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Hipotecas y recortes: pasar de todo como solución aceptable.

La estrategia del castor: sumergirse y esperar.

La estrategia del castor: sumergirse y esperar.

Decía un comisario de infausta memoria, que a veces saber mantener el orden es no hacer nada, y un político no mucho mejor valorado que una de las artes más difíciles de aprender a la hora de gobernar es la de no hacer nada en absoluto y dejar que los problemas se resuelvan solos.

Por supuesto, conociendo al personal, esta política de brazos cruzados le parecerá encantadoramente eficaz a más de cuatro, pero antes de apoyarla con todo entusiasmo conviene saber por qué, en el caso de los bancos y las hipotecas, todos los esfuerzos tienden a ella.

En este blog y en otros muchos, hace años que se viene hablando de la parálisis de las instituciones europeas y de su incapacidad para llegar a acuerdos o diseñar planes de acción que resuelvan de una vez por todas la falta de credibilidad de los mercados.

Sin embargo, el problema consiste en que los pisos valen cada vez menos, los bancos tiene buena parte de sus activos convertidos en ladrillos y vigas de bovedilla, y las hipotecas de sus balances son activos tóxicos, o lo que es lo mismo, activos que pueden convertirse en impagados en cualquier momento.

Pero resulta que los que tenemos una hipoteca sabemos que hay que pagarla mes a mes, y eso lo saben también los bancos. Por tanto, cada mes que pasa, el riesgo de los bancos disminuye porque hay una serie de cuotas que se han pagado, y unas cantidades de dinero que se han recibido. Los bancos, por tanto, están tan pillados como nosotros y por el mismo plazo.

Por eso, una solución posible es esperar a que la sucesión de cuotas pagadas vaya aminorando el riesgo, diluyendo los impagos, y con ayuda del IPC en unos pocos años, cinco o seis, tendremos que el dinero vale un 20 % menos, y la deuda total de los hipotecados es un poco menor, con lo que resucitarán pro sí mismos los balances de los bancos.

¿Optimismo? No. Simplemente reconocer que a veces la solución menos traumática es la más larga. Veremos si llega a funcionar o todo salta por los aires mucho antes…

Hipoteca y recortes

Otro día hablamos de las diferencias entre recortar y esquilar

Otro día hablamos de las diferencias entre recortar y esquilar

Al final salieron los presupuesto generales del Estado y los hipotecados tenemos que pensar en qué van a significar para nosotros, aunque sólo sea por su efecto en el resto de la economía, que será lo que determine los salarios y los tipos de interés.

A primera vista, creo que hay que decir varias cosas no muy halgüeñas:

-Lo primero es que han salido demasiado tarde y por motivos absolutamente lamentables. ¿Desde cuando pensaba razonablemente el PP que podía ganar las elecciones? Yo creo que hace al menos un par de años que contaban con una victoria como la que obtuvieron y, sin embargo, no tenían nada preparado. Ni Gobierno, ni ministros, ni nombramientos, ni unos presupuestos ya redactados que poner sobre al mesa nada más acabar la sesión de investidura que convirtiese a Rajoy en Presidente.

Un partido que hace de la urgencia y de la situación crítica su principal baza electoral no puede retrasarse cuatro meses en la presentación de los presupuestos, y menos por el cálculo electoral de unas elecciones regionales que de todos modos tenía perdidas por aquello del pesebre y el voto cautivo.

Cometer la torpeza de retrasar los presupuestos ha quemado absolutamente su crédito, y el nuestro, ante las autoridades europeas, poniéndonos en una situación aún más difícil de la que estábamos, porque nuestro problema, más que de finanzas, es de credibilidad.

-En segundo lugar, un análisis detallado del presupuesto nos lleva a la conclusión de que los recortes se hacen mal y de modo que, de nuevo, perdemos credibilidad. Se aborda un importante ahorro, sí, pero el 80% del ahorro recae sobre la inversión y sólo un 20 % sobre el gasto. ¿Qué da a entender eso de puertas afuera? Que queremos salir de la crisis invirtiendo menos pero gastando lo mismo. Parecemos el yonky que quiere mejorar su economía dejando de pintar la casa y dejando de arreglar las goteras del tejado en vez de quitándose de la heroína.

¿Quién demonios nos va a creer así? ¿Qué impresión damos a los que están esperando una señal de austeridad para abrir el grifo de la financiación? Austeridad es gastar menos, no invertir menos. Invertir menos es abandono, dejadez, cobardía, falta de miras y renuncia al futuro. Lo que se esperaba que redujésemos era el gasto, pero eso tiene un coste político muy elevado y el Gobierno no se ha atrevido a hacerlo,  dejando el problema como estaba, pero con menos infraestructuras, menos mantenimiento y menos investigación. Una maravilla, vaya.

Por este camino, los bancos no nos prestan, las hipotecas se complican y el dinero no fluye.

Normal, vaya.

La hipoteca después de un entierro

¿Quién lo iba a decir?

¿Quién lo iba a decir?

Hoy voy a contaros una historia casi castiza que escuché hace poco en un bar, por lo que podría ser una especie de leyenda urbana, de esas que circulan a veces por ahí. Sin embargo, más que la cara del que lo contaba, lo que me convenció de su posible verosimilitud es la situación por la que actualmente pasan muchos bancos, y los cambios sustanciales que eso ha provocado en el poder de negociación de las partes.

Nuestro protagonista es un hipotecado, un hipotecado cualquiera que las pasa negras para pagar mensualmente sus cuotas y que ya ha dejado alguna sin pagar. Un buen día se presenta en su oficina bancaria y le dice al director que vaya preparando los papeles, porque no va a poder seguir pagando, y que además está considerando la idea de irse a Suramérica, donde tiene algo de familia a la que ayudó en su momento y que ahora le ofrece ayuda a él.

El director del banco, con la que está cayendo, pasó por varios colores del espectro cromático y dijo que habría que buscar una solución. Tras muchos tiras y aflojas, nuestro hombre dijo que de los cien mil euros que aún debía, podía poner setenta mil en la mesa pidiéndolos a un familiar, o quien fuese, pero con eso tenían que saldar la hipoteca, sin que quedase pendiente el resto ni nada por el estilo. Así intentaría vender el piso y sacar lo que pudiera por él. O sea, una quita hipotecaria en toda regla.

El banco se negó, pero tras unos cuantos tira  y aflojas, y algunas llamadas a la central, acabaron pactando que si entregaba ochenta mil euros, se olvidaban de la deuda. Pero tenía que ser al contado.

Nuestro hombre exigió que se realizase el pacto ante notario, y en la misma notaría entregó la cantidad al banco y se quedó con el piso, limpio de polvo y paja.

¿Qué había sucedido? Que acababa de morirse una tía solterona y había heredado un buen pellizco, y además casi todo en efectivo.

Cosas de viejos y cosas de entierros…

Cosas que nunca hubiesen sido siquiera imaginables hace unos años.

Rechazar al inmigrante como inquilino: ¿Racismo o prudencia?

Como para alquilarle nada al dueño de este pasaporte...

Como para alquilarle nada al dueño de este pasaporte...

A raíz de este artículo, que publiqué en otro blog, me llegó un largo correo electrónico que me apetece compartir con todos vosotros en su contenido. Aprovechad, porque no es frecuente leer estas cosas en un mundo de biempensantes y amantes del país de la piruleta.

Me decía el lector que él tenía varios pisos alquilados, y que rechazaba sistemáticamente como inquilino a todo el que le pareciese procedente de algún país exótico. La cuestión, para él, era que pagasen, y si pagaban y le respetaban el inmueble, le daba igual que fueran negros, amarillos, pieles rojas o verde pistacho. A lo único que le miraba el color era a los billetes.

Reconocía también que había un porcentaje bastante similar de jetas, cabrones y desaprensivos entre los españoles que entre los inmigrantes, y que había un porcentaje casi idéntico de buenas personas, respetuosas y cumplidoras.

¿Y por qué rechazaba a los inmigrantes después de decir todo esto?

Pues porque siendo la probabilidad de pufo equivalente entre los nacionales y los extranjeros, ¿qué pasa cuando uno te sale malo? Si es español, vas al juzgado, lo denuncias, y con grandes trabajos esperas a que tenga una nómina que embargar, o herede unas tierras o una casa de su abuela, o incluso de su padre, y entonces consigues cobrarle. Es complicado y largo, pero tanto a un español como a un ciudadano comunitario consigues cobrarle.

¿Y si es un ciudadano extracomunitario? ¿Vas a Senegal a poner una demanda?, ¿conseguirás embargarle el sueldo en Ecuador?, ¿conseguirás que embarguen a tu favor una herencia en Rusia? Lo normal es que no. Ni sabes con qué países existe convenio y con cuales no, ni cómo proceder en esos  países, ni cómo conseguir cobrar la deuda: basta con que un día se marchen para tenerlo todo perdido y sin remedio.

Por tanto, como veis, a veces la gente tiene sus razones. Y no es por discriminar, ni por saña al diferente. A lo que la mayor parte de la gente le tiene manía es a los líos y a la indefensión legal de las legislaciones diversas. Pero esto, claro está, ni vende periódicos, ni atrae votos. Y por eso se calla.

La hipoteca asesina. Plusmarca de desahucios.

Una de las viejas salidas a la crisis...

Una de las viejas salidas a la crisis...

De momentos no tenemos datos de otras comunidades, pero según ha informado la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, con datos ofrecidos por el Consejo General del Poder Judicial, en la Comunidad de Madrid  se registró en el primer semestre de 2011 una media de 40 desahucios diarios, lo que supone un aumento de casi el 35 % respecto al año anterior. Y el año anterior, como todos sabemos, no fue precisamente bueno…

Y lo peor es que dadas las cifras de desempleo, que continúan creciendo, y a medida que se van agotando los recursos de las familias, es muy posible que esta cifra siga aumentando en 2012, y de una manera muy acusada.

En principio puede parecer una noticia simplemente triste, pero yo la considero más allá de lo trágico, porque no sólo se trata de la gente que pierde su casa, y con ello queda marcada para el futuro por una deuda y por un historial de insolvencia, sino también porque este dato es un síntoma de males más profundos.

La hipoteca es lo último que deja de pagarse, y llegar a estas alarmantes cuotas de insolvencia significa que se está desgarrando ya completamente la red social de protección, en la que se incluían familias y amistades. Este tipo de datos son los que pueden avisar de que la situación social se está volviendo verdaderamente insostenible, máximo en un momento en el que la nueva reforma laboral precariza aún más el empleo.

Por mi parte, creo que para salvar los bancos, que es necesario, se debería hacer un esfuerzo más decidido por salvar a sus clientes, de modo que sean los propios ciudadanos los que puedan pagar sus deudas y se ponga en marcha de se modo la economía.

En mejor ocasión hablaremos de lo que significa la reforma laboral para el mundo hipotecario, porque tiene importantes implicaciones, pero por esta vez creo que bastará con que reflexionemos sobre qué hace toda esta gente desahuciada, cual es su futuro, y cómo nos afectará a todos.

Porque nos afectará. De eso podéis estar seguros.

Hipoteca, alquiler y publicidad

Cartel MUY explícito.

Cartel MUY explícito.

Hablan en este otro blog, dedicado al fraude fiscal, de lo importante que sería que los pisos, tanto en venta como en alquiler, apareciesen anunciados obligatoriamente con sus precios correspondientes, y el caso es que después de leer el artículo no acabo de estar convencido del razonamiento.

Por una parte, es cierto que los precios que no se muestran se prestan a toda clase de chanchullos, como subidas de precio al ver la cara del cliente, o rechazo frontal dependiendo de la tonalidad de piel del solicitante. Es cierto también que el que se anuncia se compromete con el precio que muestra, igual que sucede en el resto de productos, y que desaparecerían unos cuantos alquileres en negro, de los que no se declaran o cambian de precio en cuanto olfatean una ayuda a los jóvenes o cualquier otra subvención. Pero por otro lado, no puedo menos que pensar que la obligatoriedad de publicar los precios haría aún más rígido el mercado de las hipotecas y de los alquileres, metiendo a la gente el temor en el cuerpo a negociar.

Porque si fuese completamente obligatorio publicar todos los precios, y esos precios pudiesen utilizarse como contrato, ¿quién se metería luego en negociaciones y a quién se le sacaría una rebaja? En los bienes de tan alto valor, la posibilidad de negociar sin cortapisas entre las dos partes es la mitad del negocio. Y además, la vivienda no es un bien homogéneo, como un coche o un teléfono móvil, que son todos iguales unos a otros si coinciden en marca y modelo. Las viviendas están en distintos barrios, a distintas alturas y con distintas orientaciones, y eso no parece tenerse en cuenta.

Mucho me temo, y a eso es donde quiero llegar en este artículo, que el mayor problema de España no es la falta de normativa razonable para que los españoles funcionemos mejor, sino nuestra falta de deseo, como sociedad, de que las cosas funcionen un poco mejor.

Da igual que los precios se publiquen o no: los alquileres y las entregas en negro continuarán. Da igual que cualquier Gobierno saque adelante más o menos reformas laborales o sociales: me temo que aquí el que pueda llevarse cien millones se llevará cien millones, y el que no, pues se llevará  a casa en cuanto pueda los folios del trabajo…

Y no: el precio de la manceba no convierte el meretricio en disco-bar…

Triste historia…

La hipoteca nos costó más

Acabaremos intentando bajarnos una casa de internet...

Acabaremos intentando bajarnos una casa de internet...

A veces, a fuerza de querer entrar en detalles y ofrecer una información más especializada nos dejamos atrás el lenguaje de  la gente normal, o si no su lenguaje, sí sus preocupaciones. Por eso, creo que esta vez me lo voy a plantear de otro modo y afirmar, simplemente, que la hipoteca nos costó más en 2011.

¿Y cómo se calcula eso? Como lo calculan millones de familias españolas: comparando sus ingresos con la parte que se come la hipoteca.

Atrás han quedado ya los tiempos en que teníamos sensación de riqueza tragándonos los dos trucos principales para convencer al pobre de que debe gastar aunque no tenga, o de que tiene cuando no tiene. hablaré de ellos más adelante en detalle, pero son fundamentalmente dos: sustituir la renta por el endeudamiento y abaratar los productos de relumbrón.

Pasada la fiesta, nos damos ahora de bruces con el hecho, ya intuido, de que la vivienda nos cuesta más cada vez, de que ya no se trata de compararnos con nuestros padres, que compraban su casa con treinta o cuarenta sueldos, sino de pensar en cuándo podremos darnos de nuevo el gusto de pensar que estamos un poco desahogados.

Pero vamos a los datos:

Según publica el banco de España, en 2011 las familias destinaron al pago de la vivienda un 29,1% de su renta bruta, lo que significa que el esfuerzo real, o la parte de la renta que se lleva la vivienda, ha crecido dos puntos sobre 2010, año en el que la vivienda consumió el 27,3% de la renta familiar disponible.

Ahora tengamos en cuenta que este dato es global, y que hay un montón de gente que tiene ya la vivienda completamente pagada. Al final, la conclusión es que si la vivienda ha bajado  y el Euribor no ha subido, lo que tenemos es un empobrecimiento general de la nación, con un descenso generalizado del nivel de renta.

Dedicamos más a la vivienda porque nuestros ingresos se reducen más deprisa que el precio de los inmuebles. Y con unos ingresos que se reducen, mientras la confianza permanece por los suelos, es imposible que la economía despegue.

La cosa no pinta bien. Nada bien.

La hipoteca que no nos dan y el dinero que no nos prestan

Pues te chinchas...

Pues te chinchas...

Aunque nos extrañe a estas alturas recibir alguna buena noticia, parece que la deuda pública se  está vendiendo mejor que de costumbre, e incluso bajan los intereses que el Estado paga por endeudarse. En principio, muchos han respirado aliviados porque al fin empieza a aflojarse la presión sobre la deuda soberana, ya que este puede ser el camino para salir de la crisis.

Por mi parte, no puedo ser tan optimista, y lo que debería alegrarme no hace más que asustarme otro poco. Y voy a tratar de explicarlo:

Cuando los bancos no tenía un duro en sus cajas fuerte no nos prestaban un duro ni nos concedían una hipoteca. Y hasta ahí nos parecía comprensible.Pero resulta que ahora el Banco Central Europeo ha decretado barra libre de financiación y los bancos vuelven a tener pasta, porque la consiguen en el BCE a precios de risa. ¿Y qué sucede? Pues que han decidido que tampoco nos lo van a dar a nosotros, que no nos van a sacar del atolladero, y que el pequeño empresario que no pueda funcionar sin línea de crédito lo que tiene que hacer es cerrar y poner a los trabajadores en la calle, porque prefieren comprar deuda pública o meter esa pasta de nuevo en el BCE.

El dato es devastador: el 85 % de la deuda pública subastada en los últimos meses la han comprado nuestras propias entidades bancarias con el dinero que han pedido al BCE. De este modo, estamos como estábamos, aunque se haya maquillado la cosa: nuestro Estado debe menos, o se financia más barato, y nuestros bancos deben más, pero el dinero no ha llegado a la economía real.

O sea que ahora los bancos SI tienen liquidez, porque se la da el BCE.  Lo que no tiene es ganas de arriesgar ese dinero en negocios reales, en dar préstamos o hipotecas, y prefieren meterlo en la economía especulativa (por eso se mantienen las bolsas) o dárselo al Gobierno para que no les mire mucho los balances.

Por eso hay que pensar que la anemia del mercado inmobiliario y de las hipotecas tiene mala solución. Si a los bancos no les gusta ya el negocio de prestar dinero a la gente, ¿quién se ocupará de tan ingrata labor?

Me veo en los viejos tiempos del Mercader de Venecia, vaya…

Y volvió la deducción por vivienda

España de espaldas al mundo.

España de espaldas al mundo.

Este es uno de los grandes problemas del país, un problema que estamos pagando carísimo en los mercados internacionales y carísimo también en forma de inversiones exteriores perdidas: el cachondeo.

Zapatero quita la deducción por compra de vivienda a finales de 2010 para que la gente se apresure a comprar piso,  se produce en ese momento un repunte en la venta de viviendas, se pone un límite de 24.000 euros al año y se crea toda una parafernalia de condiciones que ayudan a los bancos a forzar la mano en ese momento, ¿para qué? Para que en cuanto cambiamos de gobierno recuperen la deducción por vivienda, sin condiciones, y con carácter retroactivo.

Si la medida es buena o mala da para mucho discutir, pero lo que está claro es que de ninguna manera puede ser bueno dar esta imagen de ejército de Pancho Villa donde no vale la pena planificar nada y donde los riesgos normativos, o sea aquellos derivados de los posibles cambios de legislación son tan altos.

¿Quién va a hacerse en España un plan de pensiones, por ejemplo, cuando cada cuatro días cambian las condiciones fiscales para su rescate, las desgravaciones a las aportaciones y las normas de contabilización? ¿Quién va a poner desde el exterior dinero para esa clase de asunto, o para un fondo hipotecario, si es imposible saber lo que van a decidir mañana y cómo afectará eso a la evolución del negocio?

Las hipotecas y los fondos de pensiones son decisiones a largo plazo, y en los temas a largo plazo es necesaria una estabilidad jurídica que consolide los derechos y obligaciones, porque en caso contrario nos vamos a encontrar con la famosa crucecita marcada por un analista de Singapur al lado de la palabra “Spain”, y esa crucecita significará que es un país con riesgos, lo cual llevará a que perdamos treinta mil millones de dólares de inversión de un fondo al que todo le da igual salvo la rentabilidad y la seguridad de sus inversiones.

Porque eso es lo que nos falta por aprender: que el dinero, el que genera empleo y riqueza, pertenece hoy en día a los fondos de inversión internacionales, esos fondos que rinden cuentas anualmente a jubilados de medio mundo y que le pagan sus pensiones y sus seguros médicos. Y a todos esos viejecitos americanos, japoneses y centroeuropeos, nuestras peculiaridades y nuestras peleas internas les traen al fresco.

Del regreso de la deducción ya hablaremos…

Hipoteca y dinero sentado

No es tan fácil encontrar una foto de dinero sentado, así que os tiene que valer igual Toro Sentado...

No es tan fácil encontrar una foto de dinero sentado, así que os tiene que valer igual Toro Sentado...

Hoy me apetece hablaros de un concepto que aquí no queremos entender desde hace siglos y que está en el origen de esta crisis y de otros hecho luctuosos, como que en España el paro estructural sea del once o del doce por ciento, incluso en los tiempos buenos, mientras que en otros países rara vez pasan del cuatro por ciento cuando las cosas vienen bien dadas. Se trata del dinero sentado, o “sitting money“, como le llaman en inglés.

El dinero sentado es dinero que procede, como todo, del sistema productivo y que en lugar de producir más riqueza a través de la inversión se paraliza a sí mismo, convertido en bienes que no son productivos, sino simplemente de consumo o equipamiento.

En economía se dice claramente que el ahorro y la inversión son dos variables que siempre tienen que ser equivalentes. Parece complicado, peor no o es: para que alguien invierta, alguien tiene que haber ahorrado previamente, y prestado ese dinero al que lo quiere invertir. Sirve igual a nivel local que a nivel global. ¿Lo pongo bonito?  I=S

El problema surge cuando el ahorro, en vez de convertirse en inversión que a su vez genere más producción, o más empleo, se convierte en edificios, en urbanizaciones, en chalés  y en solares. Entonces, ese dinero se sienta, porque en cuanto acabe el proceso de construcción no seguirá produciendo nada más y el capital necesario para devolver la deuda tendrá que provenir de otras actividades.

Para quienes duden de este hecho, el ejemplo clásico es la diferencia que hay, para una ciudad, entre gastarse cien millones de euros en un palacio de congresos y gastárselos en una fábrica. Son los mismos cien millones, y en ambos casos sirven para levantar un edificio y dar trabajo a la gente que la construye, sólo que una vez acabada la construcción la fábrica necesita trescientos currantes y los pisos no dan trabajo a nadie más, salvo de manera marginal.

Ese fue el problema también de España tras la conquista de América: que el oro que se trajo no se invirtió en industria, sino en levantar magníficas casas solariegas, retablos, iglesias , castillos y palacios.  Y de esos por lo menos sacamos algo, por lo que pagan los turistas que vienen a verlos, pero  me temo que no va a haber la misma suerte con los bloques de pisos vacíos que infestan el extrarradio de muchas ciudades.

Por tanto, el problema con nuestras hipotecas no es sólo que ahoguen nuestra economía, sino que el dinero que se emplea para pagarlas se detrae del montante global que podría crear empleo.

Dinero sentado para un país de siesta…

(Y Feliz Navidad)

Hipoteca y lotería

Sortean indultos...

Sortean indultos...

Ya sé que hablar de lo que podemos hacer con un décimo premiado excede el cuento de la lechera, pero lo cierto es que en estas fechas hay que plantear el tema de este modo por aquello de que por soñar nada se pierde, o no se pierde nada más allá de lo jugado, y además va a parar a ese común amigo que es el fisco.

Ironías a un lado, lo cierto es que el tema se presta para hablar de si es mejor, en un momento como este, reducir plazo o reducir cuota de nuestra hipoteca en caso de contar con un dinero extra, ya sea procedente de la lotería, de un ingreso extraordinario, o de ese otro sorteo de la vida y de la muerte que es una herencia.

Tal y como vienen las cosas, una reducción de plazo es una apuesta muy fuerte. Reduce, es cierto, el monto total de lo que vamos a pagar, ya que al reducir el tiempo costeamos una cantidad menor en intereses. Pero supone también que mantendremos fija nuestra cuota actual duramnte los años que dejemos en vigor. ¿Y por qué digo que es una apuesta arriesgada? Porque damos por hecho que nuestra situación financiera se mantendrá estable, permitiéndonos sufragar las mismas cuotas de hipoteca que estamos pagando actualmente.

En cambio, si reducimos cuota, utilizamos ese dinero para aportarnos una tranquilidad extra por si las cosas van peor, y conseguimos, además, que la inflación juegue a nuestro favor. Digan lo que digan, mi opinión es que tarde o temprano pasaremos por un periodo de inflación fuerte en la que el dinero, y por tanto las deudas, se devaluarán más deprisa que en la actualidad, lo que hace que las cuotas vayan a menos en dinero constante.

Y desde  luego, si podemos pagar nuestra hipoteca, lo mejor, creo yo, es dejarla como está y meter el dinero del décimo premiado en deuda pública. Porque paga intereses por encima del Euribor y porque si quiebra el Estado, que podría pasar, a buenas horas le va a importar a nadie nuestra hipoteca.

O sea, que ya veis: a Hacienda siempre le toca. Por un lado o por el otro…

El banco malo, cada vez más cerca…

Un banco malo, en una playa...

Un banco malo, en una playa...

En cosa de tres semanas tendremos nuevo gobierno y vuelven a sonar rumores de que una de sus primeras medidas será la creación de un banco malo, que absorba todos los activos dudosos que  hasta este momento esconden las entidades financieras.

Igual que en el resto de los temas, de momento el Partido Popular no ha concretado gran cosa, pero parece ser que la idea es que el riesgo de ese banco lo lleven a medias el sector privado y el público, y la idea última, por supuesto, es que de una santa vez deje de haber desconfianza en el mercado interbancario y pueda fluir el crédito.

¿Y qué son esos activos dudosos? Pues fundamentalmente hipotecas. La vuestra, la mía, y muchas otras que por alguna razón se han convertido en un riesgo y nadie quiere reconocer como tal para no tener que aumentar provisiones y reservas.

Ya hemos discutido en alguna otra ocasión la utilidad de un invento de este tipo, y ya sabéis que a mí, en principio me parece bien: la desconfianza puede ser tan cara o más que la insolvencia, y últimamente hemos tenido ocasión de comprobarlo a través de la famosa prima de riesgo que pagamos por lo que pedimos en el exterior. Por tanto, y en principio, parece buena idea hacer cualquier cosa que haga aflorar toda la porquería que hay debajo de las alfombras para que, acto seguido, vuelvan a concederse hipotecas y vuelvan  concederse créditos a las empresas.

Lo que ya no me parece bien, y eso tenemos que vigilar con atención, es que eso salga gratis a los bancos y lo ponga el contribuyente: los bancos tienen que pagar por su porquería escondida debajo de la alfombra, y tienen que pagar con parte de sus acciones o con lo que sea, como sucedió en Estados Unidos.

En todo caso, lo que no me parece de recibo, y eso vamos a ver a mansalva en cuanto se hable del tema, es responder a razonamientos económicos con argumentos éticos, del tipo  “es injusto”, “es insolidario” o cualquier golpe de catecismo semejante. Si es bueno para la gente, hay que hacerlo. Y si es malo, no hay que hacerlo.

¿Cómo lo veis vosotros?, ¿saldríamos ganando o perdiendo?