse: inspección de vivienda

Lo cierto es que no puedo evitarlo...

Lo cierto es que no puedo evitarlo...

Como él mercado inmobiliario está hundido en lo abisal, o aún más profundo, todo el mundo trata de echarle imaginación para sacar adelante su venta o su alquiler, y una de las figuras que ha aparecido en esta carrera es la Inspección Profesional de Vivienda.

La inspección de vivienda sirve para que un técnico independiente emita un informe del estado completo de la vivienda antes de la operación, ya sea de venta o de alquiler. De este modo, el vendedor puede obtener una ventaja sobre los dueños de otros inmuebles al dar una prueba del buen estado que anunciaba, y el comprador recibe la garantía de que la vivienda se encuentra en buenas condiciones. Lo de garantía no lo toméis al pie de la letra: se trata de un informe, no  de una póliza…

¿Y en qué consiste una inspección? Se comprueban los niveles de acústica, la luminosidad, la humedad ambiental, las resistencias estructurales a ruido y vibración, las instalaciones de agua, luz y gas,  se revisa el estado de los suelos, las paredes, los techos, los alicatados y los zócalos, y hasta se incluyen los muebles, abriendo y cerrando puertas, ventanas, persianas y cajones, manillas y todas esas cosas que rara vez miramos y tanto nos fastidian luego cuando están estropeadas.

También se comprueba el buen funcionamiento de los electrodomésticos, la calefacción, la ventilación, los sanitarios, los grifos, los sifones, los desagües, el saneamiento y la higiene general de la casa.  En total, el estándar de estas revisiones incluye 400 puntos de inspección que aparecen luego, con fotografías, reflejados en un informe final.

Aunque, como ya dije arriba, este informe no es ninguna garantía judicial ni sustituye a los informes de arquitectos y aparejadores, sí suele ser muy útil tanto para el comprador como para el vendedor de la vivienda, e incluso para el banco, que sabe que la vivienda que incluye en su cartera de hipotecas se encuentra en buen estado.

En el caso de los alquileres la utilidad es evidente: se puede hacer un informe al inicio del contrato y otro al final, para determinar si la casa se ha conservado adecuadamente.

O sea que ya sabéis: por papeles que no quede… Lo difícil es encontrar comprador y pasta, pero papeles….

Hipoteca y rescate de las cajas. Doble perjuicio

Lo último que vio la mosca.

Lo último que vio la mosca.

Iba a titular el artículo “éramos pocos y parió la abuela”, pero no me pareció serio. De todos modos, la cosa va por ahí, y lo trataré de explicar lo mejor que pueda.

A estas alturas ya sabéis todos que el Gobierno y el Banco de España están por forzar la conversión de todas las cajas de ahorros en bancos y acelerar su reflote de modo que nuestro sistema financiero no sea observado con lupa desde el exterior.  Esto, ni más ni menos, consiste en salvar con nuestro dinero a los mismos que nos han puesto en parte la soga al cuello y que se la siguen poniendo a las PYMES tras cerrar el grifo de la financiación.

Pero ojalá fuese sólo eso. No se trata sólo de una injusticia, de un mal precedente y de una canallada, sino que va a tener consecuencias muy graves para los futuros compradores de vivienda. Mientras las cajas de ahorros y los bancos estén con el agua al cuello es fácil que los pisos sigan bajando, de modo que la vivienda se abarate en todos los sectores y más aún en ciertos barrios y promociones que los bancos se han comido con patatas. Esto va a favor de los más jóvenes y de todos los que tenían que comprar pronto vivienda.

Pero si rescatamos a las cajas, entonces su necesidad de liquidez no será tan perentoria y se frenará así la caída del precio de la vivienda con lo que resulta que nuestro dinero no sólo les salva el pescuezo, sino que sirve, además, para que ellos puedan seguir apretándonos sin bajarse de la burra de sus precios abusivos.
 

O sea que ya veis lo genial que es y ya veis la verdadera dialéctica: sus necesidades son nuestra oportunidad y nadie lo duda. Pero cuando tenemos una oportunidad de que se vean obligados a competir abaratando sus precios, entonces usan nuestro dinero para quitarnos esa oportunidad y que los prercios no bajen.

¿Cómo le llamarán esta vez?, ¿qué eufemismo utilizarán para denominar esta maniobra?

A mí se me ocurren muchas palabras, pero ninguna que deba escribirse aquí. Por esta vez, me modero.

Hipoteca y magia urbanística

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Dos mil euros el metro...

De todas las formas de robar, la más despreciable es la del que  además de darte el palo y endeudarte para treinta años te dice que es la autoridad y que te opones a su sablazo porque eres un chorizo, un insolidario o un delincuente. Ese es el caso de los ayuntamientos, que encarecen los terrenos hasta el infinito y más allá, como si no supieran que esas cantidades que tan jugosamente se embolsan en impuestos y comisiones las tiene que pagar el currito de a pie.

Los pelotazos de algunos los tiene que pagar alguien y ese alguien somos nosotros, que al comprar un piso estamos pagando la antigua huerta de un abuelo a cinco mil euros el metro cuadrado. O a más. La broma esa cosa de un momento: se pasa un maletín a quien hay que pasárselo, y así los terrenos rústicos se convierten en urbanos, se construye, y se vende y nosotros nos jorobamos durante los treinta o cuarenta años que dura la hipoteca. Hasta ahí, todo normal. Conocemos al perjudicado, y nada cambia.

Ahora que han llegado las vacas flacas, vereis cómo todos los que vendieron esas huertas desaparecen rápidamente del mapa. Veréis como en las listas electorales no están ya muchos de los que se preocupaban por el bienestar público e iban a todos los mítines de su partido. Y la razón está clara: el verdadero, el único poder real de los ayuntamientos reside en las recalificaciones de terrenos y en la posibilidad de contratar a familiares y amigos con unos sueldos estupendos y de por vida. Cuando la construcción se ha parado y cuando no se puede contratar a nadie más, ¿qué poder tienen los ayuntamientos? Casi ninguno, sobre todo los pequeños. ¿Y para qué sirve entonces meterse en política si ya se ganan unos cuartos en otra cosa? Para nada. La política, con la crisis de la construcción, es una profesión devaluada, con lo que eso supone de desprestigio de la democracia. Y con lo que eso supone de calidad en la gente a la que atrae.

La política municipal, encargada de temas tan serios y tan cotidianos como la vivienda, no está a la altura de las responsabilidades que se le atribuyen: no hay relación cabal entre el poder que obtiene un concejal y los medios de que disponemos para elegirlo, controlarlo y fiscalizar sus intereses. No hay relación cabal entre el posible enriquecimiento de un corrupto y los requisitos, mínimos, exigidos para llegar a ese puesto. En esas condiciones, es impoible que las cosas funcionen de otro modo, pues donde hay dinero fásil se acumulan las moscas como en el panal de miel.

Por eso os recomiendo escepticismo. Y sobre todo, tened memoria: cada vez que paguéis la hipoteca de vuestra casa, tratad de recordar en qué clase de terreno se ubicó, de quién era, quién lo recalificó y por cuánto. No vaya a ser que en unos años ellos tengan el dinero, nosotros el pufo, y tan amigos.

 

 

Crisis y cobardía. El muro infranqueable

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Tranquilos todos

Hoy me apetece hablar con claridad. Con demasiada, incluso.

Uno de los peores problemas de esta crisis es que nadie habla claro de ella y se sigue queriendo salir del agujero con medidas falsas, con medias verdades y sin mirar a la cara a las situaciones verdaderamente catastróficas.

Tenemos, pro ejemplo, el caso de los bancos y las hipotecas. Sabemos todos que la banca tiene inscritos en su balance los pisos por un valor muy superior al que hoy podrían venderse en el mercado. Sabemos, pro tanto, que el patrimonio de los bancos no es el que ellos dicen, pero como tomar en serio ese problema podría suponer una quiebra masiva, hacemos como que no lo sabemos, seguimos adelante, y el problema no se arregla.

Sabemos también que muchas hipotecas son incobrables. Se extienden lo plazos, se alargan las cuotas, peor sabemos que muchos hipotecados no podrán pagar sus préstamos porque se han quedado sin trabajo o porque no hay esperanza de que vuelvan tener un nivel de ingresos como en el momento en que les fue concedida la hipoteca. ?Y se hace algo? NO. ¿Se acepta que habrá que cobrarles menos o quedarse con un piso que no se podrá vender? NO. Se pospone el desastre para otro día, para el turno de otro, para la hora en que s ele pueda echar la culpa a otro.

Sabemos que las entidades locales y las autonomías no pueden mantener el nivel de empleo público y de servicios actual, porque para ello tendrían que aumentar los impuestos provocando la huida de los que producen. Sabemos que se gasta más de lo que se ingresa y por eso continúa el endeudamiento. ¿Y se hace algo para ajustar las cuentas? Muy poco. ¿Se le dice de una vez a la gente que no se pude pagar más? NO. En lugar de eso, se desata una carrera buscando prestamistas que sigan alimentando ese agujero.

Mientras no seamos capaces de reconocer dónde estamos en realidad, con unos bancos que están más cerca de la quiebra de lo que reconocen, unos ciudadanos depauperados sin capacidad para pagar sus deudas ni estimular el consumo y unas instituciones que gastan de manera sistemática por encima de lo que recaudan, no podremos buscar soluciones.

Somos como el que tiene un dolor en el pecho e insiste en que es de una mala postura en la cama, no vaya a ser que si va al médico le diga que padece del corazón y le quite el tabaco, el alcohol, la sal en las comidas y hasta lo ponga a hacer ejercicio.

Somos de chiste

 

 

 

Hipoteca, Hacienda e historia. El Diccionario Madoz

Portada del diccionario Madoz

Portada del diccionario Madoz

Aunque parezca mentira, ni las hipotecas ni Hacienda existieron desde siempre.

El primer intento sistemático de crear en España una Hacienda Pública que recaudase tributos para el sostenimeinto del Estado fue el del Marqués de la Ensenada, que pretendía ya crear un censo de los bienes que podían ser gravados. Como por entonces era muy difícil imponer tributos a las rentas se trataba sobre todo de hacer tributar a los objetos, es decir a las construcciones, fincas y otros bienes de carácter real.

Posteriormente, alguien pensó que la mejor manera de financiar al Estado era apropiarse de los bienes de la Iglesia y así surgió la idea de la desamortización. Este no es lugar para tratar un tema tan extenso como las causas y efectos de la desamortiización, pero sí puede resultar interesante, desde muchos puntos de vista, conocer el gigantesco documento que se creó para hacer posible el nacimiento de la actual Hacienda Pública: el Diccionario Madoz.

El Diccionario Madoz es una obra gigantesca, en 16 volúmenas de letra apretada en el que se detallan los bienes, producción, población, condiciones del terreno, edificios históricos, y hasta detalles históricos de TODOS los pueblos y aldeas de España, incluyendo a menudo caseríos, masías, granjas y hasta accidentes geográficos que pudiesen ser explotados para la caza y la pesca.

Esta obra, compuesta entre 1842 y 1845, es el mejor documento histórico sobre la situación de España al final del Antiguo Régimen, pero su enorme volumen hacía que, aunque estuviera digitalizada en diversas fuentes, fuese aún muy dfifíicl de consultar. Cualquiera que quisiera bucar un pueblo o un dato tenía que navegar por 16 archivos de varios cientos de megas y además resultaba imposible hacer una búsqueda por términos.

Desde hace muy poco, un grupo de gente lo está digitalizando de manera unitaria, para que todas y cada una de las entreadas sean accesibles de forma individual y s epueda, asimismo, buscar cualquier palabra que aparezca en el contenido. De momento tiene 16.000 pueblos y no han llegado siquiera a la mitad, pero si alguien tiene curiosidad por buscar algo de su tierra, puede probar a echar un vistazo en www.diccionariomadoz.com

Como veis, antes de la hipoteca fue el censo. Una vez que la casa está identificada y situada, lo demás viene rodado.

Otro día hablaremos del registro de la propiedad y del catasstro. Ambos, también, se apoyaron en este descomunal trabajo del diccionario Madoz. 

Echadle un ojo y disfrutadlo.