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43.853 desahucios en 2012

La desolación

La desolación

Aunque el Consejo General del Poder Judicial advierte que esta cifra es una estimación, hay que reconocer que se trata de una mejora respecto a la absoluta opacidad que se manejaba hasta ahora.

Mejora la información, pero no el problema.

Las causas son muchas y ya las hemos tratado aquí en bastantes ocasiones, pero el hecho es que hay casi cincuenta mil familias que se han quedado en la calle y con la deuda puesta. Como sabéis, soy absolutamente contrario a que se pueda uno deshacer de las deudas por el simple procedimiento de pasárselas a otro, ya sea este otro Perico de los Palotes o un banco de esos que ahora son satánicos y antes nos alegraban el año, pagando la casa, el coche y las vacaciones.

Pero al mismo tiempo que me opongo a que las deudas se traspasen como un billete falso, me opongo también a un sistema financiero en el que no hay segunda oportunidad, ni posibilidad de remisión, y en el que los más cómodo, lo más prudente y lo más seguro es no hacer nada, no emprender nada y no arriesgarse a nada.

Aunque parezca que me salgo del tema, no lo hago: la economía española va cuesta abajo porque todo el mundo quiere un empleo pero no hay nadie dispuesto a crearlo. Vamos de culo porque alrededor de las universidades americanas, por ejemplo, nacen y mueren centenares de empresas que los estudiantes van creando a medida que los conocimientos recién adquiridos les inducen ideas.

¿Y aquí? Aquí en torno a las universidades florecían como setas las academias de opositores, porque todos esos conocimientos supuestos que imbuían las universidades en los estudiantes se convertían en ganas de ser funcionario y olvidarse de problemas más que en ganas de montar una empresa.

Es posible, sí, que seamos vagos, acomodaticios y esquivos al riesgo, pero lo cierto es que leyes como la hipotecaria, donde te comes al deuda para siempre y el riesgo es eterno, no ayudan a generar en España ni emprendedores, ni gente dispuesta a sumir riesgos. A lo único que esto ayuda es a conseguir que exista cada vez más gente instalada en la gigantesca estupidez de querer un trabajo por cuenta ajena al mismo tiempo que llama hijo de puta al que se lo ofrece.

La conclusión es la obvia: que el que tiene dinero no lo arriesga. Ni le hace falta ni le apetece que lo pongan a parir. Y el que no lo tiene, ni consigue que se lo presten ni acaba de atreverse a dar el paso, por los riesgos que conlleva.

Y al final la psicología lo es todo.

La dación en pago y el divorcio

Encaje...

Encaje...

El parlamento europeo insiste en apoyar a los movimientos de afectados por la hipoteca: el otro día le concedieron a la PAH el premio Ciudadano Europeo por la defensa de los derechos de los ciudadanos y el domingo Estrasburgo aprobó una resolución en la que se pedía que se suspendieran las deudas de los desahuciados.

En principio eso puede estar muy bien, peor una de las razones por las que España se encuentra en la situación en la que se encuentra es que es un país lleno hasta arriba de españoles. Y digo semejante obviedad porque en varios foros y hasta en un bar he escuchado planes coincidentes para moverse en la dirección apropiada en el caso de que el Gobierno acabe pro aprobar la dación en pago.

En primer lugar, la dación sólo se aprobaría para la vivienda habitual y para aquellos que no tuviesen ingresos. Quedan excluidos de este modo los que simplemente se nieguen a pagar para que les desahucien y poder librarse de un piso que vale mucho menos que cuando lo compraron. Hasta ahí, correcto.

¿Y qué pasa?

Pues que ya hay gente que tiene firmados los papeles del divorcio y que los llevará al juzgado el mismo día que se apruebe esta ley de dación en pago. La idea es seguir pagando la hipoteca de la residencia habitual, divorciarse, y fijar en la segundo inmueble la residencia habitual de uno de los dos cónyuges, de modo que este puede acogerse a la dación en pago para la casa de la playa o de esa urbanización que ya no vale una cuarta parte de lo que valía cuando se compró hace unos años.

Lo repìto para que se entienda mejor. Matrimonio normal y corriente. Trabaja uno de los dos. Tienen un piso en Madrid y un chalé en Almería. El chalé de Almería no vale ni la quinta parte de lo que valía. Se divorcian. El que no trabaja, fija su domicilio y residencia habitual en el chalé de Almería. Como es su domicilio habitual y la persona que no vive en él no tiene ingresos, se acoge a la dación en pago, le mete el pufo al banco y regresa tan ricamente a Madrid a vivir con su exmarido o su exmujer, porque nadie en este país te pregunta con quién vives o si estás casado o no.

La gracia del asunto es que también está previsto lo que sucede si trabajan los dos. Si es por cuenta ajena, mala cosa, pero como sea por cuenta propia, además de meter el pufo del chalé, el que trabaje por cuenta propia se da de baja y se pasa a la economía sumergida para no declarar ingresos, con lo que tendremos un caso más, otro, de que todo son ventajas para el que trabaja en negro.

¿A que somos un país fantástico?

Hipoteca y renta disponible

Cuando pasa hambre la hucha...

Cuando pasa hambre la hucha...

El problema de la distribución de ingresos y gastos reside, en realidad, en cuánto es lo que nos queda para gastos discrecionales.

No importa tanto lo que se gana, lo que suben o bajan los sueldos como esta otra variable: la cantidad de dinero de la que realmente podemos disponer, porque no está administrada de antemano, y asignada antes de llegarnos a una u otra partida.

Hasta ahora, las clases medias de había caracterizado por disponer de una rentas disponibles interesantes, y en torno a estas se generaba la verdadera actividad económica. Una familia cualquiera que tuviese unos ingresos globales de dos mil euros al mes, descontaba la hipoteca, descontaba los recibos de la energía, el teléfono, el automóvil y algunas cosas más de las que no podía prescindir, y el resto lo gastaba en lo que quería, eligiendo entre vacaciones, consumo de distintos tipos, aparatos, ocio, cenas, o ahorro.

Lo que a veces la gente no ve tan claramente es que un pequeño incremento en los gastos fijos (los que no se pueden elegir) o una disminución en el volumen de ingresos se ve reflejado en la renta discrecional de una manera mucho más importante de lo que parece, haciendo verdadero daño al consumo y al empleo.

Lo vemos con un ejemplo:

Familia A.  Trabajan ambos cónyuges. Ingresos totales, 1800 € al mes. Como veis, no me paso ni por arriba ni por abajo.

Hipoteca,  600 €.

-Coche, 200 €

-Recibos fundamentales 175 €.

-Mínimo vital 400 € .

Esta familia tiene gastados 1375 € al inicio de mes, y le quedan 425 € de gasto discrecional. Una disminución del 10% ben sus ingresos llevaría a una reducción de casi el 40% en su gasto discrecional, y eso ya sin contar la sensación de apuro que tendrían, emnpujándolos a ahorrar más.

La burbuja hipotecaria, por tanto, no sólo embarcó a los españoles para treinta años. También se llevó buena parte del margen que había para crecer en otros sectores. Por eso es tan difícil un cambio de modelo productivo en España…

Consecuencias de la bajada de los pisos

Reunión con un experto. (espero que os suene)

Reunión con un experto. (espero que os suene)

Parece que el goteo no cesa: diversas instituciones europeas y mundiales hablan de que en España se producirán, en los próximos tres años, una caída del 20 % en el precio de la vivienda, y que aún así el mercado inmobiliario seguirá sufriendo grandes rigideces por la falta de liquidez en el mercado de hipotecas.

Y no, no es buena noticia.No es buena noticia, por más que todos sepamos que los pisos se pusieron por las nubes y que la vivienda es un bien básico. No es buena noticia, porque una gran parte del capital y del ahorro de los españoles, ese que hace que en Alemania digan que somos más ricos que ellos, está en ladrillos.

Cuando los pisos bajan, el español se empobrece. Por poner un ejemplo de andar por casa, para nosotros, una bajada de los inmuebles es como un verano de lluvias. Puede que haya alguien que se dedique el cultivo de la piña y se vea beneficiado por esas lluvias, pero un país que vende sobre todo buen tiempo, sol y playa, no puede celebrar que un verano cualquiera cambie el tiempo y se ponga a llover. Con los pisos pasa otro tanto: nuestra riqueza nacional, nuestra capacidad de endeudamiento, nuestras reservas para los malos tiempos (que han resultado ser estos, vaya por Dios), están invertidas en un porcentaje alto, demasiado alto, en bienes inmuebles, y un descenso de sus precio tiene muchos efectos negativos. Vamos a ellos, así por encima:

-Riqueza real. De eso es de lo que vengo hablando.

-Efecto contable: los banco dieron dinero, nuestro dinero, a los hipotecados. A cambio del dinero, se quedaron con las hipotecas. Como el dinero no va a volver, si los pisos bajan, los bancos pierden dinero. Concretamente el nuestro.

-Efecto psicológico: la sensación o percepción de riqueza por parte de las familias, y por ende, su predisposición a la inversión o al gasto, está profundamente relacionada con el precio de los pisos. Cuanto más baje el precio de la vivienda, más pobre se sentirá la gente, menos valdrá el piso de la bisabuela que se iba a heredar y se vendería para pagar el cambio del horno en la panadería, etc…

-Efecto fiscal: Siempre que se produce una bajada continuada del precio de un bien, los posibles compradores prefieren esperar, a ver si en un tiempo consiguen comprarlo más barato. En este caso, la espera es doble. Por un lado no te conceden la hipoteca, y por otro, los pocos que podrían pedirla, se dan su tiempo para encontrar una ganga o dejar que los precios bajen aún más, ya que se trata de un bien de un valor muy alto. De ese modo, los pisos no se venden, y las arcas públicas, que ingresaban importantes sumas de impuestos por este concepto, siguen y seguirán más secas que nunca.

O sea que aunque en principio nos suene bien eso de la bajada, no hay tanto que celebrar. Nada, diría yo.

La garantía en los pisos. Hipoteca y problemas posteriores

¿Estará en garantía?

¿Estará en garantía?

El mayor problema que tenemos en España es que hay mucha inspección y poca responsabilidad posterior por parte del que inspecciona, lo que se traduce, al final, en que te cobran por darte un papel, pero como no tienen incentivo alguno en que ese papel refleje la realidad del inmueble, en muchas ocasiones se trata de un simple trámite para mejor engorde de arquitectos, aparejadores, colegios profesionales y otros chupatintas varios, allegados a las administraciones públicas.

Con los coches sucedió y sucede un poco lo mismo: la ITV, además de una fuente constante de corrupción y mamoneos, se ha convertido en un trámite en el que te piden la homologación de los cristales tintados, pero si al salir de la rampa de revisión te matas por que han fallado los frenos no se hacen responsables de nada aunque hayan firmado hace dos minutos que todo está en orden.

En teoría, según las últimas sentencias se puede exigir responsabilidad a promotores y arquitectos en los casos de vicios ocultos.

Hasta hace unos años, nadie se responsabilizaba de los defectos que aparecían en los inmuebles una vez que estos habían sido entregados a sus compradores. La doctrina del “sosténte mientras cobramos” se imponía casi siempre y el comprador era el que tenía que lidiar con las grietas, las humedades, los repises, las ventanas mal encajadas y las puertas que no cerraban.

Ahora, en cambio, se exige a promotoras y arquitectos que contraten un seguro de responsabilidad civil para le evicción de daños ocultos, pro lo que las viviendas se entregan con garantía de al menos cinco años, aunque puede pactarse un plazo mayor.

En este sentido, cabe destacar una reciente sentencia en la que se condenó a los promotores y arquitectos no sólo a reparar todos los daños, sino también a hacerse cargo de todos los gastos de alojamiento y almacenamiento de muebles de los propietarios durante el tiempo que durasen las reparaciones.

Como dato curioso, y para que lo tengáis en cuenta, el Tribunal Supremo rechazó la pretensión de los compradores de que se cumpliese la memoria de calidades estipulada en el contrato, pues los compradores habían tenido ocasión de demandar esto antes de escriturar los pisos y no lo hicieron. O sea que si veis que las calidades no son las pactadas, denunciad ANTES de escriturar, porque después ya no vale, ya que las calidades de los materiales no son vicios ocultos, sino mermas evidentes, y el que las acepta es porque quiere.

En la práctica, lo que sucede demasiado a menudo es que la empresa que construyó los pisos se ha disuelto meses después de vender  el último, y en caso de problemas hay que ir a buscarla con una ouija al cementerio del registro mercantil.

Las garantías teóricas están muy bien, pero al final, en este país, sólo hay una garantía: tener suerte o conocer al hijo del cuñado de alguien. Lo demás es papel mojado.

Y si se tiene una hipoteca, aún peor, porque el banco exige, porque prestó el dinero, pero como no edificó nada, pero no responde.

La hipoteca y el Apocalipsis

-Creo que nos están atacando los nuestros.

-Creo que nos están atacando los nuestros. -Es igual. Tú dispara y no preguntes.

Amigos, es la guerra.

Primero se preocupaban los que querían una hipoteca y no se la daban, ya fuese porque su trabajo no era lo bastante estable, ellos no le parecían al banco lo bastante jóvenes, o el piso no le parecía a la entidad financiera lo bastante soleado para revenderlo en caso de insolvencia.

Luego comenzaron a preocuparse los que sí habían conseguido una hipoteca, y acababan de descubrir que el papel que habían firmado los iba a endeudar por treinta años, y que aquello de que los pisos no bajan nunca era mentira. Porque lo cierto es que lo que no salió fue la cuenta de muchos: si puedo, lo pago, y si no lo puedo pagar, lo vendo y siempre me sacaré un pellizco, así que hay que hipotecarse porque pagar alquiler es tirar el dinero. ¿No lo escuchásteis nunca? Yo sí. Y ahora, los que ganaron, callan como meretrices, y los que perdieron vienen con la dación en pago, la deuda odiosa y todas las demás formas de reconocer que no sabían leer, o que al menos no supieron leer ni entender lo que firmaron

Como tercer jinete de este Apocalipsis particular hay que citar a los bancos. Se comportan como casinos, se juegan el dinero a cara 0 cruz, y cuando ganan retribuyen a sus directivos con magníficas comisiones, agradeciéndoles su audacia y su puntería a la hora de invertir. Y cuando pierden, ¡coño, pues también! Al final, las cajas de ahorros, que son los peores engendros desde tiempos de la burra con alas de mariposa, repartieron entre los políticos los beneficios y reparten las pérdidas entre los ciudadanos. ¿Y por qué no quiebran? Porque lo cierto es que no tienen accionistas, así que no jorobamos…

Y ahora resulta que el dinero tampoco está seguro en el banco. Lo de Chipre nos ha enseñado que puestos a echar mano de lo ajeno, las autoridades europeas no se paran en pequeños tecnicismos. Por ejemplo, tienen razón en que el Fondo de Garantía de Depósitos sólo asegura los cien mil primeros euros, pero se olvidan de que le resto se puede perder en caso de quiebra de la entidad. Por ejemplo, que el sistema financiero se basa más en la confianza que en los balances, y que la gente sólo sabe una cosa: que hay personas que  han pedido sus ahorros después de llevarlos al banco. ¿Cómo se restaurará ese roto? ¿Qué vieja Celestina remendará esa honra?

Por eso digo que es la guerra, una guerra en la que nos queda ante todo una pregunta: ¿Quién está en una posición más segura? ¿El que tiene unos ahorros o el que tiene una hipoteca?

La respuesta un día de estos, cuando se hunda otro pilar que parecía seguro…

¿Caducará alguna vez el ladrillo?

quintopino

Localización GPS de muchos inmuebles invendibles

La corriente de noticias en torno al estancamiento del ladrillo sigue fluyendo con toda tranquilidad, como si en lugar de ser un torrente novedoso se hubiera convertido en un río, con plaza reservada en los mapas económicos de nuestro país.

Ahora ya no se trata de preguntarse cuándo se reactivarán las hipotecas, y con ellas la construcción, sino de ver qué demonios hacemos con todos los pisos, apartamentos y urbanizaciones que se han construido en estos años y que prosiguen en su marcha, al paso de la oca y con banda de música, camino del deterioro.

Para ello, creo que hay que ver dos asuntos diferentes: el demográfico y el energético.

En cuanto al demográfico, está claro que las viviendas se construyeron para que las ocupase alguien, en el momento de su construcción o más adelante. Sin embargo, resulta que la población no sólo no crece, sino que decrece, tanto por la baja tasa de crecimiento vegetativo como por los fenómenos migratorios: inmigrantes que se marchan y nacionales que emigran. En muchas ciudades medianas se está empezando ya a ver el fenómeno de las viviendas en venta sin haber sido utilizadas, y todo porque el abuelo, que vivía en el pueblo, compró una casa para pasar los inviernos en la capital. Cuando falleció el abuelo, los hijos pusieron a la venta el piso, porque viven en otro sitio, normalmente en una ciudad más grande, y no saben qué hacer con ese activo.

Estamos, por tanto, ante una segunda fase de las consecuencias del despoblamiento rural, que afecta ahora a las pequeñas ciudades cabeceras de comarca y de provincia. Por ahí, como vemos, van a venir pocas soluciones.

En cuanto al tema energético, la cosa no pinta mucho mejor: el progresivo encarecimiento de los carburantes, un fenómeno que no parece que vaya a detenerse ni a cambiar de rumbo, hace que las viviendas alejadas de los centros de trabajo sean cada vez menos atractivas. ¿Y dónde están muchos, la mayoría, de los pisos invendibles que lastran con hipotecas tóxicas los balances de los bancos? En la quinta puñeta.

El intento de trasladar a España el modelo americano de grandes suburbios no sólo ha fracasado en lo económico, sino que será una rémora que costará años disolver. Una casa lejos de las compras, lejos de los colegios y lejos del trabajo supone un coste de desplazamiento cada vez más inasumible. Por eso, en mi opinión, hay muchos pisos que no se venderán nunca.

¿La solución? No sé: poco a poco se irá viendo alguna, o la falta de ella. Peor esto es lo que creo que hay.

Hipoteca y urbanismo

Viejas estructura urbana: cerca del agua, y con el campo cultivado alrededor.

Viejas estructura urbana: cerca del agua, y con el campo cultivado alrededor.

Hoy me voy aponer un poco espeso, así que estáis avisados si pretendíais leer un artículo ligerito, de esos que hacen gracia y vienen a decirnos lo que ya pensábamos, o justo lo contrario de lo que pensábamos. Hoy me quiero meter en el berenjenal del urbanismo.

Desde hace sesenta años, más o menos, España pierde población rural y gana población urbana, pero el precio de los pisos y una serie de causas sociológicas han hecho que la vivienda se haya encarecido mucho en las zonas céntricas y se haya deteriorado más aún en los cascos históricos de las ciudades, mayoritariamente habitados, en muchos casos, por personas de renta muy baja y encaje social a veces complicado.

Así las cosas, el boom de la construcción y las hipotecas hizo crecer enormemente los extrarradios de las ciudades, alejando cada vez más a la gente del centro de las ciudades, pero también del verdadero campo, que sigue desangrándose demográficamente, parece que sin remedio.

Y resulta que ahora, cuando muchos de nosotros tenemos una hipoteca a veinticinco o treinta años, el precio de la energía se dispara de manera sostenida y el petróleo, que estaba hace cinco años a unos 30$ por barril, se cotiza de manera sostenida y durante años por encima de los 100$. En estos momentos, el crudo Brent de referencia en Europa anda por los 117$, para ser más exactos.

Sin entrar a valorar la incidencia de este hecho en la crisis (enorme), parece evidente que las viviendas que hemos comprado van a ser cada vez más problemáticas ya que son dependientes de los medios de transporte que nos acerquen al trabajo, o a los centros de ocio, consumo y entretenimiento. Y como no hay manera de encoger una ciudad (no os perdáis este enlace sobre Detroit) es muy probable que la devaluación de la vivienda en los extrarradios y ciudades dormitorios prosiga su avance, golpeando aún más la capacidad económica de las familias y los balances de los bancos.

De momento, la gasolina se puede pagar aún, aunque cada vez menos, pero a medida que su precio siga subiendo, o simplemente se mantenga, se verá más a las claras que la vivienda debe estar o cerca del trabajo o cerca de los suministros, pero nunca, en ningún caso, lejos de ambas variables.

¿Y cuántos viven o vivimos en medio de ningún lado?

Pues ahí tenéis el problema futuro, del que aún no se habla lo suficiente.

Citadme cuando empezáis a oírlo a menudo…

🙂

Cuando la hipoteca era bonita. Sociedad y corrupción

Máximos estudios de demasiada gente...

Máximos estudios de demasiada gente...

Nunca he ganado muchos amigos diciéndolo, pero creo que la corrupción de los políticos es reflejo siempre de la sociedad de la que proceden. En estos días, que nos vemos sacudidos pro graves casos de contabilidad irregular en los partidos políticos, deberíamos reflexionar sobre esa idea que tanto nos gusta de que los políticos se bajan de los ovnis, como marcianos, y empiezan a gobernarnos porque así  lo ordena el emperador de otra galaxia.

¿Y saben una cosa? No es así. Nuestros dirigentes son gente que antes de presentarse a las elecciones andaban pro la calle, tomaban café con nosotros y trabajaban a nuestro lado. Su conducta no es fruto de una mutación genética, sino que está ampliamente enraizada en unos modos y costumbres sociales que no sólo toleramos, sino que con frecuencia fomentamos con nuestro forofismo, nuestro silencio o nuestra estupidez.

Un caso típico de lo que cuento son las ruedas de prensa y las campañas electorales. En países como Alemania y Austria, a un político hay dos cosas que ni siquiera se le pasan por la imaginación: dar una rueda de prensa sin preguntas y contestar con vaguedades a una pregunta que no le conviene. ¿Y por qué? Porque le porcentaje de gente que lo va a poner a parir por hacer una cosa así es tan alto que el coste de hacer semejante cosa es muy superior al coste de aguantar el chaparrón y contestar a lo que no quieres contestar. ¿Y por qué en España es posible semejante lacra? Porque la gente no se entera, no tiene interés en enterarse y nunca se va a levantar del sillón para comprobar qué hay de verdad en eso que el político dijo o que no llegó a decir nunca. En resumen: donde falta sociedad civil, los dirigentes pueden hacer cualquier cosa, y sin miedo. Donde no hay criterio, cualquier respuesta es buena.

Un buen ejemplo de esta falla en la sociedad civil es lo que sucedió con las hipotecas, la vivienda y la burbuja inmobiliaria: mientras el tema de la construcción daba trabajo, buenos sueldos, hipotecas para todos y posibilidad de tener una vivienda en propiedad (que es el sueño dorado de muchos españoles), todo estaba bien. Nos daba igual que los alcaldes recalificaran terrenos, que se llevaran comisiones, que las cajas de ahorros prestaran cantidades obscenas a promotores insolventes y que los pisos subieran. El caso era que no se parase la bola. El caso era que se siguieran pagando dos mil euros a un alicatador y tres mil a un fontanero. El caso era que los maridos y los hijos siguieron ganando buenos jornales y la huerta del abuelo se pudiese vender por treinta veces lo que valía.

¿Nos preocupaba entonces la corrupción? En absoluto. En aquella época la corrupción estaba como dios, y a todos los que hablaban de frenar la locura se les llamaba aguafiestas. ¿Quién hubiese votado entonces a un político que hubiera dicho que había que frenar la construcción y la promoción de viviendas? Casi nadie.

Luego se acabó la fiesta. El que dejó los estudios para ganar un sueldazo como albañil lleva dos años en el paro y el último que compró un piso llora porque lo desahucia, mientras el último que lo vendió lo sigue celebrando en silencio, sin que nadie lo sepa.

¿Y qué pasa? Que entonces es culpa de los políticos, que nos roban (como antes), que no saben lo que hacen (como antes) y que son unos irresponsables (como antes). Lo único que ha cambiado es que ahora los demás no sacamos tajada.

Esa es toda nuestra honradez: La del que pide su parte. Si quieren robar, que roben, pero que me den mi parte.

Y así vamos.

La cuerda que no da más de sí. Hipoteca y cuentas familiares.

Del otro lado tira un petrolero, me temo...

Del otro lado tira un petrolero, me temo...

Cuando hablamos en términos de peso y de lo que cada uno soporta encima lo entendemos todos enseguida.  A medida que la crisis se prolonga, su peso se hace mayor sobre nosotros y esto, de pro sí, supone un agravamiento, sin necesidad de que las cosas vayan peor. Por eso me maravillo de que algunos celebren que las cosas no van a empeorar, puesto que el solo hecho de que se queden como están es ya un empeoramiento considerable.

Un  análisis superficial de los números oficiales basta para darse cuenta de que no se trata solamente de que la banca esté en quiebra, de que el fraude fiscal nos haya dado en la cabeza o de que el robo manifiesto de los políticos haya acabado a la vez con nuestra cartera y nuestra confianza en las instituciones. La cuestión es aún peor y está relacionada con nuestra propia estructura económica de país que no produce nada, prefiere importar a generar y no es capaz de competir en los sectores donde verdaderamente se juegan las partidas importantes.

Vamos a ello:

-La Seguridad Social dice que en España tiene alrededor de dieciséis millones y medio de afiliados Por  lo tanto, en este momento hay dieciséis millones y medio de personas que cotizan, ya sean empleados públicos, autónomos o por cuenta ajena.

-Según los últimos datos de población activa, en España andamos cerca de los seis millones de parados.

-Sabemos  también por las mismas fuentes que en España hay alrededor de nueve millones de pensionistas.

¿Os dais cuenta de que cada persona trabajando, está  pagando, casi, a un jubilado o a un desempleado?

¿Os dais cuenta, además, de que tres millones de los que aún trabajan y cotizan son empleados públicos, por lo que su salario y su cotización proceden también del resto de la economía?

Si calculamos las cargas, como si fuésemos ingenieros construyendo un puente, esta sería la cuenta final:

13.400.000 trabajadores del sector privado pagan:

-Sueldos y cotizaciones de 3.100.000 empleados públicos.

-Desempleo, y subsidios de 6.000.000 de desempleados, aunque no todos cobren, eso es verdad.

-Pensiones de 9.000.000 de pensionistas.

Esa es la contabilidad de la nación, que si nos la llevamos a casa nos deja, además, son la necesidad de pagar la hipoteca y la de vivir.

¿Cómo demonios se puede esperar de ese modo que despegue el consumo?

Cuando no salen ni las cuentas de la nación ni las cuentas de las familias, poco más hay que mirar. La quiebra no es una posibilidad: es un hecho.

La pregunta es cuándo lo pondrá alguien en claro, a ver si nos atrevemos a enfrentarnos a lo que hay.

La hipoteca se dio a la fuga

La gran evasión

La gran evasión

Llevamos bastante tiempo  hablando por aquí de que las hipotecas están en el congelador, fundamentalmente porque los bancos son a sía de hoy los que más necesitan el dinero y, por tanto, no se lo van a prestar a nadie.

La otra razón de semejante parálisis, es el gasto público: mientras a los bancos les sea más rentable y seguro prestarle el dinero a los gobiernos a través de las emisiones de deuda pública, será imposible convencerlos de que se lo presten a las empresas, y aún menos a los particulares para comprar una vivienda, máxime cuando la valoración de esas viviendas en el futuro no está muy clara y todo indica que se moverá a la baja.

Sin embargo, hay un dato que mete mucho más miedo que todos los anteriores y que casi nadie ha querido comentar: la desaparición rampante del dinero. Sí, como lo leéis: el dinero se está largando de España a unas velocidades tan superlumínicas que los bancos ni siquiera pueden cubrir sus propias necesidades de capital, y mucho menos prestar.

Por mucho que el Gobierno se empeñe en decirnos que nuestras cuentas mejoran gracias a las exportaciones, lo cierto es que la balanza de capitales, la que mide la diferencia entre el dinero que entra en España y el que sale de nuestro país, pasó de 27.000 millones de euros negativos (ya está bien) en 2011 a 210.000 millones de euros, en 2012, y eso sólo hasta octubre. Con semejante sangría de inversiones y depósitos, ¿cómo demonios queremos que los bancos presten un duro a nadie, ni a particulares ni a empresas?

Nuestras exportaciones, basadas sobre todo en la bajada de los salarios, no van a cubrir ese agujero ni van a suponer un aumento apreciable del factor empleo. Porque aquí, como sabéis, cuando se habla de competitividad se habla sólo de salarios, pero no de otros factores, como la financiación o la energía. Mientras la energía siga en manos de cuatro bandoleros oligopolistas y el mercado de capitales absorba cualquier recurso que podamos generar no haremos otra cosa que profundizar el agujero en que nos hemos y nos han metido.

La hipoteca, amigos, se dio a la fuga. Salió pro la frontera en un maletín o, más probablemente, en una transferencia hecha por internet con un simple click. Mientras no seamos capaces de entender que en un mundo globalizado el dinero no vota, sino que simplemente se limita a largarse a otro lado, seguiremos empecinados en darnos cabezazos una y otra vez contra la vieja mecánica de huelgas, protestas, y reclamaciones a unos políticos locales, los nuestros, a los que sí, hemos elegido nosotros, pero sin capacidad alguna para influir en las cosas que realmente importan.

Lo único que podemos exigirles es que sean honrados (ya nos gustaría), que se enteren de qué va el mundo (misión imposible) y que traten de llevarnos de nuevo al camino del mundo real.

Cualquier otra cosa es mero folclore.

La hipoteca regresa a sus vicios. Hipotecas por más del 100 % de la tasación

Una película que ya hemos visto...

Una película que ya hemos visto...

Dicen que la necesidad agudiza el ingenio, pero me temo que en este país nuestro la necesidad agudiza la torpeza, o eso hay que pensar al saber que de nuevo, una vez más, los bancos están dando hipotecas por encima del 100% del valor de tasación de los pisos, quizás con la esperanza de que si las cosas salen más seamos todos los que paguemos el pufo. Esta práctica irresponsable, dirigida  de momento de manera exclusiva a los compradores de los pisos que los bancos tienen en stock,  está siendo aplicada por BBVA, Popular y Sabadell, entre otros, y va dirigida a que los compradores puedan hacer frente a toda la serie de gastos que apareja la compra de un piso, como impuestos, notarios, registradores. Por tanto, y resumiendo, están vendiendo pisos a gente que no tiene ahorros y que no ha demostrado, hasta el momento de la compra, la capacidad de generar un excedente económico, ya sea por falta de renta o por exceso de gasto. La idea, para los bancos, es captar nuevos clientes y sacar de su balance el peso  muerto de esos pisos. En mi opinión, se trata de una simple jugada de probabilidad: tenemos estos pisos porque colocamos hipotecas a los que no podían pagarlos. Volvemos a intentarlo, y los nuevos que lo cojan pagarán o no. Si pagan, salimos ganando, y si no pagan, el pufo ya lo teníamos. Estamos ante uno más de los muchos casos que vemos a diario de incentivos perversos, donde todo se coordina para hacer las cosas mal. El comprador piensa que se puede hacer con una vivienda, y que luego, si no puede pagarla, ya llorará a quien sea para que no lo desahucien. El vendedor piensa que puede quitarse ese muerto del balance y que luego, si se repite al insolvencia, ya aparecerá quien sea para hacerse cargo del marrón. Y ese quién sea somos todos, me temo. La banca se defiende de todo esto diciendo que si no hay clientes solventes, en loas parámetros habituales, hay que buscar liquidar las viviendas con clientes que no cumplan todos los parámetros pero sean los mejores p0sibles. La respuesta cabal parece no contemplarla nadie: si no hay clientes solventes, no hay mercado y es mejor dedicarse a otra cosa. Lo contrario es vivir en el fraude y del fraude. Fácil de entender pero difícil de asumir, me temo.