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La hipoteca y la vivienda social

En esta época se construían bloques y barrios enteros de vivienda social, pero era otra cosa...

En esta época se construían bloques y barrios enteros de vivienda social, pero era otra cosa…

En el tema de la vivienda se mezcla muy frecuentemente lo económico y lo social y seguramente por eso las controversias son tan enconadas. Como toda acción o falta de ella genera un juego de incentivos, antes de tomar una medida hay que preguntarse qué incentivos se generarán con ella, quienes serán los beneficiarios y quienes los damnificados. Sólo así es posible un análisis serio.

Ese, me temo, es el camino que ha llevado la negativa del ministerio de economía a aceptar la solicitud de la defensora del pueblo de incluir viviendas del Sareb en el fondo de viviendas de uso social.

La cuestión, en principio, parecía simple: el Estado se había hecho con un importante parque de viviendas procedente de los rescates bancarios y la defensora del pueblo proponía que esas viviendas, o parte de ellas, entraran en la bolsa de viviendas susceptibles de ser asignadas para uso social.

La respuesta nos e hizo esperar, y por partida doble:

El ministerio de economía Dijo que Sareb “no está configurada como un instrumento de política social de vivienda, sino de política financiera” y el  ministerio de fomento contestó que “no le corresponde instar a la Sareb para que actúe en un determinado sentido, y que apoya plenamente el criterio de economía”

O sea, y resumiendo: que no estamos aquí para hacer favores, sino para convertir en dinero esas viviendas.

¿Es un tema económico? Seguramente, pero no sólo eso. Porque, ¿qué pensarían los demás inquilinos del inmueble, que siguen pagando su hipoteca, si uno, dos o tres vecinos del mismo bloque, recibieran gratis su casa o en unas condiciones mucho más ventajosas que las suyas? ¿qué clase de conflicto social se desataría si en un mismo inmueble hubiese gente que paga y gente que no?

La vivienda social es posible y necesaria, pero de manera homogénea, en lugares concreto o edificios determinados, donde no salte tan vulgarmente a la vista la diferencia entre unos vecinos y otros. Cualquier intento de obrar de otro modo resulta siempre en conflictos, enfrentamientos, y gente buscando puertas traseras para beneficiarse de lo mismo que otros están ya recibiendo.

No me cabe duda de que la vivienda social es necesaria, pero si no se ofrece de manera extremadamente cuidadosa, puede ser un impulso a la economía sumergida de proporciones difícilmente asumibles.

Cuando la gente tiene incentivos para dejar de pagar su hipoteca en vez de tenerlos para pagarla, mal asunto…

El llanto de las hipotecas en divisas

Para que haya donde elegir

Para que haya donde elegir

A lo mejor es que hoy vengo un poco mosqueado, pero creo que ya va siendo hora de que abordemos el tremendo problema de la gente que hace cosas sin enterarse, ¿no creéis?

Muchas familias firmaron sus hipotecas en divisas, por aquello de que sus tipos de interés eran menores a los de aquí, y estaban muy contentas y ufanas con ello. Luego, a veces esas monedas se depreciaron, y las familias que habían firmado en francos suizos o yenes, estaban aún más contentas y ufanas con su decisión.

Pero ahora, de un tiempo a esta parte, es el euro el que se ha devaluado frente a otras monedas, con el consiguiente encarecimiento de esas otras divisas y la subida de las cuotas correspondientes. Y ahora, claro, llega el llanto, y llegan a veces las demandas contra los bancos, a los que se acusa de no haber informado convenientemente a sus clientes de los riesgos que esta operación comportaba.

Pero vamos a ver: los bancos no son santos, desde luego, pero , ¿de qué vamos con esa costumbre de que todo lo que sale mal es por falta de información?

Por supuesto que hubo muchos, muchísimos viejos ( y no tan viejos) a los que les metieron el dinero en las preferentes sin informarlos de casi nada, pero también hubo muchos que sólo escucharon que les pagaban el siete o el ocho por ciento, y mientras lo cobraron estaban estupendamente informados y estupendamente asesorados.

¿Y no pasó lo mismo con las emisiones filatélicas, los bosques y otras parecidas? igual. . Todo estaba bien hasta que llegaron las pérdidas.

Pues parece que ahora es el turno del lloro en las hipotecas. Que si  yo no sabía que las monedas fluctuaban, que si yo no sabía nada del mercado de divisas… La gente parece que sólo sabe algo cuando la cosa sale bien.

Después le dicen al juez que son tontos, y creen que con eso basta para recuperar su dinero.

Lo primero, creo yo, es que normalmente no son tontos en absoluto. Y lo segundo, que si lo son, por lo menos que no voten y no nos hagan depender a los demás de sus tonterías.

¿No es lo justo?

 

La hipoteca y el rendimiento de la inversión inmobiliaria

·= ciudades donde invertir en inmuebles

·= ciudades donde invertir en inmuebles

 

Abrimos hoy con un gráfico procedente de Foro Económico Mundial en el que se estudia cuales son y han sido las mejores ciudades del Mundo para invertir en inmuebles.

La gracia de este documento no reside tanto en ver dónde se puede ganar dinero, porque los niveles de precios son prohibitivos para la mayoría de los mortales, sino por la información que contiene respecto a otros aspectos económicos, como la rentabilidad de la actividad económica y la evolución de las hipotecas.

En  primer lugar, podemos ver que la máxima rentabilidad inmobiliaria se da en las grandes megaciudades de los países desarrollados ¿Nos dice algo eso? Pues lo que ya sabíamos: que la escasez de suelo genera aumento de precios y que el desarrollo de un país es clave a la hora de determinar si vale la pena invertir en ladrillo.

Pero ojo, que aquí está la trama: ambas condiciones tiene que ir juntas, porque si van por separado, resulta que el negocio hipotecario y ladrillero ya no es tan  bueno como parecía en un principio

la prueba de esto puede verse en el lugar que ocupan ciudades como Berlín en la gráfica: ¿Por qué Berlín se encuentra siempre en el último puesto o en el penúltimo? Porque a pesar de que Alemania es un país rico y desarrollado, la escasez inmobiliaria no es un problema que allí preocupe a los ciudadanos, y mucho menos en la vieja capital imperial, donde sobran inmuebles por todos lados.

La clave, por tanto, de una buena inversión, está en la escasez.

la clave, por tanto, de una buena inversión, está en que las leyes defiendan a los propietarios en contra de los usuarios, o dicho de otro modo, a la economía financiera que pretende obtener una rentabilidad, frente a la economía real que aspira a conseguir un uso.

Quizás este nuevo enfoque os dé una pista de por dónde van a ir los tiros ahora que el dinero anda desesperado buscando una rentabilidad mínima que devolver a los inversores: subidas de precios donde la escasez se pueda hacer valer, y profundización en las depreciaciones donde la demanda no consiga cubrir las existencias inmobiliarias.

Un paso  más hacia la desigualdad, también en le mundo del ladrillo.

Economía dual, me temo.

 

El mercado inmobiliario y la flojera de la rentabilidad

Lo que va quedando...

Lo que va quedando…

Es un hecho: el capital anda errante por el mundo en busca de rentabilidad. La aversión al riesgo, que tantas veces hemos comentado, deja lugar poco a poco a la búsqueda de ese riesgo que convierta a cualquier inversión en un poco, un poquito más rentable que el viejo sistema del calcetín, los bajos del colchón o la teja del cobertizo.

El tipo de interés de los depósitos anda aproximadamente por el nada por ciento, y hay casos en los que hay que pagar incluso para dejar el dinero al banco, si se tienen en cuenta las comisiones, sisas, alcabalas y distintas limaduras. La bolsa parece que va subiendo, pero los dividendos no son lo que eran, la fiscalidad aprieta esas rentas y cualquier día puede venir el gran, enorme, glorioso batacazo que devuelva los valores de los mercados a una proporción razonable con los beneficios de las empresas.

¿Qué hacer, entonces, sobre todo si eres un fondo  de pensiones que tienes que pagar a tus viejos hoy y no en diez años?

La idea brillante que se les ha ocurrido a muchos es regresare al ladrillo y la hipoteca. Grandes males, viejos remedios.

Y con los particulares, sucede algo muy similar. ¿Dónde metes los cuatro duros que van quedando? Comprar un piso y tratar de rentabilizarlo vuelve a ser una opción, ahora que la bajada de precios ha metido un importante mordisco a los inmuebles de muchas ciudades.

Según las estadísticas de los notarios, el comprador típico de una vivienda es hoy un trabajador indefinido o autónomo de más de 45 años, que compra una vivienda de alrededor de cien mil euros y paga al contado, sin hipoteca, un 85% del importe de la vivienda. 

Su intención no es tanto especular con ella a la espera de que los precios vuelvan a subir como trata de sacarle un 5% anual, algo que en otros tiempos hubiese parecido poco y hoy se antoja una rentabilidad casi astronómica.

La hipoteca, por tanto, sigue en horas bajas: el comprador típico no es el que necesita la casa y se endeuda para ello, sino el que tiene el dinero y busca un lugar donde meterlo.

Por eso quizás, no acaban de bajar los alquileres tanto como se esperaba después del desplome de los precios de la vivienda en propiedad. Pero de eso ya hablaremos otro día.

La hipoteca, el alquiler y la jubilación

Proyecciones-Sistema-Pensiones-España

Hay un tema del que nadie quiere hablar, porque la solución es siempre mala. Se trata de la evolución demográfica y de empleo que determina la viabilidad del sistema de pensiones. Por eso hoy la gráfica ocupa toda la parte superior, con la pretensión de que se observe lo bastante bien para que nos demos cuenta de cómo pinta la cosa.

Como nuestro sistema no es de capitalización (cobras lo que pagaste) sino de reparto (cobras lo que otros pagan), el desfase temporal entre los derechos que se generan y el dinero que hay en la caja no se puede corregir fácilmente. Para ello se contaba siempre con la inflación, pero como la inflación ha desaparecido y los salarios son cada vez menores, el desajuste está servido.

La cuestión es que cada nuevo Expediente de Regulación de Empleo, cada nueva automatización de la producción, reducen el número de trabajadores que cotizan, pero no reducen el número de personas que se jubilan y esperan cobrar una pensión. De igual modo, cada vez que baja un salario para competir con los asiáticos o simplemente para mantener una actividad en marcha, se reduce también la cotización del trabajador, peor no la pensión del que trabajó hace unos años.

Así estamos ante la terrible paradoja de que a día de hoy las pensiones son a veces superiores a los salarios, y no es extraño ver que un jubilado cobra mil o mil cien euros mientras el trabajador en activo no encuentra empleo con un salario mayor de ochocientos o novecientos euros.

¿Es normal que las pensiones sean superiores a los salarios? En absoluto, y menos con una ratio como la actual, que no llega a dos trabajadores en activo por cada jubilado.

Además, el trabajador en activo, por razones de edad, tiene que mantener una familia y pagar una hipoteca, mientras que le jubilado no tiene ya hijos a su cargo (aunque a veces sea el sostén de la familia, nadie lo niega) y acabó de pagar la vivienda hace muchísimos años.

De este modo, nos encontramos con que el trabajador pagar por un lado la pensión al jubilado y por otro a menudo le paga también el alquiler de su vivienda, pues son los mayores los principales caseros de este país, trasladando toda la renta disponible desde los jóvenes, que no pueden consumir, a los viejos, que no desean en absoluto consumir. Esta es una de las claves de que no circule un duro: que no hay dinero, y el poco que hay lo tienen los viejos.

¿Qué se puede hacer ante una situación así? Pues no hay buena solución. A menudo escucho la tontería de que hay que pagar mejores salarios y mejores pensiones. Por supuesto que sí: y tener todos mejor salud, dormir con la que nos gusta, y vivir hasta los cien años. ¿Pero qué es lo que cabe dentro de lo posible?

A mi juicio, y arriesgándome a que me llaméis insensible, creo que hay que corregir poco a poco el desequilibrio por ambos lados: subir poco a poco los salarios y bajar poco a poco las pensiones, aunque sólo sea para que el edificio entero no se hunda a medida que avancemos en la gráfica de arriba hacia situaciones en que por cada pensionista haya sólo un trabajador.

Una gráfica, por cierto, que es tremendamente optimista, porque da por hecho que el número de afiliados crecerá en los próximos años, corrigiendo el desempleo, y eso es algo que nadie tiene del todo claro.

Miradla bien.

 

El corralito ya está servido (pero casi nadie lo ha visto)

Un cerrojazo

Un cerrojazo

El Gobierno nos dirá que todo va como dios, pero al echar un ojo a la nueva ley de IRPF resulta que nos encontramos con una norma propia de países bolivarianos o kirchneristas y que va a traer mucha cola, así que os lo contamos aquí, para que cada cual saque sus propias conclusiones o tome sus decisiones. Echadle un ojo a la página 36 de este enlace. Ya sé que el lenguaje técnico es tela marinera, pero un caso como este no se puede comentar de oídas ni tirando por aproximación.

¿Y qué es eso? Pues es lo que en inglés se llama exit tax, o impuesto de salida, y significa que le van a meter un palo a todo el que se quiera marchar de España.

Resulta que  quien haya sido contributyente en España en diez de los últimos quince años,  con un patrimonio económico total superior a cuatro millones de euros o más de un 25% en una empresa con un capital de más de un millón de euros, deberá integrar en su declaración, como renta del ahorro, las plusvalías latentes de ese capital. Es decir: tendrá que declarar como ya ganado lo que no ha ganado todavía, porque aún lo ha vendido y sólo por el hecho de pensar trasladarse a otro país.

En la ley se prevé también que, dependiendo del país de destino no haga falta que lo pagues, sino que constituyas un aval (los bancos aplauden con las orejas) a tu coste, para que el Gobierno pueda echar mano de él si un día decides vender.

La cuestión, al fin y al cabo, es que se pone una traba a la circulación de capitales y una traba también a la circulación de personas, porque si alguien se quiere ir a trabajar a otro lado, le meten el clavo de antemano, no va ya a ser que quiera pagar en otro lado.

En principio puede sonar bien, por aquello de que el dinero no se escape, ¿pero quién demonios va a traer el dinero a un país del que luego no te lo puedes llevar? Este va a ser el último clavo en la ya muy depauperada inversión externa. Los inversores exteriores, además de los dos riesgos que ya aparecen en los informes (inestabilidad política por la llegada de Podemos y el lío catalán) se van a largar de aquí en estampida por la incertidumbre que esta medida genera.

De momento, y nada más aprobarse esta locura, algunas empresas han anunciado ya que se marchan antes de que sea demasiado tarde. En este caso, la hipoteca puede ser una buena medida defensiva, por cierto:  dejar aquí lo que sea, pero dejarlo hipotecado. Y si le quieren echar mano, que les cunda.

Lo que no está claro es de qué puñetas va el Gobierno con semejante idea. Si lo que pretende es que pensemos que no hay más remedio que pagar y aguantarse, mucho me temo que se han equivocado de país.

 

Hipoteca, cajas y dolor

Historias de las puñeteras cajas

Historias de las puñeteras cajas

Hoy voy a hablar de una experiencia personal que a lo mejor nos sirve a todos para saber qué diablos está pasando aquí. Un día sí y otro también nos despertamos con distintos escándalos de corrupción y parece que la cosa no tiene fin.

Tanto es así que ya hay quien se pregunta si no habrá algo interesado en toda esta cascada de noticias escatológicas (o mierderas, si detestáis el griego) y si habrá algún plan preconcebido en el modo y ritmo en que toda esta porquería está saliendo a la luz.

Yo no me voy a poner paranoico y no me voy a meter en teorías de la conspiración, en primer lugar porque creo que es todo muy simple (hay porquería a espuertas y no hace falta tanto para que salga) y en segundo lugar porque no me parece serio emplear un medio como este para difundir teorías de bar ni filosofía de café copa y puro.

Lo que sí sé, porque asistí a ello hace poco, es que la desaparición de las Cajas de Ahorros ha puesto a los partidos políticos al borde de la muerte. Lo que sí sé es que las cajas de ahorros no se ocupaban solamente de nuestras hipotecas, y de pagar guiñoles para los niños, sino que eran la piedra angular de todo un sistema clientelar que mantenía en pie la obediencia y la disciplina dentro de los partidos.

Mientras existieron las cajas de ahorros, los dirigentes políticos podían pagar a sus subalternos con un puestecillo para la hija, un préstamo para el sobrino o incluso, en los casos más clamorosos, con un error administrativo que conducía al olvido de determinada deuda. Lo de las tarjetas con barra libre ya es conocido de todos, así que no meteré más el dedo en esa llaga por no cabrear más la personal.

Tras la desaparición de las cajas de ahorros, un dirigente provincial conocido mío llamó al alcalde de un pueblo para pedirle apoyo político para un determinado proyecto (una carretera, concretamente ) y el alcalde local le espetó que si no llamaba para lo que él sabía que no se molestase ni en descolgar el teléfono.

-¿Y qué es eso para lo que le tienes que llamar? -pregunté yo, que había oído la airada respuesta.

-Nada. Que su hija sigue en el paro.

Y así es la vida: mientras la hija del alcalde del quinto pino esté en el paro, no hay otro tema del que hablar ni otro tema que le importe tres puñetas a su padre. Y lo mismo pasaría si la niña las pasara negras para pagar la hipoteca, o la letra de la nevera.

Cuando existían las cajas de ahorros, esas cosas se arreglaban en días, semanas o meses, con un par de llamadas. Hoy no se arreglan de ningún modo y cada día son más los que ni obedecen ni callan.

Y eso hay.

De cómo dar dinero a los banqueros sin que lo parezca

Habitual postura de la clase política, ataviada en este caso con ropajes históricos. Y baste a buen entendedor.

Habitual postura de la clase política, ataviada en este caso con ropajes históricos. Y baste a buen entendedor.

Ya habíamos hablado antes por aquí de la reforma fiscal del Gobierno, y del salvaje palo que supone para los pequeños ahorradores y para la sufrida clase media, pero como no es cosa de extenderse a lo largo y ancho de esta normativa, vamos a centrarnos en lo nuestro, que es la vivienda.

La cuestión principal, y la más sangrante, es que desaparecen de pronto los coeficientes de actualización y abatimiento a la hora de calcular las plusvalías en la venta de una vivienda.

¿Y qué significa eso? Que si compraste una casa en 1980 por un millón de pesetas (equivalentes a 6000 €) y la vendes hoy por ciento veinte mil euros, tributas en plusvalías como si hubieses ganados la diferencia, o sea, ciento catorce mil euros, sin tener en cuenta que aquellas pesetas y estos euros tienen un valor muy diferente, porque para eso está la inflación.

Esto, como se puede ver, es un ataque directo a todos los españoles que consideraron que la vivienda era un modo de ahorrar para el futuro y resulta, a mi juicio, una estafa intolerable y un ataque al sentido común, ya que considerar equivalente el dinero en términos nominales es una barbaridad sin paliativos.

¿Quienes podrían salvarse de la quema?

Aún no está muy claro, pero se habla de tres colectivos:

-Los mayores de 65 años, siempre que empleen el dinero para complementar la pensión a través de un fondo de pensiones.

-Los que reinviertan el dinero obtenido en la venta de unja vivienda habitual en la compra de otra vivienda habitual.

-Los que empleen lo obtenido en la suscripción de planes de vivienda para comprar otra vivienda.

En el fondo, si os fijáis, lo que viene a suceder es que te libran de los impuestos si bancariza tu dinero: es decir, si la riqueza pasa de tu vivienda a productos bancarios, ya sean fondos de pensiones o fondos de vivienda.

Con esto, a mi entender, lo que se pretende es  que todo el mundo que venda una casa vaya con el dinero como loco a los bancos, que allí ya los trasquilarán convenientemente con una hipoteca sobre la nueva vivienda o uno de esos productos imaginativos como las participaciones preferentes que tan famosos se han hecho en los últimos tiempos.

 

La deuda y la paella con mosca. Parábola de la situación actual

¿Aparecerá el valiente que la sepulte en su plato?

¿Aparecerá el valiente que la sepulte en su plato?

Me he cansado ya, al menos de momento, del lenguaje engolado con que se suelen abordar los temas económicos, y quiero analizar hoy la situación actual con una parábola.

¿En qué situación económica nos encontramos en realidad?

Pues imaginad que diez o doce comensales postín se reúnen en una casa de campo. Ya está puesta la mesa y todo el mundo ha olvidado que se trata de un evento informal y luce sus mejores galas.

En ese momento, el anfitrión viene con una enorme paellera y la coloca sobre la mesa, ante las felicitaciones y aplausos de la concurrencia. Anuncia que acto seguido regresará con el vino y se va directo a la bodega.

De pronto, las miradas comienzan a ir de la paellera a la cara de los vecinos, y de la cara de los vecinos a la paellera: una enorme mosca aún mueve lentamente sus patas en el centro de la paella. Es una mosca enorme, o quizás un abejorro, y parece dispuesta a discutir una cabeza de langosta al primero que quiera hacerse con ella. Antes de que haya regresado el anfitrión todo el mundo ha visto la mosca, pero nadie habla de ella.

¿Qué se debe hacer en semejante situación? Los manuales de etiqueta y protocolo, señalan dos opciones: la buena, y la óptima.

La buena sería no inmutarse. La mosca es invisible, la mosca no existe. La mosca jamás ha llegado a la paella, y señalarla sería echar a perder la comida de tgodos, convirtiendo en culpable del fracaso de la reunión al que se atreviese a señalarla.

La óptima es que alguien avezado y con iniciativa pida permiso para servirse en primer lugar, porque no puede tener delante de él una paella tan buena sin probarla, y que se sirva la mosca a su propio plato, para hacerla desaparecer a la primera ocasión.

¿Y a qué viene esto? Pues a que así, exactamente, estamos con la deuda pública. España ha alcanzado el 100% de su PIB (teórico) y otros países andan también ya por cifras astronómicas. Mientras nadie mencione la imposibilidad de pagar esa deuda, todo irá bien. En cuanto alguien señale que esa deuda es impagable, todo se irá al carajo. Pero el caso es que, mientras tanto, nos anuncian la recuperación y todos sonreímos.

Falta saber si aparecerá el valiente que se eche el problema a los hombros para, de un plumazo, hacerla desaparecer.

Pero no creo…

La vivienda y las cuentas públicas

Lo que el Estado recaudó con el mercado de la vivienda. Grafico de Idealista.com

Lo que el Estado recaudó con el mercado de la vivienda. Grafico de Idealista.com

Ya es oficial: el agujero en nuestras cuentas ha llegado a un billón de euros. Ese es el importe de nuestra deuda pública, del que el 86 % corresponde al Estado, un 10 % a las Comunidades autónomas y un 4% a los ayuntamientos. En realidad, es el Estado central es responsable de una parte un poco menor, ya que ha soportado el fondo de liquidez de las comunidades en quiebra y los fondos para pagos a proveedores de las administraciones locales.

El caso es que las cuentas del Estado no cuadran, y son muchas las razones. Una de ellas, que nuestras hipotecas le facilitaban unos maravillosos ingresos que, de pronto, han desaparecido. Y los gastos nunca desaparecen, porque para suprimir gastos hay que cabrear a alguien, y el mayor deseo de cualquier político en nuestro sistema es poder tener a todo el mundo contento, aunque sea a costa del futuro, un futuro en el que a lo mejor gobiernan otros, que serán los que tengan que lidiar con ese toro, o comerse ese marrón, si hablamos más claro aún. De eso va la democracia, se supone

Echad un ojo a la gráfica: esos eran los ingresos que el mercado de la vivienda, a través de distintos impuestos y cargas, facilitaban al Estado, y su evolución en estos años.

El caso es que de 2007 a 2013, los ingresos tributarios procedentes de la vivienda se han quedado en menos de una tercera parte de lo que eran. ¿Veis ahora por qué nadie estaba dispuesto a detener aquella locura de los millones de pisos construidos, las hipotecas concedidas hasta al perro del apuntador y la euforia de los políticos? ¿Comprendéis ahora pro qué Rodrigo Rato, todo un ministro de Economía, dijo que “las viviendas suben porque la gente las compra y las puede compra”?

Al final las cosas siempre tienen una explicación y rara vez tiene que ver con la buena fe, al menos en estos casos en los que aparece involucrada la codicia o la especulación.

Los presupuestos municipales, los de las Comunidades Autónomas y los del Estado siguen anclados en unos tiempos en los que disponían de ese dinero. El caso es que ya no existe esos ingresos, ni tampoco existen las Cajas de Ahorros para seguir metiendo el sablazo al ciudadano por la puerta de atrás, y las cuentas acaban por cantar solas. O por desplomarse.

Acabo con una anécdota esclarecedora: en la mayoría de los ayuntamientos, los presupuestos no se diseñan viendo los ingresos y decidiendo en qué se puede gastar ese dinero. Lo que se hace, en el mundo real, es decidir primero el gasto y luego, sólo después, ir buscando de dónde va a salir ese dinero.

Y si no lo creéis, porque es increíble, preguntad a cualquiera que haya estado alguna vez en política municipal.

Es de risa.

La vivienda como bien regulado. El caso turístico

Alojamientos túrísticos

Alojamientos túrísticos

Supongo que a estas alturas ya habréis oído todos hablar de eso que llaman economía colaborativa y que para unos es el intercambio comercial del futuro, eliminando intermediarios, mientras para otros es un simple refinamiento de la evasión fiscal y una vuelta más de tuerca a la competencia desleal.

La aparición de aplicaciones como Uber, Blablacar y Airbnb han supuesto una revolución en varios sectores. La primera de ellas sirve para unir a quienes deseen un trayecto en coche con los particulares que estén dispuestos a llevarlos por un precio predeterminado. la segunda hace lo mismo para trayectos largos y la tercera alquila alojamientos entre particulares.

En el primer caso se subieron a los árboles los taxistas, diciendo que no se podía permitir que el transporte urbano lo realizasen particulares sin licencia, pues para dar ese servicio ya cumplen ellos unos requisitos, pagan unas licencias y pagan sus impuestos.

En el segundo caso se encabronaron las compañías de transporte de viajeros, por la misma razón, porque si un particular te lleva de Madrid a París por 50 € (precios reales) y te lleva tranquilamente en su coche, ¿cómo diablos puede competir un autobús o un tren?

En el tercer caso, que es el que nos ocupa , por aquello de la vivienda y la hipoteca, protestaron los hoteles y los alojamientos turísticos, alegando que un particular no puede alojar en su casa a quien quiera, y que el alquiler de alojamientos turísticos es una actividad regulada que no puede ser desempeñada por un particular.

La verdad es que la cuestión es peliaguda, porque el Estado no  puede meterse nunca entre los acuerdos entre particulares, siempre que el bien que se preste sea propio y la voluntad de las partes esté clara, pero por otro lado, las autoridades entienden muy bien que de donde se cobran impuestos es de dónde las actividades ¡se realizan con un alta fiscal, una licencia y un negocio en regla.

¿Qué hacer? Buscar medios de entorpecerlo.

Por ejemplo, la Comunidad de Madrid acaba de prohibir que se ofrezcan alquileres de pisos y viviendas vacacionales por menos de 6 noches. Para plazos inferiores a seis noches el único contrato válido será el de los estalecimientos hosteleros.

Baleares ha seguido esa estela y obliga a que loa vecinos del inmueble den su consentimiento para que se pueda alquilar como apartamento vacacional (norma de dudosa legalidad a mi juicio) y que el inmueble tenga más de cincuenta y cuatro años. Los inmuebles nuevos, quedan excluidos.

Las espadas siguen en todo lo alto, y no parece fácil combatir la piratería, o falta de licencia legal, según se mire, en cada vez un mayor número de sectores.

Por cierto: también hay una para guisar en casa y que la gente se apunte a tu menú, si le gusta lo que ofreces. Ya veréis cómo se ponen los restaurantes en cuanto la cosa se extienda…

Seguiremos hablando del asunto

El Gobierno como agente inmobiliario

A ver si era eso...

A ver si era eso…

Todavía no he conseguido encontrar un tema que el Gobierno de Mariano Rajoy no haya considerado oportuno dejar para mañana. De hecho, he entrado en sospechas de que esos tíos querían ganar las elecciones precisamente parea no gobernar, y les salió la gran jugada de poder permitirse no gobernar con mayoría absoluta.

Un ejemplo glorioso de esto que digo es el tema de poner a la venta los edificios públicos que consideraban sobrantes: en octubre de 2012 el gobierno hizo pública una de las medidas estrella de la denominada “comisión para la reforma de las administraciones públicas”: la puesta en el mercado de más de 15.000 edificios públicos, y además con plazo. Sería entre 2013 y 2015.

¿Qué fue de la reforma de las administraciones? Pues no lo sabemos, porque al final nadie quería reformar nada, pro aquello de que una reforma perjudica a alguien, el perjudicado se cabrea y al Gobierno no le gustan los cabreados en su bando. El caso es que en el tema de los inmuebles, a día de hoy sólo ha vendido 2.134 inmuebles, un 14% del total. ¿Pensarán venderlos todos de un golpe en el año entrante o querrán colocárselos en paquete a algún amigazo?

La idea, en teoría, era utilizar estas ventas para sanear las cuentas públicas (mala idea vender para gastar, pero bueno) y para ello se creó un listado de 15.135 inmuebles a enajenar. En ese catálogo había un poco de todo, pero resulta que todos los edificios están en alguna parte, y entre alcaldes, diputaciones autoridades autonómicas y chupatintas varios, parece ser que siempre sale alguien que le ve mejor destino ale edificio. O que tiene una idea mejor, lo que da más miedo todavía. Al parecer, los edificios se pueden pudrir y llenar de ratones hasta que alguien piensa venderlos: a partir de ese momento, salen cien amigos del ladrillo mohoso para reclamarlos y loare su infinita utilidad social. Curioso, ¿no?

También estaban previstas reubicaciones de servicios públicos, pero ahí sí que ha sido peor: ¿os creéis que es fácil conseguir mover a los funcionarios de un  lado de la ciudad a otro, cuando muchos se han comprado una vivienda que quede cerca de su puesto de trabajo? Como os podéis imaginar, ha habido trabas e impedimentos de todo tipo y la cosa, en la mayor parte de los casos, se ha quedado en nada. Ya os hablaré un día del “nuevo” hospital de Salamanca, por poner un ejemplo…

En este tiempo el número de edificios enajenados ha sido  de 2.134, de los que 1.587 se vendieron mediante subasta o concurso público y los otros 547 de forma directa. Además, según dice el Gobierno, en 2013 se dedicaron sobre todo a mejorarlos y rehabilitarlos para sacares mejor precio.

No sé yo.. ¿Vosotros les daríais a estos tipos una hipoteca?